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 Loca Por Un Hombre Joe Y Tu (Hot)

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MensajeTema: Loca Por Un Hombre Joe Y Tu (Hot)   Loca Por Un Hombre Joe Y Tu (Hot) Icon_minitimeAgosto 3rd 2010, 14:37

Un beso nunca sería suficiente…

Con esa piel cremosa, los ojos seductores y esa deliciosa boca, (Tn) Whelan estaba volviéndolo loco a Joseph Jonas. Pero él sabía que no debía ni acercarse a la hermana pequeña y virginal de su mejor amigo, por muy irresistible que la encontrara. Su misión era cuidarla y protegerla de los ataques de otros hombres. Pero todos los hombres tenían un límite… y Joe encontró el suyo cuando la propia (tn) se dejó llevar por la pasión…

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MensajeTema: Re: Loca Por Un Hombre Joe Y Tu (Hot)   Loca Por Un Hombre Joe Y Tu (Hot) Icon_minitimeAgosto 3rd 2010, 14:47

SIGUELAAAAAAAAAA
ME ENCANTA!!!

Very Happy
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MensajeTema: Re: Loca Por Un Hombre Joe Y Tu (Hot)   Loca Por Un Hombre Joe Y Tu (Hot) Icon_minitimeAgosto 3rd 2010, 14:49

Primera Lectora!!!
Razz
SIGUELA
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MensajeTema: Re: Loca Por Un Hombre Joe Y Tu (Hot)   Loca Por Un Hombre Joe Y Tu (Hot) Icon_minitimeAgosto 3rd 2010, 14:54

Capítulo 1

—Si me vuelves a llamar presumida, juro que te voy a quebrar todos los huesos del pie.
Sentados en un apartado del Royal Diner, con una ceja alzada,Joe Jonas observó el ceño fruncido de (tn) Whelan. Y le pareció que hablaba en serio. Estaba a punto de exhalar fuego, una llamarada tan ardiente como el color de la brillante, lisa y sedosa melena pelirroja que caía hasta los delicados hombros.
Joe nunca se había podido resistir a la tentación de gastarle bromas, y por pura tozudez decidió apretar otro botón; pero primero tenía que ponerse a salvo. Así que, tras aclararse la garganta, escondió las piernas bajo el gastado asiento de plástico rojo para impedir que la señorita Whelan, a punto de estallar, no le rompiera los huesos del empeine con el aguzado tacón de su botín de diseño.
—Estás en esos días del mes, ¿no es así, dulzura? —preguntó con la compasión sabia y paternalista de un hombre comprensivo. Cuando ella emitió un gruñido por respuesta, él parpadeó, todo inocencia—. ¿He dicho algo malo?
Ella ladeó la cabeza y lo estudió como si fuera un pedazo de chicle que habría que raspar de la suela de la bota.
—Para un hombre de tan vasta experiencia con las mujeres, dices justo lo peor para impresionar a una dama.
—Así que ahora eres una dama, ¿no es así?
No hacía mucho tiempo que la pequeña (TN) Whelan, la hermana menor de su mejor amigo Travis Whelan, había declarado a quien quisiera oírle que iba a ser un vaquero y que moriría antes de que alguien la viera con otra cosa que no fueran sus tejanos, sus botas y el típico sombrero de Texas.
Bueno, podía dar testimonio de que todavía estaba viva, y muy viva, aunque pocos años antes hubiera cambiado la tela vaquera por la de seda y sus gastadas botas por unos suaves botines italianos. Y también llevaba diversos tipos de sombrero. Gracias a un fondo que Travis había establecido para ella, (TN) no tenía que trabajar, aunque la chica mimada de Royal, Texas, siempre andaba ocupada en algo. Cuando no hacía voluntariado en la Unidad de Quemados del Royalty Hospital o en la Biblioteca, dedicaba muchas horas semanales a un Centro de Día o se ocupaba de recaudar fondos estrujando el bolsillo de ancianos, y no tan ancianos, de buen corazón que solidarizaban con su causa y no se resistían a su sonrisa.
Y, sí. Definitivamente estaba viva, Joe volvió a pensar antes de echar una breve mirada apreciativa a los pechos bien formados que pugnaban contra la seda marfil de la blusa.
Pero se suponía que no tenía que notarlo. Se suponía que no tenía que advertir nada remotamente sensual o femenino en (TN).
Joe se bajó el ala del sombrero hasta las cejas. El problema era que ella tenía razón en una cosa. Ya no era una chica presumida. Era una mujer hermosa... estupenda con aquellos expresivos ojos garzos, el cuerpo alto y esbelto como un sauce y una boca que hacía que un hombre se preguntara cómo sería sentir la presión de esos labios sobre la piel desnuda.
Desde luego que él no debía formularse esas preguntas. No podía pensar en ella de esa manera. Y se esforzaba enormemente para no hacerlo.
Con el ceño fruncido, volvió la mirada al rostro de la joven, a los ojos gris verdosos y se obligó a retomar su papel de hermano adoptivo.
—¿Por qué estás tan contrariada, osita (TN)?
(TN) le lanzó una mirada furiosa.
—Eres peor que mi hermano —farfulló al tiempo que bebía un sorbo de café cargado de crema—. Ustedes no me toman en serio.
Joe se reclinó bruscamente en el asiento en tanto se resistía a la urgencia de confesarle cuán en serio la tomaba, y cuán en serio ella podría alborotarle la mente si no la controlaba con firmeza.
—¿Qué hace Travis?
—Lo de siempre. Me trata como a una niña.
—Él te quiere mucho —dijo suavemente.
(TN) lo miró con esos rutilantes ojos garzos que le hacían pensar en el color de una sutil nube de humo, como aquellas que se desprendían de los rescoldos de un fuego nocturno.
—¿Y tú? ¿Qué haces aquí? —preguntó bruscamente.
—Bueno, hasta donde recuerdo, te llamé para saber cómo estabas. Entonces dijiste que tenías un día muy largo por delante y me pediste que nos reuniéramos aquí para tomar un café —dijo con cautela porque no quería que ella supiera que, a petición de Travis, desde hacía dos semanas no le quitaba el ojo de encima.
(TN) movió la cabeza de un lado a otro.
—No, no me refiero a que estemos tomando un café en el Royal Diner. Lo que quiero decir es qué diablos hacemos tú y yo aquí. ¡Por amor a Dios!, es sábado y casi de noche. ¿Por qué no estamos fuera de la ciudad junto a nuestros respectivos acompañantes bebiendo champán, en tu caso tu cerveza preferida, con expectativas de una noche ardiente, apasionada...?
—¡Alto ahí! —Joe se enderezó bruscamente—. No quiero discutir mi vida sentimental contigo.
—Por no decir que tampoco quieres discutir la mía.
—Haré como que no he oído lo que acabas de decir —replicó con firmeza—. Porque si lo hubiera oído, tendría que informar a tu hermano, y posiblemente él se sentiría obligado a matar al mensajero, que sería yo, antes de venir a buscarte. Y el Señor se apiade del hombre que se atreva a tontear con la pequeña hermana de Travis Whelan.
(TN) negó con la cabeza al tiempo que dejaba escapar una risa carente de humor.
—Puedes respirar tranquilo, grandullón. Actualmente no existe la menor posibilidad de que mi hermano mate a alguien. ¿Quieres saber por qué? Porque no tengo vida sentimental.
Joe sintió que la conversación se le escapaba velozmente de las manos.
—Creo que tampoco quiero oír hablar de eso.
—¿Tienes la más remota idea de lo que significa que una mujer de veinticuatro años todavía sea virgen? —preguntó con vehemencia. —
—¿Por qué no lo dices un poco más alto para que todo el mundo se entere? ¿Qué forma de hablar es ésa en boca de una chica formal como tú?
—Ese es el problema. Tal vez no soy una chica formal. Tal vez soy una peligrosa chica aficionada al sexo que enloquezco a los hombres con mi provocativa y seductora...
—¡No! —Joe sacudió la cabeza—. Oh, no, seguro que no estoy oyendo nada de esto.
—¿Qué pasa, Joe? ¿Te estoy poniendo nervioso, tal vez un poco excitado?
Sí. Había logrado excitarlo.
—Verás, lo suficientemente nervioso como para colocarte sobre las rodillas y darte un par de azotes —le advirtió en tanto luchaba por recuperar la cordura.
Carrie lo miró con los ojos entrecerrados y una perversa sonrisa de chica mala antes de tocar la curva sensual del labio superior con la punta de la lengua.
—Oh, eso suena a... perversión sexual.
El corazón dio un brinco en el pecho de Joe.
—Carrie, te lo advierto. Si sigues así yo...
—¿Qué? ¿Irás a contárselo a mi hermano? ¿Me llevarás a casa y me atarás a la pata de la cama que por lo demás, es amplia y tentadora? —dijo en voz demasiado alta.
Joe le imploró con la mirada que hablara más bajo antes de que los otros clientes se enteraran de la conversación.
—Nos vamos —gruñó de improviso.
—No me apetece —(TN) replicó con una mirada furiosa que paseó alrededor antes de fijarla en un apartado situado en un rincón del restaurante. Entonces sus ojos se volvieron felinos mientras buscaba algo dentro del bolso—. Vete tú, porque yo me voy a quedar aquí y me presentaré al recién llegado a la ciudad. Tal vez verá en mí otra cosa que no sea sólo la hermanita de Travis Whelan, y tal vez no tenga que huir para salvar su vida.



PD: Bienvenida primera lectora
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MensajeTema: Re: Loca Por Un Hombre Joe Y Tu (Hot)   Loca Por Un Hombre Joe Y Tu (Hot) Icon_minitimeAgosto 3rd 2010, 14:55

En un Rato mas o mañana subo la otra parte
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MensajeTema: Re: Loca Por Un Hombre Joe Y Tu (Hot)   Loca Por Un Hombre Joe Y Tu (Hot) Icon_minitimeAgosto 3rd 2010, 15:06

ME FASCINA TU NOVE....
ES GENIAL!!!
SIGUE
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MensajeTema: Re: Loca Por Un Hombre Joe Y Tu (Hot)   Loca Por Un Hombre Joe Y Tu (Hot) Icon_minitimeAgosto 4th 2010, 10:10

Joe la fulminó con la mirada, aunque ella no le prestó la menor atención. Con vista fija en el rincón del local, sacó un lápiz de labios y, sin consultar ningún espejo, se aplicó un brillo rojo cereza con mano experta.
Joe todavía miraba fijamente esa boca, entregado a la fantasía de la marca de esos labios rojos sobre su vientre desnudo, cuando ella se deslizó hacia el extremo del asiento y se puso de pie.

De vuelta de su sueño, siguió la dirección de la mirada femenina y reconoció al hombre sentado a la mesa del rincón. No conocía al nuevo médico que había llegado al Royalty Hospital, aunque alguna vez lo había visto por ahí. De hecho, el doctor Nathan Beldon era la razón por la que Travis le había pedido que no perdiera de vista a (tn).


—No podría decir nada concreto- Travis había declarado pensativamente con el ceño fruncido la primera vez que había hablado con Joe—, pero hay algo en ese tipo que no me agrada. Quizá es un poco demasiado astuto y demasiado zalamero para mi gusto. Pero, por algún motivo, parece que (tn) ha puesto los ojos en él.
Bueno, Travis y él al menos estaban de acuerdo respecto al doctor, pensó Joe con severidad.
Al ver que (tn) daba un paso en dirección a Beldon, Joe le agarró el brazo y la obligó a sentarse.

—¿Beldon? —preguntó ignorando su protesta de que le soltara la muñeca mientras intentaba convencerse de que esa sensación en el vientre no era una punzada de celos—. ¿Quieres ir a seducir al doctor Beldon?

Ella se quedó inmóvil un segundo y luego le dirigió una mirada considerativa antes de sonreír de un modo nada
dulce y tampoco inocente.

—Bueno, no lo había pensado exactamente en esos términos, pero gracias, Joseph. Es una gran idea. Y si tengo suerte, puede que mañana no sea la última virgen de veinticuatro años que queda en Texas.

Joe sabía que no hablaba en serio, pero podía percibir que se sentía lo suficientemente temeraria como para iniciar algo con el doctor que tal vez no supiera cómo concluir.

—Te vas a casa. Esta noche no estás en tus cabales.

Tras buscar en el bolsillo, sacó unos billetes y los puso sobre la mesa. Luego la con dujo hacia la puerta sujetándole el codo con firmeza al tiempo que ignoraba sus protestas. De paso, sacó del perchero la chaqueta roja de cachemir y la metió entre sus brazos

La furiosa señorita Whelan todavía
lo insultaba cuando Joe le puso una mano en la nuca y la escoltó hasta el
coche.

—Vete a casa —ordenó en tanto abría la puerta del conductor.

—Vete al infierno —disparó ella con una mirada venenosa.
Joe le colocó las manos sobre el volante.



—Siempre queda esa posibilidad, pero mientras tanto te seguiré para cerciorarme de que conduces en la dirección correcta.

—¡Eres un Neandertal! —exclamó furiosa antes del cerrar de un portazo. Joe golpeteó el techo del coche conla palma de la mano;

—Y no olvides respetar los límites de velocidad.

Con la mirada fija en la calzada, (tn) arrancó el coche bruscamente.Joe exhaló una gran bocanada de aire y se dirigió a su vehículo. Luego, apresuradamente se abrió paso entre los coches para no perderla de vista.

Sí, al día siguiente hablaría con Travis. Su amigo bien podía encontrar otro perro guardián para vigilar a su hermana. «Tal vez un eunuco», pensó sin dejar de recordar el modo en que (tn) había encendido sus sentidos. Maldición, era una mujer muy ardiente, muy apetecible y se suponía que él tenía que mirarla como a una hermana pequeña.



No, no era su hermana, aunque sus padres se hubieran hecho cargo de ellos cuando los de Travis y (tn) fallecieron en un accidente de carretera hacía ya catorce años. Todavía recordaba la imagen de (tn), una niña de sólo diez años, triste y desolada, llorando en sus brazos.Y todavía se le partía el corazón al pensar en su sufrimiento. Pero últimamente y demasiado a menudo, le costaba gran esfuerzo pensar en ella como aquella dulce muchachita que fue casi una hermana para él.

Una cosa, era la relación entre ellos cuando ella tenía diez años y él dieciocho. Al principio de la veintena, Joe ya era un joven que prometía en su carrera y ella, una floreciente jovencita de dieciséis años encaprichada de él. No había permanecido insensible a ese capricho porque se sentía halagado, y por esa razón no le había importado velar por ella cuando iba a Royal, lo que no sucedía muy a menudo ya que había pasado un tiempo en la universidad y luego cinco años de prácticas en las pistas de rodeo.
Pero en la actualidad, bueno, era una historia diferente. Las razones que lo llevaban a no perder de vista a (tn) distaban mucho de ser fraternales, por mucho que él lo intentara.
Con la boca convertida en una dura línea, la siguió hasta State Road. Travis lo mataría si sospechaba que Joe pensaba en (tn) como una mujer apetecible.
Joe vio cómo (tn) se saltaba la luz ámbar del semáforo. Con un elocuente ademán de la mano en su dirección, lo dejó
esperando que el semáforo se pusiera en verde.

—Maldición de mujer —murmuró sacudiendo lentamente la cabeza, pero sin dejar de sonreír al ver que los faros traseros del coche desaparecían en medio del tráfico—. Me va a matar.

Una sedosa melena rojiza. Sensuales labios abultados. Pechos firmes y llenos. Largas y esbeltas piernas. Joe tuvo que acomodarse la bragueta de los tejanos como tenía que hacerlo cada vez que
la veía últimamente.

Unas cuantas manzanas más lejos, al fin pudo dar alcance al coche de (tn). Cinco minutos más tarde, la vio salir del vehículo como una tromba y entrar en su casa. Tras unos segundos, observó que se encendían las luces en el interior de la vivienda.

—Me vas a volver loco —murmuró al tiempo que se dirigía al Club de Ganaderos—. Aunque muy a gusto por mi parte.

Necesitaba una copa. Y al día siguiente iría a ver a Travis. Necesitaba mirarlo directo a los ojos y recordar que la mujer que originaba sus fantasías sexuales era la hermana pequeña de su mejor amigo.

La pequeña hermana virgen.

La sangre se agolpó en sus: mejillas y en otras partes del cuerpo que no debían tener ninguna relación con (tn). Con el corazón acelerado pensó en su inocencia y cómo sería la experiencia de ser el primer hombre que le hiciera el amor.
Joe se frotó el mentón mientras pensaba que el primer hombre no sería él ni nadie si Travis continuaba comportándose corno un hermano excesivamente protector. Joe sabía que tras la muerte de los padres, Travis había tomado la responsabilidad de proteger a su hermana. Habían pasado muchos años pero no había modificado su conducta, y estaba claro que si fuera por Travis, (tn) moriría solterona.
De acuerdo, tendría que dejar depensar en ella de ese modo. Y al día siguiente debía preparar una excusa para convencer a Travis de que ya no podía seguir pendiente de su hermana.
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MensajeTema: Re: Loca Por Un Hombre Joe Y Tu (Hot)   Loca Por Un Hombre Joe Y Tu (Hot) Icon_minitimeAgosto 4th 2010, 11:06

hay soy nueva me llamo andrea
tu nove esta muyyy buena siguela pronto pliss
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MensajeTema: Re: Loca Por Un Hombre Joe Y Tu (Hot)   Loca Por Un Hombre Joe Y Tu (Hot) Icon_minitimeAgosto 4th 2010, 18:23

nueva lectora siguela
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MensajeTema: Re: Loca Por Un Hombre Joe Y Tu (Hot)   Loca Por Un Hombre Joe Y Tu (Hot) Icon_minitimeAgosto 4th 2010, 18:33

preparo capitulo
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MensajeTema: Re: Loca Por Un Hombre Joe Y Tu (Hot)   Loca Por Un Hombre Joe Y Tu (Hot) Icon_minitimeAgosto 4th 2010, 18:43

Capítulo Dos


«¿Qué vas a hacer... llevarme a casa y atarme a la pata de la cama?», (tn) repitió mentalmente sus palabras mientras salía de la ducha y sacaba una toalla verde jade del armario.
¿Realmente se lo había dicho? ¿A Joe Jonas, precisamente?
Con un gemido, sepultó la cara en la suavidad de la toalla. Si sólo hubiera tenido la sensatez de parar a tiempo. Pero no, también tuvo que hablar de una cama amplia y tentadora con la esperanza de ver una chispa de interés en sus ojos.
¿Interés por ella?, pensó con un bufido. Si fuera un caballo, tal vez. O uno de esos veloces todoterreno a los que era tan aficionado. No, Joe Jonas nunca había demostrado interés ni por ella ni por una cama, a menos que fuera para pedirle que se la hiciera, ya que él había estado demasiado ocupado con esos potros cerriles, o cazando chicas por la ciudad.
Tras frotarse el pelo con la toalla, (tn) se miró al espejo con desagrado.
—Cuesta más aprender unas lecciones que otras —refunfuñó en tanto sentía que su rabia se apaciguaba dando paso al cansancio y a la melancolía
Sí, era cierto. Y Joe era una de las peores lecciones.
Con un suspiro, terminó de secarse y luego se puso una loción que olía a salvia, limón y a un aroma ligeramente sensual y profundamente femenino. La había comprado pensando en él.
Sí, era patética, pensó con otro bufido. A decir verdad, ¿qué cosas hacía sin pensar en Joe? Volvió a mirar su afligido rostro en el espejo. «De una vez por todas, ¿qué vas a hacer con él?».
Sinceramente, no lo sabía. Lo había amado desde siempre. Lo había idolatrado; pero él nunca la había visto de otra manera más que como la hermana pequeña, y estaba claro que después de esa noche tampoco lo haría, ya que ni siquiera se había apresurado a aceptar ninguna de las poco sutiles invitaciones que había dejado caer durante el encuentro en el Royal Diner. Sí, estaba claro que nunca la miraría de otro modo.
(tn) se mordió el labio pensativamente y se enfrentó a la inexorable verdad. «Tal vez ha llegado la hora de renunciar».
Después de ponerse un holgado camisón y unos calcetines, fue a la sala de estar con el secador funcionando sobre el pelo mojado y se acomodó en el sofá con las piernas sobre el asiento. Tras cubrirse con una mullida manta de felpa azul marino buscó el mando del televisor. Durante los próximos cinco minutos intentó hacerse a la idea de que era necesario renunciar a la fantasía de él y ella juntos para siempre. Pulsando los botones del mando, intentó pensar en su trabajo en la Unidad de Quemados, en los niños del Centro de Día, cualquier cosa para alejar a Ry de su mente. Finalmente, renunció a buscar un programa interesante y su mirada se posó en el álbum de fotografías colocado en un estante. (tn) lo miró largo rato antes de decidirse a abrirlo.
Una fotografía de Travis y ella junto a sus padres le arrancó una sonrisa agridulce mientras deslizaba el índice por los rostros sonrientes de Sue y Ryan Whelan. Tenía nueve años y Travis diecisiete cuando les hicieron la foto en Fort Worth. Fue una de las últimas fotografías del grupo familiar antes del accidente que se cobró las jóvenes vidas de sus progenitores.
(tn) deseó con todo su corazón que no fuese tan difícil dotar de animación esas figuras inmóviles. Siempre había querido recordarlos en tres dimensiones y llenos de vida... pero tras catorce años, esa conexión vital se había apagado junto con el color de la foto grafía.
Hacía mucho tiempo que había tenido que continuar con su vida. El profundo pesar había dado paso a una emoción más tolerable. Una suerte de anhelo había sustituido al dolor atroz que había hecho añicos el perfecto santuario de su pequeño mundo. Pero, a pesar de los años transcurridos, nunca había dejado de añorarlos.
Con una última mirada,(tn) pasó la página... y allí estaba. Joe . Desmadejado, larguirucho, de anchos hombros y ojos marrones. Entonces tenía dieciocho años y ella diez. El corazón le dio un salto como siempre que aparecía ante ella, cuando pensaba en él, cuando se permitía creer que podría ser algo más que un hermano sustituto después de que sus padres se hicieran cargo de ella tras el fatal accidente que la dejó aturdida, confusa, encerrada en sí misma.

Para empeorar las cosas, Travis se había inscrito en el Cuerpo de Marines de los Estados Unidos meses antes del accidente y tuvo que marcharse poco tiempo después. Nunca se había sentido tan sola. Incluso en esos instantes, los ojos se le humedecieron al recordar aquella solitaria noche en que Joe la encontró en la habitación que Sandy, la madre de él, había decorado para ella con especial cuidado a fin de complacer a la niña que era en ese entonces. Estaba en el umbral de la puerta; un joven de amplios hombros, con una mirada pensativa y una expresión desolada que nubló unos instantes su rostro tan apuesto. Luego entró en la habitación con una brillante sonrisa. Ruidosamente intentó arrancarle una risita con sus bromas y, sin quererlo, despertó a la futura mujer que se gestaba en su alma de niña de diez años. Y fue entonces cuando se enamoró de él.
—Ahora somos tu familia —había dicho la madre de Joe más de una vez tras aquel horrible día— Travis y tú nos pertenecen. Tu papá fue nuestro capataz pero era como un hermano para John, y tu madre igual que una hermana para mí. Así como Travis y Joe. Ahora tú eres nuestra hija.
(tn) cerró el álbum lentamente y lo apoyó contra su corazón, del modo en que Sandy solía abrazarla. Ese álbum representaba su pasado. Como la fantasía de que algún día Joe pudiera amarla; una fantasía que albergaba en su corazón desde la niñez. Sin embargo, esa noche finalmente había tenido que aceptar que no podía ser. Carrie sintió que una lágrima se deslizaba por su mejilla. No, Joseph Jonas no estaba destinado a ser su príncipe azul.
Por tanto, había llegado la hora de ponerse en movimiento.
(tn) deseaba mantener una relación sentimental. Deseaba un marido y unos hijos de mejillas regordetas. Y ya que finalmente había aceptado el hecho de que Joe nunca iba a formar parte de ese sueño, decidió que era hora de encontrar un hombre que sí lo hiciera. Y tendría que ser pronto.
La joven se sobresaltó al oír que llamaban a la puerta. Tras secarse las mejillas, fue al vestíbulo y de pasada echó una mirada al reloj. Era casi medianoche. Tras aplicar el ojo a la mirilla, el corazón le dio un salto.
—Joe —dijo al tiempo que abría la puerta.
—Hola, osita —saludó con una sonrisa sesgada—. ¿Puedo entrar un segundo, o ésta noche me he convertido en persona non grata?
Ella miró su rostro apuesto y expresivo, los sonrientes ojos marrones que tantas veces habían entibiado su alma. Tenía una fina cicatriz en el pómulo, bajo el ojo izquierdo; un recuerdo de sus días de rodeo, tal vez un forcejeo con un potro cerril que lo había derribado sobre la arena.
También había otras cicatrices. Su oficio de ganadero le había dejado las manos llenas de pequeños cortes y arañazos, y la leve protuberancia en el puente de la nariz significaba que alguna vez se la había roto un caballo o posiblemente los puños de alguien en una riña de bar. (tn) no ignoraba que había protagonizado unas cuantas peleas en los tiempos de rodeo. Los años de la carretera habían sido duros y a veces los puñetazos abundaban
Joe había estado muy cerca de conseguir su sueño. Y ella también de conseguir el sueño de ser amada por él. Al menos había estado muy cerca de lograrlo... pero en su mente.
— Hola. ¿Dónde te has ido, pequeño guisante?
Parpadeando, ella se dio cuenta de que había vuelto a ese lugar idealizado donde él llenaba sus sentidos y sus pensamientos impidiéndole escapar de su presencia en busca de su propio futuro.
—Lo siento —dijo al tiempo que le permitía entrar—. Me has sorprendido. ¿Qué sucede?
Él se encogió de hombros mientras le dirigía una tímida mirada.
—Sólo quería asegurarme de que todo estaba bien después de... tú sabes.
Ella ladeó la cabeza.
— ¿De sacarme del restaurante como fuera una res sin marcar...?
—Ah... sí... después de eso —convino con una mueca.
—No te aflijas —dijo, decida a pasar página e ignorar que se le derretía el corazón—. Pero que no vuelva a ocurrir, ¿de acuerdo?
— ¿Eso significa que todavía piensas....?
— ¿Seducir al doctor Beldon? ¿Sabes qué, Joe? Creo que Travis y tú, y si me apuras, el resto de los hombres del Club de Ganaderos, funcionáis con la idea errada de que todas las mujeres del mundo necesitan ser rescatadas de un peligro —declaró. Él la miró un tanto aturdido—. ¿Qué? ¿Crees que no sé lo que su cede en ese lugar a puertas cerradas? Por amor de Dios, Travis es mi hermano. A veces desaparece durante días. Y tú y los otros. ¿Y no es una coincidencia que a poco de vuestro inesperado regreso los medios de comunicación informen de que se ha impedido la comisión de un crimen atroz o que un país ha sido salvado de un golpe desastroso perpetrado por algún grupo extremista?
—Pero...
(tn) se echó a reír al ver la expresión de pánico en el rostro de Joe.
—No me mires con esa cara, como si padecieras de neurosis de guerra Joe. Tus secretos están a salvo. Me refiero a Natalie. Sé que en estos momentos os afanáis intentando descubrir qué fue lo que la trajo hasta Texas. Espero que tengáis éxito. La quiero como a una hermana, y la pequeña Autumn bueno, me ha robado el corazón. Quiero que estén a salvo. Quiero que esa expresión acorralada desaparezca de los ojos de Natalie.
—(tn)... —Joe pronunció su nombre con tanta cautela que la joven se apiadó de él.
—De acuerdo. Está bien. Vosotros no os dedicáis a salvar naciones ni damiselas angustiadas. No investigáis en secreto las cosas horribles que le sucedieron a Natalie. De acuerdo, es vuestra historia y podéis contarla como os apetezca. Mientras tanto —(tn) alzó una mano al ver que iba a interrumpirle—, no tengo nada que ver con el problema de Natalie... lo que significa que no necesito protección. Y como no la necesito, lo que haga y con quien lo haga no es asunto vuestro.
La joven observó que la expresión conmocionada de Joe había dado paso a una cierta tristeza. Pero no tenía importancia. Ella ya no se podía permitir el lujo de preocuparse por él.
—Siempre serás asunto mío, dulzura —murmuró rozándole la mejilla con la mano. Luego la dejó caer a un costado, como si de pronto fuese consciente de lo que hacía—. Sólo te pido que tengas cuidado, ¿de acuerdo? —murmuró.
Entonces, como si no pudiera evitarlo, le acarició la nuca y la atrajo hacia sí. Ella pudo percibir en su ropa un leve olor a cuero, a salvia y a caballos cuando se inclinó para besarla en la frente—. Buenas noches, osita (tn) . No olvides echar el cerrojo a la puerta.
Más tarde, con los pies enraizados en el suelo, la joven oyó el ruido del motor del camión que se alejaba.
—Adiós, Joe —murmuró a la calle vacía a sabiendas de que en ese instante se despedía de un sueño que había acariciado durante catorce años.
Poco después, se fue a la cama pensando en los posibles candidatos a convertirse en su hombre perfecto. La lista fue muy corta. Y todo porque Travis se encargaba de aterrorizar a cualquier novio en perspectiva. Aunque lo hacía con buena intención, siempre conseguía ahuyentarlos. Además de Joe, Travis era el principal culpable de que todavía estuviera soltera y virgen a sus veinticuatro años.
—Bueno, durante largos años te has tomado muy en serio el papel de protector, hermano mío —murmuró mientras acomodaba la cabeza en la almohada.
Ya no era la niña de diez años, perdida y confusa que extrañaba a papá y a mamá. Actualmente era una mujer, al menos en años, porque en cuanto a experiencia todavía estaba muy verde. Aunque no sería por mucho tiempo. Tenía que haber un hombre que no se sintiera intimidado por su hermano. Tenía que ser alguien recién llegado a la localidad, que no conociera a Travis y su modo de ahuyentar a sus pretendientes.
Alguien como el doctor Nathan Beldon.
Sí, era cierto que le gustaba su trabajo en la biblioteca con su amiga Stephanie Firth, y también su trabajo en la clínica, y recaudar fondos para causas benéficas. Pero lo que más le gustaba eran las horas que pasaba junto a los niños en el Centro de Día. (tn) amaba a los niños y quería tener hijos propios con el hombre que hubiera elegido para compartir el resto de sus días.
También estaba pendiente el otro problema. El de su virginidad.
Estaba cansada del celibato, quería saber de qué se trataba todo ese lío de las relaciones sexuales. Y si Nathan Beldon estaba destinado a enseñarle, tal vez podría ser el hombre con el que formaría una familia.
Y al diablo con lo que dijeran Travis o Joe.

—Pensé que habíamos llegado a un acuerdo, compañero —dijo Travis Whelan, desilusionado, con una mano sobre el hombro de Joe mientras se dirigían al bar del Club de Ganaderos—. No me dejes en la estacada ahora.
—Bueno, yo... —Joe hizo una mueca y se rascó la oreja. La conversación no iba por el derrotero que tan cuidadosamente había planificado. Se trataba de pedirle que lo sustituyera por cualquiera de los otros tipos implicados en la situación. Cualquiera de ellos podía vigilar a (tn) hasta que el misterio que envolvía a Natalie Pérez y su hija se hubiera aclarado.
—Tú eres mi hombre —continuó Travis, con una sonrisa—. Siempre lo has sido. Diablos, Joe, bien sabes que no puedo arriesgarme a que un oportunista sinvergüenza se aproveche de ella. Eres el único en quien puedo confiar y yo no puedo estar pendiente de mi hermana. No hasta que esto se acabe.
Dividido entre la necesidad de buscar una salida para evitar el desastre y su lealtad a Travis, Joe dejó escapar un largo suspiro.
—Pero, Travis...
—Soy padre, un padre —repitió el amigo sin hacerle caso, como si todavía no pudiese creer en su buena suerte—. Y con una dama en mi vida. Joe, bien sabes que Natalie y su bebé todavía están en peligro.
Sí, Joe lo sabía, y también (tn) . Todavía se sentía asombrado por las conjeturas de ella. Y la chica había acertado en muchas cosas. Era cierto que los miembros del Club de Ganaderos de Texas se implicaban en misiones secretas. Esas misiones formaban parte de su código de honor. Justicia, paz, liderazgo... lo que hacían siempre era en pro de los mejores ideales.
Desde hacía muy poco, varios miembros del Club intentaban resolver el misterio que había comenzado una fría noche de noviembre y que cada vez se volvía más extraño. Sí, no cabía duda de que sabían mucho más que aquella noche en que una mujer anónima había entrado dando un traspiés en el Royal Diner con un niña recién nacida y medio millón de dólares metidos en la bolsa de los pañales; pero aún quedaban preguntas sin resolver.
La mujer en cuestión, tras desplomarse y luego caer en coma, recientemente se había recuperado y recobrado la memoria. Era Natalie Pérez, novia de Travis en la actualidad. El bebé era de Travis, el inesperado aunque hermoso fruto de una aventura que ellos mismos habían decidido dar por terminada casi un año atrás.
Los dos hombres permanecieron en silencio mientras bebían una cerveza en el bar.
— ¿Cómo está Natalie? ¿Y la pequeña Autumn? —preguntó Joe, finalmente.
—Se encuentran bien. Hombre, no puedo creer que una vez me alejé de Natalie y que estuve a punto de perderlas. Ese bastardo de Birkenfeld... pudo haber matado a Natalie o vendido a nuestra pequeña.
Joe exhaló una gran bocanada de aire. La gravedad de la situación le pesaba en los hombros cada vez que recordaba los detalles. Esa noche de noviembre, no se encontraba en el restaurante cuando Natalie apareció con una tarjeta de crédito del Club de Ganaderos en la mano. Ni tampoco Travis ni Darin, ambos fuera del país hasta fines de diciembre.
Si Travis hubiera estado en la ciudad cuando Natalie apareció en escena, las cosas se habrían aclarado con más rapidez. Pero no fue así, y Natalie empezó a recobrar la memoria cuando descubrió a Travis en la fiesta de Año Nuevo tras su regreso de una misión en Europa.
Finalmente había recordado a Travis y su breve pero intensa relación amorosa cuyo fruto era la pequeña Autumn. Semanas más tarde, había recordado cómo fue a parar a Royal con todo ese dinero en una bolsa de pañales. La historia era tan extraña que, incluso en esos momentos, a Joe le costaba comprender lo sucedido y sus consecuencias.
Natalie había estado trabajando en una maternidad que dirigía el doctor Roman Birkenfeld. Tras unos meses de su llegada a la clínica, empezó a notar que una cantidad sorprendente de madres solteras perdían a sus hijos en el parto. Alarmada, decidió investigar discretamente en los archivos del ordenador. Así fue como descubrió que los niños no habían fallecido, sino que los habían vendido. Sin embargo, antes de enfrentarse al doctor Birkenfeld o acudir a la policía, se puso de parto.
Y allí comenzaron sus verdaderos problemas. El buen doctor tenía los mismos planes para el bebé Natalie que para los otros niños. La había drogado. A la mañana siguiente, tras haber dado a luz y todavía bajo los efectos de las drogas, apenas logró comprender que el médico le informaba de la muerte de su hija. De alguna manera, Natalie consiguió escapar de la clínica y seguir hasta el aeropuerto al doctor Birkenfeld y la enfermera cómplice donde intentaban tomar un avión para llevar al bebé a los futuros compradores.
Cuando la enfermera fue al cuarto de baño a cambiarle los pañales, de un empujón Natalie la tiró al suelo y huyó con la niña y la bolsa de pañales que resultó estar llena de dinero. Un dinero que posteriormente los miembros del Club guardarían en la caja fuerte del establecimiento.
Luego corrió a la estación de autobuses, pero Birkenfeld y la enfermera la alcanzaron en Amarillo.
Y de ahí en adelante, Natalie no recordaba nada de lo sucedido. Por eso Travis y el resto de los compañeros todavía se mantenían en guardia.
—¿Ha recordado algo más? —preguntó Joe.
Travis negó con la cabeza.
—No. Todo lo ocurrido tras Amarillo está muy confuso. Lo único que Natalie recuerda es que hubo un forcejeo y ella se golpeó la cabeza. No sabe cómo logró escapar —explicó, desolado—. Anoche me dijo que lo único que la mantuvo consciente fue la necesidad de encontrarme —Travis tragó saliva—. Y yo no estuve allí para ayudarle.
La mano de Joe sobre su hombro lo sacó del recuerdo angustioso.
—Oye. Ahora estás aquí con ella. Estás aquí para protegerlas a ambas.
Joe sabía que los compañeros de Travis también hacían lo mismo. Y con mayor razón, tras el misterioso incendio de la casa de Tara Roberts que llevó a Natalie a su hogar durante el período de recuperación. Desde entonces, ningún hombre había bajado la guardia ni dejado de investigar el misterioso caso de Natalie.
—Birkenfeld todavía anda suelto por ahí —dijo Travis en tono gélido—. Hasta que no logremos meterlo entre rejas, ni Natalie ni Autumn estarán a salvo. Por eso te necesito, hombre. (tn)...
—Ya es mayor —insistió Joe, decidido a no rendirse todavía—. Realmente no sé por qué piensas que necesita protección. No tiene nada que ver con esto.
—Pero yo sí. Y me figuro que Birkenfeld lo sabe. ¿Estás totalmente seguro de que ese bastardo que se dedica a drogar a las mujeres y a decir que sus hijos han muerto con el fin de venderlos no intentaría llegar hasta Natalie a través de mí o de los míos?
Joe cerró los ojos y tuvo que reconocer que era verdad. El hecho de que (tn) formara parte del mundo de Travis le daba toda la razón.
—Estás en lo cierto. Se necesita una mente corrupta y retorcida para hacer lo que ese médico ha hecho.
—Y se necesita un hombre de mi entera confianza para que cuide de mi hermana hasta que logremos encontrarlo y dar por terminado este asunto.
Finalmente, Joe asintió con la cabeza.
—De acuerdo. Lo haré. Pero aún no comprendo qué tiene que ver Nathan Beldon con todo esto.
Travis se encogió de hombros.
—Posiblemente, nada.
—Entonces, ¿por qué tengo que vigilarlo?
—Porque ese hombre no me gusta —Travis lo miró con suavidad—. ¿Hace falta otra razón?
[b]
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MensajeTema: Re: Loca Por Un Hombre Joe Y Tu (Hot)   Loca Por Un Hombre Joe Y Tu (Hot) Icon_minitimeAgosto 5th 2010, 15:29

Ufff new reader..! Very Happy Wow me encanta esta novela es de lo masss..!! Baila
Bueno solo qiero decir q la sigaaaas...!!! Razz
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MensajeTema: Re: Loca Por Un Hombre Joe Y Tu (Hot)   Loca Por Un Hombre Joe Y Tu (Hot) Icon_minitimeAgosto 5th 2010, 18:44

siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
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MensajeTema: Re: Loca Por Un Hombre Joe Y Tu (Hot)   Loca Por Un Hombre Joe Y Tu (Hot) Icon_minitimeAgosto 7th 2010, 11:22

siguela plizzzz soy nuevaa
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MensajeTema: Re: Loca Por Un Hombre Joe Y Tu (Hot)   Loca Por Un Hombre Joe Y Tu (Hot) Icon_minitimeAgosto 7th 2010, 12:53





siguela!!!!!!




PASEN POR MI NOVE


LeaN, CoMenTen Very Happy Y digan Lo quE PieNsaN de la n0ve


JOE Y TU ¡¡¡de enemigos al amor!!! (algo hot)



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Loca Por Un Hombre Joe Y Tu (Hot) Joeie





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MensajeTema: Re: Loca Por Un Hombre Joe Y Tu (Hot)   Loca Por Un Hombre Joe Y Tu (Hot) Icon_minitimeAgosto 9th 2010, 19:42

Y entooonceeees..?? SIGUELAAA NO NOS DEJES ASIIIIIIIIIIIII........!! tiste
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MensajeTema: Re: Loca Por Un Hombre Joe Y Tu (Hot)   Loca Por Un Hombre Joe Y Tu (Hot) Icon_minitimeAgosto 10th 2010, 02:12

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MensajeTema: Re: Loca Por Un Hombre Joe Y Tu (Hot)   Loca Por Un Hombre Joe Y Tu (Hot) Icon_minitimeAgosto 10th 2010, 09:30

Capítulo Tres

—No puedo creer que un tipo como yo haga esto —murmuró esa noche tras bajarse el ala del sombrero.
Hundido tras el volante de su nuevo todoterreno negro, Joe frunció el ceño al ver que (tn) se dirigía al Royal Diner del brazo de Nathan Beldon.
La chica se había movido rápido. O tal vez era Beldon el que la había «seducido».
No dudaba que lo que hacía en ese momento era simplemente un acto de espionaje, por más que Travis lo llamara «no perder de vista a (tn)».
De pronto, se enderezó en el asiento, con todos los sentidos alertas. ¿Había visto bien? ¿La mano del doctor no se apoyaba en una zona bastante baja de la espalda de (tn), y con demasiada familiaridad?
La puerta del restaurante se cerró tras ellos antes de que Joe pudiera decidir si había sido un gesto fortuito o una ilusión visual.
Sin vacilar un segundo, bajó del vehículo y se encaminó al restaurante. Travis quería que vigilara a (tn) y eso era lo que iba a hacer. Nada más. La noche anterior había llegado a la conclusión de que, a pesar de lo que él quisiera o de las provocaciones sensuales de (tn), la joven estaba fuera de su alcance en términos románticos.
Y con ese pensamiento abrió la puerta del Royal Diner, preparado para una pequeña interferencia creativa.
Nathan Beldon realmente era un hombre atractivo, de una manera reservada, un tanto sofisticada, decidió (tn) mientras se sentaba a la mesa de un apartado frente a él.
—¿Estás segura de que este sitio está bien? —el buen doctor preguntó con una sonrisa contrita.
Una sonrisa atenta e... interesada, pensó(tn) , agradablemente sorprendida.
—Muy bien —aseguró.
Y mucho mejor estaba que pareciera un tanto tímido, incluso inseguro.
Había que verlo. Un hombre con su aspecto, tan impresionante y seguro de sí mismo que se sentía un tanto inseguro frente a ella.
Esa tarde, cuando se marchaba del hospital se había acercado a él en la zona de estacionamiento, se había presentado y le había preguntado si deseaba acompañarla a cenar.
Se había sentido muy orgullosa de sí misma por su comportamiento moderado, segura de sí misma, no demasiado amistosa, y él graciosamente había aceptado su ofrecimiento. Habría dicho que incluso con una cierta ansiedad.
Y en ese momento se encontraban allí. (tn) lo miró disimuladamente por encima de la carta. Nathan Beldon no era exactamente lo que se podría llamar descaradamente apuesto, no como Travis o Joe. Era más clásico, más refinado. Sus ojos marrones no eran tan cálidos ni expresivos como los de ellos; los de Nathan eran bastante más serios. Y eso no era malo, sólo diferente a lo que ella estaba acostumbrada. Era muy alto. Joe también lo era. Pero el doctor tal vez lo sobrepasaba en un par de centímetros. Y decidió que eso también le gustaba, así como el hecho de contemplar un par de ojos que le devolvían una mirada llena de interés. Y los ojos oscuros de Nathan sí que demostraban interés por ella.
No tenía la constitución deJoe, todo músculo, fibra y gracia atlética. Nathan Beldon era delgado y se movía con tal refinada elegancia que le hizo preguntarse cómo sería bailar, con él.
—La próxima vez iremos al Claire’s... ¿o me estoy haciendo demasiadas ilusiones? —preguntó con su suave voz cultivada. Joe sonrió, complacida.
—No, en absoluto. Me... gustaría mucho —aseguró. También le gustó el modo en que el pelo castaño oscuro completaba su aspecto tan atractivo, aunque sus cabellos eran más finos que los de Joe, más gruesos y siempre revueltos—. Claire’s es uno de mis sitios favoritos.
El pintoresco y elegante restaurante francés era famoso por su ambiente romántico y excelentes vinos. Una invitación al Claire’s implicaba muchas posibilidades.
—En vista de que a ambos nos gusta, está claro que alguna vez tendremos que ir —afirmó con otra de sus sonrisas que prometían más que una casual taza de café tras una romántica velada.
—Sí —dijo (tn), decidida a concentrarse en él y en la atención que le prestaba y desterrar a Joe de su mente—. Claro que sí.
—Hola, amigos.
(tn) sonrió a Sheila que apareció ante ellos con una jarra de café y la libreta de pedidos.
—Hola, Sheila —saludó con simpatía.
—¿Qué te apetece? —preguntó Nathan sin prestar atención a la camarera. Sheila era una de las personas que (tn) más apreciaba en el mundo. Cuarentona, muy sensual en su uniforme demasiado ceñido y excesivo maquillaje, era una mujer sencilla, franca y divertida.
—¿Conoces a Sheila? —preguntó (tn) tras haber decidido que Nathan no había querido ser descortés. Simplemente padecía el síndrome del «recién llegado a la ciudad» y aún se sentía incómodo con la gente de la localidad—. Es una institución en el Royal Diner.
—Tesoro, soy una institución en Texas. ¿Qué hay, doctor? —saludó mientras Nathan alzaba la vista de la carta con una cierta desgana.
—Es un placer —se las ingenió para decir, bastante incómodo a pesar de su sonrisa un tanto forzada.
Decidida a ser generosa y a interpretar su actitud como una manifestación de timidez y no de esnobismo, (tn) cerró la carta y sonrió a Sheila.
—Tomaré sopa y una pequeña ensalada.
—¿Y tú, doctor?
Mientras Nathan miraba a Sheila con una sonrisa nada natural, (tn) observó la leve rigidez de sus hombros y se dijo que, después de todo, tal vez era un poco esnob.
—Tomaré solomillo. No muy hecho —dijo antes de volverse a (tn), sin volver a hacer caso a la camarera.
Cuando la joven acababa de decidir que la incomodidad del médico sólo eran imaginaciones, la última voz que hubiera deseado oír en el mundo irrumpió en el espacio íntimo que había creado sólo para Nathan y ella.
—Y para mí lo mismo que ha pedido el doctor, dulzura —dijo Joe, y (tn) sintió que se helaba.
Con un gemido sofocado, alzó la vista y ahí estaba él, con su saludable aspecto de vaquero tejano y su natural encanto, en ese momento dirigido a Sheila.
Sus mejillas estaban rojas a causa del viento helado de la noche de febrero. Llevaba la chaqueta abierta en el cuello, el sombrero sobre las cejas bajo las cuales sus ojos marrones bailaban chispeantes de inteligencia y descarada coquetería. Cualquier mujer sensible no habría podido resistirse al magnetismo puramente animal y a la tosca gracia que emanaba de su alta figura.
—Hola, demonio irresistible —arrulló Sheila.
— ¿Todavía no has decidido casarte conmigo? —bromeó Joe con una mueca divertida al tiempo que le besaba la mejilla.
—Cariño, si pensara que realmente estás a mi altura empezaríamos a negociar pero soy realista, no una soñadora —dijo antes de alejarse con los pedidos.
— ¡Qué mujer! —Joe dejó escapar una pícara risita mientras que de un suave codazo empujaba hacia un lado a (tn) que se había aferrado a la mesa para no dejarle espacio. Sin darse por enterado, se acomodó en el asiento junto a ella.
De inmediato, la joven sintió el aroma de la noche helada, de la chaqueta de piel y de todo lo que le era familiar, aunque ilusorio. Y en ese instante, lo odió casi tanto como lo había amado por la involuntaria habilidad del hombre para despertar todos sus sentidos.
(tn) miró a Nathan disimuladamente y notó que empezaba a hervir lentamente a causa de la inoportuna y molesta intromisión de Joeque, tras echar una mirada al doctor, se volvió a ella.
—Bueno, ¿no es una agradable sorpresa? —Dijo con una amplia sonrisa y una mirada de inocencia—. Nunca soñé que esta noche iba a cenar acompañado. No les importa, ¿verdad? —Preguntó sin hacer caso a la mirada fulminante de(tn) —. Fantástico —añadió antes de que ella pudiera abrir la boca. Luego se volvió a Nathan con una sonrisa de niño bueno—. Jonas. Joseph Jonas —saludó al tiempo que extendía la mano—. Nelson Beldon, ¿no es así?
—Nathan. Doctor Nathan Beldon —corrigió con rigidez al tiempo que optaba por estrecharle la mano, sin otra alternativa.
—Doctor —Joe asintió con una sonrisa mientras se la estrujaba con tanto entusiasmo que finalmente el médico la retiró con una mueca de dolor.
«Oh, Dios, ¿es que Joe intenta romperle los huesos, como si quisiera marcar su territorio?», pensó (tn) con un hondo suspiro.
—¿Qué andas haciendo por aquí, Joe? —preguntó con las mandíbulas apretadas y una sonrisa falsa en tanto intentaba desesperadamente ignorar la presión del muslo sólido, duro y cálido contra el suyo.
—Lo mismo que tú, osita Joe. Repostando. ¿Y qué te parece Royal, Nolan?
—Nathan —corrigió (tn), con una dura mirada—. Su nombre es Nathan.
—Nolan. Nathan. Lo siento, compañero —se disculpó con otra de sus sonrisas de niño bueno—. Así que eres veterinario, ¿no?
A punto de estallar, la joven cerró los ojos y contó hasta diez antes de corregirle.
—Médico. Obstetra y ginecólogo —se adelantó Nathan—. ¿Y tú? Por tu aspecto diría que eres vaquero. ¿Estoy en lo cierto?
(tn) notó que se hinchaba una vena en la frente del doctor como si se hubiera apuntado un tanto, aunque Joe mantuvo su brillante sonrisa.
Y a partir de ese momento, la velada fue cuesta abajo.
—¡Por amor a Dios!, ¿qué has hecho? —preguntó (tn) mientras Nathan salía del restaurante con los hombros rígidos.
Junto a ella, Joe terminó de dar buena cuenta de su plato y luego hizo una pausa con el tenedor en el aire.
—¿De qué estás hablando, querida?
Esa fue la gota que colmó el vaso. Sin pensarlo dos veces, Joe le aporreó el brazo.
—¡Ay! Sí que duele —exclamó con una mueca mientras se frotaba el bícep.
—Y todavía no es suficiente —dijo ella, reclinada en el asiento y con los brazos cruzados sobre el pecho.
Con el ceño fruncido, Joe fingió estudiarla con preocupación.
—Vaya, he interrumpido algo, ¿no es así? —preguntó con una mirada tan culpable que (tn) casi se apiadó de él.
—Creo que te odio.
Joe se quedó inmóvil y luego colocó el tenedor en el plato.
—Así que... ¿crees que ese tipo puede ser especial para ti?
(tn) dejó escapar un bufido en tanto luchaba por ignorar los ásperos dedos que le colocaban un mechón de pelo detrás de la oreja.
—Bueno, después del espectáculo que has dado, probablemente nunca lo sabré.
(tn) sintió la cálida mirada de los ojos marrones sobre ella, pero se negó a mirarlo. Finalmente, Joe retiró la mano de su mejilla.
—Siento haberlo estropeado, cariño; pero si se larga con tanta facilidad, ya no es alguien especial. No, ese tipo carece de lo que hay que tener para permitirse respirar el mismo aire que tú.
Con un suspiro exasperado, (tn) apoyó la frente sobre los brazos cruzados encima de la mesa.
—Todo lo que quería era cenar con él para conocerlo mejor. ¿Era pedir demasiado?
Joe contempló la sedosa melena roja, los hombros caídos, y sintió un ramalazo de auténtica culpa. Entonces le puso la mano en la espalda y la dejó allí. (tn) era tan frágil. Al ver que no protestaba, empezó a acariciarla al tiempo que sentía bajo sus manos los delicados huesos y músculos bajo el jersey verde.
Sólo deseaba consolarla para apaciguar su propia culpa. Sin embargo, cuando la palma tropezó con lo que sin duda era el cierre del sujetador, se dejó arrastrar por sus fantasías sexuales, tan frecuentes últimamente. Cuando en su imaginación sus dedos se deslizaban bajo las braguitas hasta llegar a la sedosa calidez de la joven, sintió que su erección presionaba la bragueta del pantalón.
Vaya, otra vez sucedía. Por culpa de ella, la hermana pequeña de Travis.
Joe dejó escapar una gran bocanada de aire mientras retiraba la mano y mentalmente se daba un palmetazo en la cabeza.
— ¿Te apetece un trozo de tarta? —preguntó con una voz que apenas reconoció como la suya.
Ella alzó la cabeza y lo miró en silencio.
— ¿Así es como intentas reparar lo que has hecho? —preguntó, finalmente.
Joe sonrió, a pesar de sí mismo, de su culpa y de su excitación sexual.
—Antes solía utilizar ese truco.
—Sí. Cuando yo tenía doce años.
—Ahora se necesita más que un trozo de tarta para que te sientas mejor, ¿verdad, osita?
En el momento en que dijo esas palabras, Joe se arrepintió porque no hicieron más que conjurar las múltiples maneras en que podría hacer que se sintiera mejor. Podría empezar con su boca y desde allí seguir lentamente hacia abajo. Sí, eso sería bueno. Para ambos.
—Lo único que necesito es un poco... sólo un poco de respeto por mis sentimientos.
—Yo te respeto, cariño. Pero no estoy seguro de que Nelson lo haga.
—Nathan —corrigió ella echando chispas por los ojos—. Se llama Nathan y realmente no me importa lo que pienses de él, ¿te enteras?
—Mmm....
—Y ahora, muévete —ordenó—. Y en el futuro no quiero volver a ver tu cara la próxima vez que me encuentre con Nathan. ¿Queda claro? —añadió cuando él la dejó salir del asiento.
—Bueno, yo...
—Veo que te queda claro.
«Nada de claro», pensó Joe al verla marcharse del restaurante.

«Maldito Joseph Jonas. Y maldito sea este pueblucho de mala muerte». Durante muchos días había estado buscando el modo de acercarse a (tn) Whelan y cuando finalmente había surgido la oportunidad, Jonas lo había desbaratado todo.
Hirviendo de rabia y todavía con el olor a fritura de ese restaurante barato en las narices, Nathan entró en el apartamento que había alquilado el mes anterior en la zona oeste de Royal. Como una tromba fue a su dormitorio, tiró las llaves sobre la cómoda, se desabotonó la camisa y se quitó los pantalones.
—Llegas pronto.
Nathan volvió la cabeza a la cama donde una rubia platinada, totalmente desnuda bajo las sábanas, lo miraba sonriente.
Entonces cerró los ojos con un juramento.
— ¿Qué haces aquí?
—Irritado, ¿no es así? ¿Qué sucede, cariño? ¿Tu cita con la dulce (tn)Whelan no resultó tan bien como esperabas?
—Te dije que teníamos que ser cuidadosos. Todo el mundo supone que eres mi enfermera y nada más. Así que no deberías estar aquí —dijo al tiempo que se quitaba los calzoncillos.
—He tenido cuidado —dijo con un puchero y una mirada tan sugerente que despertó la lascivia del doctor—. Nadie me vio entrar admite que te alegras de verme aquí. Por amor de Dios, no seas tan aburrido. Hace muchos días que no pasamos... un buen rato junto. Te he echado de menos —dijo al tiempo que retiraba la sábana hacia atrás y le abría los brazos.
—Repito que no deberías estar aquí —replicó con una dura mirada.
—Realmente no quieres que me vaya, ¿verdad Roman?
Nathan dejó escapar un largo suspiro y se acercó a la cama.
— ¿Cuántas veces he de decirte que no me llames por mi verdadero nombre?
—De acuerdo. De acuerdo —repuso ella, impaciente—. Nathan. Conozco las reglas. Me las has repetido muy a menudo. Mientras estemos atrapados en este agujero, tú no eres el doctor Roman Birkenfeld, sino el doctor Nathan Beldon. Y yo soy la enfermera Mary Campbell, no Marci Carson. Y ahora, dejarás que me quede, ¿no es así, Nathan?
Él echó una mirada al cuerpo desnudo. No. No quería que se fuera. Al menos no durante un par de horas. Ella le ayudaría a relajar la tensión acumulada.
Necesitaba organizar sus pensamientos, muy desordenados últimamente. Necesitaba volver a estudiar su plan de acción. Olvidarse de lo que había hecho al verdadero doctor Nathan Beldon cuya identidad había usurpado. Sí, debía dejar de preocuparse de que lo descubrieran. Incluso si la policía de Dallas encontraba el cuerpo de Beldon, cosa que no iba a suceder porque se había asegurado de que no ocurriera, no podrían achacarle el crimen.
No, no era estúpido. Si lo fuera, no habría logrado llegar hasta donde se había propuesto. Todo lo que necesitaba era acceder a Natalie Pérez, esa mujerzuela. Ella era la que había estropeado las cosas. Había descubierto su participación en el mercado negro de bebés y se había esfumado con su hija y el dinero. Dinero que había acumulado de la venta de niños a fin de saldar sus cuentas con esos tiburones de los prestamistas que habían cubierto sus deudas de juego en Atlantic City. Más le valdría estar muerto si no recuperaba el dinero y el bebé. Gracias a Natalie Pérez su vida estaba amenazada con la promesa de que no tendría una muerte dulce si no devolvía el dinero. Y pronto.
Nathan se frotó el mentón con una mano húmeda. No, no quería que esa mujer, Merci, se marchara de su cama. Necesitaba aliviar la presión que sufría constantemente. Sabía que mantener su falsa identidad y la guardia alta contra los tiburones siempre pisándole los talones, se estaba cobrando su precio. No podía dormir y perdía peso a ojos vistas.
—Vamos, amor —ronroneó Merci al tiempo que se recostaba contra los almohadones—. Yo haré que te sientas mejor.
Sí, era una auténtica Florence Nightingale y él necesitaba que alguien lo curase. Así que tras meterse en la cama, se tendió sobre ella. Por la mañana volvería a ocuparse de Carrie Whelan. Esa estúpida bienhechora candorosa. Para él era sólo un medio para llegar a un fin, totalmente sustituible. Todos los habitantes de ese pueblucho de mala muerte eran fáciles de engañar... incluso el personal sanitario del hospital. Ni siquiera habían puesto en duda las credenciales profesionales que había sacado del despacho de Beldon. Estúpidos palurdos. Había sido muy fácil infiltrarse en la comunidad sanitaria y aprovechar sus privilegios. Sencillamente se había acercado al jefe de personal y le había dicho que estaba interesado en participar en el programa de intercambio de médicos. Dio la casualidad de que el administrador, buscaba un sustituto para un médico que hacía poco se había trasladado de Texas. Así que lo contrató de inmediato.
Sí, las cosas marchaban bien, controlaba la situación. Todo lo que tenía que hacer era ajustarse a su plan y utilizar a (tn) Whelan para acceder a Travis Whelan, el camino, más directo para llegar a Natalie Pérez.
Y una vez que echara el guante a Natalie... le haría pagar caro el daño que le había hecho. Les haría pagar a todos. Nadie podía vencer a Roman Birkenfeld. Ni su mojigato hermano ni la Doña Perfecta de su hermana, como tampoco sus padres a los que nunca podía complacer.
Bueno, en ese momento se complacía a sí mismo. Y no permitiría que una mujer como Natalie Pérez le ganara la partida.

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lapixuu
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MensajeTema: Re: Loca Por Un Hombre Joe Y Tu (Hot)   Loca Por Un Hombre Joe Y Tu (Hot) Icon_minitimeAgosto 10th 2010, 14:29

SIGUELA
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MensajeTema: Re: Loca Por Un Hombre Joe Y Tu (Hot)   Loca Por Un Hombre Joe Y Tu (Hot) Icon_minitimeAgosto 10th 2010, 14:54

Shocked Como lo puedes dejaaar asiii..???.. Are you crazy...?? VAAAMOS SIGUEELA SUGUELAA NO LA DEJES ASII PON OTRO CAAP..! Very Happy
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MensajeTema: Re: Loca Por Un Hombre Joe Y Tu (Hot)   Loca Por Un Hombre Joe Y Tu (Hot) Icon_minitimeAgosto 11th 2010, 18:00

SEGUILA ESTA BUENISIMA PLIZZ
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MensajeTema: Re: Loca Por Un Hombre Joe Y Tu (Hot)   Loca Por Un Hombre Joe Y Tu (Hot) Icon_minitimeAgosto 14th 2010, 14:40

SIGUELAAAAAAAAAAAAAAAAAAA
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MensajeTema: Re: Loca Por Un Hombre Joe Y Tu (Hot)   Loca Por Un Hombre Joe Y Tu (Hot) Icon_minitimeAgosto 16th 2010, 11:16

Vamooos siguelaa siguelaa siguelaaaaa..!! Loca Por Un Hombre Joe Y Tu (Hot) 484477 .. Por favor siguelaaaa Very Happy
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MensajeTema: Re: Loca Por Un Hombre Joe Y Tu (Hot)   Loca Por Un Hombre Joe Y Tu (Hot) Icon_minitimeAgosto 31st 2010, 14:45

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MensajeTema: Re: Loca Por Un Hombre Joe Y Tu (Hot)   Loca Por Un Hombre Joe Y Tu (Hot) Icon_minitimeSeptiembre 4th 2010, 15:54

NUEVA LECTORA siguelaaa me encantaaa *_*
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MensajeTema: Re: Loca Por Un Hombre Joe Y Tu (Hot)   Loca Por Un Hombre Joe Y Tu (Hot) Icon_minitime

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