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veroparraa
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MensajeTema: PRIVADO no entrar porfavor .. se los ruego!   PRIVADO no entrar porfavor .. se los ruego! Icon_minitimeAbril 12th 2010, 21:41

Capítulo Tres


No podía dormir. Ni la ducha caliente, ni contar ovejas, ni leer tres capítulos de un libro aburrido, nada funcionaba. Estaba desvelada y, por más que tratara de evitarlo, no podía dejar de pensar en Nick.
Las dos horas que había durado la cena se le habían hecho interminables.
Se había sentado a su lado, había sonreído y le había pasado las patatas como si fuera cualquiera de los invitados de sus padres. Lo que no era así en absoluto.
Desde luego, tenía buen apetito, pensó Maggie. Comiendo como comía, no podía entender que Nick no tuviera veinte o treinta kilos más; pero el hombre no tenía ni un gramo de grasa. Lo había advertido cuando Drew la había hecho caer sobre sus potentes brazos y Nick la había sujetado contra el pecho. Era todo músculo, de punta a punta de sus anchos hombros.
Es decir, que seguía tal como lo recordaba hacía cinco años.
¿Cómo podía aparecer de repente y poner toda su vida patas arriba?
Maggie se incorporó y encendió la lámpara de noche. Cruzarse con Nick en el supermercado era una cosa, pero que éste se presentara en su casa y sedujera a toda su familia con su encanto era totalmente diferente.
La imagen de su hijo dándole la manita a Nick quedaría grabada para siempre en su memoria.
En ese momento, había tenido la sensación de que el mundo se había detenido y no existía nadie salvo ellos dos. Los dos hombres que, sin quererlo, habían transformado su vida.., sin que ninguno de los dos supiera lo importantes que para ella eran.
Después, tras haber recuperado la respiración, se había limitado a mirarlos asombrada, sin poder creerse que dos personas tan fantásticas formaran parte de su vida.
Había experimentado una inmensa e inesperada calma. De pronto, como si hubiera estado esperando ese momento sin ser consciente de ello, se había sentido muy aliviada, liberada del temor por lo que podría suceder en caso de que Nick llegara a conocer a su hijo.
Pero, ¿cómo iba a sospechar siquiera que era padre de Drew, si no era consciente de haber hecho el amor con ella?
Suspiró profundamente y miró la habitación alrededor. Aquél había sido su dormitorio hasta que diez años antes se había ido de casa. Se había marchado a una universidad de la costa este buscando nuevas emociones, pero no había tardado en comprender que una chica tímida como ella no encajaba en la gran ciudad. Aun así, había aguantado el tirón, se había licenciado como periodista y había conseguido su primer trabajo, en el periódico Tribune, de Carolina del Norte. Había comenzado sirviendo cafés, pero Maggie se había jurado que, de alguna manera, lograría hacerlos ver que era capaz de redactar buenos artículos. Lo único que necesitaba era una oportunidad.
Ocho meses después, debido a una gripe que había dejado en cama a dos tercios de la plantilla, le había llegado su oportunidad debía asistir al circuito en el que se celebraba el Campeonato de Motociclismo y entrevistar al dos veces campeón Nick Santos.
De todos los famosos del mundo, el destino le había elegido a Nick Santos, el hombre que la había defendido cuando ella tenía trece años y Roger Gerckee, después de reírse de sus gafas y de su coleta roja, le había quitado la comida y la había tirado a la basura.
Entonces, como un caballero sobre un caballo blanco, Nick había aparecido y se había dirigido a Roger en un tono lentamente calmado. Y, después de decirle que no debía desperdiciar así la comida, había tirado a Gerckee al mismo contenedor de basura. Todo el colegio lo había celebrado con vítores.., y ella se había enamorado.
Nunca le había contado a nadie sus sentimientos hacia Nick. Se habría convertido en el hazmerreír del instituto de haberlo hecho. Porque ella no era como las demás chicas, que siempre sabían qué decir, qué ropa llevar y cómo comportarse. Ella no encajaba y enamorarse de un chico como Nick era absurdo; no sólo era mayor que ella, sino que formaba parte del Trío de los Chicos Malos... De modo que se había resignado a que Nick no se fijara en ella.
Así, se había refugiado en las clases y los libros, reservándose para sí sus fantasías sobre Nick.
Fantasías en las que ella se convertía en una mujer despampanante que le robaba el corazón; fantasías que la habían acompañado durante todo el instituto y toda la universidad.
Hasta que hacía cinco años y seis meses se había visto obligada a entrevistarlo a fin de no perder su empleo.
Había visto la carrera en la que Nick había vuelto a proclamarse campeón nacional, había conducido hasta el hotel donde éste se alojaba y, tras reunir el valor necesario, había subido hasta su suite.
La fiesta de celebración se hallaba en pleno apogeo. El salón estaba atestado de invitados que no paraban de hablar y reír, la música sonaba a todo volumen y un hombre rubio se paseaba con una bandeja de copas de champán en la mano. Todas las mujeres eran guapas, al igual que los hombres, lo que la había hecho sentirse fuera de lugar.
No podía realizar aquella entrevista. Todavía no había visto a Nick y tampoco éste la había visto a ella. Si se marchaba en ese momento no tendría que sufrir la humillación de que Nick no la reconociera.
Entonces, cuando ya estaba yéndose, pensando qué mentira le contaría a su jefe, el hombre del champán le bloqueó el paso y le ofreció una copa:
—Te mandan del hotel? —había preguntado él.
—Yo...
—Es en el baño del dormitorio —la había interrumpido el hombre. Maggie había tratado de explicar que no era del hotel, pero la música estaba muy alta y el hombre no había logrado oírla y la había acabado llevando hasta el cuarto de baño, para marcharse a continuación.

Una vez a solas, después de echar el cerrojo, había mirado su copa de champán y se la había bebido de un trago. Y, aunque no tenía costumbre de beber, le había gustado el burbujeo que había sentido en la garganta. Así como la súbita desinhibición que había empezado a entrarle.
Había sacado la grabadora del bolso, había dicho probando, probando para comprobar que funcionaba y, después, se había fijado en el reflejo de su imagen en el espejo. Al menos podía haberse pintado los labios un poco, o intentar hacer algo con el pelo, pensó Maggie, que nunca hasta entonces se había preocupado por cosméticos ni peinados especiales.
Pero en esos momentos ya no tenía remedio. Entonces, al abrir el grifo del lavabo, un chorro de agua fría le había empapado la chaqueta. Al parecer, había encontrado el motivo por el que necesitaban un fontanero para la suite.
Así, tras quitarse la chaqueta, meterla en el bolso y secar el agua que había caído al suelo, había salido del baño del dormitorio, totalmente a oscuras, y, avanzando a tientas, había acabado chocando con el pecho de un hombre.
—Perdón, no pretendía asustarte —se había disculpado éste al oírla gritar—. Pensé que tal vez te encontraría aquí.
¡Era Nick!, ¿acaso la había visto y había llegado a reconocerla?
—Sí? —acertó a preguntar Maggie.
—He oído que querías verme... —había susurrado él.
—Bueno... la verdad es que sí... aunque no quiero que te pierdas la fiesta —había respondido Maggie.
—Se han ido todos a la suite de al lado. Hay un partido de fútbol y el televisor de allí es más grande —había comentado Nick, al tiempo que le acariciaba un hombro, hasta rozarle el cabello—. Te has dejado crecer el pelo. Me gusta.
—Gracias —había susurrado Maggie, trémula por las caricias de Nick.
—Relájate —había dicho éste entonces—. Sé que hace bastante tiempo, pero no tienes por qué estar tan nerviosa.
—No estoy nerviosa —había mentido ella—. Pero sé que estás muy ocupado, así que... quizá debamos empezar cuanto antes.
Entonces, después de envolverla con los brazos y recostarla sobre la cama, Níck la había besado como nunca la habían besado en su vida.
—Nick, no creo que... —se había resistido ella, a pesar del placer que le estaban proporcionando las caricias de Nick.
—Tranquila —la había interrumpido éste, al tiempo que le lamía el lóbulo de una oreja—. Es mucho mejor cuando no se piensa en nada.

Y era cierto. Jamás había sentido algo tan maravilloso. Después de tantos años, sus fantasías sexuales se estaban haciendo realidad. ¿Por qué iba a negarse ese placer? Tenía veinticuatro años. ¿No iba siendo hora de saber lo que era estar con un hombre?
Las manos de Nick le estaban recorriendo todo el cuerpo: los pechos, las piernas; le estaba levantando la falda y haciéndola sentir un calor desconocido que la impulsaba a apretarse a él más y más.
—Te noto diferente —había susurrado Nick entre dos besos.
Y era verdad. Desde el primero de los besos que se habían dado, ella había dejado de ser la pequeña Maggie Smith. Se había convertido en una mujer, que gemía y disfrutaba mientras Nick le desabrochaba la blusa, le quitaba el sostén y jugueteaba con sus pezones endurecidos.
Jamás había imaginado que pudiera sentir un placer semejante, que partía de su pecho y llegaba hasta sus partes más íntimas. Se arqueó buscándolo desesperadamente, provocándolo, hasta que Nick se colocó donde ella quería y necesitaba.
No sintió dolor, sino una inmensa e inefable satisfacción, cuando Nick la penetró. Una satisfacción más intensa con cada arremetida, hasta que él se desplomó vencido y la abrazó con cariño:
—Quédate conmigo, Cindy —le había susurrado.
¿Cindy?, se repitió Maggie, humillada. ¡Dios, la había confundido con otra mujer!, comprendió sin apenas respiración. De pronto deseó que la tierra se la tragara y se quedó quieta, inmóvil, hasta que Nick se hubo dormido y ella pudo vestirse y marcharse a oscuras.
Por suerte, pensó a continuación mientras iba en busca de su coche, Nick nunca se enteraría de con quién se había acostado, ya que él la había tomado por otra y el hombre del champán, por una encargada del hotel.
Aquella noche, después de llorar durante todo el viaje de vuelta, llegó a casa y escribió el artículo. El editor del periódico quedó lo suficientemente contento como para confiarle nuevos encargos y, poco a poco, sus colaboraciones se hicieron más frecuentes, hasta conseguir su propia columna.
Dos meses después, mientras miraba los resultados de la prueba del embarazo que se había hecho y leía la sentencia sobre la demanda de paternidad de Nick, comprendió que no podía decirle que iba a ser padre... Sobre todo, cuando ni siquiera era consciente de que se había acostado con ella.
En cualquier caso, Nick Santos, el hombre al que había amado desde los trece años, era el padre de su hijo. Se tocó el estómago, maravillada por aquel milagro, y supo que amaría a ese bebé con todo su corazón. Y fue tal su felicidad que reunió valor para decirles a sus padres que estaba embarazada y que no tenía intención de casarse con nadie, convencida de que podría liberarse del pasado y olvidarse de Nick.
Más tarde, cuando Drew tenía seis meses, se casó con Richard, pero pronto compren- dieron que su matrimonio había sido un error y se divorciaron un año después. Ella se quedó con un apartamento modesto pero acogedor y, cuando no estaba trabajando en el periódico, salía a pasear con Drew por un jardín cercano.
Ya no era la pequeña Maggie Smith. La vida le había enseñado un par de lecciones, y hasta había aprendido a maquillarse y a arreglarse el pelo. Había sustituido las gafas por unas lentillas y había comenzado a mejorar su estilo vistiéndose.
Era una mujer nueva, de la que se sentía muy satisfecha: una madre y una periodista prestigiosa. No necesitaba nada en la vida, ningún hombre, y menos aún a Nick Santos.
—A ver si me entero —comentó Lucas Blackhawk mientras le daba un sorbo a una lata de cerveza—. ¿Me estás diciendo que Nick Santos, el soltero más codiciado del mundo, está teniendo problemas de faldas?
—He dicho yo que tuviera problemas? —repuso Nick desabrido—. No he dicho nada de problemas. ¿Has venido a ayudarme, o a beberte mi cerveza y meter las narices en mi vida privada?
—¡Qué susceptible! —Bromeó Lucas—. Así que te ha dado calabazas, ¿eh? ¿Y quién es esa mujer con tan buen juicio?
—Si novas a ayudarme, lárgate —gruñó Nick—. Estoy ocupado —añadió, mientras reparaba una motocicleta.
—Quiero ayudarte —aseguró Lucas—. Sólo dime quién es, Nick. Te prometo que no me reiré de ti.
—Margaret Smith —murmuró Nick a regañadientes, sabedor de que Lucas no lo dejaría en paz hasta descubrir el nombre.
—Cómo dices? —Lucas ladeó una oreja y se acercó para oír mejor—. ¿Ingrid Whit?
—Margaret Smith —espetó Nick—. Maggie Smith.
De no haber estado tan enojado, Nick se habría echado a reír de la cara de sorpresa de Lucas.
—Maggie Smith? —repitió éste—. ¿Te refieres a la Maggie Smith callada como un ratón, que nunca miraba a nadie a la cara, de gafas grandes y pelo rojo?
—La misma —aunque totalmente diferente, pensó Nick.
—Bueno, no me extraña que te haya dicho que no —rió Lucas—. Has intentado ligar con una mujer cuyo coeficiente de inteligencia supera la talla de sus pies.
Nick se puso firme y miró a Lucas con gesto ominoso;
—¿No tienes un rancho donde marcharte y una mujer embarazada de la que cuidar?
—Hay un mozo ocupándose del rancho y Julianna está de mal humor esta mañana.
Los gemelos están jugando un partido de 7 fútbol en su estómago, así que he pensado
que necesitaba estar un rato a solas.
—Yo también necesito estar a solas. Lárgate de una vez, maldita sea —replicó Nick.
—Y, aparte de por su indudable sentido común —prosiguió Lucas sin inmutarse—, ¿por qué te ha rechazado Maggie?
Nick apretó los dientes. Se había pasado la noche entera tratando de responderse a esa misma pregunta. El tenía sentido del humor, su aspecto no era desagradable, decían que era un hombre encantador...
Claro que ella era periodista. Quizá a las periodistas les gustaran los hombres sensibles, reflexivos, que leen poesía, fuman en pipa y se sientan en la montaña para contemplar el universo.
O quizá, simplemente, no sintiera la menor atracción por él, admitió a su pesar. Pero no debía ser tan cerrada, pensó irritado. Si no le daba una oportunidad, ¿cómo iba a saber si su compañía podía resultarle agradable? Maggie debía arriesgarse un poco y aumentar sus horizontes.., unos horizontes que terminaran incluyéndolo a él, por supuesto.
—Es más delicada que la mayoría de las mujeres —respondió Nick por fin—. Sólo me he precipitado un poco, eso es todo.
—Nick Santos precipitándose? —se burló Lucas—. Imposible.
—Fuera, Lucas! Márchate ahora mismo si no quieres que te dé con el tubo de escape
en...
—Perdón...
Los dos hombres se giraron al oír la rugosa voz de Maggie, de pie en el umbral del taller de Nick, con las manos sobre los hombros de su hijo.


Última edición por veroparraa el Mayo 14th 2010, 17:55, editado 14 veces
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nicollemusical
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MensajeTema: Re: PRIVADO no entrar porfavor .. se los ruego!   PRIVADO no entrar porfavor .. se los ruego! Icon_minitimeJunio 4th 2011, 21:18

Jejeje entre! Smile
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nikifriky
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MensajeTema: Re: PRIVADO no entrar porfavor .. se los ruego!   PRIVADO no entrar porfavor .. se los ruego! Icon_minitimeJunio 4th 2011, 21:37

yo tmbn entre jeje... Razz
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Karla~Lovato^^
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MensajeTema: Re: PRIVADO no entrar porfavor .. se los ruego!   PRIVADO no entrar porfavor .. se los ruego! Icon_minitimeJunio 11th 2011, 13:01

muahahaha entre soy mala Twisted Evil
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Jonatica Forever
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MensajeTema: Re: PRIVADO no entrar porfavor .. se los ruego!   PRIVADO no entrar porfavor .. se los ruego! Icon_minitimeOctubre 1st 2011, 15:02

No me resisti y entre!!!JAJAJAJJA!!!Twisted Evil
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MensajeTema: Re: PRIVADO no entrar porfavor .. se los ruego!   PRIVADO no entrar porfavor .. se los ruego! Icon_minitime

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