|
| mi adorable bribona :3 | |
|
+12Isab3lx 0016melanie aandii_ Ninaa karlha_nick mele Allison de joe jOonas.. Floopii.xoxo It's Licsa! ♥ isis de jonas EmmyChiiang* Karla~Lovato^^ 16 participantes | |
Autor | Mensaje |
---|
Karla~Lovato^^ Casada Con
Cantidad de envíos : 1960 Edad : 27 Fecha de inscripción : 06/09/2010
| Tema: mi adorable bribona :3 Noviembre 5th 2010, 21:41 | |
| Capítulo 1
Nicholas Jonas ya había estado antes en algunas tabernas de mala reputación, pero aquélla era probablemente la peor. No era de extrañar, puesto que se encontraba en el límite del que era posiblemente el peor suburbio de Londres, un vecindario ocupado por ladrones y asesinos, prostitutas y pandillas de golfillos huérfanos que sin duda estaban siendo adiestrados para convertirse en la siguiente generación de delincuentes de Londres. De hecho, no se atrevía a adentrarse en el corazón de aquel sector. De hacerlo, probablemente su familia no volvería a saber más de él. Pero aquella taberna, en la frontera misma de esa guarida de malhechores, estaba allí para que los tipos confiados entraran, se tomaran unas copas y les robaran la cartera o, si eran lo bastante estúpidos, alquilaran una habitación para pasar la noche donde se lo quitarían todo, ropa incluida. Nick había alquilado una habitación. No sólo eso: había derrochado su dinero pródigamente, invitando a una ronda a los pocos clientes de la taberna y dando la impresión de ser bastante despistado. Había creado deliberadamente todas las circunstancias para que le hicieran víctima de un robo. Pero para eso él y su amigo Percy habían ido allí: para capturar un ladrón. Asombrosamente, por una vez Percy Alden mantenía la boca cerrada. Era parlanchín por naturaleza, y además bastante atolondrado. El hecho de que Percy estuviera tan callado durante aquel insólito paseo daba fe de su nerviosismo. Era comprensible. Si bien Nick podía sentirse como pez en el agua en aquel ambiente, al haber nacido y haberse criado en una taberna hasta que su padre dio con él cuando tenía dieciséis años, Percy pertenecía a la sociedad elegante. Nick había heredado más o menos a Percy cuando los dos mejores amigos de éste, Joseph Eden y el propio primo de Nick, Derek Jonas, optaron por una vida hogareña y se dejaron domesticar. Derek había tomado a Nick bajo su protección cuando éste y su padre, James, regresaron a Londres una vez que James puso fin al largo distanciamiento de su familia, de modo que era bastante normal que ahora Percy considerara a Nick su mejor acompañante para las distracciones del tipo menos hogareño. A Nick no le importaba. Después de ocho años de estrecha amistad con Percy, le tenía mucho cariño. Si no le apreciara, seguramente no se habría ofrecido a sacar a Percy del último aprieto en que se había metido, al dejarse desplumar por uno de los amigos jugadores de lord Crandle durante una reunión celebrada el anterior fin de semana. Había perdido tres mil libras, su coche y no una sino dos reliquias de familia. Le habían emborrachado hasta el punto de que ni siquiera se acordaba de ello, pero uno de los invitados se compadeció de él al día siguiente y le contó todo lo ocurrido. Percy se había sentido muy desgraciado, y con razón. Perder el dinero y el coche era un justo castigo por haber sido tan crédulo, pero las dos sortijas eran algo muy distinto. Una de ellas tenía tantos años que era el sello de la familia, y la otra, bastante valiosa por sus gemas, llevaba cinco generaciones perteneciendo a su linaje. A Percy no se le habría ocurrido nunca ofrecerlas como prenda para una apuesta de juego. Seguramente lo habrían coaccionado, incitado o embaucado de alguna manera para que las pusiera sobre la mesa. Ahora todo eso pertenecía a lord John Heddings, y Percy se puso fuera de sí cuando Heddings se negó a venderle las sortijas. El lord no necesitaba dinero. Tampoco necesitaba el coche. Debió de considerar las sortijas como trofeos, un testimonio de su habilidad en el juego. O más probablemente un testimonio de su habilidad para hacer trampas, pero Nick era incapaz de demostrarlo porque no había estado allí para verlo. Si Heddings fuese un tipo decente, habría mandado a Percy a la cama en lugar de seguir sirviéndole más copas y aceptar que apostara las sortijas. Si fuese un tipo decente, habría dejado que Percy las rescatara a cambio de su valor. Percy se había mostrado dispuesto incluso a pagar más de lo que valían. A fin de cuentas no era pobre, puesto que ya había entrado en posesión de su herencia al morir su padre. Pero a Heddings no le apetecía hacer lo que era decente. En lugar de eso se había mostrado irritado por la insistencia de Percy y francamente desagradable al final, amenazándole con daños físicos si no dejaba de molestarle. Esto es lo que había fastidiado a Nick lo suficiente como para proponer aquella solución. Al fin y al cabo, Percy estaba convencido de que su madre iba a repudiarle por haberse jugado las joyas. Había estado evitándola desde entonces, a fin de que no reparara en que las sortijas habían desaparecido de sus dedos. Desde que se habían retirado a la habitación del piso alto de la taberna, habían intentado robarles tres veces. Intentos chapuceros todos ellos, y después del último, Percy empezaba a perder la esperanza de encontrar un ladrón que pudiera llevar a cabo la misión que querían encomendarle. Nick tenía más fe. Tres intentos en dos horas significaba que habría muchos más antes de que terminara la noche. La puerta volvió a abrirse. No había luz en la habitación. Tampoco en el pasillo. Si el nuevo ladrón era experto, no necesitaría luz: esperaría a que sus ojos se adaptaran a la oscuridad. Se oyeron unas pisadas, un poco demasiado ruidosas. Se encendió una cerilla. Nick suspiró y, con un movimiento rápido, se levantó de la butaca en la que montaba guardia junto a la puerta. Lo hizo con más sigilo que el empleado por el ladrón para entrar en la habitación y le cortó el paso. Nick era un hombretón, por lo menos comparado con el bajito ratero, pero aun así era lo bastante grande como para propinar una tremenda paliza al pilluelo, quien salió corriendo de inmediato por donde había venido. Nick cerró de un portazo. Todavía no estaba desalentado. La noche era joven. Los ladrones aún harían otras intentonas. Y, si era necesario, retendría a uno de ellos hasta que aceptaran traerle al mejor. Percy, en cambio, perdía rápidamente la esperanza. Ahora estaba sentado en la cama, con la espalda apoyada en la pared; la mera idea de meterse entre aquellas sábanas le horrorizaba. Pero Nick había insistido en que se acostara, para por lo menos dar la impresión de que estaba dormido, de modo que accedió de mala gana a echarse sobre el cubrecama. ―Tiene que haber un modo más fácil de contratar un ladrón ―se quejó Percy―. ¿No cuentan con una agencia para estos menesteres? Nick contuvo las ganas de reír. ―Paciencia, viejo amigo. Ya te advertí que esto probablemente nos llevaría toda la noche. ―Deberíamos habérselo encargado a tu padre ―murmuró Percy. ― ¿Qué has dicho? ―Nada, muchacho, nada en absoluto.
Nick sacudió la cabeza, pero no abrió la boca. La verdad era que no se podía reprochar a Percy que dudara de que Nick fuera capaz de manejar aquel embrollo por su cuenta. Al fin y al cabo, Nick era nueve años más joven que él, y Percy, atolondrado como era e incapaz de guardar un secreto, nunca había sido informado del verdadero origen de su amigo. Residir y trabajar en una taberna durante los primeros dieciséis años de su vida habían conferido a Nick algunos talentos insospechados: una tolerancia a los licores fuertes que había llegado hasta el extremo de que bebiendo podía tumbar a sus amigos mientras él seguía estando prácticamente sobrio; una forma de luchar que podía recurrir al juego sucio en caso necesario, y una extraordinaria capacidad para distinguir un verdadero peligro de una simple contrariedad. Pero su educación poco ortodoxa no terminó cuando su padre descubrió su existencia y le recogió. No, en aquella época James Malory seguía distanciado de su numerosa familia y llevaba la vida despreocupada de un pirata en el Caribe, o un «caballero» pirata, como prefería que le llamaran. Y la variopinta pandilla de James se hizo cargo de Nick y le enseñó todavía más cosas que un muchacho de su edad no habría aprendido nunca. Pero Percy no sabía nada de eso. Lo único que Nick le había permitido ver era lo que saltaba a la vista, su encanto de pillastre, ya no tan pillastre a los veinticinco años, pero todavía encantador, y tan guapo que no podía entrar en una estancia sin que todas las mujeres que la ocupaban se enamorasen un poco de él. Aparte de las mujeres de su familia, desde luego, que sencillamente le adoraban. Nick se parecía físicamente a su tío Anthony; de hecho, todo aquel que le veía por vez primera le tomaba por hijo de Tony y no de James. Como su tío, era alto y ancho de espaldas, estrecho de cintura y de caderas, y tenía las piernas largas. Ambos poseían una boca grande y una mandíbula fuerte y arrogante, además de una nariz aguileña y elegante, un cutis atezado y un pelo negro y abundante. Pero los ojos eran el rasgo más revelador, una característica de sólo unos pocos Malory: de color azul purísimo, con párpados gruesos, y de una forma ligeramente almendrada que les daba un aire exótico, enmarcados por pestañas negras y cejas bien marcadas. Solía rumorearse que esos ojos de gitano los había heredado de su bisabuela, Anastasia Stephanoff, de quien la familia había averiguado justo el año anterior que en realidad era medio cíngara. Tanto cautivó Anastasia a Christopher Jonas, el primer marqués de Haverston, que se casó con ella al segundo día de conocerse. Pero ésa era una historia que la familia mantenía celosamente en secreto. Era bastante comprensible que Percy hubiera querido que, en lugar de Nick, le ayudara el padre de éste. ¿Acaso su mejor amigo, Derek, no había acudido directamente a James cuando había tenido problemas delicados? Puede que Percy no conociera el pasado filibustero de James, ¿pero quién no sabía que James Malory había sido uno de los calaveras más célebres de Londres antes de hacerse a la mar, y que casi nadie se atrevía a desafiar a James, antes o ahora, tanto en el cuadrilátero como en el campo del honor? Percy había vuelto a tenderse en la cama para fingir que dormía. Al cabo de unos cuantos murmullos, giros y cambios de postura, se quedó quieto esperando la siguiente intrusión. Nick dudaba en decirle a su amigo que, de haberle encargado aquel asunto a su padre, no habría conseguido nada, pues James se había apresurado a ir a Haverston a visitar a su hermano Jasón al día siguiente de que Nick recibiera como regalo su nueva residencia urbana. Estaba seguro de que su padre se había ido al campo para pasar allí una semana o dos por miedo a que Nick le obligara a acompañarle a comprar muebles. A Nick por poco no le pasa desapercibida la sombra que avanzaba furtivamente por la habitación en dirección a la cama. Esta vez no había oído abrirse la puerta, ni tampoco cerrarse, no había oído nada. Si los ocupantes de la habitación hubiesen estado dormidos, como era de esperar, la aparición de aquel intruso no los habría despertado. Nick sonrió para sí justo antes de encender una cerilla y acercarla a la vela situada sobre la mesa que había colocado junto a su butaca. La mirada del ladrón se fijó en él al instante. Pero Nick no se movió, sino que continuó sentado muy tranquilo. El ratero ignoraba que Nick era capaz de moverse a la velocidad del rayo para impedirle la huida en caso necesario. Pero tampoco él se movió, pues estaba visiblemente paralizado por la sorpresa de haber sido descubierto. ―Oh, vaya. ―Percy levantó la cabeza―. ¿Hemos tenido suerte por fin? ―Eso creo ―replicó Nick―. No le he oído en absoluto. Es nuestro hombre, o quizá nuestro muchacho. El ladrón empezaba a sobreponerse a su sorpresa y probablemente no le gustó lo que estaba oyendo, a juzgar por la mirada de recelo que dirigió a Nick. Éste no hizo caso. Primero se cercioró de que el caco no llevara ninguna arma. Desde luego, Nick llevaba las suyas escondidas, una pistola en cada bolsillo del abrigo, de modo que el hecho de que no viera ninguna no implicaba que el muchacho no estuviera armado. Este ladrón era mucho más alto que los sinvergüenzas anteriores que habían intentado robarles, y además flaco, probablemente no contaba más de quince o dieciséis años, a juzgar por la tersura de sus mejillas. Su pelo rizado y corto era de un rubio tan claro que parecía casi blanco. Llevaba un sombrero negro deformado que debió de estar de moda varios siglos atrás. Vestía una chaqueta de terciopelo verde oscuro, sin duda robada y de aspecto bastante mugriento, como si hubiera dormido mucho con ella puesta. Debajo asomaba una camisa blanca descolorida con algunos frunces en el cuello, pantalones negros demasiado largos, y no llevaba zapatos. Un chico listo: no era extraño que no hubiera hecho todavía ni el menor ruido. Un atuendo muy llamativo para tratarse de un ladrón, pero probablemente porque era un joven muy guapo. Y desde luego ya se había repuesto de su sorpresa. Nick adivinó al segundo cuándo se movería y llegó antes que él a la puerta, en la que se apoyó con los brazos cruzados sobre el pecho. Esbozó una sonrisa. ―No debes irte todavía, muchacho. No has oído nuestra propuesta. El ratero volvía a estar boquiabierto, podría ser por la sonrisa de Nick, aunque se debía más probablemente a su rapidez para llegar primero a la puerta. Pero Percy se dio cuenta de su expresión y se quejó. ―Maldita sea, te está mirando como lo hacen las chicas. Lo que necesitamos es un hombre, no un niño. ―La edad es irrelevante, viejo amigo ―respondió Nick―. Lo que necesitamos es habilidad, por lo que la envoltura con que se presenta no importa demasiado. El muchacho, sonrojándose, pareció ofenderse y mirando ceñudo a Percy, habló por primera vez: ―No he visto nunca un ricachón tan lindo, eso es «to» ―dijo con acento cockney. La palabra «lindo» hizo reír a Percy. Pero a Nick no le pareció divertido. El último hombre que le había llamado lindo había perdido unos cuantos dientes por ello. ―Mira quién habla, con esa cara de niña ―dijo Nick. ―La tiene, ¿verdad? ―admitió Percy―. Deberías dejarte crecer la barba en esas mejillas, por lo menos hasta que tu voz baje una o dos octavas. El chico volvió a sonrojarse y murmuró de forma audible: ―No me crecerá... todavía. Sólo tengo quince años, creo. Sólo que soy alto «pa» mi edad
Nick se sentía inclinado a compadecerse del muchacho por ese «creo», que implicaba que no sabía en qué año había nacido, como solía suceder a los huérfanos. Pero había reparado en dos cosas al mismo tiempo. Al principio la voz del chico era aguda, y luego se hizo más grave antes de que terminara de hablar, como si estuviera pasando por esa etapa difícil en la vida de un muchacho en la que su voz empieza a adoptar el tono más grave de la virilidad. Y, sin embargo, a Nick no le pareció que ese cambio fuese natural; había sonado demasiado artificial. Pero lo segundo que advirtió tras una observación más detenida fue que el muchacho no sólo era guapo, sino francamente bello. Lo mismo habría podido decirse de Nick cuando tenía esa edad, salvo que la apostura de éste era decididamente masculina, mientras que la belleza de aquel chico era indudablemente femenina. Las mejillas tersas, los labios carnosos, la naricita respingona..., pero había mucho más. La barbilla era demasiado frágil, el cuello demasiado delgado, incluso la postura resultaba harto elocuente, por lo menos para un hombre que conocía tan bien a las mujeres como Nick. Con todo, Nick no habría sacado la conclusión a la que llegó, por lo menos no tan pronto, si su propia madrastra no hubiera utilizado la misma estratagema cuando conoció a su padre. Estaba loca por regresar a América, y al parecer no había tenido más remedio que enrolarse como grumete de James. Desde luego, éste supo desde el principio que no era un chico y, según contaba, se había divertido de lo lindo fingiendo creer que era un muchacho. Nick podía equivocarse en este caso. Existía esa remota posibilidad. Y, sin embargo, rara vez se equivocaba en lo que concernía a las mujeres. Pero no había ninguna necesidad de desenmascararla. Fuera cual fuese el motivo que tenía para ocultar su sexo, era asunto suyo. Nick podía sentir curiosidad, pero había aprendido hacía mucho tiempo que la paciencia daba los mejores frutos. Y además, sólo necesitaban una cosa de ella: sus habilidades. ― ¿Cómo te llaman, jovenzuelo? ―preguntó Nick. ―Eso no te importa. ―No creo que sepa todavía qué le vamos a hacer un gran favor ―terció Percy. ―Me habéis tendido una trampa... ―No, no, plantéatelo como una oportunidad de trabajo ―corrigió Percy. ―Una trampa ―insistió el ladrón―. Y no necesito «pa na» lo que podáis proponerme. Nick arqueó una de sus negras cejas. ― ¿No sientes ni siquiera una pizca de curiosidad? ―No ―dijo el ladronzuelo con obstinación. ―Qué lástima. Lo bueno que tienen las trampas es... que no puedes escaparte a menos que te dejen salir. ¿Tenemos pinta de dejarte salir de ésta? ―Tenéis pinta de haber perdido la chaveta. No creeréis que estoy solo, ¿«verda »? Vendrán a buscarme si no vuelvo cuando me esperan. ― ¿Quién? La pregunta de Nick no obtuvo más respuesta que otra mirada colérica. Nick se encogió de hombros, impertérrito. No dudaba que la muchacha formaba parte de una banda de ladrones, la misma que había estado mandando sistemáticamente a sus miembros, uno tras otro, para robar al confiado burgués que se había metido en su territorio. Pero dudaba que vinieran a buscarla. Estarían más interesados en hacerse con la gruesa cartera, antes de plantearse rescatarla. Si acaso, supondrían que este intento había fracasado, que la habían capturado, dejado fuera de combate o eliminado, y no tardarían en mandar al siguiente ladrón. Lo cual significaba que debían dar por concluido el asunto y marcharse, ahora que tenían su presa, de modo que Nick dijo en tono simpático: ―Siéntate, jovenzuelo, y te explicaré para qué te has ofrecido voluntario. ―Yo no me he ofrecido vo... ―Lo has hecho. Tan pronto como has entrado por esa puerta te has ofrecido voluntario. ―Me he «equivocao» de habitación ―trató de aseverar el ratero―. ¿Vosotros no habéis «entrao» nunca en una habitación por equivocación? ―Desde luego, pero normalmente con los zapatos puestos ―dijo Nick irónicamente. Ella volvió a sonrojarse y soltó una palabrota. Nick bostezó. Por mucho que le gustara jugar al gato y al ratón, no quería que aquello durase toda la noche. Y todavía tenían un buen trecho que recorrer hasta la casa de campo de Heddings. Infundió un tono severo a su voz cuando ordenó: ―Siéntate, o te sentaré yo en esa butaca... Nick ni siquiera tuvo que acabar la frase. La muchacha corrió hacia el asiento y prácticamente se abalanzó sobre él. Era evidente que no quería que la tocara. Nick contuvo otra sonrisa cuando se apartó de la puerta para situarse frente a la joven. Percy, sorprendentemente, aportó un poco de lógica a la situación: ―Digo yo que podríamos explicárselo por el camino, ¿no? Tenemos a nuestro hombre. ¿Hay algún otro motivo para permanecer en este horrible alojamiento un minuto más? ―Tienes razón. Tráeme algo con que atarle. ― ¿Qué? ―Algo para atarle. ¿O no te has dado cuenta de que nuestro ladrón no está nada dispuesto a colaborar... todavía? En aquel momento su ladrón echó a correr desesperadamente hacia la puerta.
FIN DEL CAPÍTULO 1
porfavor comenten | |
| | | EmmyChiiang* Novia De..
Cantidad de envíos : 668 Edad : 28 Localización : Fight dragons w' ma'Danger in DR' babe..! ;) Fecha de inscripción : 02/07/2010
| Tema: Re: mi adorable bribona :3 Noviembre 6th 2010, 06:01 | |
| Woow me encanto el caap..!! Espero q la sigas prontooo..!!! | |
| | | Karla~Lovato^^ Casada Con
Cantidad de envíos : 1960 Edad : 27 Fecha de inscripción : 06/09/2010
| Tema: Re: mi adorable bribona :3 Noviembre 6th 2010, 08:02 | |
| comunicado a las lectoras fantasmas: porfavor comenten me hace sentir mal ver que no tengo muchos comentarios porque yo desobedesco el horario que me ponen para usar la lap adaptando esto y sin comentrios pienso de que vale la pena arriesgarme a un castigo si ahi solo una persona a la que le gusta esto asi que porfavor comenten | |
| | | isis de jonas Nuev@
Cantidad de envíos : 20 Edad : 30 Localización : en alguna parte del mundo... Fecha de inscripción : 02/08/2010
| Tema: Re: mi adorable bribona :3 Noviembre 6th 2010, 09:44 | |
| hola acabo de leer el cap y esta super porfa siguela
| |
| | | It's Licsa! ♥ Amo A Los Jonas Brothers!
Cantidad de envíos : 2833 Edad : 27 Localización : De paseo por la sede de Intrepidez. Fecha de inscripción : 20/08/2010
| Tema: Re: mi adorable bribona :3 Noviembre 6th 2010, 12:42 | |
| Hola... ehm... tu nove esta genial La adaptacion me gusta mucho... siguela | |
| | | Karla~Lovato^^ Casada Con
Cantidad de envíos : 1960 Edad : 27 Fecha de inscripción : 06/09/2010
| Tema: Re: mi adorable bribona :3 Noviembre 6th 2010, 22:21 | |
| Capítulo 2
Nick sabía que iba a ocurrir, que intentaría de nuevo huir de ellos antes de que fuese demasiado tarde. Lo había visto en sus ojos un instante antes de que pasara por su lado como una exhalación. Pero él llegó a la puerta antes de que la muchacha pudiera abrirla y, en lugar de apoyarse contra el batiente para impedirle salir, decidió averiguar resueltamente si tenía razón sobre su sexo y desde detrás la rodeó con sus brazos. Estaba en lo cierto. Notó unos pechos femeninos debajo de sus antebrazos, unos pechos comprimidos para ocultar su forma, pero inconfundibles al tacto. La joven no se quedó inmóvil. Se volvió, y desde luego eso fue todavía mejor, porque él seguía teniéndola abrazada. Lo último que esperaba encontrarse aquella noche era una chica bonita debatiéndose entre sus brazos. Ahora que estaba seguro de que era una chica, se estaba divirtiendo de lo lindo. ―Creo que debería registrarte para ver si llevas armas ―dijo Nick con voz ronca―. Sí, claro que debería. ―No llevo... ―empezó a afirmar ella, pero lanzó una exclamación ahogada cuando las manos de él se deslizaron por su trasero y se quedaron allí. En lugar de registrarle los bolsillos como había insinuado, Nick le dio un suave apretón en cada nalga. Las tenía suaves y tersas, y de repente sintió el impulso de hacer algo más que tocarla; deseaba atraer firmemente sus caderas hacia sí, bajarle aquellos pantalones ridículos que llevaba puestos, pasarle los dedos por la piel desnuda y entrar en su calor húmedo. No podía estar en mejor posición para hacerlo, rodeando con las manos aquel delicioso trasero. Pero ya se estaba poniendo a la altura de las circunstancias, por así decirlo, y no quería que ella notara el efecto que le causaba. ― ¿Servirá esto? ―preguntó Percy, recordando a Nick que no estaba solo con la chica. Suspirando, Nick volvió al asunto que les ocupaba, arrastró a la ladrona hacia la butaca y la hizo sentarse de un empujón. Se inclinó sobre ella, apoyando las manos en los brazos del asiento, y susurró: ―Quédate aquí a menos que quieras sentir mis manos sobre todo tu cuerpo. Estuvo a punto de echarse a reír al verla inmovilizarse. Pero la mirada irritada que la muchacha le lanzó prometía un justo castigo. Nick no la creía capaz de hacer nada parecido, pero probablemente ella sí lo creía. Cuando miró hacia atrás vio que Percy había rasgado la sábana, encontrándole por lo menos una buena utilidad, y sujetaba en la mano unas cuantas tiras de tela. ―Servirán perfectamente, tráelas ―dijo Nick. Hubiera debido dejar que Percy realizara la tarea, pero no lo hizo. Y aunque procuró no tocar a la chica más de lo necesario, era un hombre que adoraba a las mujeres y no pudo contenerse. Le sujetó ambas manos con una de las suyas mientras ataba una tira de tela alrededor de sus muñecas. Ella tenía las manos calientes y húmedas por el miedo. No podía saber que ellos no querían hacerle ningún daño, por lo que su miedo era lógico. Nick podría haberla tranquilizado, pero Percy tenía razón: debían abandonar el lugar antes de que apareciera el siguiente ladrón, de modo que las explicaciones podían esperar. Luego le puso la mordaza, y no le importó para nada inclinarse sobre ella para atársela en la nuca. Probablemente debería haberle atado las manos a la espalda, pero no tuvo valor para incomodarla más de lo necesario. No se esperaba el puñetazo que recibió en el vientre, aunque no le molestó demasiado porque la situación en la que ahora se encontraba la chica le impedía golpear con fuerza. Sin embargo, no se fió en absoluto de las piernas de la ladrona. Agacharse para atarle los tobillos le habría situado en una postura idónea para recibir un puntapié que lo habría tumbado, por lo que en vez de eso se sentó en el brazo de la butaca y le levantó ambas piernas apoyándolas en su regazo. Ella soltó un chillido bajo la mordaza, pero luego volvió a guardar silencio y se quedó quieta. Llevaba pantalones y calcetines largos, de modo que no había piel al descubierto que tocar. Pero el mero hecho de sentir esas piernas sobre sus rodillas afectó intensamente a Nick, mucho más de lo que debería. Cuando hubo terminado la miró, y había tanta pasión en sus ojos que la muchacha no habría albergado ninguna duda de que él la había descubierto pese a su disfraz... si se hubiera tomado la molestia de mirarle. Pero no lo hizo. Intentaba liberar las muñecas de las ataduras y casi lo había conseguido. Nick colocó una mano sobre las suyas y dijo: ―No lo hagas, o en vez de ser mi amigo quien te saque de aquí lo haré yo. ― ¿Qué? ¿Por qué yo? ―se quejó Percy―. Tú eres el más fuerte con mucho. No me importa reconocerlo, desde luego que no, sobre todo cuando es tan evidente. Por más que a Nick le encantaría llevar a la chica, tenía que ser prudente de momento. ―Porque uno de los dos tiene que asegurarse de que nadie ponga objeciones cuando nos vean marcharnos con este muchacho. Y si bien tú podrías hacerlo, viejo amigo, dudo que te divirtieras tanto como yo. ― ¿Objeciones? ―dijo Percy, incómodo. ―No vamos a pasear los tres precisamente cogidos del brazo. Comprendiendo ahora la situación, Percy dijo abruptamente: ―Tienes razón. No sé en qué estaba pensando. A ti se te da mucho mejor romper crismas. Nick se contuvo para no echarse a reír, pues probablemente Percy no había roto la crisma a nadie en su vida. No se toparon con demasiada resistencia. Sólo el tabernero se encontraba todavía abajo, un tipo grande y feo que probablemente haría retroceder a cualquiera con tan sólo mirarle. ―Eh, vosotros, ¿adónde vais con ese equipaje? ―gruñó. ―Este «equipaje» ha intentado robarnos ―replicó Nick, tratando por el momento de resolver el asunto de forma pacífica. ― ¿Ah sí? Entonces matarle o dejarle, pero no le llevaréis a la patrulla. No quiero que ningún poli meta las narices aquí. Nick lo intentó por última vez. ―No tenemos intención alguna de visitar a las autoridades por esta cuestión, amigo. Y este «equipaje» será devuelto por la mañana, y no en peores condiciones. El hombretón comenzó a rodear la barra pesadamente con la intención de cerrarles el paso. ―Aquí tenemos unas reglas, patrón. Lo que hay aquí se queda aquí, si entiendes lo que quiero decir. ―Oh, lo entiendo perfectamente. Y también tenemos reglas allí donde vengo. A veces no necesitan explicación alguna, si entiendes lo que quiero decir. Nick no se veía capaz de romper una crisma tan grande como aquélla, por lo que se limitó a sacar una de sus pistolas y a encañonar con ella la cara del tipo. Fue una acción muy eficaz. El hombre levantó los brazos y empezó a recular. ―Chico listo ―prosiguió Nick―. Ahora podrás quedarte con tu ladrón... ―No es mío ―creyó oportuno mencionar el fornido tabernero. ―Da lo mismo ―replicó Nick, encaminándose hacia la puerta ―. Te lo devolveremos tan pronto como hayamos concluido nuestro negocio con él. Nadie trató de impedirles que abandonaran el lugar. Y la única persona con la que se toparon a aquella avanzada hora de la madrugada fue una vieja borracha que en cuanto les vio todavía tuvo suficiente sentido común para cruzar al otro lado de la calle a fin de evitarles. Pero después de recorrer cuatro manzanas cargando con la ladrona atada sobre los hombros, Percy estaba sin aliento. No habían querido que el cochero les esperara cerca de la taberna por motivos obvios, básicamente porque ya no habría estado allí cuando hubieran resuelto marcharse. Dejaron el carruaje a cuatro manzanas de distancia, en una zona más segura y mejor iluminada, les había parecido un lugar razonable, pero quedaba un poco lejos para trasladar a su ratero. Así pues, no es de extrañar que al llegar allí Percy dejara caer su carga en el suelo del coche sin excesiva delicadeza, debido al cansancio. Subiendo detrás de Percy, Nick se dio cuenta de que tendría que volver a tocar a la muchacha para colocarla en el asiento. Había tratado de evitar la tentación dejando que la acarreara Percy. El propio Nick hubiera podido cargar con ella y barrer cualquier obstáculo que se interpusiera en el camino. Pero había cedido la tarea a Percy porque ya había comprobado el efecto que le producía tocar a la muchacha. Mirar era una cosa. No afectaba a un hombre que se dejara llevar por las mujeres. Tocar, en cambio, era algo mucho más íntimo, y Nick reaccionaba a la intimidad de un modo puramente lascivo. Y la verdad era que no quería tocar a aquella chica. Era bonita, sí, pero era una ladrona, probablemente criada en el hampa o en lugares peores. Sus hábitos personales debían de estar tan por debajo de los de él que ni siquiera merecía la pena considerarlos. Pero no le quedaba otro remedio. El pobre Percy estaba sin duda tan cansado como parecía. Sin embargo, antes de que Nick pusiera las manos sobre la muchacha, se dio cuenta de que había estado tanto rato contemplado su dilema que el carruaje ya estaba en camino, las afueras de la ciudad ya estaban a la vista y ahora sería sencillo impedir que su presa se escapara. Así pues, se limitaría a desatarla y ella podría acomodarse en el asiento. Procedió a desatarla, primero los pies, que eran condenadamente bonitos. Luego las manos. No tocó la mordaza. Ahora podía quitársela ella misma, cosa que la chica hizo con celeridad. También le propinó un rápido puñetazo tan pronto como se levantó del suelo. Era lo único que Nick no había previsto, aunque debería haberlo hecho, puesto que ella ya había intentado golpearle antes. Podía esperarse que vociferara y despotricara, que jurara como un carretero, pero que hiciera aquello de lo que un hombre era capaz... El golpe falló, por supuesto. Nick no era lento de reflejos. Y aunque su mandíbula, que era el objetivo inicial, eludió el golpe, el puño de la muchacha le rozó la mejilla e impactó en su oreja, que ahora le escocía. Pero antes de que Nick le diera su merecido, Percy dijo en un tono cortante: ―Si vas a darle una paliza, compañero, hazlo en silencio, por favor. Quiero echar una cabezadita mientras llegamos a nuestro destino. La ladrona aprovechó el momento para volverse hacia la portezuela. Nick extendió un brazo, la cogió por la parte posterior del cuello y la sentó sobre su regazo. ―Inténtalo otra vez y podrás pasarte las próximas horas aquí ― le advirtió, sujetándola con los brazos con tanta fuerza que ella podía moverse. Cierto que la muchacha no sería capaz de soltarse, pero esto no significaba que dejase de intentarlo. Sin embargo, debatirse en su regazo era probablemente lo peor que podía hacer. Aquella postura resultaba demasiado sensual, provocándole a Nick pensamientos lascivos sobre lo que le gustaría hacerle..., no, sobre lo que haría si tuvieran solos. Quitarle la ropa despacio, averiguar cómo ocultaba sus pechos, mordisquearle los hombros mientras se introducía en ella. «Maldita sea.» Si seguía brincando sobre él de aquel modo, tendría que echar a Percy del coche durante un rato. La chica debió de comprender que sus esfuerzos eran inútiles casi al mismo tiempo que Nick se daba cuenta de que ya no podía soportar las sacudidas de aquel trasero sobre sus muslos sin que se hiciera evidente lo que estaba provocando. Ella lanzó un quejido, pero como a él le pareció más de pasión que de frustración la dejó caer como si se hubiera quemado. Por todos los santos, no debería afectarle de un modo tan intenso. Tenía que controlar la situación. La muchacha había vuelto a caer al suelo, pero se encaramó de inmediato en el asiento situado frente a Nick, donde procedió a alisarse las solapas de la chaqueta y a sacudirse el polvo de los mugrientos pantalones evitando mirarle todo lo posible, mientras vigilaba el contraataque que Percy había pronosticado. Nick esperó cinco minutos, aproximadamente el tiempo que le llevó dominar su deseo y cerciorarse de que su voz no lo reflejara. Finalmente estiró las piernas, las entrecruzó, se recostó en el asiento, se cruzó de brazos y dijo: ―Tranquilízate, jovenzuelo. No te haremos ningún daño. Vas a hacernos un favor, y al mismo tiempo te harás rico. ¿Qué puede ser más satisfactorio que eso? ―Que me llevéis de vuelta. ―Eso no es posible. Nos hemos tomado muchas molestias para encontrarte. ―Antes tendríais que haberme pedido permiso..., milord. ―Agregó este tratamiento por si acaso, y en un tono de marcado desdén. La muchacha volvía a mirarle con irritación, ahora que estaba relativamente segura de que no iba a estrangularla. Nick había tratado de no mirarle los ojos con demasiada atención, confiando en que la tenue luz de la vela de la taberna le hubiera engañado. Pero la lámpara más intensa del coche y la proximidad fueron su perdición. Los ojos de la ladrona eran sencillamente increíbles y multiplicaban por diez su belleza. Eran de color violeta oscuro, intenso, en llamativo contraste con sus rizos, de un tono rubio casi blanco. Tenía unas pestañas largas, pero no demasiado oscuras. Tampoco lo eran sus cejas, tan sólo un poco más doradas. Nick se esforzó de veras por encontrar algún rasgo masculino en el rostro que tenía delante, pero no había ninguno. No acertaba a comprender cómo alguien podía confundirla con un chico. Y sin embargo Percy la tomaba por un muchacho, uno muy guapito. Supuso que esa confusión se debía a su estatura. A fin de cuentas, era raro encontrar una mujer tan alta, casi tan alta como el padre de Nick. Era natural suponer que alguien tan alto fuese un varón. Intentó también no reaccionar ante ella como lo haría ante cualquier otra mujer hermosa con la que se topara. Pero aquellos ojos... renunció a seguir luchando. La tendría en su cama, y antes de que terminara la noche. Así sería. Ya no albergaba la menor duda. Después de rendirse a su naturaleza lasciva, el cambio en Nick inmediato. Algunos lo llamarían encanto, pero en realidad no lo era, sino pura sensualidad, y verle cuando albergaba esos pensamientos equivalía a saber que prometía placeres fabulosos. La chica reaccionó de inmediato a la mirada de él, apartándolos pero no sin sonrojarse. Nick sonrió. Ya sabía que no sería una conquista fácil, pero aquel rubor decía mucho. No era más inmune que otras mujeres. Sin embargo, Nick no pensaba descubrir el pequeño secreto de la joven. Por ahora dejaría que representara su papel masculino... por lo menos hasta que estuvieran solos. De momento respondió a su comentario preguntándose en voz alta: ― ¿Nos habías pedido permiso tú antes de robarnos? ―Estas palabras hicieron que ella se sonrojara otra vez, de modo que se limitó a concluir―: No, no me ha parecido que lo tuvieras por costumbre. Así pues, déjame que te explique qué necesitamos y por qué, antes de volver a negarte sin más. A mi amigo le robaron, ¿sabes?, pero de forma legal. ―Si insistes en contármelo ―le interrumpió ella―, por lo menos que tenga sentido. Una simple queja. Alentador. Al parecer estaba dispuesta a escucharle. ―La forma «legal» a la que me refiero fue el juego. Un bufido. ―Entonces no le robaron, se portó como un estúpido. Hay una gran diferencia, amigo. Nick sonrió y la muchacha se mostró visiblemente confusa, lo cual hizo que la sonrisa de él se hiciera más maliciosa. Acto seguido le contó que Heddings era el culpable por no jugar limpio y que ella iba a vengarles por ello. ―Te llevamos a la casa de campo de Heddings ―prosiguió Nick―. Es bastante grande, está llena de criados, y por lo tanto creen que ningún ladrón en su sano juicio se atrevería a pensar en robarles, y con razón. Eso juega a tu favor, muchacho. ― ¿Ah sí? ―Puede que las puertas estén cerradas, pero probablemente las ventanas estarán abiertas en esta época del año. El hecho de que no se esperen que les roben significa que estarán desprevenidos. Y ya es más de medianoche, de modo que los criados sin duda estarán dormidos y fuera de la circulación. Así pues, no deberías tener ninguna dificultad para entrar en la casa. ― ¿Y entonces qué? ―Tendrás que entrar en el dormitorio principal sin que se den cuenta. Lo más probable es que Heddings se encuentre en él cuando lo hagas, pero tú ya debes de estar acostumbrado a eso. Al igual que el servicio, debería estar profundamente dormido a esas horas de la noche. Entonces procede a hacer lo que se te da mejor: robarle. ― ¿Qué te hace pensar que no tiene sus objetos de valor guardados en una caja fuerte? ―Porque no vive en Londres. La alta burguesía se siente mucho más segura en sus propiedades en el campo. ― ¿Cuáles son las cosas que tengo que afanar? ―Dos anillos, ambos muy antiguos. ―Necesito una descripción, amigo, si tengo que llevármelos. ―Nick sacudió la cabeza. ―No importa, ya que no puedes limitarte a llevarte los dos anillos de Percy. Eso permitiría a Heddings señalar al culpable con el dedo. Tu misión, querido muchacho, no es distinta a la que tienes por costumbre: robar todos los objetos de valor que encuentres. Tu ganancia es que podrás quedarte con todo lo demás, miles de libras en joyas, estoy seguro de ello. ― ¡Miles! ―exclamó la chica, boquiabierta. Él asintió, riendo. ― ¿No te alegras ahora de que insistiéramos en llevarte con nosotros? ―preguntó. De repente, aquellos encantadores ojos violetas lo miraron con recelo. ―Eres un maldito beep si te crees que cualquier baratija, por más valiosa que sea, compensará el castigo que me espera por no haber pedido permiso antes para robarla. Nick frunció el ceño, pero no por lo de «maldito beep». ― ¿Tan sujeto te tiene? ―Tengo unas normas que cumplir, y me las habéis hecho infringir casi todas. Él soltó un suspiro prolongado. ―Podrías haberlo dicho antes. ―Creí que el tabernero os impediría salir conmigo. No lo tenía por un cobarde, siendo tan grande. ―A nadie le gusta que le disparen una bala en la cara, muchacho ―dijo Nick en defensa del tabernero―. Pero podrá atestiguar que no te dieron ninguna posibilidad de elección. Entonces, ¿cuál es el problema? ―No es asunto tuyo... ―Lamento no estar de acuerdo: has hecho que ahora sea de mi incumbencia. ―Y un cuerno. Tienes que entender, amigo, que os habéis entremetido demasiado en mi vida. Déjalo, o no tenemos «na» más que hablar. Transcurrió un prolongado momento hasta que Nick asintió con la cabeza. Causarle un grave perjuicio a su ladrón no formaba parte de sus planes para esa noche. Ahora tendría que acompañar chica a su casa en cuanto terminaran, para resolver cualquier problema que él le hubiera ocasionado. Sin embargo, no habría tenido que surgir ninguna dificultad, y eso hacía que su situación fuese de lo más insólita. Ofrecían a un ladrón una oportunidad de oro. Cualquier ratero normal la habría aprovechado y habría agradecido que le hicieran semejante favor. Pero no, tenían que toparse con la única excepción: una ladrona de una banda que al parecer se regía por unas normas tan rígidas que la chica no podía realizar un trabajito eventual sin autorización previa. Aquello era inaudito. ¿Qué diablos importaba cuándo, dónde o qué robara, mientras el botín llegara a casa? El coche se detuvo. Percy suspiró y dijo: ―Por fin. ―Y agregó―: Buena suerte, jovenzuelo. No es que la necesites. Tenemos plena confianza en ti, desde luego. Y no sabes cuánto te lo agradezco. Es terriblemente difícil esconderse de tu propia madre, sobre todo si vives con ella. Nick abrió la portezuela del carruaje e hizo bajar a la muchacha antes de que la disertación de Percy se hiciera interminable, como era habitual en él. Estaban parados en el bosque contiguo a la propiedad de Heddings. Tomó a la chica del brazo y la condujo a través de los árboles hasta que divisaron la mansión. ―Yo también te desearía suerte, pero no creo que la necesites ―dijo cuando llegó el momento de separarse―. He visto lo competente que eres en tu trabajo. ― ¿Qué te hace pensar que no me escaparé a casa en cuanto me pierdas de vista? Nick sonrió, aunque probablemente ella no lo vio. ―Porque no tienes ni la más remota idea de dónde estás. Porque es de noche. Porque nosotros podemos devolverte a Londres mucho más pronto que si lo intentaras por tu cuenta. Porque preferirás regresar a casa con los bolsillos llenos de joyas deslumbrantes que vacíos. Porque... ―Ya tengo suficientes razones, amigo ―lo interrumpió ella en tono hosco. ―Muy bien. Pero una última advertencia. Si por alguna inexplicable razón te apresan, no te dejes llevar por el pánico. No te arrojo a los lobos, querido muchacho. Me ocuparé de rescatarte cueste lo que cueste. Puedes contar con ello.
FIN DEL CAPÍTULO 2
porfis comenten | |
| | | Karla~Lovato^^ Casada Con
Cantidad de envíos : 1960 Edad : 27 Fecha de inscripción : 06/09/2010
| Tema: Re: mi adorable bribona :3 Noviembre 6th 2010, 22:23 | |
| salieron muy chica la letras lo siento si quieren les vuelvo a poner el cap solo avisenme | |
| | | It's Licsa! ♥ Amo A Los Jonas Brothers!
Cantidad de envíos : 2833 Edad : 27 Localización : De paseo por la sede de Intrepidez. Fecha de inscripción : 20/08/2010
| Tema: Re: mi adorable bribona :3 Noviembre 6th 2010, 22:27 | |
| | |
| | | EmmyChiiang* Novia De..
Cantidad de envíos : 668 Edad : 28 Localización : Fight dragons w' ma'Danger in DR' babe..! ;) Fecha de inscripción : 02/07/2010
| | | | Karla~Lovato^^ Casada Con
Cantidad de envíos : 1960 Edad : 27 Fecha de inscripción : 06/09/2010
| Tema: Re: mi adorable bribona :3 Noviembre 7th 2010, 19:22 | |
| Capítulo 2
Nick sabía que iba a ocurrir, que intentaría de nuevo huir de ellos antes de que fuese demasiado tarde. Lo había visto en sus ojos un instante antes de que pasara por su lado como una exhalación. Pero él llegó a la puerta antes de que la muchacha pudiera abrirla y, en lugar de apoyarse contra el batiente para impedirle salir, decidió averiguar resueltamente si tenía razón sobre su sexo y desde detrás la rodeó con sus brazos. Estaba en lo cierto. Notó unos pechos femeninos debajo de sus antebrazos, unos pechos comprimidos para ocultar su forma, pero inconfundibles al tacto. La joven no se quedó inmóvil. Se volvió, y desde luego eso fue todavía mejor, porque él seguía teniéndola abrazada. Lo último que esperaba encontrarse aquella noche era una chica bonita debatiéndose entre sus brazos. Ahora que estaba seguro de que era una chica, se estaba divirtiendo de lo lindo. ―Creo que debería registrarte para ver si llevas armas ―dijo Nick con voz ronca―. Sí, claro que debería. ―No llevo... ―empezó a afirmar ella, pero lanzó una exclamación ahogada cuando las manos de él se deslizaron por su trasero y se quedaron allí. En lugar de registrarle los bolsillos como había insinuado, Nick le dio un suave apretón en cada nalga. Las tenía suaves y tersas, y de repente sintió el impulso de hacer algo más que tocarla; deseaba atraer firmemente sus caderas hacia sí, bajarle aquellos pantalones ridículos que llevaba puestos, pasarle los dedos por la piel desnuda y entrar en su calor húmedo. No podía estar en mejor posición para hacerlo, rodeando con las manos aquel delicioso trasero. Pero ya se estaba poniendo a la altura de las circunstancias, por así decirlo, y no quería que ella notara el efecto que le causaba. ― ¿Servirá esto? ―preguntó Percy, recordando a Nick que no estaba solo con la chica. Suspirando, Nick volvió al asunto que les ocupaba, arrastró a la ladrona hacia la butaca y la hizo sentarse de un empujón. Se inclinó sobre ella, apoyando las manos en los brazos del asiento, y susurró: ―Quédate aquí a menos que quieras sentir mis manos sobre todo tu cuerpo. Estuvo a punto de echarse a reír al verla inmovilizarse. Pero la mirada irritada que la muchacha le lanzó prometía un justo castigo. Nick no la creía capaz de hacer nada parecido, pero probablemente ella sí lo creía. Cuando miró hacia atrás vio que Percy había rasgado la sábana, encontrándole por lo menos una buena utilidad, y sujetaba en la mano unas cuantas tiras de tela. ―Servirán perfectamente, tráelas ―dijo Nick. Hubiera debido dejar que Percy realizara la tarea, pero no lo hizo. Y aunque procuró no tocar a la chica más de lo necesario, era un hombre que adoraba a las mujeres y no pudo contenerse. Le sujetó ambas manos con una de las suyas mientras ataba una tira de tela alrededor de sus muñecas. Ella tenía las manos calientes y húmedas por el miedo. No podía saber que ellos no querían hacerle ningún daño, por lo que su miedo era lógico. Nick podría haberla tranquilizado, pero Percy tenía razón: debían abandonar el lugar antes de que apareciera el siguiente ladrón, de modo que las explicaciones podían esperar. Luego le puso la mordaza, y no le importó para nada inclinarse sobre ella para atársela en la nuca. Probablemente debería haberle atado las manos a la espalda, pero no tuvo valor para incomodarla más de lo necesario. No se esperaba el puñetazo que recibió en el vientre, aunque no le molestó demasiado porque la situación en la que ahora se encontraba la chica le impedía golpear con fuerza. Sin embargo, no se fió en absoluto de las piernas de la ladrona. Agacharse para atarle los tobillos le habría situado en una postura idónea para recibir un puntapié que lo habría tumbado, por lo que en vez de eso se sentó en el brazo de la butaca y le levantó ambas piernas apoyándolas en su regazo. Ella soltó un chillido bajo la mordaza, pero luego volvió a guardar silencio y se quedó quieta. Llevaba pantalones y calcetines largos, de modo que no había piel al descubierto que tocar. Pero el mero hecho de sentir esas piernas sobre sus rodillas afectó intensamente a Nick, mucho más de lo que debería. Cuando hubo terminado la miró, y había tanta pasión en sus ojos que la muchacha no habría albergado ninguna duda de que él la había descubierto pese a su disfraz... si se hubiera tomado la molestia de mirarle. Pero no lo hizo. Intentaba liberar las muñecas de las ataduras y casi lo había conseguido. Nick colocó una mano sobre las suyas y dijo: ―No lo hagas, o en vez de ser mi amigo quien te saque de aquí lo haré yo. ― ¿Qué? ¿Por qué yo? ―se quejó Percy―. Tú eres el más fuerte con mucho. No me importa reconocerlo, desde luego que no, sobre todo cuando es tan evidente. Por más que a Nick le encantaría llevar a la chica, tenía que ser prudente de momento. ―Porque uno de los dos tiene que asegurarse de que nadie ponga objeciones cuando nos vean marcharnos con este muchacho. Y si bien tú podrías hacerlo, viejo amigo, dudo que te divirtieras tanto como yo. ― ¿Objeciones? ―dijo Percy, incómodo. ―No vamos a pasear los tres precisamente cogidos del brazo. Comprendiendo ahora la situación, Percy dijo abruptamente: ―Tienes razón. No sé en qué estaba pensando. A ti se te da mucho mejor romper crismas. Nick se contuvo para no echarse a reír, pues probablemente Percy no había roto la crisma a nadie en su vida. No se toparon con demasiada resistencia. Sólo el tabernero se encontraba todavía abajo, un tipo grande y feo que probablemente haría retroceder a cualquiera con tan sólo mirarle. ―Eh, vosotros, ¿adónde vais con ese equipaje? ―gruñó. ―Este «equipaje» ha intentado robarnos ―replicó Nick, tratando por el momento de resolver el asunto de forma pacífica. ― ¿Ah sí? Entonces matarle o dejarle, pero no le llevaréis a la patrulla. No quiero que ningún poli meta las narices aquí. Nick lo intentó por última vez. ―No tenemos intención alguna de visitar a las autoridades por esta cuestión, amigo. Y este «equipaje» será devuelto por la mañana, y no en peores condiciones. El hombretón comenzó a rodear la barra pesadamente con la intención de cerrarles el paso. ―Aquí tenemos unas reglas, patrón. Lo que hay aquí se queda aquí, si entiendes lo que quiero decir. ―Oh, lo entiendo perfectamente. Y también tenemos reglas allí donde vengo. A veces no necesitan explicación alguna, si entiendes lo que quiero decir. Nick no se veía capaz de romper una crisma tan grande como aquélla, por lo que se limitó a sacar una de sus pistolas y a encañonar con ella la cara del tipo. Fue una acción muy eficaz. El hombre levantó los brazos y empezó a recular. ―Chico listo ―prosiguió Nick―. Ahora podrás quedarte con tu ladrón... ―No es mío ―creyó oportuno mencionar el fornido tabernero. ―Da lo mismo ―replicó Nick, encaminándose hacia la puerta ―. Te lo devolveremos tan pronto como hayamos concluido nuestro negocio con él. Nadie trató de impedirles que abandonaran el lugar. Y la única persona con la que se toparon a aquella avanzada hora de la madrugada fue una vieja borracha que en cuanto les vio todavía tuvo suficiente sentido común para cruzar al otro lado de la calle a fin de evitarles. Pero después de recorrer cuatro manzanas cargando con la ladrona atada sobre los hombros, Percy estaba sin aliento. No habían querido que el cochero les esperara cerca de la taberna por motivos obvios, básicamente porque ya no habría estado allí cuando hubieran resuelto marcharse. Dejaron el carruaje a cuatro manzanas de distancia, en una zona más segura y mejor iluminada, les había parecido un lugar razonable, pero quedaba un poco lejos para trasladar a su ratero. Así pues, no es de extrañar que al llegar allí Percy dejara caer su carga en el suelo del coche sin excesiva delicadeza, debido al cansancio. Subiendo detrás de Percy, Nick se dio cuenta de que tendría que volver a tocar a la muchacha para colocarla en el asiento. Había tratado de evitar la tentación dejando que la acarreara Percy. El propio Nick hubiera podido cargar con ella y barrer cualquier obstáculo que se interpusiera en el camino. Pero había cedido la tarea a Percy porque ya había comprobado el efecto que le producía tocar a la muchacha. Mirar era una cosa. No afectaba a un hombre que se dejara llevar por las mujeres. Tocar, en cambio, era algo mucho más íntimo, y Nick reaccionaba a la intimidad de un modo puramente lascivo. Y la verdad era que no quería tocar a aquella chica. Era bonita, sí, pero era una ladrona, probablemente criada en el hampa o en lugares peores. Sus hábitos personales debían de estar tan por debajo de los de él que ni siquiera merecía la pena considerarlos. Pero no le quedaba otro remedio. El pobre Percy estaba sin duda tan cansado como parecía. Sin embargo, antes de que Nick pusiera las manos sobre la muchacha, se dio cuenta de que había estado tanto rato contemplado su dilema que el carruaje ya estaba en camino, las afueras de la ciudad ya estaban a la vista y ahora sería sencillo impedir que su presa se escapara. Así pues, se limitaría a desatarla y ella podría acomodarse en el asiento. Procedió a desatarla, primero los pies, que eran condenadamente bonitos. Luego las manos. No tocó la mordaza. Ahora podía quitársela ella misma, cosa que la chica hizo con celeridad. También le propinó un rápido puñetazo tan pronto como se levantó del suelo. Era lo único que Nick no había previsto, aunque debería haberlo hecho, puesto que ella ya había intentado golpearle antes. Podía esperarse que vociferara y despotricara, que jurara como un carretero, pero que hiciera aquello de lo que un hombre era capaz... El golpe falló, por supuesto. Nick no era lento de reflejos. Y aunque su mandíbula, que era el objetivo inicial, eludió el golpe, el puño de la muchacha le rozó la mejilla e impactó en su oreja, que ahora le escocía. Pero antes de que Nick le diera su merecido, Percy dijo en un tono cortante: ―Si vas a darle una paliza, compañero, hazlo en silencio, por favor. Quiero echar una cabezadita mientras llegamos a nuestro destino. La ladrona aprovechó el momento para volverse hacia la portezuela. Nick extendió un brazo, la cogió por la parte posterior del cuello y la sentó sobre su regazo. ―Inténtalo otra vez y podrás pasarte las próximas horas aquí ― le advirtió, sujetándola con los brazos con tanta fuerza que ella podía moverse. Cierto que la muchacha no sería capaz de soltarse, pero esto no significaba que dejase de intentarlo. Sin embargo, debatirse en su regazo era probablemente lo peor que podía hacer. Aquella postura resultaba demasiado sensual, provocándole a Nick pensamientos lascivos sobre lo que le gustaría hacerle..., no, sobre lo que haría si tuvieran solos. Quitarle la ropa despacio, averiguar cómo ocultaba sus pechos, mordisquearle los hombros mientras se introducía en ella. «Maldita sea.» Si seguía brincando sobre él de aquel modo, tendría que echar a Percy del coche durante un rato. La chica debió de comprender que sus esfuerzos eran inútiles casi al mismo tiempo que Nick se daba cuenta de que ya no podía soportar las sacudidas de aquel trasero sobre sus muslos sin que se hiciera evidente lo que estaba provocando. Ella lanzó un quejido, pero como a él le pareció más de pasión que de frustración la dejó caer como si se hubiera quemado. Por todos los santos, no debería afectarle de un modo tan intenso. Tenía que controlar la situación. La muchacha había vuelto a caer al suelo, pero se encaramó de inmediato en el asiento situado frente a Nick, donde procedió a alisarse las solapas de la chaqueta y a sacudirse el polvo de los mugrientos pantalones evitando mirarle todo lo posible, mientras vigilaba el contraataque que Percy había pronosticado. Nick esperó cinco minutos, aproximadamente el tiempo que le llevó dominar su deseo y cerciorarse de que su voz no lo reflejara. Finalmente estiró las piernas, las entrecruzó, se recostó en el asiento, se cruzó de brazos y dijo: ―Tranquilízate, jovenzuelo. No te haremos ningún daño. Vas a hacernos un favor, y al mismo tiempo te harás rico. ¿Qué puede ser más satisfactorio que eso? ―Que me llevéis de vuelta. ―Eso no es posible. Nos hemos tomado muchas molestias para encontrarte. ―Antes tendríais que haberme pedido permiso..., milord. ―Agregó este tratamiento por si acaso, y en un tono de marcado desdén. La muchacha volvía a mirarle con irritación, ahora que estaba relativamente segura de que no iba a estrangularla. Nick había tratado de no mirarle los ojos con demasiada atención, confiando en que la tenue luz de la vela de la taberna le hubiera engañado. Pero la lámpara más intensa del coche y la proximidad fueron su perdición. Los ojos de la ladrona eran sencillamente increíbles y multiplicaban por diez su belleza. Eran de color violeta oscuro, intenso, en llamativo contraste con sus rizos, de un tono rubio casi blanco. Tenía unas pestañas largas, pero no demasiado oscuras. Tampoco lo eran sus cejas, tan sólo un poco más doradas. Nick se esforzó de veras por encontrar algún rasgo masculino en el rostro que tenía delante, pero no había ninguno. No acertaba a comprender cómo alguien podía confundirla con un chico. Y sin embargo Percy la tomaba por un muchacho, uno muy guapito. Supuso que esa confusión se debía a su estatura. A fin de cuentas, era raro encontrar una mujer tan alta, casi tan alta como el padre de Nick. Era natural suponer que alguien tan alto fuese un varón. Intentó también no reaccionar ante ella como lo haría ante cualquier otra mujer hermosa con la que se topara. Pero aquellos ojos... renunció a seguir luchando. La tendría en su cama, y antes de que terminara la noche. Así sería. Ya no albergaba la menor duda. Después de rendirse a su naturaleza lasciva, el cambio en Nick inmediato. Algunos lo llamarían encanto, pero en realidad no lo era, sino pura sensualidad, y verle cuando albergaba esos pensamientos equivalía a saber que prometía placeres fabulosos. La chica reaccionó de inmediato a la mirada de él, apartándolos pero no sin sonrojarse. Nick sonrió. Ya sabía que no sería una conquista fácil, pero aquel rubor decía mucho. No era más inmune que otras mujeres. Sin embargo, Nick no pensaba descubrir el pequeño secreto de la joven. Por ahora dejaría que representara su papel masculino... por lo menos hasta que estuvieran solos. De momento respondió a su comentario preguntándose en voz alta: ― ¿Nos habías pedido permiso tú antes de robarnos? ―Estas palabras hicieron que ella se sonrojara otra vez, de modo que se limitó a concluir―: No, no me ha parecido que lo tuvieras por costumbre. Así pues, déjame que te explique qué necesitamos y por qué, antes de volver a negarte sin más. A mi amigo le robaron, ¿sabes?, pero de forma legal. ―Si insistes en contármelo ―le interrumpió ella―, por lo menos que tenga sentido. Una simple queja. Alentador. Al parecer estaba dispuesta a escucharle. ―La forma «legal» a la que me refiero fue el juego. Un bufido. ―Entonces no le robaron, se portó como un estúpido. Hay una gran diferencia, amigo. Nick sonrió y la muchacha se mostró visiblemente confusa, lo cual hizo que la sonrisa de él se hiciera más maliciosa. Acto seguido le contó que Heddings era el culpable por no jugar limpio y que ella iba a vengarles por ello. ―Te llevamos a la casa de campo de Heddings ―prosiguió Nick―. Es bastante grande, está llena de criados, y por lo tanto creen que ningún ladrón en su sano juicio se atrevería a pensar en robarles, y con razón. Eso juega a tu favor, muchacho. ― ¿Ah sí? ―Puede que las puertas estén cerradas, pero probablemente las ventanas estarán abiertas en esta época del año. El hecho de que no se esperen que les roben significa que estarán desprevenidos. Y ya es más de medianoche, de modo que los criados sin duda estarán dormidos y fuera de la circulación. Así pues, no deberías tener ninguna dificultad para entrar en la casa. ― ¿Y entonces qué? ―Tendrás que entrar en el dormitorio principal sin que se den cuenta. Lo más probable es que Heddings se encuentre en él cuando lo hagas, pero tú ya debes de estar acostumbrado a eso. Al igual que el servicio, debería estar profundamente dormido a esas horas de la noche. Entonces procede a hacer lo que se te da mejor: robarle. ― ¿Qué te hace pensar que no tiene sus objetos de valor guardados en una caja fuerte? ―Porque no vive en Londres. La alta burguesía se siente mucho más segura en sus propiedades en el campo. ― ¿Cuáles son las cosas que tengo que afanar? ―Dos anillos, ambos muy antiguos. ―Necesito una descripción, amigo, si tengo que llevármelos. ―Nick sacudió la cabeza. ―No importa, ya que no puedes limitarte a llevarte los dos anillos de Percy. Eso permitiría a Heddings señalar al culpable con el dedo. Tu misión, querido muchacho, no es distinta a la que tienes por costumbre: robar todos los objetos de valor que encuentres. Tu ganancia es que podrás quedarte con todo lo demás, miles de libras en joyas, estoy seguro de ello. ― ¡Miles! ―exclamó la chica, boquiabierta. Él asintió, riendo. ― ¿No te alegras ahora de que insistiéramos en llevarte con nosotros? ―preguntó. De repente, aquellos encantadores ojos violetas lo miraron con recelo. ―Eres un maldito beep si te crees que cualquier baratija, por más valiosa que sea, compensará el castigo que me espera por no haber pedido permiso antes para robarla. Nick frunció el ceño, pero no por lo de «maldito beep». ― ¿Tan sujeto te tiene? ―Tengo unas normas que cumplir, y me las habéis hecho infringir casi todas. Él soltó un suspiro prolongado. ―Podrías haberlo dicho antes. ―Creí que el tabernero os impediría salir conmigo. No lo tenía por un cobarde, siendo tan grande. ―A nadie le gusta que le disparen una bala en la cara, muchacho ―dijo Nick en defensa del tabernero―. Pero podrá atestiguar que no te dieron ninguna posibilidad de elección. Entonces, ¿cuál es el problema? ―No es asunto tuyo... ―Lamento no estar de acuerdo: has hecho que ahora sea de mi incumbencia. ―Y un cuerno. Tienes que entender, amigo, que os habéis entremetido demasiado en mi vida. Déjalo, o no tenemos «na» más que hablar. Transcurrió un prolongado momento hasta que Nick asintió con la cabeza. Causarle un grave perjuicio a su ladrón no formaba parte de sus planes para esa noche. Ahora tendría que acompañar chica a su casa en cuanto terminaran, para resolver cualquier problema que él le hubiera ocasionado. Sin embargo, no habría tenido que surgir ninguna dificultad, y eso hacía que su situación fuese de lo más insólita. Ofrecían a un ladrón una oportunidad de oro. Cualquier ratero normal la habría aprovechado y habría agradecido que le hicieran semejante favor. Pero no, tenían que toparse con la única excepción: una ladrona de una banda que al parecer se regía por unas normas tan rígidas que la chica no podía realizar un trabajito eventual sin autorización previa. Aquello era inaudito. ¿Qué diablos importaba cuándo, dónde o qué robara, mientras el botín llegara a casa? El coche se detuvo. Percy suspiró y dijo: ―Por fin. ―Y agregó―: Buena suerte, jovenzuelo. No es que la necesites. Tenemos plena confianza en ti, desde luego. Y no sabes cuánto te lo agradezco. Es terriblemente difícil esconderse de tu propia madre, sobre todo si vives con ella. Nick abrió la portezuela del carruaje e hizo bajar a la muchacha antes de que la disertación de Percy se hiciera interminable, como era habitual en él. Estaban parados en el bosque contiguo a la propiedad de Heddings. Tomó a la chica del brazo y la condujo a través de los árboles hasta que divisaron la mansión. ―Yo también te desearía suerte, pero no creo que la necesites ―dijo cuando llegó el momento de separarse―. He visto lo competente que eres en tu trabajo. ― ¿Qué te hace pensar que no me escaparé a casa en cuanto me pierdas de vista? Nick sonrió, aunque probablemente ella no lo vio. ―Porque no tienes ni la más remota idea de dónde estás. Porque es de noche. Porque nosotros podemos devolverte a Londres mucho más pronto que si lo intentaras por tu cuenta. Porque preferirás regresar a casa con los bolsillos llenos de joyas deslumbrantes que vacíos. Porque... ―Ya tengo suficientes razones, amigo ―lo interrumpió ella en tono hosco. ―Muy bien. Pero una última advertencia. Si por alguna inexplicable razón te apresan, no te dejes llevar por el pánico. No te arrojo a los lobos, querido muchacho. Me ocuparé de rescatarte cueste lo que cueste. Puedes contar con ello.
FIN DEL CAPÍTULO 2 | |
| | | Karla~Lovato^^ Casada Con
Cantidad de envíos : 1960 Edad : 27 Fecha de inscripción : 06/09/2010
| Tema: Re: mi adorable bribona :3 Noviembre 7th 2010, 19:23 | |
| ya te lo puse un poco ma grande perdon por tardar tanto no habia vito lo comentarios ahorita les pongo otro cap | |
| | | It's Licsa! ♥ Amo A Los Jonas Brothers!
Cantidad de envíos : 2833 Edad : 27 Localización : De paseo por la sede de Intrepidez. Fecha de inscripción : 20/08/2010
| Tema: Re: mi adorable bribona :3 Noviembre 7th 2010, 19:36 | |
| Si sube capi... | |
| | | Karla~Lovato^^ Casada Con
Cantidad de envíos : 1960 Edad : 27 Fecha de inscripción : 06/09/2010
| Tema: Re: mi adorable bribona :3 Noviembre 7th 2010, 19:40 | |
| Capítulo 3
«No te arrojo a los lobos.» ¿A quién creía engañar? Él era el maldito lobo. Pero ella fue capaz de volver a respirar normalmente, ahora él ya no estaba a su lado mirándola con aquellos ojos azules y penetrantes. La joven había estado a punto de delatarse con tantos sonrojos, y había temido ser incapaz de controlar lo que aquel caballero le hacía sentir. Por lo general se las arreglaba bien con los hombres; a fin de cuentas era «uno de ellos». Pero nunca había estado tan cerca de uno del calibre de Jonas. Sólo con mirarle se ponía nerviosa, de tan atractivo que era. ______ no se había trastornado tanto en toda su vida, posiblemente con una excepción. Pero entonces era demasiado joven para aprender el peligro que corría, no había sabido que si se queda donde estaba seguramente moriría; sólo sabía que estaba completamente sola en el mundo, sin nadie a quien pedir ayuda. Ya no estaba sola, pero era como si lo estuviera. Llevaba varios años atenazada por la inquietud porque se estaba haciendo demasiado mayor para ocultar que nunca adquiriría las proporciones masculinas, como los demás chicos hacían con el tiempo. Tarde o temprano alguien se daría cuenta y revelaría que había engañado a todo el mundo desde el principio. Había resultado sencillo guardar su secreto a lo largo de los años, mucho más fácil de lo que se esperaba, y todo porque Lucy había acertado. Llevarla a la pandilla vestida con un calzón andrajoso, una camisa demasiado grande, una chaqueta demasiado pequeña, ese viejo sombrero con el que se había quedado para protegerse los ojos de la lluvia, y con el pelo cortado a la altura del cuello, había causado una impresión duradera que no se había alterado. Pronto se convirtió en «uno de los chicos». Había aprendido a robar con ellos, a luchar con ellos, todo cuanto hacían... excepto cuando buscaban una compañía femenina de la que ______ no quería saber nada. Ahora eran catorce, y vivían en una casa destartalada de cuyo alquiler se ocupaba Dagger. Se habían albergado en muchas casas parecidas a través de los años, incluso en algunos pisos abandonados cuando no había suficiente dinero para pagar un alquiler. Dagger nunca permanecía demasiado tiempo en un mismo lugar. La casa actual tenía cuatro habitaciones: una cocina, dos dormitorios y una amplia sala de estar. Dagger ocupaba uno de los dormitorios. El otro estaba destinado a las chicas, que en él dormían o trabajaban, si tenían la edad suficiente para empezar a prostituirse. Todos los demás dormían en la espaciosa sala, ______ entre ellos. Había un pequeño patio trasero. Aunque no crecía hierba en él, era un buen lugar de juego para los niños más pequeños. También a ______ le gustaban los patios, una vez superada su aversión a ensuciarse. No se planteaba la posibilidad de bañarse, por lo menos no en las tinas comunes que se instalaban una vez por semana en la cocina. En lugar de eso se escapaba al río siempre que podía. Y la lluvia se convirtió en su aliada. Lucy era su única confidente. Lucy no contrajo la sífilis como había temido, pero acabó por vender su cuerpo ante la insistencia de Dagger. ______ entendía la lógica de éste, aunque no la compartía. Al ser una mujer bonita, Lucy habría llamado demasiado la atención de las victimas a las que hubiera intentado robar. Un ratero tenía que ser casi invisible para su víctima. Lucy no podía serlo, ¿y de qué otro modo iba a ganarse el sustento? Dagger había sido el mayor de todos ellos y seguía siéndolo, era el líder. Al principio no había más que unas pocas reglas, nada que pudiera importar a nadie. Pero al parecer Dagger pensaba que, si añadía más reglas de vez en cuando, no desempeñaba bien su papel. ______ jamás discutió con él. Hacía lo que le mandaban sin rechistar. El ojo clínico de Dagger era el único que temía de veras porque, aparte de Lucy, él era el único de los que quedaban en la pandilla que la había visto llegar con Lucy, y tarde o temprano se le ocurriría contar los años... y se preguntaría por qué un hombre de veinte años seguía teniendo el rostro de un niño de doce. Dagger tenía ahora unos treinta años, y todavía dirigía una banda de huérfanos. Habría podido marcharse. La mayoría lo hacía cuando llegaban a los veinte años, pues aspiraban a algo más, como poder quedarse con lo que robaban en lugar de entregárselo todo a Dagger para que comprara comida, pagara el alquiler y trajera a casa alguna otra chuchería para hacer sonreír a uno de ellos. Dagger habría ido dedicarse a actividades más lucrativas, pero no lo hizo. Pese a ser brusco, tenía buenas intenciones. ______ había llegado a la conclusión, años atrás, de que tenía un corazón bondadoso oculto en algún rincón de su flaco pecho. Como líder, probablemente pensaba que debía mostrarse duro e inflexible. Pero ella adivinaba que Dagger no se consideraba sólo su jefe, sino también su padre, y por esa razón no se había marchado con los demás. A medida que llegaban más huérfanos, otros se iban, de modo que los componentes de la banda nunca pasaron de veinte ni bajaron de diez. Siempre había alguno que necesitaba cuidados. La primera regla de la banda era que no se debía robar nunca a la clase alta en sus propias casas. Ésa era la forma más segura y más rápida de conseguir que las víctimas pusieran el grito en el cielo y que las autoridades registraran los barrios bajos en busca de los culpables. Si dieran con una casa llena de huérfanos no oficiales sería su perdición. Y los relatos de horror que Dagger contaba sobre los verdaderos orfanatos bastaban para hacer cumplir esa regla. Dagger lo sabía de primera mano, puesto que se había escapado de uno de ellos años atrás. Pero ______ estaba infringiendo esta norma esa noche. No era que tuvieran prohibido desvalijar a la clase alta, ni mucho menos. Pero sólo se les debía robar en lugares concurridos, en las calles, en tabernas, en el mercado o en las tiendas, donde no se dieran cuenta de que les faltaban unas cuantas monedas y, si lo hacían, pudieran pensar que se les habían caído por descuido o las habían gastado en algo que no recordaban.La segunda regla que les daba buen resultado era que debían ceñirse a actuar en sus zonas sin aventurarse a robar en lugares que no conocían. Dagger asignaba una zona a cada uno y la cambiaba todas las semanas, para que los residentes habituales de esos barrios no empezaran a reconocer a alguno de ellos. ______ también estaba infringiendo esta norma. Otra regla la atañía sólo a ella y a unos pocos más, puesto que su edad y su estatura denunciaban que ya no eran niños. La lógica era que, cuantos más altos fuesen, más trabajo les costaría meter la mano en un bolsillo. Así pues, cuando alcanzaban una estatura determinada, se graduaban en la clase de «sólo trabajos específicos», lo cual implicaba que ya no robaban por su cuenta sino que se limitaban a cumplir las misiones que Dagger les asignaba. Evidentemente, ______ estaba incumpliendo esta regla. Para esos trabajos Dagger se había puesto de acuerdo con tres tabernas y una posada. Y puesto que ______ era muy reconocible debido al color de su pelo y de sus ojos, Dagger ya no le asignaba otra tarea que no fuese robar a «durmientes». Nunca había fallado hasta entonces, porque nunca le habían tendido una trampa deliberada. Pero de ese embrollo, ______ tendría que salirse sola. Si algún otro de los chicos hubiera sido capturado en su lugar, ella no dudaba que Dagger lo habría considerado un caso excepcional y se habría alegrado de las inesperadas riquezas que les mantendrían a flote durante un tiempo. Habría felicitaciones y celebraciones. Pero puesto que era ella la que había sido capturada y obligada a infringir las reglas, la actitud de Dagger sería la opuesta... porque había estado buscando un motivo para ponerla en la calle. Durante más de dos años, casi tres, ______ había tenido problemas con Dagger. Si bien antes se llevaban bien, bromeaban y reían mucho, ahora parecía que él la despreciaba. La reprendía siempre que tenía ocasión. La criticaba constantemente, lo mereciera o no. No podía dejar más claro que quería que se fuera, pero ella no le había dado ningún motivo para echarla. Hasta ahora. Ni siquiera sabía por qué se había vuelto contra ella, pero la cosa empezado aproximadamente cuando ______ le superó en altura. Podía ser simplemente que, como líder, Dagger pensaba tenía que ser el más alto. Pero, de hecho, no era un tipo alto: medía sólo un metro setenta. Y ______ vestía de un modo llamativo mientras que el atuendo de Dagger era anodino. Esto impresionaba a los niños. Muchos de ellos la imitaban y acudían a ella cuando necesitaban algo. ______ suponía que Dagger temía que quisiera suplantarle. Pero no era así. A ella ni siquiera le gustaba robar, por lo que no quería para nada la responsabilidad de mandar a otros hacer lo mismo. Le parecía que estaba mal, un sentimiento arraigado del que nunca había podido librarse. Pero no había tenido más remedio que hacerlo, viviendo entre ladrones. Con todo, había tratado sutilmente de tranquilizar a Dagger, de demostrarle que su puesto no la atraía, sin llegar a comentarlo abiertamente; pero no parecía que eso hubiera servido de nada. Podría mentir a Dagger, decir que la habían sacado de la taberna para llevarla a la cárcel pero había conseguido huir, que le costado mucho tiempo regresar a casa. Dagger no podía echarlo porque hubiera caído en una trampa. Ella tenía que conformarse con esa esperanza. Su inquietud no era sólo debida a saber lo que tendría que afrontar cuando llegara a casa. Se debía también a él, a ese lord Jonas. La había turbado tanto que no podía pensar, ni siquiera respirar. Pero aún había más: la asustaba hasta la médula porque la fascinaba. ______ no se había imaginado en su vida que alguien pudiera ser como él. No sólo era guapo. Su apostura era tanta que simplemente no acertaba a encontrar una palabra para describirlo. Lo que más se acercaba era bello, pero en un sentido masculino, que era una combinación absolutamente sorprendente... y fascinante. Ante él se sentía tan aturdida, que no entendía cómo había sido capaz de hablarle. Y sabía exactamente qué era lo que le alteraba tanto los sentidos y le cortaba la respiración cuando le miraba. La atraía sexualmente, algo que no le había ocurrido nunca antes. Otros hombres habían llamado su atención durante aquellos años, pero ninguno le había hecho desear hacer algo al respecto. Representar el papel de un varón implicaba que debía hacer caso omiso de tales cosas, lo que le había resultado bastante sencillo. Pero no esta vez. Y eso era lo que más la asustaba de lord Jonas. Se había pasado quince años, de hecho toda su vida ―por lo menos la parte que pudiera recordar―, evitando el destino de Lucy. Y lo había hecho por una sola razón: para no acabar siendo una beep. Nunca había cambiado de opinión al respecto. Puede que Lucy se hubiera adaptado bien al trabajo, puede que no se quejara tanto de ello como había hecho de antemano, pero ______ seguía considerándolo la peor forma de degradación. Para ella sería el fin de sus días, y no sólo en sentido metafórico, porque preferiría morirse de hambre en algún callejón antes de dejar que unos desconocidos pagaran para usar su cuerpo. Pero allí había un hombre que podría hacer que aceptara de buen grado ese papel. Peor aún, la había mirado como si conociera su secreto, como si pudiera ver su interior..., como si quisiera tocarla. Seguramente su imaginación la estaba engañando, pero no lograba sacudirse la sensación de que él lo sabía, sobre todo cuando su mirada se volvía tan sensual y hacía que casi se derritiera. Debía de ser un «amante». La palabra era de Lucy. Ésta clasificaba a todos los hombres en una categoría u otra, dependiendo de cómo quisieran utilizarla y por cuánto tiempo. Los calificativos que les asignaba eran en su mayoría despectivos, y algunos eran explícitos, como los «sobones» y los «animales». Prefería los «rápidos» porque no le robaban mucho tiempo, entraban y salían en menos de cinco minutos y apenas se quedaban lo suficiente como para despedirse, afirmaba, eran raros los hombres que en realidad deseaban tanto dar placer como recibirlo. Lord Jonas era un verdadero peligro. Un peligro para los sentidos de ______, para su paz espiritual, para su secreto. Cuanto antes le perdiera de vista, mejor. FIN DEL CAPÍTULO 3 ya esta su cap | |
| | | Karla~Lovato^^ Casada Con
Cantidad de envíos : 1960 Edad : 27 Fecha de inscripción : 06/09/2010
| Tema: Re: mi adorable bribona :3 Noviembre 7th 2010, 19:41 | |
| Capítulo 3
«No te arrojo a los lobos.» ¿A quién creía engañar? Él era el maldito lobo. Pero ella fue capaz de volver a respirar normalmente, ahora él ya no estaba a su lado mirándola con aquellos ojos azules y penetrantes. La joven había estado a punto de delatarse con tantos sonrojos, y había temido ser incapaz de controlar lo que aquel caballero le hacía sentir. Por lo general se las arreglaba bien con los hombres; a fin de cuentas era «uno de ellos». Pero nunca había estado tan cerca de uno del calibre de Jonas. Sólo con mirarle se ponía nerviosa, de tan atractivo que era. ______ no se había trastornado tanto en toda su vida, posiblemente con una excepción. Pero entonces era demasiado joven para aprender el peligro que corría, no había sabido que si se queda donde estaba seguramente moriría; sólo sabía que estaba completamente sola en el mundo, sin nadie a quien pedir ayuda. Ya no estaba sola, pero era como si lo estuviera. Llevaba varios años atenazada por la inquietud porque se estaba haciendo demasiado mayor para ocultar que nunca adquiriría las proporciones masculinas, como los demás chicos hacían con el tiempo. Tarde o temprano alguien se daría cuenta y revelaría que había engañado a todo el mundo desde el principio. Había resultado sencillo guardar su secreto a lo largo de los años, mucho más fácil de lo que se esperaba, y todo porque Lucy había acertado. Llevarla a la pandilla vestida con un calzón andrajoso, una camisa demasiado grande, una chaqueta demasiado pequeña, ese viejo sombrero con el que se había quedado para protegerse los ojos de la lluvia, y con el pelo cortado a la altura del cuello, había causado una impresión duradera que no se había alterado. Pronto se convirtió en «uno de los chicos». Había aprendido a robar con ellos, a luchar con ellos, todo cuanto hacían... excepto cuando buscaban una compañía femenina de la que ______ no quería saber nada. Ahora eran catorce, y vivían en una casa destartalada de cuyo alquiler se ocupaba Dagger. Se habían albergado en muchas casas parecidas a través de los años, incluso en algunos pisos abandonados cuando no había suficiente dinero para pagar un alquiler. Dagger nunca permanecía demasiado tiempo en un mismo lugar. La casa actual tenía cuatro habitaciones: una cocina, dos dormitorios y una amplia sala de estar. Dagger ocupaba uno de los dormitorios. El otro estaba destinado a las chicas, que en él dormían o trabajaban, si tenían la edad suficiente para empezar a prostituirse. Todos los demás dormían en la espaciosa sala, ______ entre ellos. Había un pequeño patio trasero. Aunque no crecía hierba en él, era un buen lugar de juego para los niños más pequeños. También a ______ le gustaban los patios, una vez superada su aversión a ensuciarse. No se planteaba la posibilidad de bañarse, por lo menos no en las tinas comunes que se instalaban una vez por semana en la cocina. En lugar de eso se escapaba al río siempre que podía. Y la lluvia se convirtió en su aliada. Lucy era su única confidente. Lucy no contrajo la sífilis como había temido, pero acabó por vender su cuerpo ante la insistencia de Dagger. ______ entendía la lógica de éste, aunque no la compartía. Al ser una mujer bonita, Lucy habría llamado demasiado la atención de las victimas a las que hubiera intentado robar. Un ratero tenía que ser casi invisible para su víctima. Lucy no podía serlo, ¿y de qué otro modo iba a ganarse el sustento? Dagger había sido el mayor de todos ellos y seguía siéndolo, era el líder. Al principio no había más que unas pocas reglas, nada que pudiera importar a nadie. Pero al parecer Dagger pensaba que, si añadía más reglas de vez en cuando, no desempeñaba bien su papel. ______ jamás discutió con él. Hacía lo que le mandaban sin rechistar. El ojo clínico de Dagger era el único que temía de veras porque, aparte de Lucy, él era el único de los que quedaban en la pandilla que la había visto llegar con Lucy, y tarde o temprano se le ocurriría contar los años... y se preguntaría por qué un hombre de veinte años seguía teniendo el rostro de un niño de doce. Dagger tenía ahora unos treinta años, y todavía dirigía una banda de huérfanos. Habría podido marcharse. La mayoría lo hacía cuando llegaban a los veinte años, pues aspiraban a algo más, como poder quedarse con lo que robaban en lugar de entregárselo todo a Dagger para que comprara comida, pagara el alquiler y trajera a casa alguna otra chuchería para hacer sonreír a uno de ellos. Dagger habría ido dedicarse a actividades más lucrativas, pero no lo hizo. Pese a ser brusco, tenía buenas intenciones. ______ había llegado a la conclusión, años atrás, de que tenía un corazón bondadoso oculto en algún rincón de su flaco pecho. Como líder, probablemente pensaba que debía mostrarse duro e inflexible. Pero ella adivinaba que Dagger no se consideraba sólo su jefe, sino también su padre, y por esa razón no se había marchado con los demás. A medida que llegaban más huérfanos, otros se iban, de modo que los componentes de la banda nunca pasaron de veinte ni bajaron de diez. Siempre había alguno que necesitaba cuidados. La primera regla de la banda era que no se debía robar nunca a la clase alta en sus propias casas. Ésa era la forma más segura y más rápida de conseguir que las víctimas pusieran el grito en el cielo y que las autoridades registraran los barrios bajos en busca de los culpables. Si dieran con una casa llena de huérfanos no oficiales sería su perdición. Y los relatos de horror que Dagger contaba sobre los verdaderos orfanatos bastaban para hacer cumplir esa regla. Dagger lo sabía de primera mano, puesto que se había escapado de uno de ellos años atrás. Pero ______ estaba infringiendo esta norma esa noche. No era que tuvieran prohibido desvalijar a la clase alta, ni mucho menos. Pero sólo se les debía robar en lugares concurridos, en las calles, en tabernas, en el mercado o en las tiendas, donde no se dieran cuenta de que les faltaban unas cuantas monedas y, si lo hacían, pudieran pensar que se les habían caído por descuido o las habían gastado en algo que no recordaban.
La segunda regla que les daba buen resultado era que debían ceñirse a actuar en sus zonas sin aventurarse a robar en lugares que no conocían. Dagger asignaba una zona a cada uno y la cambiaba todas las semanas, para que los residentes habituales de esos barrios no empezaran a reconocer a alguno de ellos. ______ también estaba infringiendo esta norma. Otra regla la atañía sólo a ella y a unos pocos más, puesto que su edad y su estatura denunciaban que ya no eran niños. La lógica era que, cuantos más altos fuesen, más trabajo les costaría meter la mano en un bolsillo. Así pues, cuando alcanzaban una estatura determinada, se graduaban en la clase de «sólo trabajos específicos», lo cual implicaba que ya no robaban por su cuenta sino que se limitaban a cumplir las misiones que Dagger les asignaba. Evidentemente, ______ estaba incumpliendo esta regla. Para esos trabajos Dagger se había puesto de acuerdo con tres tabernas y una posada. Y puesto que ______ era muy reconocible debido al color de su pelo y de sus ojos, Dagger ya no le asignaba otra tarea que no fuese robar a «durmientes». Nunca había fallado hasta entonces, porque nunca le habían tendido una trampa deliberada. Pero de ese embrollo, ______ tendría que salirse sola. Si algún otro de los chicos hubiera sido capturado en su lugar, ella no dudaba que Dagger lo habría considerado un caso excepcional y se habría alegrado de las inesperadas riquezas que les mantendrían a flote durante un tiempo. Habría felicitaciones y celebraciones. Pero puesto que era ella la que había sido capturada y obligada a infringir las reglas, la actitud de Dagger sería la opuesta... porque había estado buscando un motivo para ponerla en la calle. Durante más de dos años, casi tres, ______ había tenido problemas con Dagger. Si bien antes se llevaban bien, bromeaban y reían mucho, ahora parecía que él la despreciaba. La reprendía siempre que tenía ocasión. La criticaba constantemente, lo mereciera o no. No podía dejar más claro que quería que se fuera, pero ella no le había dado ningún motivo para echarla. Hasta ahora. Ni siquiera sabía por qué se había vuelto contra ella, pero la cosa empezado aproximadamente cuando ______ le superó en altura. Podía ser simplemente que, como líder, Dagger pensaba tenía que ser el más alto. Pero, de hecho, no era un tipo alto: medía sólo un metro setenta. Y ______ vestía de un modo llamativo mientras que el atuendo de Dagger era anodino. Esto impresionaba a los niños. Muchos de ellos la imitaban y acudían a ella cuando necesitaban algo. ______ suponía que Dagger temía que quisiera suplantarle. Pero no era así. A ella ni siquiera le gustaba robar, por lo que no quería para nada la responsabilidad de mandar a otros hacer lo mismo. Le parecía que estaba mal, un sentimiento arraigado del que nunca había podido librarse. Pero no había tenido más remedio que hacerlo, viviendo entre ladrones. Con todo, había tratado sutilmente de tranquilizar a Dagger, de demostrarle que su puesto no la atraía, sin llegar a comentarlo abiertamente; pero no parecía que eso hubiera servido de nada. Podría mentir a Dagger, decir que la habían sacado de la taberna para llevarla a la cárcel pero había conseguido huir, que le costado mucho tiempo regresar a casa. Dagger no podía echarlo porque hubiera caído en una trampa. Ella tenía que conformarse con esa esperanza. Su inquietud no era sólo debida a saber lo que tendría que afrontar cuando llegara a casa. Se debía también a él, a ese lord Jonas. La había turbado tanto que no podía pensar, ni siquiera respirar. Pero aún había más: la asustaba hasta la médula porque la fascinaba. ______ no se había imaginado en su vida que alguien pudiera ser como él. No sólo era guapo. Su apostura era tanta que simplemente no acertaba a encontrar una palabra para describirlo. Lo que más se acercaba era bello, pero en un sentido masculino, que era una combinación absolutamente sorprendente... y fascinante. Ante él se sentía tan aturdida, que no entendía cómo había sido capaz de hablarle. Y sabía exactamente qué era lo que le alteraba tanto los sentidos y le cortaba la respiración cuando le miraba. La atraía sexualmente, algo que no le había ocurrido nunca antes. Otros hombres habían llamado su atención durante aquellos años, pero ninguno le había hecho desear hacer algo al respecto. Representar el papel de un varón implicaba que debía hacer caso omiso de tales cosas, lo que le había resultado bastante sencillo. Pero no esta vez. Y eso era lo que más la asustaba de lord Jonas. Se había pasado quince años, de hecho toda su vida ―por lo menos la parte que pudiera recordar―, evitando el destino de Lucy. Y lo había hecho por una sola razón: para no acabar siendo una beep. Nunca había cambiado de opinión al respecto. Puede que Lucy se hubiera adaptado bien al trabajo, puede que no se quejara tanto de ello como había hecho de antemano, pero ______ seguía considerándolo la peor forma de degradación. Para ella sería el fin de sus días, y no sólo en sentido metafórico, porque preferiría morirse de hambre en algún callejón antes de dejar que unos desconocidos pagaran para usar su cuerpo. Pero allí había un hombre que podría hacer que aceptara de buen grado ese papel. Peor aún, la había mirado como si conociera su secreto, como si pudiera ver su interior..., como si quisiera tocarla. Seguramente su imaginación la estaba engañando, pero no lograba sacudirse la sensación de que él lo sabía, sobre todo cuando su mirada se volvía tan sensual y hacía que casi se derritiera. Debía de ser un «amante». La palabra era de Lucy. Ésta clasificaba a todos los hombres en una categoría u otra, dependiendo de cómo quisieran utilizarla y por cuánto tiempo. Los calificativos que les asignaba eran en su mayoría despectivos, y algunos eran explícitos, como los «sobones» y los «animales». Prefería los «rápidos» porque no le robaban mucho tiempo, entraban y salían en menos de cinco minutos y apenas se quedaban lo suficiente como para despedirse, afirmaba, eran raros los hombres que en realidad deseaban tanto dar placer como recibirlo. Lord Jonas era un verdadero peligro. Un peligro para los sentidos de ______, para su paz espiritual, para su secreto. Cuanto antes le perdiera de vista, mejor.
FIN DEL CAPÍTULO 3
ya esta su cap no se por que sale tan chico eso me frustra | |
| | | It's Licsa! ♥ Amo A Los Jonas Brothers!
Cantidad de envíos : 2833 Edad : 27 Localización : De paseo por la sede de Intrepidez. Fecha de inscripción : 20/08/2010
| Tema: Re: mi adorable bribona :3 Noviembre 7th 2010, 20:08 | |
| Siguela esta nove esta genial... enserio me gusta Ademas de ke subes capis largos, la trama esta genial | |
| | | Floopii.xoxo Casada Con
Cantidad de envíos : 1984 Edad : 29 Localización : In Wonderland with the Mad Hatter Fecha de inscripción : 16/06/2010
| Tema: Re: mi adorable bribona :3 Noviembre 8th 2010, 10:22 | |
| ME GUSTA MUCHO PLIS SIGUELA"!!!!!!!!!! | |
| | | Karla~Lovato^^ Casada Con
Cantidad de envíos : 1960 Edad : 27 Fecha de inscripción : 06/09/2010
| Tema: Re: mi adorable bribona :3 Noviembre 10th 2010, 23:03 | |
| Capítulo 4
La misión que aquellos jóvenes lores le habían encomendado era tan sencilla en comparación con sus inquietudes que _______ la cumplió casi sin pensárselo. Casi todas las ventanas de la enorme mansión estaban abiertas. Trepó por una situada en un lado de la casa, se encaminó al vestíbulo y subió la escalera alfombrada. No había ninguna lámpara encendida, pero con tantas ventanas abiertas la luz de la luna entraba a raudales. _______ no necesitaba luz, por cuanto estaba acostumbrada a trabajar a oscuras. Pero incluso al final del pasillo del primer piso había una ventana abierta. Vio allí muchas puertas cerradas. Era una casa muy grande, más que cualquiera en la que hubiera estado antes. En un costado del pasillo había más puertas que en el otro, por lo que comenzó por el lado en el que había menos, sospechando que daban acceso a habitaciones más espaciosas, y concretamente al dormitorio principal. Acertó. Era la segunda puerta que abrió. Las dimensiones de aquella habitación demostraban que era la del dueño, y éste formaba un bulto en la cama. Heddings dormía profundamente, roncando con insólito estruendo. Era una lástima, porque _______ se preciaba de actuar con movimientos felinos, sin hacer el menor ruido, pero ahora no tenía necesidad de adoptar precauciones con los ronquidos de Heddings. Primero se dirigió al alto escritorio. El segundo cajón contenía el joyero: un cofre grande, que ocupaba prácticamente todo el cajón estaba cerrado con llave, ni siquiera tenía cerrojo. Lord Heddings pasaba de confiado. Levantó la tapa y quedó deslumbrada por un momento por el brillo desparramado en el fondo del cofre: no sólo anillos, sino también pulseras, broches, incluso collares. De hecho, la mayoría de las joyas que contenía eran femeninas. ¿Más ganancias de juego? A _______ la tenía sin cuidado. Decidió no llevarse el cofre. Era demasiado voluminoso y ni siquiera estaba segura de poder levantarlo del cajón, de modo que optó por llenarse los bolsillos de la chaqueta. Pasó una mano por el fondo del cofre forrado de terciopelo antes de terminar, para cerciorarse de que no se dejaba ni una sola alhaja. No quería tener que hacerlo otra vez si las dos reliquias de familia de Percy no estaban entre el botín. Con esa idea en la mente, efectuó incluso un rápido registro de demás cajones, pero no encontró nada más de interés. Examinó bien la mesa, pero sólo contenía papeles. Finalmente se acercó al tocador, donde descubrió un grueso fajo de billetes, una leontina de oro y otra sortija que se había escurrido entre los frascos de colonia, como si la hubieran tirado sobre la mesa. Se apoderó también de todo esto, introduciendo el dinero en el bolsillo de sus pantalones, puesto que los de la chaqueta ya estaban llenos. No había nada más dónde mirar. Las mesillas de noche anexas a la cama no tenían cajones, y descartó la librería, razonando que era poco probable que un hombre que tenía una fortuna en joyas en un escritorio no cerrado con llave escondiera efectos en libros simulados. Aliviada por haber casi terminado, se encaminó hacia la puerta, pero se detuvo en seco cuando Heddings sufrió un ataque de tos. Ella se acurrucó al pie de la cama. La tos era lo bastante violenta como para despertarle. Incluso podía levantarse para servirse un vaso de agua de la jarra que se hallaba al otro extremo de la habitación. En ese caso, ella estaba dispuesta a deslizarse debajo de la cama. Heddings tosió aún más fuerte. Hasta parecía que se estuviera ahogando. A _______ le pasó por la cabeza el horrible pensamiento de que pudiera morir, y se imaginó siendo acusada de homicidio, compareciendo ante un juez y siendo condenada a la horca. Un sudor frío le inundó las palmas de las manos. Por un momento se preguntó si debería tratar de ayudarle. Pero estaba paralizada por el miedo y no habría podido moverse para ayudarle aunque fuese temporalmente tan estúpida para hacerlo. Le llevó otro momento darse cuenta de que el hombre volvía a roncar plácidamente, el sonido más dulce que había oído. Bueno, de hecho no tardó en resultarle desagradable de nuevo una vez que hubo pasado la crisis, y no perdió más tiempo en salir de allí. Abajo todo estaba tranquilo. Regresó enseguida a la habitación por la que había entrado y de inmediato sintió que alguien la estiraba contra un pecho duro y le tapaba la boca con una mano para impedirle gritar. No estaba en disposición de hacerlo teniendo el corazón en un puño. Estuvo a punto de desmayarse... Entonces oyó que le susurraban al oído: ― ¿Por qué has tardado tanto? ¡Él! Pero su alivio duró apenas un segundo, pues de inmediato sintió dominada por la cólera. Se soltó y le espetó furiosa, aunque con un hilo de voz: ― ¿Te has vuelto majareta? ¿Qué haces aquí? ―Estaba preocupado por ti ―contestó él, en un tono de cierto arrepentimiento. _______ soltó un bufido. Menuda bola. Lo más probable era que estuviera preocupado por la posibilidad de que huyera llevándose sus preciosas sortijas. ―La próxima vez que quieras dar un susto de muerte a alguien, prueba contigo. Ya he «terminao» con esto. ― ¿Tienes las sortijas? ―Este no es el lugar «pa» hablarlo —replicó ella―. Hay que salir pitando ―Tienes razón ―le oyó decir a su espalda cuando se dirigía hacia la ventana... y tropezó con una alfombrilla. La caída la cogió por sorpresa. No era nada torpe, y esa alfombra estaba lisa cuando la pisó al entrar. Sin duda Jonas la había levantado. Braceó buscando algo a que agarrarse, pero lo único que había cerca era un alto pedestal con un busto encima. El pedestal era pesado y evitó su caída, pero el impacto hizo caer el busto. Éste chocó contra el suelo con un ruido sordo. _______ gimió para sus adentros. En el silencio de la noche, ese ruido habría bastado para despertar a los muertos o, por lo menos, a uno de los criados que dormían en la misma planta. Se volvió para decir a Jonas que saliera de inmediato y vio a un hombre de en la puerta apuntando al caballero con una pistola. _______ se quedó tan rígida que hasta dejó de respirar. El hombre estaba vestido por completo, evidentemente ya se había acercado a ellos antes incluso de que el busto golpeara contra el suelo. Quizá Jonas había hecho algún ruido al entrar, impulsando al hombre a investigar.Estaba en su perfecto derecho de dispararles primero y averiguar qué estaban haciendo allí después. Eso es lo que ella habría hecho si hubiera sorprendido a un par de individuos rondando furtivamente por su casa en mitad de la noche. Jonas estaba de espaldas a la puerta. Había dado un salto adelante para tratar de evitar que ella se cayera, pero se había detenido al ver que conseguía levantarse por sí misma. Todavía la miraba, ahora con buena luz, ya que el hombre tenía una lámpara en la mano. Ella ni siquiera estaba segura de que Jonas se hubiese cuenta de que había alguien allí sujetando esa lámpara. ―No te vuelvas ―susurró _______ con la voz más baja que pudo―. Si te reconocen, te meterás en un lío más gordo que si te dispara. Recobrando el valor, _______ se colocó delante de Jonas para tratar de ocultarle y dijo al hombre que empuñaba la pistola: ―No hay necesidad de armas, amigo. Solo buscábamos un sitio «pa» pasar la noche. Nuestro carruaje se ha averiado en el bosque. Mi amo ha creído reconocer vuestra casa. Está completamente trompa, y no me extrañaría que se haya «equivocao». Y hemos llamado. Pero mi amo no se ha rendido al no recibir respuesta y ha insistido en entrar y dormir en el salón. Ha dicho que a Heddings no le importaría. ¿Se ha «equivocao»? ¿No es aquí donde vive Heddings? La expresión tensa del hombre cambió de inmediato. Bajó la pistola, aunque no del todo. Así pues, _______ recargó un poco más las tintas. ―Ha querido echarme la culpa de que se cayera esa rueda, cuando yo le había avisado de que debería poner ruedas nuevas a su viejo coche. Desde luego, ha preferido gastarse «to» el dinero en mujeres caras y en el juego, así que no me ha hecho caso, como siempre. El hombre carraspeó. ― ¿Te atreves a decir eso en su presencia? ―_______ soltó una risotada. ―Está tan borracho que no se acordará. No sé ni cómo se tiene en pie. ― ¿Quién es? _______ no se esperaba tener que mencionar ningún nombre, pero al pensar en cómo había llegado hasta allí, no tardó en ocurrírsele uno. ―Lord Carryway, de la ciudad de Londres. ― ¿Por qué no le dejaste dormir en el carruaje? ―preguntó entonces el hombre. ―Lo habría hecho, pero he visto movimiento en los bosques cerca de aquí. He pensado que podría ser algún animal, pero también podría ser un maldito bandolero. No he querido exponerme a que le roben, porque bastantes cargos tienen contra mí. Prefiero conservar mi trabajo, aunque eso suponga aguantar un amo que se pasa la mayor parte del tiempo borracho. Siguió una larga pausa durante la cual _______ tuvo la certeza de que aquel tipo descubriría el engaño y se reiría en su cara. Calculaba hacia adónde echar a correr, o si sería mejor lanzarse sobre sus piernas y tratar de pillarle por sorpresa. ―Acompáñale ―dijo el hombre―. Arriba tenemos varias habitaciones de huéspedes desocupadas. En una de ellas hay un confortable sofá que puedes utilizar. En realidad _______ no confiaba en que aquel hombre la creyera. No debía de ser más que un criado, probablemente el mayordomo, por lo tanto no podía permitirse dejar un miembro de la nobleza a la intemperie. Podría habérsele ocurrido encerrarles hasta la mañana siguiente, cuando se pudiera verificar lo que ella le había contado. Pero, puesto que la había creído a pie juntillas, no debía de ser tipo desconfiado. Tan pronto como el hombre se volvió de espaldas para conducirlos al piso de arriba se presentó una buena oportunidad para escapar a través de la ventana. Pero él aún no había dejado la pistola y, al ver el arma todavía en su mano, _______ prefirió seguir representando la farsa sin arriesgarse a que una o dos balas salieran a su encuentro. Además, eran dos los que debían atravesar esa ventana, y no lo conseguirían sin que uno de ambos recibiera un disparo al intentar huir. Afortunadamente, el ricachón no había pronunciado ni una sola palabra. Lo habría estropeado todo si el criado se hubiera dado cuenta de que no estaba bebido en absoluto. O era lo bastante listo como a representar el papel que ella le había asignado o tenía el miedo suficiente como para mantener la boca cerrada. No, _______ dudaba de que tuviera miedo, o por lo menos no tenía tanto como ella. Él se había deshecho del tabernero con demasiada facilidad como para inquietarse por la posibilidad de recibir una bala. Probablemente era un valiente temerario, y un canalla despótico por haberla metido en aquel embrollo. Le cogió el brazo y se lo pasó por encima del hombro para simular que lo sostenía. Palideció al ver que tenía una pistola en la mano. Había estado apuntando con ella al hombre todo el tiempo, oculto detrás de la espalda de _______. ¡El maldito señorazo habría podido hacer que les mataran a ambos! _______ le arrancó el arma de la mano y la metió en el bolsillo de él, que se rió entre dientes. ¡Que Dios la protegiera de los imbéciles! ―Espero que sepas hacer el papel de borracho, amigo, e inclina la cabeza «pa» que él no pueda verte bien —le susurró. Fue fácil llevarle al piso de arriba. _______ estaba demasiado nerviosa como para darse cuenta de la proximidad de sus cuerpos, y él sólo recostaba su peso sobre ella cuando el criado se giraba para mirarles si no, subía las escaleras por sí mismo y en realidad era él quien conducía a la muchacha y no al revés. ―Es aquí ―anunció el criado, abriendo una puerta―. Por la mañana ya buscaremos algo con que arreglar vuestro coche para que podáis reanudar el viaje. ―Muchas gracias, amigo. Éste los siguió al interior de la estancia, encendió una lámpara y se dirigió hacia la puerta. No había soltado la pistola más que un momento para prender la lámpara. _______ empezó a preguntarse si realmente se había creído su historia. Y tan pronto como se cerró la puerta, soltó el brazo de Jonas y se precipitó contra ella para escuchar si el hombre se alejaba. Pero lo que oyó fue el leve chasquido del cerrojo de la puerta.FIN DEL CAPÍTULO 4Capítulo 5
Encerrados esperando... ¿qué? _______ perdió el poco color que le quedaba en las mejillas. ¿No había creído el hombre su historia, o simplemente estaba siendo prudente? Esperaba que sólo estuviera siendo prudente. Al fin y al cabo, eran unos desconocidos hasta que su patrón certificara lo contrario iba a quedarse allí vigilando su puerta el resto de la noche, la situación en la que estaban metidos no haría sino empeorar. Se volvió hacia Jonas y vio que la miraba con curiosidad, arqueando una ceja. Se acercó a él y susurró: ―Nos ha encerrado. ―Maldita sea ―gruñó él en voz alta. Eso digo yo. Ahora, amigo, pega la cabeza a una almohada y ponte a roncar, lo más fuerte que puedas. Tiene que creer que está durmiendo «pa» que vaya a acostarse. Dicho esto, no esperó a ver si obedecía. Regresó junto a la puerta tendió en el suelo para espiar por la rendija. En efecto, vio unos zapatos al otro lado. El criado seguía allí, probablemente con el oído pegado a la puerta. Al no oír ningún ronquido, _______ se volvió hacia Jonas y le miró enfadada. Éste elevó los ojos hacia el techo, con una mueca de indignación en los labios, como si su sugerencia fuese indigna de él. Y no fue directamente a la cama sino a la ventana, para calcular las posibilidades de escapar por esa vía. Debió de concluir que eran nulas, porque suspiró y se dirigió hacia la cama, saltó sobre ella y ensayó unos cuantos ronquidos hasta dar con uno que le dejó satisfecho. Entonces siguió roncando con estruendo. _______ estuvo a punto de sonreír. El señor parecía muy contrariado por tener que hacer algo tan sencillo como roncar. Peor para él. En primer lugar, no estarían encerrados en una habitación del piso de arriba si él no hubiera entrado en la casa. Ella habría salido de allí sin ningún problema, en lugar de estar tendida en el suelo esperando que un criado receloso se cansara y fuera a acostarse. No parecía que tuviera esa intención. Era probable que fuera a estar «de guardia» en el pasillo toda la noche. _______ casi podía imaginarse el ruido de la puerta de la cárcel al cerrarse tras ella y comenzaba a sentir náuseas. Cada vez más desesperada, fue a examinar la ventana por sí misma. La conclusión de Jonas había sido acertada. No era una vía de escapatoria fácil, no sin una cuerda. No había ningún árbol cerca al que saltar, ni ningún alféizar por el que bajar. Podían atar las sábanas para improvisar una cuerda, cosa que no se le habría ocurrido si aquellos dos ricachones no lo hubieran hecho esa misma noche, pero una ojeada a la habitación no reveló nada lo bastante consistente como para servir de soporte y resistir el peso de Jonas. Tal vez la aguantaría a ella, pero no a él. La cama podría servir, pero era pequeña, para una sola persona, y tenía un armazón de madera que podía romperse. Y, de todos modos, quizás harían demasiado ruido al tratar de acercarla a la ventana. Cuando finalmente se le ocurrió que el criado tal vez esperaba que apagaran la lámpara, _______ se habría dado de tortas. A pesar de que a su «amo» borracho la claridad le trajera sin cuidado, ¿por qué querría el «cochero» sobrio dormir con la luz encendida, a menos que no tuviera ninguna intención de dormir? Confiaba en que fuera eso lo que el criado estaba pensando, y en efecto, al cabo de diez minutos de apagar la luz, el hombre se alejó por el pasillo y bajó las escaleras. Mientras tanto, Jonas había estado probando una amplia gama de ronquidos que habrían hecho reír a _______ si no hubiera estado convencida de que estarían allí encerrados durante toda la noche. Era evidente que el criado desconfiaba de ellos, de lo contrario no habría permanecido tanto tiempo delante de la puerta de su habitación. Pero hubiera podido ser peor. Habría podido ir a despertar a su patrón, que quizás habría querido comprobar si faltaba algo de la casa y ella no habría podido evitar que registraran sus bolsillos y dieran con las joyas de Heddings. Se acercó al señorazo y le dijo: ―Por fin se ha ido. Le daremos unos minutos «pa» que vuelva a acostarse. ― ¿Y luego qué? ―Forzaré el cerrojo y saldremos de aquí. ― ¿Puedes hacerlo? _______ soltó un bufido. ―Claro que sí, y llevo mi ganzúa. Se sacó una aguja gruesa del sombrero y la introdujo en el cerrojo. Fue coser y cantar. Las puertas de los dormitorios solían ser muy fáciles de abrir. Al cabo de unos segundos dijo: ―Vamos. Saldremos por la puerta principal. Como ya saben que hemos estado aquí, no se extrañarán si la dejamos abierta. No esperó a ver si él la seguía. Nada más salir, echó a correr y no miró atrás ni se detuvo hasta que llegó hasta los árboles. Entonces se paró, pero sólo para recobrar el aliento y orientarse. No tardó mucho en vislumbrar las luces del carruaje a través del espeso follaje. Entonces Jonas llegó junto a ella. Él la cogió del brazo para conducirla durante el resto del trayecto hasta el coche. _______ trató de soltarse, pero sólo sirvió para que él la sujetara rodeándole los hombros con el brazo. Era evidente que no confiaba en que entregara las joyas ahora que habían salido de la casa de Heddings sanos y salvos. Sin la amenaza de un criado encañonándolos con una pistola, a _______ la trastornaba estar tan cerca de Jonas. Había permitido que le rodeara los hombros con el brazo cuando subieron las escaleras de la mansión y no había sentido más que su propio miedo. Pero ahora era distinto. Ahora notaba el largo cuerpo de él apretado contra su costado, su muslo musculoso, su cadera y su torso duro, y sentía lo bien que ella encajaba bajo su brazo, percibiendo el calor que emanaba de él... ¿o acaso de ella? Recordaba lo terriblemente guapo que era, aunque no podía verle la cara en la oscuridad del bosque. Recordaba aquellos incitantes ojos azules observándola dentro del coche, como si pudieran ver a través de su disfraz. Si entonces se detuviera allí mismo y la volviera hacia sí, ella habría estado dispuesta a cualquier cosa que él se propusiera. Jonas se paró. El corazón de _______ empezó a latir tan fuerte que hasta podía oírlo. Iba a hacerlo, acercaría sus labios a los de ella. Su primer beso, y del hombre más apuesto que había conocido nunca. Sería sublime. Lo sabía y contuvo la respiración, temblando de impaciencia. Él la empujó al interior del coche. Sólo se habían parado para que pudiera abrir la portezuela del vehículo donde Percy les estaba aguardando. Más desalentada de lo que estaba dispuesta a admitir, _______ se sentó y miró enojada a Jonas en cuanto éste ocupó el asiento frente a ella. La mayor parte de su enojo se debía a lo que acababa de ocurrir, o lo que no había ocurrido... sólo en su imaginación, por supuesto. Pero eso no evitó que se sintiera contrariada. Aunque Jonas no debía conocer sus pensamientos. Debía atribuir su expresión únicamente al tema que ella sacó a relucir. ―Ha sido lo más estúpido que he visto nunca ―le dijo―. ¿Te das cuenta de que nos han pillado por tu culpa? Si querías entrar en la casa, podrías haber robado los anillos tú mismo. ¿«Pa» qué me necesitabas entonces, eh? ― ¿Qué ha ocurrido? ―inquirió Percy, pero no le hicieron caso―Has tardado más tiempo del necesario ―señaló Jonas con frialdad―. Si no, no habría entrado. ― ¡No habían pasado ni diez minutos! ―Pues han sido diez minutos desmesuradamente largos. Pero ahora todo esto no tiene importancia. ― ¡De poco consigues que nos maten! Yo no diría que eso no tiene importancia, amigo. ― ¿Qué ha ocurrido? ―preguntó Percy de nuevo. ―Nada que este jovenzuelo no supiera resolver ―admitió Jonas. Y volviéndose hacia _______, como si no hubiera atizado su orgullo con ese cumplido informal, añadió―: Veamos qué has encontrado, para comprobar si ha merecido la pena tomarse tantas molestias. ―Cuando hayas arrancado el coche ―replicó ella, algo apaciguada por el hecho de que él reconociera que le había salvado el pellejo. No estaremos a salvo hasta que nos vayamos de aquí. ―Muy cierto ―asintió Percy, y golpeó el techo del vehículo para decir al cochero qué emprendiera el regreso hacia la ciudad―. Ahora, por favor, no me tengáis más sobre ascuas. Puesto que no era lord Jonas quien insistía, _______ no vio ningún motivo para rechazar la petición de su amigo. Procedió a vaciarse los bolsillos sobre la banqueta, incluido el fajo de billetes, recogió todo el montón y lo dejó caer sobre el asiento de enfrente entre los dos tipos ricos. Incluso se volvió los bolsillos del revés para demostrarles que no se quedaba con nada. Percy se abalanzó de inmediato sobre una sortija de aspecto antiguo exclamando: ―« ¡Santo Dios, sí!» ―Se llevó la joya a los labios para besarla y luego, con una prisa indecorosa, se la puso en el dedo al que aparentemente correspondía―. ¡No sé cómo agradecértelo, querido muchacho! Te doy... —Su gratitud se interrumpió bruscamente cuando las joyas volvieron a llamar su atención―. ¡Oh, aquí está la otra! ―exclamó, y desparramó las alhajas para coger el segundo anillo del montón. ―Te damos las gracias, chico ―dijo lord Jonas, completando el pensamiento de Percy. ―Muchísimas gracias ―agregó Percy, sonriendo a _______. ―Yo no diría tanto ―objetó Jonas. ―Habla por ti, viejo amigo. No eras tú quien tenías que esconderse de tu madre. ―Yo no tengo madre. ―Entonces de George. ―Entendido ―admitió Jonas, sonriendo. ― ¿George? ―inquirió _______. ―Mi madrastra. ― ¿Se llama George? ―dijo ella, sorprendida. Cuando el joven lord se echó a reír, sus ojos de color cobalto centellearon. ―En realidad se llama Georgina, pero mi padre se lo abrevió sólo para llevarle la contraria. Es su costumbre, ¿sabes? No lo sabía ni quería saberlo. Había hecho lo que le habían pedido ―mandado― que hiciera. Y con éxito, de modo que no tenía necesidad de repetirlo. Ahora sólo deseaba volver a casa, enfrentarse a Dagger... y comprobar si todavía tenía un hogar. Al recordarlo, su semblante se entristeció. Ellos no se dieron cuenta. Todavía contemplaban la pila de joyas relucientes. Percy señaló con el dedo un enorme colgante de forma ovalada rodeado de esmeraldas y diamantes. ―Esto nos resulta familiar, ¿no te parece? ―dijo a su amigo. ―Desde luego. Admiré los senos de lady Katherine más de una vez cuando este dije adornaba su pecho. ―No la tenía por una aficionada al juego. Y no creo que estuviera dispuesta a desprenderse de algo así. ―No lo es. Oí decir que se lo robaron hace unos meses mientras estaba de vacaciones en Escocia. ― ¿Me tomas el pelo, compañero? Para entonces Jonas fruncía el ceño. ―No, y esta pulsera también me resulta familiar. Juraría que mi prima Diana la lucía las pasadas Navidades. No recuerdo haberle oído decir que se la robaran, pero sé que no es nada aficionada al juego. ―Vaya, ¿insinúas que lord Heddings es un ladrón? ―inquirió Percy. ―Eso parece, ¿no? ―Cuánto me alegro. No sabes lo culpable que me hacía sentir todo este desagradable asunto. Jonas pilló a _______ poniendo los ojos en blanco al oír ese comentario, y ella se dio cuenta de que él hacía un gran esfuerzo para sonreírle. Pero Percy aún no había terminado, y su siguiente pregunta hizo que el joven lord asumiera una expresión más seria. ―Pero ¿qué vamos a hacer al respecto? ―No podemos hacer nada al respecto sin implicarnos a nosotros mismos y a nuestro joven amigo. ―Bueno, qué le vamos a hacer. Detesto ver a un ladrón salirse alegremente con la suya sin que pague por... ello... ―Percy interceptó la mirada significativa de _______ y carraspeó―. Exceptuándote a ti, muchacho, naturalmente. ―No te olvides de vosotros ―dijo _______ con desprecio―. Afanar esas joyas no ha sido idea mía. ―Tienes razón ―respondió Percy, sonrojándose. Pero lord Jonas observó con desagrado: ―No, tu idea era vaciar nuestros bolsillos, por lo que no hay necesidad de acusar a nadie. El calor de los múltiples sonrojos que experimentó _______ habría dado para encender el brasero del coche. Detestaba de veras que volvieran las tornas contra ella. Pero, dadas las circunstancias, se quedado sin argumentos de réplica. Aquel tipo era ágil, y desconfiado, o de lo contrario no la habría seguido al interior de la casa para cerciorarse de que cumplía con su misión. También era astuto, e inteligente. No tenía la menor duda de que todo aquello había sido idea suya. Era una lástima que no fuese un imbécil como su amigo. Antes, le había llamado tonto para sus adentros, pero sabía que no lo era. De haberlo sido, probablemente _______ habría conseguido zafarse de aquel asunto. Incluso podría conseguirlo ahora... si él no hubiera sido tan guapo. Pero le costaba pensar con lógica cuando él la miraba con aquellos ojos de color cobalto. El ingenio y la inteligencia de _______ la habían abandonado, dejando atrás una boba que estaba irremisiblemente fuera de su elemento.FIN DEL CAPÍTULO 5 perdon por no haberles puesto capitulos pero aqui se los recompensobienvenidas lectoras nuevas | |
| | | Allison de joe jOonas.. Casada Con
Cantidad de envíos : 1349 Edad : 28 Localización : Mexico..(6) en la recamara cOon jOoe amandOonOos y asiiendOo co0siittas malas xD.) Fecha de inscripción : 08/11/2010
| Tema: Re: mi adorable bribona :3 Noviembre 11th 2010, 17:39 | |
| | |
| | | Allison de joe jOonas.. Casada Con
Cantidad de envíos : 1349 Edad : 28 Localización : Mexico..(6) en la recamara cOon jOoe amandOonOos y asiiendOo co0siittas malas xD.) Fecha de inscripción : 08/11/2010
| | | | mele Amiga De Los Jobros!
Cantidad de envíos : 528 Localización : Brqto, Vzla Fecha de inscripción : 04/11/2010
| Tema: Re: mi adorable bribona :3 Noviembre 14th 2010, 17:39 | |
| | |
| | | karlha_nick Me Gustan Los Jonas!
Cantidad de envíos : 201 Edad : 29 Localización : cerca de nick .. muy muy cerca ( en su corazon) Fecha de inscripción : 10/09/2009
| Tema: Re: mi adorable bribona :3 Noviembre 15th 2010, 12:13 | |
| HOLAAAAA !! WIW SUPER TU HISTO CARIÑO !!!!!!!!!!!!!!! SUBE MASSS ESPERO CON ANSIAS !!1 XP MORDISKITOSS !! XP !!! | |
| | | Ninaa Amo A Los Jonas Brothers!
Cantidad de envíos : 2655 Edad : 28 Localización : komo ziempreeee...en NICK BURGO / ciudad de JONASLANDIA...jijiji♥ LIMA - PERÚ Fecha de inscripción : 07/02/2010
| Tema: Re: mi adorable bribona :3 Noviembre 15th 2010, 19:33 | |
| karla zube cap, me nqntaron ztoz caps, hay eze Nick!! qeriendoze zobre pazar cnmigo, digo qn ella!! pero zupueztamnt no lo hace xqe zta tratando de hacrme qreer qe no zabe qe io zoi una xiqa...jajaja ya no ze ni lo qe dije!! ziguelaaaaaaaaaaaaaaa | |
| | | karlha_nick Me Gustan Los Jonas!
Cantidad de envíos : 201 Edad : 29 Localización : cerca de nick .. muy muy cerca ( en su corazon) Fecha de inscripción : 10/09/2009
| Tema: Re: mi adorable bribona :3 Noviembre 16th 2010, 11:44 | |
| subeeeeeeeeeeeeeeeeeee cappppp | |
| | | Ninaa Amo A Los Jonas Brothers!
Cantidad de envíos : 2655 Edad : 28 Localización : komo ziempreeee...en NICK BURGO / ciudad de JONASLANDIA...jijiji♥ LIMA - PERÚ Fecha de inscripción : 07/02/2010
| Tema: Re: mi adorable bribona :3 Noviembre 16th 2010, 20:14 | |
| | |
| | | aandii_ Vecina De Los Jonas!
Cantidad de envíos : 311 Edad : 28 Localización : Mexico Fecha de inscripción : 25/04/2010
| Tema: Re: mi adorable bribona :3 Noviembre 16th 2010, 20:27 | |
| Heii Nueva Lectoraaaa!!
Esta genialisimaaaaa la noveee tienes que seguirlaa ^^
SIGUELA :* =D | |
| | | Contenido patrocinado
| Tema: Re: mi adorable bribona :3 | |
| |
| | | | mi adorable bribona :3 | |
|
Temas similares | |
|
| Permisos de este foro: | No puedes responder a temas en este foro.
| |
| |
| |