Encuentros Sexuales!!! (Nick y tu) (solo mayores)

Capítulo IXL

Alumbramiento

Sin duda tenía miedo mientras dejaba su voz desparecer a mi espalda en el largo y frio pasillo, sentía como poco a poco mis piernas perdían movimiento y como el dolor de mi hija solicitando salir de mi vientre se acentuaba en mi columna, pero no era nada, ese dolor era insignificante en comparación al que sentía cuando pensaba que no volvería a verlo, el que pasaba por mi mente cuando repasaba la última imagen que mis ojos habían grabado en mi mente, la última imagen de su rostro enrojecido por las lagrimas y deformado por la tristeza, la fuerza con que apretaba mi mano, su contacto había sido único y exquisito lo extrañaría tanto –falta muy poco, tranquila– sentí susurrarme al oído a una mujer a la que asumí el rol de enfermera, una carcajada llena de sarcasmo apareció en mi interior, era fácil decirlo cuando no eres la persona a la que todas las extremidades de su cuerpo comenzaban a dejar de responder; en ese lapso de tiempo fragmentos de mi vida comenzaron a aparecer como diapositivas frente a mí y aunque mi visión era nublada podía apreciarlas claramente, los recuerdos eran revividos con un dulce dolor que desgarraba lo escaso de mi sentido común pero que su vez aminoraban mi dolor corporal y anestesiaban mi dolor sentimental, Nick, él era el personaje principal de esta diminuta felicidad que invadía mi cuerpo, su rostro aparecía en mis recuerdos junto a todas nuestras experiencias y vivencias , el me había acercado más a la humanidad si bien no lo había logrado por completo si había hecho mucho, me había ayudado a creer en la humildad, en el amor y en la compasión, el me había cambiado y yo ahora le pagaba por hacerlo, le daba a esta bebé, por ella debía luchar, debía lograr que naciera sana y salva, en ese momento lo sentí –¡AAHHHHH!– grité justo cuando sentí la punzada de dolor mas agonizante que había experimentado, no se me había dado la oportunidad de reaccionar de otra forma, no imaginé que el dolor podría ser mayor –¡ya viene!– gritó la misma mujer que me había hablado unos minutos atrás, todo se volvía negro mientras las voces se hacían cada vez mas inentendibles, mi cuerpo luchaba por contraerse mientras dos pares de brazos me sostuvieron desde ambos lados de mi cuerpo –no podemos esperar a que los tranquilizantes hagan efecto, debe nacer ahora– dijo con paciencia Raúl, la única voz que podía reconocer y comprender, las punzadas eran continuas mientras rogaba por piedad, quería que todo terminara no me importaba nada solo quería que acabara, quería que el dolor cesara ¿es que nunca terminaría? ¿es que ya no había sufrido suficiente? Tal vez no era lo suficientemente fuerte –el cordón esta ahorcándola– dijo Raúl a otra persona con un tenue acento de preocupación, entonces el pánico me inundo mi hija estaba en riesgo, pero el dolor superó la preocupación –¡sácala, sácala ya!– grité desesperada y aunque no podía verlo doblé con todas mis fuerzas mi cuerpo hasta que supuse estaría frente a él –¡no aguanto, sácala!– gruñí ordenándole hacerlo antes de que los brazos con dificultad me recostarán nuevamente inmovilizándome –debes pujar tn________ – me presionó y aunque fuera increíble hice lo que me pidió y el dolor se acentuó desgarrándome todo el interior, el dolor era incalculable, indescriptible –¡una vez más!– me pidió y sorpresivamente obedecí una vez mas concentre toda la escasa fuerza que le quedaba a mi cuerpo para recibir la nueva tonelada de dolor recorrer mi cuerpo –necesito que lo hagas una vez más– demandó, sin poder evitarlo jadeé de incredibilidad ¿cómo podía pedirme eso? Como si fuera sencillo, ya mi cuerpo no reaccionaba a mis pensamientos, me dolía hasta la última hebra de cabello –se que no es sencillo pero debes ayudarme a salvarla, ayúdame tn_____ – me pidió como si se sintiera identificado con mi hija –ayúdame a salvar a una, por favor– suplicó, sus palabras me desgarraron, esa era la meta, dejar a una de las dos viva, dejarle un consuelo a Nicholas, para eso había resistido tanto, para eso había luchado tanto –doctor está sangrando demasiado– le indicó otra persona –busca mas unidades, tenemos que mantenerla con nosotros– le indicó Raúl, ya mi decisión estaba tomada, ya esto lo había asimilado, esto era lo que quería y sin esperar a que me lo pidiera enfoque todas mis fuerzas mientras el dolor me volvía a desgarrar –eso, ya la tengo– agregó con emoción lo que me entusiasmo ayudándome a mantener mi esfuerzo y en ese momento lo sentí todo se aliviaba, todo se calmaba ligeramente, ya mi hija había salido, ya había nacido, repentinamente mi vista se aclaraba y mi cuerpo se relajaba, los sollozos escapaban de mi garganta y no sabía el motivo, podía ser de dolor o de felicidad, no lo sabía y no me preocuparía en determinarlo, solo me enfocaría en mi hija en esa criaturita por la que había luchado, el fruto de mi amor por Nick, fue cuando asimilé que algo andaba mal, no había llorado, no la había escucha, abrí los ojos como platos para encontrar a la joven enfermera que tenia a mi lado –no llora– le dije –tranquila, ya la están atendiendo– me contesto amablemente –cuando tu lo dices se oye fácil, pero es mi hija la que no está llorando, dime que sucede– dije con tono amenazante, algo irónico considerando que en mi estado nadie se intimidaría –sigue perdiendo sangre– dijo el enfermero a mi lado izquierdo, el hombre rondaba los cuarenta pero su rostro aun se veía joven, incluso era atractivo aunque su cabello era grisáceo –no te preocupes por mí, atiende…– en ese momento la habitación se ilumino con los gritos de desespero de mi hija, su llanto retumbaba en la habitación y aunque a los demás le pareciera insoportable para mí era el sonido más hermoso que había escuchado en mi corta vida, incluso más hermoso que el sonido de la voz de Nick, mi hija estaba viva, estaba sana –tómala, ella es tu hija– dijo Raúl mientras la colocaba en mis debilitados brazos, no pude evitar llorar, su hermosura era inmaculada, sus mejillas rojas y su piel marfileña –se parece a mí– dije entre jadeos al ver su hermosos labios, sus diminutos dedos acariciando mi rostro, su cabello Castaño y los ojos de Nicholas –hice bien mi trabajo– comenté provocando que todos soltaran una risa nerviosa, limpié mis lagrimas con mi mano libre –Maggita, ese es el nombre de mi hija– nombre que se me había ocurrido por el significado de ella en mi vida, era como las margaritas una tarde de verano inundando todo de felicidad con su perfume, era como la isla de Venezuela llamada de la misma forma, era como el amanecer que solo podía verse en Juangriego un pequeño pueblo de pescadores donde el crepúsculo era inigualable, era el sol que me iluminaba –Raúl hazle saber a Nick el nombre por favor– le dije al sentir como mi cuerpo volvía a sentir dolor, no quería soltarla no quería alejarme de ella, pero debía hacerlo, lo supe en el momento en que sentí que la sangre no paraba de correr entre mis piernas y el calambre en mi espalda aumentaba su intensidad en vez de disminuirla, la coloqué en sus brazos nuevamente –creo que algo no anda bien, me duele la columna y no siento mis piernas, además de que ya no puedo distinguir nada y me está costando respirar– le dije con calma a Raúl –¡demonios!– gritó al levantar la sabana –volvió la hemorragia– dijo otro hombre –debías vigilarla– le rugió Raúl, pero ya no me importaba, ya estaba tranquila, podía entregarme por completo, ahora si ya no tenía nada porque luchar, poco a poco todo se torno blanco mientras el dolor desaparecía, ya no me importaba si los escuchaba o no, mi hija, mi Maggita estaba viva, había dejado la prueba de mi amor a Nick, había entregado todo por él así como él lo hubiera hecho por mí.