prologo
Del periódico "The Evening Gazette", Fleet Street, Londres, 1814:
Las autoridades informaron hoy al Ministerio del Interior que la investigación sobre el incendio que se cobró la vida de Philip, Conde de Calverton, y de su joven esposa fue por causa accidental. El largo retraso que separó el triste fallecimiento de Su Señoría y el fallo final sobre el caso se debió a los atroces daños causados por la espantosa conflagración.
El gobernante del condado, el Honorable Lord Lieutenant Matthew fortescue, informó al secretario que en su opinión, un tronco cayó sobre un tapete en la habitación de Su Señoría y eso ocasionó la humareda que asfixió al conde y a su esposa. La intensa llamarada devoró gran parte del ala este del Coto de Caza Calverton y les dejó muy poco a los investigadores de esta tragedia.
El heredero de la hacienda Calverton -anteriormente el Coronel Joseph Jonas, ahora el Séptimo Conde- fue traído del Continente europeo, donde estaba prestando servicio bajo las órdenes del Duque de Wellington y donde recibió distinciones por su conducta. Éstas son sus propias palabras:
"Estoy sorprendido y entristecido por el fallecimiento de Su Señoría. A pesar de que no tenía conocimiento acerca de su matrimonio, por supuesto hago extensivas mis condolencias a la familia de su esposa. Aprecio profundamente el honor de haber recibido el pésame de Su Alteza Real".
La fecha prevista para el regreso del Séptimo Conde a sus tierras natales es el mes siguiente, justo a tiempo para la temporada. Hijo de un familiar muy lejano de la línea Calverton, este distinguido soldado seguramente apreciará el agradable cambio de situación. El pueblo espera ansioso su llegada. El Coronel Jonas no está casado y se lo sabe apuesto. Nos preguntamos si las estrategias militares que él ha desarrollado para nuestro valiente y noble Wellington pueden compararse con las estrategias
románticas que sin duda desarrollará el sexo opuesto.
Un par de manos delgadas doblaron el periódico y lo volvió a dejar sobre la mesa.
El bullicio de otro día londinense era constante bajo la ventana, pero la persona que estaba en la habitación no se movió.
El adornado espejo de la pared de enfrente reflejaba a un muchacho delgado, con una vestimenta sin ninguna particularidad. Una camisa desgreñada colgaba por fuera de un par de pantalones de montar desgastados, y había una chaqueta oscura tirada sobre una silla cercana. Su cabello largo y dorado estaba atado en un práctico nudo, y las mejillas del muchacho eran suaves y no mostraban ningún indicio de barba.
Una risa ronca retumbó afuera de la habitación. Era temprano aún, pero aquí, en las habitaciones elegantemente eróticas de Beaulieu Crescent Nº 14, las mujeres estaban agitadas. Pronto sus clientes se agolparían en las calles de Londres y, pocas horas después del atardecer, toda la mansión estaría viva y llena de buscadores de placer.
La figura se levantó y cruzó la habitación para mirar, por entre las columnas de piedra de la ventana, hacia la calle principal debajo. Algún que otro carruaje pasaba haciendo ruido, así como lo hacían algunos vendedores ambulantes que habían hecho ya sus entregas diarias.
Por el momento, todo estaba como era debido. La figura se encogió de hombros. Para un esbozo de muchacho llamado Charlie, que había pasado los últimos años trabajando silenciosamente en la "Crescent", como era conocido el lugar, esta era una mañana común y corriente.
Para ______, la Condesa de Calverton y viuda del Sexto Conde, este podía ser el día en que comenzarían sus problemas.
Era muy poco probable que al Coronel Joseph Jonas le agradara enterarse de que la Señora ______ y Charlie de la Crescent fueran la misma persona. Y se sentiría aún más molesto al saber que, desde ayer, la Condesa, viuda de título, era ahora la dueña de una casa de mala fama.
Pero lo que le haría hervir la sangre realmente sería saber que esta misma viuda muy probablemente había asesinado al Sexto Conde