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| El príncipe de piedra. {Joe & tu} | |
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nicolejonass Me Gustan Los Jonas!
Cantidad de envíos : 190 Localización : Con Joseph;* Fecha de inscripción : 02/05/2011
| Tema: Re: El príncipe de piedra. {Joe & tu} Junio 27th 2011, 23:52 | |
| Capítulo 15.
En casa, ella le encontró a Joseph una camiseta de Dallas PDT y un par de pantalones de deporte que Gray se había olvidado. Mientras que Gray siempre parecía un hombre acogedor y relajado dentro de su ropa, como un hombre que pasa el día perezosamente en casa, tirado en el sofá, viendo la TV y comiendo Twinkies, Joseph parecía comestible. Su constitución solida como una roca estiraba el material y dejaba en evidencia cada pulgada de su fuerza física. ¿Alguna vez había parecido algún otro hombre tan indecente en pantalones de deporte? Nota para mí: Escribir una dura carta a Hanes sobre lo que es apropiado para la ropa de ocio. P.S. Nunca invitar a Gray otra vez. Su ropa es obscena. _____ entró en la sala de estar, con su recién vestido extraterrestre a la zaga, detrás de ella. Su mirada fija escaló a través de su espalda, filtrando su calor justo por debajo de su piel. Ella se paró, girando rápidamente, lista para exigirle que apartara la vista, pero, en cambio, se congeló. Por el brillo de sus ojo, sabía que planeaba alguna travesura - como el quitarse pedazo a pedazo toda su ropa. Lejos de enfadarle, el pensamiento hizo que su corazón saltara por la anticipación. ¡El muy condenado! El hombre era demasiado sexy para su propio bien, y en este momento estaba a punto de romper su paz mental. Ella necesitaba espacio y algún tipo de enema cerebral. Retrocedió unos pasos. Joseph la siguió. Sus miradas se encontraron y el espacio entre ellos crujió con el conocimiento. —Si me lo pidieras, _____, podría masajear con mis manos tu cabello y liberarlo de su apretado confinamiento. Incapaz de pararse, ella miró fijamente las manos en cuestión. Eran duras, fuertes, acostumbradas al trabajo. Las manos de un guerrero. Sí, ella pensó, en las circunstancias adecuadas serían, probablemente, capaces de masajear con una suavidad extrema e interminable ternura... y esa podría ser una de aquellas circunstancias. Antes de que él pudiera sentir como se ablandaba, sin embargo, plantó sus manos sobre sus caderas y se esforzó en hablar con un tono impertinente. —El día que te pida que toques mi pelo, ese día te cocinaré una comida de siete platos —lo que quería decir que nunca pasaría. No era su esclava, y además odiaba, odiaba cocinar. Pero nunca era una palabra tan fuerte. Ella probablemente no cocinaría para él... No, eso tampoco funcionaba. Ella no podía cocinar para él. Maldito, maldito, maldito. Si sólo la tensión sexual entre ellos no generara bastante electricidad como para alumbrar el estado entero de Texas. Joseph inclinó la cabeza, con una ceja oscura arqueada y expresión divertida, como si él, de algún modo, hubiera escuchado su deliberación interna. Las esquinas de su boca se elevaron en aquella sonrisa conocedora que ella comenzaba a despreciar. —Solo ahora no me pedirás que te toque, _____. Pero lo harás. Muchas veces. Su ronco tono sugería que poseía un conocimiento sexual que iba más allá del Kama Sutra. Cuando la mayoría de los hombres hablaban, su voz era comparable a una Enciclopedia Británica o una Revista del Radar. Pero la sensualidad de Joseph resonaba como una fuerza primitiva de la naturaleza, y él definitivamente inclinaba la balanza a su favor. El quid del problema de _____ era que ella no tenía mucha experiencia en relaciones con hombres tan impacientes y tan versados en el sexo. Tal rostro de descarada masculinidad nunca había estado presente en ninguno de los hombres con los que ella había salido. Más bien, su altura intimidante y su reservada actitud se habían encargado de que la mayor parte de los avances se hubieran quedado en el intento. Sobre todo, simplemente no poseía la belleza dulce y angelical que inspiraba fervor. Lo sabía. Todos los demás lo sabían, pero eso no parecía molestar a Joseph. Y tal vez ese era el motivo por el que él la afectaba tanto. El por qué a cada momento que pasaba con él sus convicciones se debilitaban un poco más. Era el primer hombre que alguna vez la había mirado como si fuera un bocado suculento para ser devorado en sabrosos mordiscos. ¿Y si no era capaz de volver a encontrar este tipo de química otra vez? ¿Y si nunca encontraba a un hombre que le hiciera sentirse una mujer, una mujer con necesidades y deseos? Si ella no agarraba a Joseph mientras tenía la oportunidad...... ¡Espera! Buen Dios, ¿en qué estaba pensando? Él todavía no la había tocado y ella ya estaba a punto de pedirle que la abrazara. Tenía que sofocar este fuego en ciernes que había entre ellos, antes de que las llamas se extendieran y se hiciera imparable. Hora de empezar "Orientación de Como Pasar la Noche con _____". _____ hizo señas para que él se sentara en el sofá. Joseph negó con la cabeza. ¿Por qué me sorprendo? —Por favor, siéntate. Él lo hizo, sonriendo ampliamente todo el rato. —Ahora —ella comenzó. —Creo que ya he mencionado lo de las reglas, pero me parece que debo mencionarlo otra vez. Excepto cuando te bañes, debes permanecer vestido, tanto dentro como fuera de esta casa. De otra manera te detendrán y te llevarán a la cárcel por exhibicionismo. —Y una magnífica revelación para el oficial que lo arrestará si éste fuera femenino. —Después de que rompieras el hechizo, no fui arrestado mientras estuve de pie, desnudo, en el jardín —indicó él. —Y creo que ya sabes que el baño no es el único momento en que la ropa es un estorbo. ¿Qué me dices de esos largos combates de “aporreamiento”? —Como tú no serás aporreado en esta casa, no tengo la necesidad de responder a esa pregunta. Él cruzó los brazos y le dirigió una mirada divertida. —Tus negaciones se vuelven pesadas. Su tono tan seguro de sí mismo la molestó, después ella colocó sus manos sobre sus caderas y lo miró airadamente. —¿Alguna vez consideraste el hecho de que yo podría tener novio? ¿Alguien de la que estuviera enamorada y estuviera comprometida? Un minuto dio paso al siguiente, y aún así él no contestó. Ella sabía que había oído cada palabra que dicha, aunque solo fuera porque había gritado más fuerte que de lo que ladraba el perro del vecino. —¿Y bien? Di algo. Algo oscuro, intenso y desesperado brilló en sus ojos, pero fue rápidamente enmascarado por la indiferencia. Sin embargo, su voz no era nada indiferente cuando dijo: —Si tienes un hombre, no deberías haberme tocado como lo hiciste. No deberías haberme besado. _____ desvió la mirada con aire culpable y notó que la luz del contestador automático destellaba. —¿Es así? ¿Tienes un hombre? Luego su tono se volvió amable cuando le preguntó: —Este buñuelo está delicioso, ¿Quiere un mordisco? Con movimientos lentos, ella se apartó un mechón de pelo detrás de la oreja. Por alguna razón, ella simplemente decidió no mentirle sobre eso. —No, no tengo novio —su tono se endureció cuando le dijo—y te has comido mi buñuelo, sucio bastardo. —Entonces yo no veo ningún problema. —Esta vez él habló con una voz pesada, ronca que cualquier tejano autentico habría estado orgulloso de tener. —Tú me deseas, Yo te deseo. Podemos darnos placer el uno al otro…y quizás incluso amarnos. ¿Amor? Ella inspiró aire. —Apenas me conoces —hizo una pausa cuando se lo ocurrió una idea—oh Dios mío, eres uno de esos perdedores que le dicen a una mujer que la aman simplemente para llevársela a la cama. —No he dicho nada de quererte, _____. —Sus rasgos se tensaron, revelando cuánto lo había ofendido. —A veces el honor es todo lo que un hombre tiene, y yo nunca me deshonraría mintiendo acerca de mis emociones. Simplemente deseé informarte que no me importaría si tú me ofrecieras tu corazón. Y eso era mucho peor, pensó ella secamente. —En el fondo eres un romántico, Joe. Realmente lo eres. Y ahora ya hemos terminado con esta conversación. —_____ llegó de una zancada a su mesilla y pinchó el botón de encendido de su contestador automático. —¡Ey!, pequeña. Me voy de la ciudad por unos días y quisiera saber si podía tomarte prestado tu.... La voz de su hermano se apagó de golpe cuando Joseph saltó a través del cuarto y golpeo la pequeña caja negra hasta hacerla añicos. —Jooseeeeeeeeph! —gritó ella. —¿Por qué hiciste eso? —No percibí ningún tipo de magia de la caja y aún así, eso habló. —Desvió la mirada hacia la destartalada la caja como si esperara que, de algún modo, los pedazos se juntaran y saltaran al ataque. —El aparato debe ser realmente poderoso para ocultar tal poder. —La grabación de voz no es magia. Él no respondió, ni se movió para indicar que la había oído. —De ahora en adelante, si no entiendes algo, me lo preguntas. Ahora él sí que le frunció el ceño como considerándola una "niña tonta". —Mientras pierdo el tiempo preguntando, el enemigo puede encontrar su oportunidad para atacar. —¡Mi contestador automático no es tu enemigo! —No, ahora no —contestó él con aire de suficiencia. —Maldita sea, Joseph. No puedes simplemente destruir mis cosas. Tienes que...maldita sea —dijo ella otra vez. —Me hiciste decir una palabrota. —_____ buscó dentro de su bolsillo y le entregó dos monedas. Ante su ceja levantada a modo de interrogación, ella le explicó su intento de hablar correctamente, como una dama. Joseph se rió. —Me debes más que esto —sostuvo las monedas entre sus dedos y las inspeccionó. —Desde el momento en que me besaste por primera vez, tus muchos insultos casi me tienen chamuscados los oídos. No pienses en sus besos. No pienses en sus besos. —Lo que dije en el jardín no cuenta. Yo estaba en medio de una crisis. —Crisis o no, todavía recuerdo tus palabras, justo antes de que envolvieras tu palma alrededor de mi... —Es suficiente. —Él no hablaba de maldiciones ahora; se refería a su anterior confesión. Maldito, has invadido mis fantasías, eso es lo que ella creía que había dicho. —Estoy segura que oíste mal. Y para tu información, cuando toqué tu......Bueno, eso fue un accidente. —Antes de que él pudiera añadir algo más, ella dijo—¡pero mira que tarde que es! —intentó fingir que estudiaba su reloj de pulsera, sólo para comprender que no llevaba reloj. —¿Estás listo para irte a la cama? Pregunta incorrecta. —He estado listo durante mucho tiempo. —Su intensa mirada fija se deslizó sobre ella con el suficiente calor como para incinerarla. —Todavía estoy listo. Sí, lo estás, ella pensó con un suspiro. Pero esto requería una negación rotunda, no recordar “su-hermoso-cuerpo- que- yo- podría- lamer- por- todas- partes ". Antes de que ella pudiera hacer una observación mordaz, Joseph habló de nuevo. —Me gustaría bañarme antes de…dormir. —vaciló tanto en la palabra "dormir" que más bien daba a entender "hacer el amor contigo". Tragando, _____ condujo a Joseph al cuarto de baño y le mostró como utilizar la ducha. —Coloca una pequeña cantidad de champú en tu mano y enjabónate con la espuma el pelo. Si se te mete en los ojos…—Su voz se quebró al final, ya que mientras ella hablaba, Joseph agarró el dobladillo de su camisa y tiró del material sobre su cabeza. — Ehhh, intenta que no te entre jabón en los ojos o te escocerán tanto que querrás que te los arranquen. Y yo simplemente, podría darte el gusto. La camisa aterrizó en el suelo. Ella había visto su pecho antes — y una parte más extensa — pero no pareció importar. Cada vez que veía su piel maravillosamente bronceada, tenía la misma reacción. Calor. Calor ardiente que estallaba en llamas. Su instinto de conservación se impuso a base de patadas esta vez, y mantuvo sus hormonas bajo control. Tengo que dejar de reaccionar así. —De buen grado colocaría ese jabón sobre mis ojos —dijo él con voz baja y melosa— si supiera que alejarías el dolor con besos. —Seré yo quien ponga jabón en tus ojos si no paras con esto. Su sonrisa viajó sobre ella como una caricia, suave y maravillosamente erótica. —Eso si yo te permito presionar tu cuerpo contra el mío, para hacerlo. Ella no hizo caso de aquel comentario, así como del revoleteo en su estómago. —Cuando termines, corta el agua y coloca todo en su sitio. Y si no lo entendiste, déjame que te lo explique de otra forma. No abandones el cuarto de baño sin haberlo recogido. —Dicho esto, ella corrió hacia la puerta. —No tienes mi permiso para marcharse. —Con la experiencia de un militar entrenado, él se movió delante de ella, parándola justo antes de la fuga. Ella retrocedió. —No necesito tu permiso para nada. —Eres una mujer —explicó él. —Y tú muy observador, ¿verdad? Él suspiró. —Debes lavar mi espalda. —Lávate tú la espalda. _____ se movió lentamente y dió un paso hacia delante. Otro. Y otro. Casi estaba allí. Si solamente se apartara de su camino…
Capítulo 16
—Como está claro que no me entiendes, lo explicaré de otra forma. Mis músculos todavía están rígidos por mi confinamiento y requieren del toque tierno de una hembra. —No tocaré tu espalda por ninguna razón ya que sé que tú lo considerarás como parte de tus modificaciones de las reglas. Terminaré desnuda y en la bañera contigo. Sus largas pestañas bajaron en una apreciación lenta, atractiva. —¿Sería tan malo? —¡Sí! Él se apoyó contra el marco de la puerta y sonrió. —Puedo prometerte que disfrutarás cada momento. —Estoy segura de que puedes, pero aun así no estoy interesada. Le empujó y cerró la puerta firmemente detrás de ella. Sola en el pasillo, trató de no imaginarse toda esa gloriosa piel cubierta de brillantes burbujas de jabón. No lo consiguió. Él surgió media hora más tarde en una nube de vapor. Un olor limpio y fresco, floral, lo envolvía. Por suerte, se había puesto los pantalones. Lamentablemente, no llevaba puesta la camisa, y él era, sin duda, pura carne cien por cien Imperia. Las gotitas de agua goteaban de su pelo y bajaban por las ondulaciones de su pecho, reuniéndose en su ombligo. Su boca se secó, y ella quiso, desesperadamente, lamer la humedad de su piel. Señor, ¿cuándo había visto ella una criatura tan sexual? —Todo tu 'champú' olía a perfume de mujer —acusó él. Y de seducción, añadió ella silenciosamente. —¿Todavía tienes hambre? —Las palabras surgieron como un graznido. Él se animó. —¿Me alimentarás? —Claro. ¿Por qué no? Se dirigieron a la cocina y _____ usó aquel tiempo para refrescar su ardiente deseo. Mientras hacía sutiles ejercicios de respiración, juntó los ingredientes necesarios para hacer un bocadillo de pavo. Ella sabía cocinar, muy bien, además. Pero en realidad no había cocinado una auténtica comida desde que salió de casa de su padre a la edad de dieciocho años. Una pequeña rebelión, supuso, por todos los años que tuvo que preparar el desayuno, el almuerzo y la cena para los hombres de la casa. —No soy tu chef personal —le dijo a Joseph— presta atención. La próxima vez, te lo harás tú. ¿Estás observando? —Antes de que pudiera contestar, comenzó, trabajando mientras hablaba. —Pan. Mayonesa. Queso. Pavo. Lechuga. Tomate. Pan. ¿Lo tienes? Él cabeceó, y _____ le dio el bocadillo. Se comió la maldita cosa como si nunca hubiera probado nada más delicioso en toda su vida. Definitivamente eso no era masticar. De hecho, de algún modo, hizo del simple acto de masticar una hazaña apasionada. Su fuerte mandíbula se movida rápidamente. Potente e intensa. ¡Maldita sea! Ella necesitaba encontrar alguna cosa de él que no le atrajera. El Síndrome de Primea Cita era preferible a la Enfermedad Obsesiva. Joseph se preparó tres bocadillos más. —¿Cómo son las casas en tu mundo? —le preguntó ella, sentándose su lado. Habló entre mordisco y mordisco, con ojos cálidos por los recuerdos. —Son mucho más grandes que las que tenéis aquí. Las piedras son más coloridas, las salas abiertas y fácilmente accesibles. A veces, parece que el cielo cubre el suelo. Se bebió medio cartón de leche, luego se inclinó hacia atrás en su silla con un gruñido satisfecho. —Seguro que es muy hermoso. —Sí, lo es. —Vamos. Te enseñaré donde dormirás. Solo. —Tu continuo rechazo me humilla. —el irónico comentario fue dicho con una sonrisa igualmente irónica. —Algo que necesitas —refunfuñó ella. Andando por el pasillo, un dulce olor a vainilla le llegó hasta las ventanas de su nariz. Era la única cosa que le gustaba del lugar. El olor. Decorado al estilo contemporáneo, el interior era demasiado atrevido, demasiado moderno, y carente de carácter. En vez de madera, las paredes parecían tapizadas con un metal de plata. En vez de alfombras o revestidos de madera, los suelos estaban cubiertos con un mosaico de azulejos. Los apliques de luz parecían garras de cerámica de animales. Ella hubiera preferido una lámpara de araña que iluminara con cientos de prismas de cristal. _____ sabía que había comprado la casa por los motivos equivocados. Su padre, que tendría un infarto si se enteraba de que un extraterrestre macho se quedaba a pasar la noche con ella, creía que sólo los hombres podían ganarse la vida como reformadores de casas, o en realidad, en cualquier otro trabajo. Ella había querido demostrarle que ella, una mujer, tenía éxito en su negocio. Hasta ese día, él no se creía que ella se ganaba sola su dinero y no lo cogía prestado de sus hermanos. Ryan James había sido criado por las enseñanzas de la " la vieja escuela”. Los hombres trabajaban y ganaban el dinero mientras que las mujeres cocinaban galletas en el horno, cuidaban de los niños y dedicaban sus vidas enteras a complacer a sus maridos. (Muchos pensaban igual que Joseph.) Tal vez ese fuera el motivo de que, dieciséis años después de quedarse viudo, su padre no se había vuelto a casar. Ninguna mujer en su sano juicio lo aceptaría. Él ladraba órdenes como un sargento y esperaba total obediencia de aquellos a su alrededor. Cuando era niña, aquel tipo de ideología fácilmente podría haber aplastado su espíritu. Aunque sus hermanos intentaron protegerla de las bajas expectativas de su padre. Ellos la habían acogio como uno de los suyos, la habían vestido con vaqueros y zapatillas de deporte en vez de lazos y blondas. Ella los había seguido a cada paso. Les había ayudado a coger ranas, tumbada al lado suyo, pescándolas en una charca cercana, y sosteniéndolas mientras ellos luchaban en el fango. Alcanzaron el dormitorio de invitado. — Aquí es —dijo ella, tirando del interruptor. El cuarto se iluminó al instante. —El cuarto de baño, o sala, o como quiera que tú lo llames, está tras esa puerta lateral. No es nada tan magnífico como lo que describiste, pero es cómodo y privado. Fascinado por el origen de la luz, Joseph apenas registró sus palabras. Con la punta del dedo, bajó el interruptor de plata. La oscuridad inundó la pequeña estancia. Cuando levantó el interruptor, la luz otra vez salió de la fuente elevada. —De nuevo no percibo nada de magia, y aún así… —Arriba, abajo, arriba, abajo. Siguió moviendo el interruptor. —No imaginaba que tu mundo fuera capaz de tales cosas. Primero una caja habladora y ahora iluminación inmediata. _____ rió en voz baja, encantada por su fascinación por la tecnología. —¿Qué usa tu mundo como fuente de luz? —Gemas Lamori. —¿Son mágicas? —No, están vivas. No podía imaginarse unas piedras vivientes. —Incluso en Imperia, un mundo con grandes y desarrolladas capacidades místicas, nadie ha conseguido dominar aún la iluminación mágica. —Aquí tampoco. Confiamos en la electricidad. —Desconozco esa palabra —tiró del interruptor varias veces más. Como explicarlo…—Electricidad es una entidad fundamental de la naturaleza que consiste en sustancias negativas y positivas llamadas respectivamente electrones y protones —soltó la definición de Webster con facilidad, —este fenómeno es observable en la atracción y repulsión de cuerpos electrificados por la fricción y en fenómenos naturales —después de todo, los cables y circuitos eran una parte importante de su trabajo, y Dios sabía cuántas clases tenía que soportar. La luz continuó encendiéndose y apagándose. —¿Cuenta la habitación con tu aprobación? —Bastará. Por ahora. —Joseph soltó el pequeño interruptor e inspeccionó su nueva habitación. El cuarto que le ofrecía era amplio, pero lo mejor, es que tenía el artículo más importante en la vida de un hombre después de su arma, su horri y la comida. Una cama “Por Elliea, no era la cama de _____, que es la que él hubiera querido” pensó secamente, pero una cama después de todo. —¿Qué quieres decir con 'por ahora'? —exigió ella. Él ocultó su diversión detrás de una amable expresión. Había esperado esa respuesta de esta mujer que seguía rechazando todos los placeres que le ofrecía; sólo que no esperaba que la dijera con tanta fuerza. Qué pequeña zorra seguía siendo, mandona e imprudente. Compleja, también. Desde que alcanzó su decimocuarto cumpleaños, mujeres de todas las edades, tamaño y color habían acudido a su cama, preparadas y dispuesta por sus favores. Casi todas le habían ofrecido su amor, algo que humildemente había aceptado, aunque sin darlo él a cambio. No, Joseph comprendió que sería engañarlas. Le había dado a Maylyn todo lo que tenía para dar, incluyendo su corazón. Había sido hechizado por su belleza misteriosa y hechicera, su buena disposición a agradar. Sólo más tarde descubrió que ella no sentía nada por él, que simplemente había seguido las órdenes de su hermano. De todos modos, Jorlan siempre entendió la conducta de Maylyn. La de _____, no. ¿Por qué se ponía mordaz cada vez que él se acercaba? Demasiadas posibilidades le vinieron a la mente. ¿Un antiguo amante desagradable? ¿Una exagerada modestia? ¿Una necesidad de compromiso? ¿Cuál de ellas se aplicaban a _____? ¿Todas? ¿Ninguna? Si lo supiera, podría calcular la mejor forma de acercarse a ella. Por el momento, no hacía ningún progreso, y el deseo de su cuerpo de contacto, de cualquier contacto femenino, aumentaba por segundos, creciendo en intensidad y consumiéndolo todo. Todas sus necesidades largamente reprimidas, necesidades que no tenían nada que ver con la rotura de la maldición, martilleaban en su interior. Quizás debería satisfacer las demandas de su cuerpo sólo y, después, perseguir a _____. A lo mejor esta noche debería dejar de hablar de acostarse con ella y concentrarse en intentar ganarse su amistad. Siempre podría ahogarse en un montón de disponibles cuerpos femeninos una vez que volviera a Imperia, un lugar donde las mujeres estaban dispuestas y complacientes a entregarse sin escrúpulos. Dispuestas a desnudarlo completamente y a tomarlo en sus bocas y cuerpos mientras encontraban su propio placer. Su mirada se deslizó hacia abajo por la longitud de las curvas de _____. Bajo la gloriosa luz de la habitación, su cremosa piel brillaba vital y saludable. La curva de sus hombros le otorgaban una encantadora elegancia, y sus tentadoras caderas aumentaban su atractivo. No, decidió. El mejor modo de conseguirla era seduciéndola, tal y como había planeado en un principio. Además, no quería sólo masturbarse. No quería esperar volver a Imperia para tener a una mujer. Ahora mismo, quería a esta mujer, de este mundo. Esta noche. Tenía toda esa pasión guerrera de _____ dispuesto a quemarlo vivo, y él tenía muchas ganas de quemarse. Y quemarse, y quemarse, y quemarse. Quizás podría convencerla que durmiera a su lado, ya que ninguna hembra podía resistirse a la presencia silenciosa, seductora de un hombre durante el crepúsculo. Sonrió ampliamente con anticipación. Simplemente, ¿cómo respondería ______ a un toque accidental, a la caricia de su caliente aliento, a un susurro de promesas eróticas? Ella debía haber sentido la dirección de sus pensamientos porque soltó: —Tengo otra regla. Sus manos estaban apretadas en puños. Esas reglas iban a ser su muerte. —No puedes añadir reglas cuando te resulte conveniente, mujer. —Puedo y lo haré. Soy la responsable aquí. —Eso es discutible. —No, no lo es. _____ le fulminó con la mirada. Él, a su vez, la fulminó con la suya. —He decidido oír esa nueva regla. Puedes hablar. A _____ no le gustaba en absoluto cuando él usaba aquel tono de "soy un hombre por lo tanto decido el destino del mundo". De todos modos obedeció y habló. —Regla número cuatro: nada de compartir cama. Sorprendentemente, él no se negó. En cambio, cruzó los brazos sobre su duro pecho y dijo: —Mi ajuste a esta regla es simple. No compartiré tu cama, pero dormiré en tu habitación. Y si no te gusta, simplemente derribaré la puerta y compartiré tu cama sin tu permiso. ¡Argh! Lejos de estar asustada por su amenaza, o incluso intimidada, _____ estaba furiosa y un poquito exasperada. —No me siento cómoda compartiendo un cuarto contigo. —Sin embargo, lo harás —arqueó una ceja oscura en desafío. —¿O tienes miedo de tus reacciones? " Sus ojos se estrecharon en diminutas rajas, y ella le miró fijamente, resuelta. —No le tengo miedo a nada. —¿Entonces por qué no me permites dormir en tu habitación? —¡Porque no confío en que te quedes en el suelo! Sus hombros se tensaron con la indignación. —Te he dado mi palabra. —Bien, quiero un juramento de sangre. Frunciendo el ceño, él juró enfadado: —Te juro, aquí y ahora, que no me uniré contigo bajo las sábanas esta noche. Eso no significa que no puedas unirte a mí en el suelo. ¿Por qué tuvo que poner esa idea en su cabeza? _____ señaló con un dedo a su pecho. —¿Juras por todo lo que te es sagrado que no intentarás nada? Las ventanas de su nariz llamearon, pero su tono fue tranquilo. Demasiado tranquilo. —Ya he contestado a eso. No, no lo había echo. No realmente. Sólo había prometido quedarse en el suelo. Una imagen de su glorioso cuerpo extendido sobre la alfombra de su dormitorio llenó su mente. ¿Sentiría ella su calor? ¿Notaria su suave aliento? ¿Olería el olor limpio de su piel?
Siento tantísimo no haber subido capítulos pero esque me la eh pasado de vaga y cuando llego llego con una flojeraaa que ni ganas de arreglar los capítulos pues, pero me alegra ver que no se han olvidado de ella, les prometo diario de aquí al viernes subirles de dos capítulos y LARGOS:) ROCKPOP Noo! no quiero que me mandes a Big Rob jaja.
Prometo no volver a desaparecerrrr niñass:) | |
| | | OrgasmoJonaS♥ Hipermegaultrasuper Fan de los Jonas
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| Tema: Re: El príncipe de piedra. {Joe & tu} Junio 28th 2011, 06:43 | |
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| Tema: Re: El príncipe de piedra. {Joe & tu} Junio 28th 2011, 06:46 | |
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| | | Niinooskaa Merecedora de los Tres Jonas
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| | | | nicolejonass Me Gustan Los Jonas!
Cantidad de envíos : 190 Localización : Con Joseph;* Fecha de inscripción : 02/05/2011
| Tema: Re: El príncipe de piedra. {Joe & tu} Junio 28th 2011, 21:00 | |
| Capítulo 17
Ella le había mentido hacia un momento. Tenía miedo de sus reacciones. Mucho miedo. Pero, a pesar de su miedo, iba a dejarle que se quedara en su cuarto. Señor, lo haría. Iba a dejarle quedarse en su cuarto. Su hermano Erik siempre decía” Mantén a los amigos cerca y a tus enemigos aún más cerca”. Joseph no era su enemigo, pero estaba segura de que el maldito subiría en su lista negra. El hombre no se metería en su cama, pero había emitido una invitación brillantemente orquestada: Unirse. Si él creía, ni aunque fuera solo durante un minuto, que cedería ante aquella invitación, pronto averiguaría que su erección era en la última cosa en la que pensaba. Bueno, casi la última. Vale, ella no podía dejar de pensar en la maldita cosa. Era enorme. Soy una idiota, pensó. —Por si acaso tienes alguna idea en mente, que sepas que dormiré con una maza en una mano y un bote de pimienta en la otra. Su expresión se volvió burlona. —Por si acaso tú tienes alguna idea, que sepas que dormiré con una pluma en una mano y aceite de masaje en la otra. Con aquellas palabras sonando en sus oídos, _____ sabía que no conseguiría dormir mucho. Ante el comienzo de un dolor de cabeza, ella se masajeó las sienes en un vano intento de alejarlo. Realmente, estoy en graves problemas... —Llevo tiempo imaginándome todo lo que me gustaría hacerte, _____. ¿Te imaginas todo lo que te gustaría hacerme? Oh, sí. Sí, ella definitivamente se lo imaginaba. —En mi mente veo a mis manos coger tus pechos, masajeándolos suavemente, mientras mi lengua lame lentamente un pezón y espera ansiosa hacer lo mismo con el otro. Como durante toda la pasada hora, la ronca voz de Joseph se deslizaba como la seda, baja, lisa y melosa, tocando a _____ en la oscuridad y dejando un rastro ardiente a su paso. Acalorada, estaba tendida en la cama, con una gruesa y suave colcha cubriéndola. Pero era el hombre tumbado en el suelo el responsable de que su sangre se calentara, no su colcha. _____ trató de recordar por qué estaba tan determinada a oponerse a él. Realmente tenía unos motivos, ¿no? Simplemente no los recordaba, y no estaba segura cuanto más aguantaría antes de que metiera todas sus preocupaciones en un cajón y se rindiera. El apasionado asalto de Joeph, que había comenzado mucho antes de que empezara a hablar, destruía rápidamente todas sus defensas. —¿Quieres sentir el calor de mi lengua? Obligándose a si misma a no soltar un ¡SÍ!, apretó los labios con tanta fuerza que probablemente se le quedarían unas arrugas permanentes. De todos modos, ¿por qué le había permitido a Joseph dormir en su habitación? ¿Y por qué, por el amor de Dios, estaba todavía en la cama y no en el suelo con él? —Tu cuerpo suplicará silenciosamente que te toque entre las piernas —siguió despiadadamente—. Pero no te tocaré allí con mis dedos. No, bajaré besando tu estómago y te probaré con mi boca, moviendo mi lengua a izquierda y derecha, luego en círculos, creando una fricción caliente, mojada. —¡Prometiste que no intentarías nada! —Nunca prometí que no hablaría o lo imaginaría. Y lo que me imagino ahora mismo es muy travieso. Tú estás.... Ella dejó caer su maza y el bote de pimienta en el colchón, que, en realidad, eran un bote de laca para el cabello y una botella de agua, y se tapó con las manos las orejas, amortiguando su voz. Comenzó a roncar como un viejo con una sirena antiniebla pegada en la garganta. Todo el tiempo imaginándose que colocaba los azulejos del cuarto de baño y que les echaba la lechada para que se secara, cualquier cosa con tal de impedir que su mente pensara en cuerpos desnudos y grandes placeres. Nunca me das lo que quiero, se quejó su cuerpo, y quiero a Joseph. Acallándolo, su mente le replicó. ¡Es que no tenemos bastantes problemas! Azulejo. Lechada. Azulejo. Lechada. Con la voz de Joseph amortiguada y su imaginación ocupada colocando azulejos, despacio, muy despacio, sus sensibilizados nervios se calmaron. El escozor de la anticipación se aquietó. Cuando creyó que había transcurrido el tiempo suficiente, dejó de fingir los ronquidos y se quitó las manos de los oídos. El bendito silencio le saludó. Entonces, como si él estuviera en armonía con ella en cada acción, cada sentimiento y pensamiento, Joseph dijo: —Sólo di las palabras, _____. Dilas y danos a los dos la liberación. —De acuerdo, diré las palabras —sus uñas se clavaron profundamente en sus piernas, dejando marcadas unas medias lunas—. Diré cállate o márchate. ¡Por favor! Tenemos que madrugar y ya son las dos de la mañana. Después de que te lleve ante el psíquico, tengo que ir a trabajar. Necesito descansar. Cinco. Diez. Quince minutos pasaron. Él no habló más. Ella hasta ni lo oyó respirar. En el silencio que siguió, los párpados de _____ comenzaron a cerrarse. Ella cogió la laca para el cabello otra vez, lista a saltar de la cama y golpearlo con él en la cabeza si él se atrevía siquiera a roncar. Al cabo de un rato, su agarre se relajó y rodó a un lado. Su último pensamiento antes de que su mente fuera a la deriva, antes de sucumbir a la oscuridad, fue que aquel hombre necesitaba que lo amordazaran, y que ella mereciera unos azotes por permitirle entrar aquí desnudo.
Capítulo 18
La mañana amaneció clara y despejada. —Yo también necesito despejarme —refunfuñó _____. Luego gimió. Sus ojos ardían y su cabeza palpitaba. Necesitaba un atracón de proteínas o pronto se encontraría en un hospital, hundida en un coma por tomar cafeína. Normalmente hacía ocho kilómetros de footing cada mañana. Hoy, sin embargo, iba a hacer una excepción. En este momento, no podría hacer footing ni al cuarto de baño aunque su vejiga dependiera de ello. Las sábanas y mantas se enredaban a su alrededor como el capullo de una mariposa. Se quejó con un pequeño suspiro mientras se peleaba con ellas para liberarse. Había algo tirado en el suelo, pero como no era un batido de proteínas, no se inclinó para recogerlo. Frotándose los ojos, llegó a trompicones hasta el cuarto de baño. Se lavó la cara, luego se cepilló los dientes y el pelo. El reflejo que le devolvió el espejo estaba vidrioso por...... algo. Cansancio. Mucho cansancio. Esperando que el agua caliente, y mucho vapor, la ayudara, se metió en la ducha. Cuando salió, se colocó su bata, sintiéndose menos grogui, pero todavía ansiando un atracón de dulce fruta. Una vez que por sus venas corrieran bastante B12 como para estimular a los jubilados de Sandy Meadows, estaría lo suficientemente despierta como para tratar con Joseph. ¡Joseph! Los ojos de _____ se abrieron consternados ¿Cómo podía haberse olvidado del atractivo extraterrestre de "casi dos metros" que dormía en su cuarto? Con palpitaciones en el corazón, y ondeando su blanco albornoz, salió corriendo del cuarto de baño; explorando el suelo, sólo vio el bote de laca. Joseph se había ido. Lo único que recordaba su presencia era la almohada arrugada y la manta enredada, juntas en un montón a los pies de su cama. Ella cogió algo de ropa del armario y se la puso a toda prisa mientras corría a través del cuarto. Apenas había conseguido cerrar la cremallera de sus pantalones vaqueros cuando entró en la sala de estar. Ningún signo de su extraterrestre. ¿Y si su madre lo había tele transportado de vuelta? Peor, ¿y si estaba todavía aquí, en su casa, examinando sus cosas? El estómago de _____ se hizo un nudo cuando se imaginó su ropa sucia esparcida por el suelo y sus electrodomésticos rotos y tirados por ahí. Atravesó el comedor, como si carbones ardientes fueran cocidos a fuego lento bajo sus pies. Entonces lo vio. Estaba de pie en la cocina, tarareando una canción que ella no reconoció. De espaldas a ella, saqueaba el contenido de su frigorífico. Un suspiro de alivio pasó a través de sus labios cuando notó que llevaba la ropa que le había dado anoche. Excepto que ahora su camisa estaba arrugada y los pantalones colgaban bajos sobre su cintura, burlándose de ella, atormentándola, porque un leve soplo de aire podría hacerlos resbalar hasta el suelo. Era peligroso arder de esa forma ante la mera visión de él. Pero no sabía cómo controlar su reacción. _____ se aclaró la garganta. Con un movimiento fluido, Joseph giró y desenvainó un cuchillo atado con una correa a su tobillo, listo para golpear. Esa acción la asustó tanto, que sólo pudo parpadear, incapaz de correr, mucho menos de respirar. Él estaba allí de pie, con ese aura mortal de un hombre que sabía exactamente cómo luchar, cómo matar y mutilar, cada una de esas acciones tan aterradoras como el arma en sí misma. Cuando él comprendió quién era ella, relajó su postura y devolvió la hoja a su improvisada funda. Incluso aunque el cuchillo estuviera ahora oculto, los latidos de su corazón no redujeron la marcha. Nadie debería ser capaz de moverse tan rápido o ser tan mortífero. —Buenos días, _____ —le dirigió una media sonrisa que borró las duras líneas de su boca—. ¿Dormiste bien? —No. No lo hice —mordió su labio inferior, mirando aún fijamente la hoja envainada—. ¿Qué haces con ese cuchillo? —Necesitaba un arma. —¿Por qué? Con un encogimiento de hombros, se volvió hacia la nevera. —No te interesa saberlo. —Sí, en cuanto que llevas mi arma. —Si tanto te interesa, es para mí protección. Si... —la enfrentó otra vez, esta vez fulminándola con la mirada, como si todo dependiera de ella— …viajo a Imperia hoy, debo de estar preparado antes de que mis enemigos me encuentren por casualidad. Ya le había dicho antes que se iría a casa después de que ella lo llevara ante el psíquico, pero realmente no había considerado lo lejos que era eso hasta este momento. Por alguna razón que no entendía, el pensamiento de que se fuera de la Tierra, de pronto la entristeció. Ella quería que se fuera, desde luego, sólo que no a tantos años luz de distancia. ¿Y por qué tanta prisa por volver, de todos modos? ¿Acaso tenía una familia: una esposa e hijos que esperaban su regreso? ______ casi pronunció una retahíla de las peores palabrotas que conocía. Aquí estaba ella, deseando a Joseph, triste porque la abandonaba y él muy bien podría estar casado. Aunque no iba a preguntarlo. Ellos no tenían ningún tipo de relación y, como seguramente le diría, eso no era asunto suyo. —¿Estás casado? ¡Maldita sea! La pregunta surgió antes de que pudiera detenerla. El hombre había tratado de seducirla, después de todo. —Casado es unido de por vida, ¿no? —Sí. Significa eso. —Entonces, no —de pronto la miró ofendido—. Si fuera así, yo no te habría tocado. —Oh. No estoy aliviada, pensó, mientras olas de una emoción desconocida recorrían sus venas. Estoy simplemente contenta de que el hombre tenga algo de moralidad. —Así que, ¿conoces la forma de volver a casa? —Sólo si encontramos un verdadero místico y sólo si.... —se paró y miró a lo lejos. —¿Qué? ¿Sólo si me acuesto contigo? —No. Sólo si te enamoras de mí —contestó él rotundamente. Ella parpadeó. —No entiendo. —Es parte de la maldición. Tú me liberaste. Ahora, libremente y de corazón, debes ofrecerme tu amor o volveré a convertirme en piedra. Esta vez, para siempre. —Es broma, ¿no? ¿Intentas llevarme a la cama otra vez? —ella se rió, el sonido débil e inseguro. —¿Realmente crees que bromearía sobre mi libertad? —la convicción absoluta en su voz sonó alta y clara. —No —dijo ella suavemente—. Imagino que no. —Mi hermano lo planeó todo para que otra me besara, una mujer a la que yo desprecio. Creyó que podría ser divertido el que me viera forzado a perseguir a una mujer que aborrezco. Pero fuiste tú, tú y no ella, quien me salvó —Joseph suspiró—. No era mi intención contarte todo esto, _____. Pero eres tan obstinada que pensé que no había otro camino. ¿Puedes intentar, al menos, ayudarme? —No sé como contestar a eso. La enormidad de la situación la golpeó como un martillo. El destino de Joseph dependía de ella. Dios mío. Él también podía haberle pedido que convirtiera su pelo en oro de catorce quilates y lo tejiera. —Me temo que, si te dijera que te amo, sería una mentira. —Eso ya lo sé, pero yo puedo hacer que me ames —dio un paso hacia ella—. Sólo dame una oportunidad y le daré a tu cuerpo un placer inimaginable. —¿Cómo haría eso que me enamorara de ti? —El placer corporal a menudo conduce al amor en una mujer. Por un breve momento, _____ vaciló. Oh, ella no dudaba de su afirmación, y esto era lo que más la asustaba. —¿Si dijera que sí y terminara entregándote mi corazón, te quedarías aquí conmigo? ¿Durante un tiempo? Él sacudió rígidamente la cabeza. —No. Ella soltó una risa inestable, desprovista de humor. —Me pides mucho, pero das poco a cambio. —Eso también lo sé —aunque parecía correctamente apenado, no ofreció una sola concesión—. Puedo hacer que valga la pena, dándote placer. Señor, ¿qué iba a hacer? No podía decirle que no; arruinaría su vida. No podía decirle que sí; arruinaría la suya. —Tendrás que darme tiempo para pensar en todo esto. Él frunció el ceño. —El tiempo es mi enemigo. —Bueno, es todo que te ofrezco ahora mismo. Tómalo o déjalo. Él soltó un largo suspiró. —Lo tomaré. Ambos se quedaron en un incómodo silencio. —Sabes —dijo ella finalmente para disipar la tensión—, tendrás que usar un poco de magia para afilar ese cuchillo que me robaste —esa línea de conversación parecía bastante inofensiva—. Es para usarlo en la cocina, no en la batalla. —Antes lo habrás usado para partir animales. Maravilloso. Simplemente maravilloso. —He cogido prestadas otras armas de tu casa, también —añadió él. Como si hablara de algo tan doméstico como unas zapatillas de conejito, él se volvió hacia la nevera, despreocupadamente. El temor se deslizó por su espina dorsal, glacial y opresivo. La mañana había comenzado mal y cada vez se ponía peor. —¿Qué, exactamente, has cogido prestado? Él había encontrado un par de zapatos viejos de Gray, y observó cómo le mostraba las tijeras atadas con correas a su tobillo izquierdo, el cuchillo sobre su tobillo derecho, la espátula metálica en su cadera y el rodillo de cocina en su espalda, anclada por la cinturilla de sus pantalones. —¿Qué vas a hacer con eso? —señaló el rodillo de cocina con la mano. —Cuando las armas afiladas me fallen, golpearé a mi enemigo hasta la sumisión. —¿Y la espátula? —No estoy seguro, pero seguramente quien la diseñó estaba pensando en la tortura. Una tortura, tenía razón. —No puedes ir por ahí matando y torturando a la gente. Eso no es algo que se haga en este planeta —dijo las palabras con la suficiente fuerza como para que él se enterara—. Ponlo todo en su sitio ahora mismo. —No —una dura chispa oscureció sus ojos, y sacudió la cabeza—. En esto no me convencerás. Entrando en una situación desconocida, un hombre debe estar preparado para lo peor. Tenía razón, pensó _____, pero nunca lo admitiría en voz alta. Estar preparado para lo peor era la primera lección en la autodefensa. Aunque en ninguna de sus clases se había mencionado el derrotar a un atacante con una espátula. Un lápiz, tal vez. Incluso llaves. Realmente, ¿qué daño podía hacer si se quedaba algunas de esas "armas"? Ella nunca las usaba, de todos modos. Y si le hacían sentirse más seguro, pues eso era lo más importante. No podía imaginarse el ser transportada a otro mundo, sola e indefensa. —¿Por qué no hacemos un trato? —sugirió—. Puedes quedarte con las tijeras y la espátula.... —y sintiéndose como una idiota, añadió— ...pero los cuchillos y el rodillo de cocina permanecerán aquí. El silencio llenó la estancia mientras él consideraba su oferta. Finalmente, él cabeceó. —Acepto el trato. ¿Ves lo dispuesto a negociar y lo razonable que soy? —Oooh, eres un autentico asno —su cara se iluminó, y ella añadió—, ¡no te daré una moneda, antes besaría tu..... De acuerdo, simplemente no es justo! Sus ojos centellearon con alegría, haciendo que su pálido iris azul brillaran como diamantes en un cielo nocturno. —No me tomaré la molestia de castigar tu impertinencia... a no ser que, por supuesto, desees el castigo en la cama. Tenemos tiempo suficiente antes de visitar al hechicero. Ella hizo rodar sus ojos, tratando de exteriorizar frescura y naturalidad. En el interior, sin embargo, su cuerpo gritaba ¡hip, hip, huuurraaa, todavía hay tiempo! —Asegúrate de que las armas están ocultas cuándo salgamos de casa, ¿vale? —No soy un jovencito inexperto —su alegría fue sustituida rápidamente por la ira—. Sé que las armas deben ocultarse mientras no haya indicios de batalla. Bueno. Con cada palabra que decía, su irritación aumentaba. Ahora mismo él parecía listo para atacarla con los cuchillos por haber desafiado e insultado su inteligencia. Hora de cambiar de tema. —¿Encontraste algo bueno para comer? —No —su expresión perdió la mayor parte de su irritación—. No me enseñaste a preparar esto —sostuvo un tupperware lleno de pasta. Una delgada capa de queso y mayonesa cubría la superficie. Ewww, pensó. Él había tratado de hacerse un emparedado con eso. —Es lo más duro, insípido y asqueroso que he comido alguna vez. _____ notó varias señales de mordiscos alrededor de las esquinas del tupperware. La risa amenazó con burbujear fuera de su garganta, pero se la tragó. —Eso es el recipiente, tonto. La comida de verdad está dentro —curioseó el plástico con los dedos. La acción hizo que rozara su mano, enviando una sacudida eléctrica por todo su brazo. Inestable ahora, dejó el plástico a un lado—. De todos modos, no querrás esto para desayunar. —Pero estoy hambriento, y no tienes nada más —se acarició la mandíbula. Ufff, alojar a un extraterrestre era más caro de lo que ella había previsto. —Hay una cafetería a unos quince minutos de aquí. Hacen los mejores batidos. Podemos estar fuera en menos de una hora. En su rostro brilló débilmente el placer una fracción de segundo antes de que el pánico se colocara allí. Un momento más tarde, se puso pensativo. Negó con la cabeza. —No —su tono no reflejaba ninguna emoción—. Primero iremos al hechicero. Estoy impaciente por encontrar al que me llevará a casa. Después de eso, me concentraré en ti. Y te conseguiré, _____. No lo dudes —eso último fue dicho en un tono oscuro, desafiándola a contradecirlo. Ella jadeó. —Tú puedes estar dispuesto a saltarte el desayuno, pero yo no. Café y una tortilla con queso, eso... —No. Está decidido. —Pero... —No, _____. —Está bien —refunfuñando, cogió la guía telefónica del anaquel bajo el microondas—. Tenemos tiempo para visitar a un psíquico. Uno. Si éste no trabaja, no tendrás suerte por hoy. Tengo hambre y tengo trabajo que hacer, y sólo prometí llevarte a un sitio — rezó simplemente para que él entendiera que eso era lo justo. —Si lo que quieres es convencerme de comer primero, tales payasadas no son necesarias. He decidido que te permitiré convencerme....en la cama. Siempre volvía a lo mismo. —Sabes, cabe la posibilidad de que tú me dieras un millón de orgasmos y yo, aun así, no me enamore de ti. Por tu propio bien, deberías replantearte tu estrategia. ¡Ja! ¡Chúpate esa!, pensó ella, hojeando las páginas amarillas. —El único modo de estar seguros es dejándome darte un millón de orgasmos. Sin echarle un vistazo, ella contestó. —No. ¿Cómo pudo ser tan tonto como para pensar que sus desafíos eran divertidos? se preguntó Joseph. La mujer lo volvía loco con sus negativas. No me toques. No me gustas. No me hagas temblar de placer. Si la necesitara simplemente debido a la maldición, quizás, el oírle decir que "No" no le molestaría tanto. Pero, sin embargo, cada vez que la veía, hablaba con ella, pensaba en ella, _____ levantaba emociones en su interior que él preferiría no tener. Ella, poco a poco, se le estaba metiendo bajo la piel, y eso no le gustaba. Se suponía que era ella la que se enamoraría de él, y no al revés. Él sabía demasiado bien que estas sensiblerías románticas eran peligrosas. No comprendía como ella se podía apoderar de él con tanta rapidez y pericia. ¿Manejaba algún tipo de magia que no podía sentir? Quizás. Sí, quizás. Eso explicaría muchas cosas. Maldición, creía que estaba seguro aquí, tanto mágica como emocionalmente. Y aquí estaba él, de pie, queriéndola, necesitándola, como nunca había querido a ninguna otra. Bueno, tenía que hacer algo para evitar enternecerse aún más. Pero, ¿cómo podía luchar contra ella y ganarla al mismo tiempo?
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| | | Niinooskaa Merecedora de los Tres Jonas
Cantidad de envíos : 9686 Edad : 30 Localización : Joelandia Fecha de inscripción : 18/01/2011
| | | | Maxine Casada Con
Cantidad de envíos : 1246 Edad : 27 Localización : Mexico Fecha de inscripción : 12/04/2011
| Tema: Re: El príncipe de piedra. {Joe & tu} Junio 29th 2011, 10:37 | |
| woow los capis estuvieron estupendos! los amee.. ____ qe dificil eres jaja xD Joseph enamorandose :3 eso lo ame y esa tal Maylyn -.- aai me cai mal xD Siguela beautiful amo tu nove.. esta hermosa y los caps son estupendos porfavor siguela pronto Besoos | |
| | | Niinooskaa Merecedora de los Tres Jonas
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| | | | nicolejonass Me Gustan Los Jonas!
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| Tema: Re: El príncipe de piedra. {Joe & tu} Junio 29th 2011, 21:13 | |
| Capítulo 19
—Aquí hay uno —dijo _____, su dulce voz interrumpiendo sus pensamientos—. La Casa del Misticismo. Un lugar donde los deseos más profundos son hechos realidad —hizo una pausa—. Me suena a broma pesada, pero tú eres el experto. Está sólo a cinco kilómetros de aquí, y el anuncio dice... " que el dueño posee el poder antiguo de los Druidas” —anunció _____ con voz burlona ¿Druidas? Joseph se enderezó y le prestó toda su atención. Aunque no pudiera leer la lengua de _____, le arrebató el grueso tomo amarillo de sus manos y buscó la página. Druida. Druida. Druida. El nombre golpeaba en su cabeza, como un eco de salvación. Seguramente esto no era ninguna coincidencia. Conocían a la gente de su madre como los Druinn. Quizás fueran los mismos. —Y bien, ¿qué piensas? —Preguntó _____, observándolo fijamente por encima del escudo de sus espesas pestañas—. ¿Suena como la clase de lugar que buscabas? Él asintió —Es exactamente la clase de lugar que busco. No perdamos más tiempo. Nos vamos inmediatamente. _____ decidió aceptar que el día sólo iba a peor cuando se encontró parada delante del viejo y destartalado edificio con un neón que rezaba SABÍA QUE ENTRARÍAS en brillantes letras rosadas. La luz del sol destellaba con fuerza sobre la descolorida pintura amarilla, azul y dorada que decoraba la madera astillada. Faltaban varias tejas de la azotea, y algunas, notó, estaban esparcidas a través del césped delantero y encajados entre los hierbajos. Ella se deprimió ante tal atrocidad y luchó contra el impulso de ofrecer sus servicios, gratuitamente, simplemente por liberar al mundo de esa vista tan horrorosa. —¿Estás seguro de que es la clase de sitio que buscas? —le preguntó a Joseph por tercera vez. Su mirada exploró el recinto, recogiendo cada detalle. —¿Es esta la casa del psíquico Druida? —eso era lo mismo que había contestado antes. —Sí. —Entonces es exactamente la clase de sitio que busco. _____ continuó poco convencida. —En vez de confiar en alguien más, ¿por qué simplemente no juntas tus talones y pides que te envíen de vuelta a casa? Un músculo se movió en su mandíbula y los segundos pasaron en silencio. —¿Y bien? Nada. No necesito esas ofensas, pensó ella sombríamente. Siempre que le preguntaba algo personal, él se enfadaba, como si ella no tuviera ningún derecho a conocer nada sobre él. Por supuesto, el se llevaría su corazón. ¿Pero darle aunque fuera una diminuta información personal? Infiernos, no. —Vamos —dijo ella, enfadada con él... y consigo misma—. Vamos a terminar con esto. El hombre era demasiado reservado, demasiado obstinado y estaría mejor sin él. Si este psíquico tenía el poder de ayudarle, _____ decidió en ese instante que mentiría y le diría que lo amaba sólo para conseguir echarlo de su vida. Con la cabeza alta, caminó hacia la entrada. Extendió la mano, tocó el pomo y se quedó de pie, esperando. Joseph no se acercó a su lado. Frunciendo el ceño, ella se giró. Su extraterrestre estaba de pie en el mismo lugar en el que le había dejado, su barbilla inclinada a un lado, sus piernas separadas. —No percibo nada de magia aquí —dijo él. Su propio ceño se hizo más profundo. Él cerró sus ojos y soltó el aire. —Tampoco sentiste la magia en mi contestador automático, y mira lo que hiciste. —Esto es diferente. Ella quiso preguntar por qué era diferente, pero sabía que no conseguiría ninguna respuesta. —¿Quieres marcharte? —No —aún así no se acercó a la entrada. ¿Estaba simplemente nervioso? ¿Previendo el éxito? ¿El fracaso? O ¿tenía razón? Realmente no había magia aquí. Ella así lo creía y decidió advertirle de lo obvio. —Si no hay magia, no serán capaces de ayudarte. —El más poderoso Druinn es capaz de disfrazar y ocultar su poder. Pese a todo, no parecía convencido de que ese fuera el caso aquí. De hecho, cada emoción, excepto la convicción, pasó por sus rasgos: duda, esperanza y determinación. En aquel momento, su comportamiento la conmovió. Él quería volver a casa; no podía culparlo por eso. Si la situación fuera al revés, ella desearía lo mismo y haría algo, usaría a cualquiera, para conseguir lo que quería, y probablemente tampoco compartiría información personal con extraños. Al menos, él era honesto sobre sus intenciones. —Entremos e intentémoslo —dijo ella suavemente. —Necesito un momento más. —Bien. Tómate el tiempo que necesites. Joseph se pasó la mano por la cara. Aunque todo dentro de él gritaba para que abandonara este lugar, no podía alejarse. Si había una posibilidad, por pequeña que fuera, de descubrir lo que necesitaba, tenía que entrar. Cuando intentó mover sus piernas, sin embargo, se negaron a obedecer. Frunció el ceño. ¿Qué lo mantenía allí de pie? ¿La duda? Quizás. Aunque sabía que eso no era todo. Mientras las preguntas se arremolinaban en su mente, una extraña emoción se extendía a través de él, una emoción que no podía identificar... o quizás, no quería identificar. ¿Cuánto tiempo había pasado en Imperia? Si, como aquí, habían pasado mil palmos, ¿cuántos de sus amigos habían poseído la suficiente magia como para sobrevivir todos esos palmos? ¿Cuántos habían muerto? ¿Cuántos vivían todavía? ¿Cómo lo recibiría su familia? ¿Le darían la bienvenida con los brazos abiertos o lo considerarían un extraño? Joseph inspiró profundamente. El suave olor dulce del aire lo sintió sucio en su nariz. —Estaré a tu lado todo el tiempo —la voz de _____ le abrigó el cuerpo como una capa suave, consoladora. Su mirada buscó la suya y observó como una serena sonrisa curvaba su boca, una sonrisa que iluminaba toda su cara. Un hombre podría perderse en su sensualidad y olvidar todos sus problemas. Olvidar su impaciencia por marcharse. Joseph cambió su peso de un pie a otro y se esforzó por apartar la mirada. La mujer era una necesidad desesperada y continua y, compendió, que cada vez le costaba más trabajo mantenerse alejado de ella. A lo mejor cuando se marchara, se la llevaría con él; la instruiría en las formas apropiadas de comportarse con un hombre, mientras se ganaba su afecto con sus obvios encantos. Él podría hacerle el amor muchas, muchas veces, con la mágica Imperia rodeándolos. Mejor aún, _____ podría servirle como una seductora distracción si su familia lo abandonaba. Tan rápidamente como la idea se formó en su mente, Joseph la desechó. Conseguiría lo que necesitaba de ella y luego la abandonaría aquí. No había espacio en su vida para una mujer de otro planeta, sobre todo, si le hacía sentir cosas que no quería considerar. —Cuando finalmente estemos juntos, _____, muchos mundos temblarán. —Sí, bien… —_____ hizo una pausa.
Capítulo 20
No sabiendo qué más decir, algo que sólo le pasaba con Joseph, se giró para afrontar la puerta. El pomo giró fácilmente y dio un paso dentro, hundiéndose en la alfombra Borgoña. Joseph la siguió esta vez. Los finos cabellos de su nuca se pusieron de punta, alzándose hacia él, deseando su toque. ¿Por qué respondía con tanta facilidad ante este hombre? Cuando la puerta se cerró de golpe, una campana tintineó para anunciar su presencia. Se quedaron de pie en silencio, esperando, pero nadie los saludó. No había ningún empleado en la pequeña estancia. Ningún cliente. Zarcillos de humo se elevaban del perfumado incienso a jazmín, flotando y dejando su aroma por todas partes de la desordenada habitación. La débil iluminación y las brillantes paredes le daban un ambiente místico, ayudado por la música suave y lírica que sonaba de fondo. Finalmente, una mujer de cabellos oscuros que parecía estar en la mitad de la cincuentena, se adentró en la decorada estancia. Con sus grandes ojos color avellana y prominentes pómulos, sus rasgos eran atractivos, aunque envejecidos antes de tiempo. Ella vestía pantalones negros y una blusa blanca hechos a medida, completamente en desacuerdo con su negocio de adivina. Mirándola fijamente, a _____ le venían dos palabras a la cabeza: profesional y legal. La sospecha creció al instante en la mente de _____. Joseph entendía más de magia, se recordó ella. Dijo que había una posibilidad de que este psíquico tuviera el poder que necesitaba y ella tenía que permitirle que descubriera la verdad, fuera buena o mala. —¡Hola! —Saludó la mujer—. Bienvenidos a mi humilde establecimiento —tenía el cultivado acento de una dama de buena familia inglesa—. ¿Cómo puedo ayudarles? " Joseph prescindió de bromas. —¿Posee usted el poder de abrir un vórtice? La mujer juntó sus manos y tamborileó sus uñas, de manicura perfecta, unas contra otras. —¿Exactamente en qué tipo de poder piensa usted? Rápidamente, _____ colocó una mano sobre la boca de Joseph. —¿Por qué no nos da usted la respuesta a esa pregunta? Seguramente "una vidente" profesional podría contestar una pregunta tan simple. Joseph miró con curiosidad la mano en su boca, pero no se apartó de su agarre. Él cogió su palma y la capturó en el calor de su propia mano. —No vuelvas a hacerme callar, ____ —gruñó él suavemente, las palabras susurradas sólo para ella—, a no ser que uses tu lengua. —Ah, el joven amor —suspiró la mujer. Primer error, casi dijo _____, sus dudas aumentando cada vez más. La mujer más vieja le ofreció una débil sonrisa, profundizando las arrugas de las esquinas de sus ojos. —¿No cree en lo sobrenatural, querida? —Creo en los hechos —contestó _____, tratando de ignorar que Joseph aun sostenía posesivamente su mano derecha. Simplemente, había algo completamente satisfactorio en mantener sus manos unidas, una sutil, tranquilizadora y tangible muestra de afecto. Incluso aunque él no sintiera nada por ella, nada importante de todos modos, la acción le hacía sentirse necesitada. —También yo creo en los hechos —contestó la mujer. —Entonces entenderá por qué le exijo la prueba de sus capacidades —dijo ella. Su extraterrestre no conocía nada de la Tierra, no sabía nada sobre la gente que a menudo intentaba estafar a las personas confiadas. Si esta mujer era realmente una bruja, tendría que demostrarlo. —Desde luego que lo entiendo. Siéntense, siéntense —con una ondulación delicada de la mano, la inglesa señaló hacia una pequeña mesa detrás del cuarto—. ¿Querrán algo para beber? ¿Café? ¿Té? Hasta tengo un maravilloso elixir herbario que promueve la actividad cerebral. —No, gracias —contestó _____, sacudiendo su cabeza. Aunque el elixir herbario picó su interés, no iba a relajar la guardia—. Estamos bien. Joseph la remolcó hasta la mesa. Después de que ella se sentara en medio, él comprimió sus largas piernas debajo de la pequeña y bajita mesa. La mujer tomó asiento justo delante de ellos. —Deme su palma —dijo inmediatamente a Joseph. Sus labios se tensaron y él le dirigió una cortante mirada a _____. —¿Todas las mujeres de aquí dan órdenes a un guerrero? —Ya lo creo. Ahora dale tu mano. Nubes tormentosas de furia llenaron los ojos de Joseph pero hizo lo que le pidió. La mujer se encorvó sobre su palma, remontando cada línea con una uña larga y ovalada. —Desea encontrar el camino a casa. ¿Correcto? —Sí. —No puede hacerlo solo —una declaración, no una pregunta. Ese comentario hizo que apretara su mandíbula otra vez. —Todo lo que necesita es alguien para dirigirle —dijo la mujer—. ¿Digo la verdad? —Sí. El duro tono de su voz, como un martillo que golpeaba una pared, causó que los dedos del pie _____ se curvaran, ella estuvo enormemente contenta de que su atención no estuviera dirigida hacia ella. Con interés, observó y escuchó la conversación entre Joseph y la mujer. Siempre que la inglesa hablaba, Joseph se movía incómodo en su silla. Su rostro parecía tanto furioso como triste, como si acabara de aceptar que esto no iba a funcionar, pero se aferrara a ello de todos modos por si ocurría un milagro. —Alguien puede ayudarle —decía la mujer—. Alguien le ayudará. Alguien cuyo nombre es… estoy obteniendo la visión de la letra _. Sí, sí. Alguien cuyo nombre comienza con la letra _ le devolverá a casa. ¿Conoce usted a alguien cuyo nombre comienza con _? —Sí —no pareció feliz con eso tampoco. —Bueno, bueno —siguió estudiando su mano—. Predigo que... —No necesito tus predicciones, mujer —de pronto, su furia venció a la tristeza y la esperanza—. Tengo que saber si puedes abrir un vórtice de modo que yo pueda dejar su mundo y entrar en el mío. ¿Puedes hacer eso o no? —Tiene el poder dentro de usted para ir a cualquier parte que desee. Los ojos de Joseph se estrecharon en diminutas rendijas. —No tengo el poder dentro de mí. Eso es un hecho. —Lo tiene. Tiene un poder que, de ser correctamente alimentado, puede crecer hasta ser una fuerza poderosa. La esperanza creció en sus ojos otra vez. —¿Cómo alimento mi poder? —He desarrollado una poción que atará en su interior su magia, haciendo que su carne se debilite y su espíritu interior prospere. Después de que usted beba este poderoso elixir, cantaré un cántico de fuerza y coraje sobre usted. _____ ya tenía bastante. No había ninguna maldita forma de que Joseph bebiera algo que esta mujer hubiera preparado. —Lo que buscas no está aquí, Joseph —dijo ella. Su única respuesta fue un leve, casi imperceptible asentimiento con la cabeza. —Espere un segund... —la mujer comenzó. —Por Dios —_____ gritó, cortándola—. Esto es un montón de mierda y usted lo sabe. La mayor parte de lo que dijo es tan ambiguo que no estoy segura de sí habló sobre un viaje a Disneyland o si usted recitaba el alfabeto —golpeó con la mano sobre la dura superficie de madera de la mesa—. Usted no puede ayudarle más que el Elfo Keebler podría. Admítalo. Los labios de la mujer se apretaron. —Todo lo que dije es verdad —rechinó ella—. Sólo el corazón puede dirigir a un hombre a casa. Eso, y una de mis pociones. —Pero usted simplemente dijo que alguien cuyo nombre comienza por _ podría ayudarle —indicó _____. Sus mejillas enrojecieron por la vergüenza o la cólera, _____ no lo sabía —Pensé... —Sé lo que usted pensó —_____ no esperaba sonar tan borde, pero caray, odió que alterara a Joseph—. Él me llamó _____, por lo tanto usted consiguió esa visión de la letra _. Y la cosa que usted ha... —se paró, dudando de si debía confesar los verdaderos orígenes de Joseph. Su mirada se clavó en él. Parecía tan perdido, quería volver a casa tan desesperadamente, que ella decidió que la confesión de que era un extraterrestre valía la pena, aun corriendo el riesgo de parecer que estaba loca—. La cosa que usted falló en adivinar consiste en que no hablamos de una casa emocional aquí, hablamos de otro planeta. —Entonces, son extraterrestres, ¿verdad? —preguntó la mujer sin inmutarse, como si ella hubiera oído esa afirmación un millón de veces antes—. Lo sabía desde el momento en que entraron —sacó una botella pequeña y oscura de su bolsillo—. Beba esto y usted verá.... ¡Argh! _____ saltó, sus puños apretados con fuerza. —Puede coger sus pociones y metérselas por donde... —Suficiente. La voz e Joseph retumbó en las paredes. Todo se calmó al instante. —Es hora de marcharse, _____ —no esperó su respuesta. Simplemente se puso en pie y salió silenciosamente del edificio.
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| | | yhamrzLovato Me Gustan Los Jonas!
Cantidad de envíos : 214 Edad : 29 Localización : Joelandia city =P Fecha de inscripción : 06/01/2010
| Tema: Re: El príncipe de piedra. {Joe & tu} Junio 30th 2011, 00:27 | |
| Siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa no la dejes asii....
me presento soy carhem de Venezuela y amo tu nove *-* no puedo dejar de pensar y desear tener una estatua de piedra que cobre vida *-*
hahaha siguelaa muy buena web | |
| | | nobodyisperfect! Comprometida Con...
Cantidad de envíos : 845 Fecha de inscripción : 07/02/2011
| Tema: Re: El príncipe de piedra. {Joe & tu} Junio 30th 2011, 09:39 | |
| ufff como que se puso molesta jajaja siguela me encanta y vyuendo hay beso? yoq uieor beso siguela | |
| | | OrgasmoJonaS♥ Hipermegaultrasuper Fan de los Jonas
Cantidad de envíos : 11334 Edad : 30 Localización : En Jobroslandiia- JooNas <3 Edo- Miranda (: Fecha de inscripción : 15/10/2008
| Tema: Re: El príncipe de piedra. {Joe & tu} Junio 30th 2011, 09:40 | |
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| | | OrgasmoJonaS♥ Hipermegaultrasuper Fan de los Jonas
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| Tema: Re: El príncipe de piedra. {Joe & tu} Junio 30th 2011, 09:41 | |
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| | | OrgasmoJonaS♥ Hipermegaultrasuper Fan de los Jonas
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| Tema: Re: El príncipe de piedra. {Joe & tu} Junio 30th 2011, 09:41 | |
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| Tema: Re: El príncipe de piedra. {Joe & tu} Junio 30th 2011, 09:41 | |
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| Tema: Re: El príncipe de piedra. {Joe & tu} Junio 30th 2011, 09:46 | |
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| Tema: Re: El príncipe de piedra. {Joe & tu} Junio 30th 2011, 09:51 | |
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| Tema: Re: El príncipe de piedra. {Joe & tu} Junio 30th 2011, 09:56 | |
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| Tema: Re: El príncipe de piedra. {Joe & tu} Junio 30th 2011, 10:08 | |
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| Tema: Re: El príncipe de piedra. {Joe & tu} Junio 30th 2011, 10:08 | |
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| | | OrgasmoJonaS♥ Hipermegaultrasuper Fan de los Jonas
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| Tema: Re: El príncipe de piedra. {Joe & tu} Junio 30th 2011, 10:10 | |
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| | | Maxine Casada Con
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| Tema: Re: El príncipe de piedra. {Joe & tu} Junio 30th 2011, 17:48 | |
| nicole!! siguelaa esta geniaal
ame los caaps
jaja _____ asi o mas molesta o.O
con la letra _ como puede ayudar a Joe ? o.O
aaah siguelaaa
que pasaraaa! aaah
____ le dira eso de que ama a joe y que es mentira! o.O D:???? Joe le confesara qe la empieza a kerer D: ??
aaaaah Siguelaaaaaaa esta bn buenaaaa aaaa
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