Encuentros Sexuales!!! (Nick y tu) (solo mayores)

Capítulo XXII

“Dolor”

Unas manos tomaron mis hombros, al abrir los ojos me encontré con la más joven de las empleadas, su mirada llena de pánico se entrecruzo con la mía –tranquila señora yo la ayudare a subir– dijo con la voz llena de temblores y debilidad evidente –gracias– le respondí con plena sinceridad mientras que cada pisada lanzaba contra mi espalda una corriente eléctrica que simulaba latigazos de castigo, luché con todas mis fuerzas y las que no tenia para poder continuar sin pegar un solo grito o gemido mas allá de mis sollozos de sufrimiento sentimental, aunque podía sentirse muy real el agujero en mi pecho que aspiraba todo mi ser y alma, sus palabras de indiferencia me recordaban todo lo que habíamos vivido antes, la puerta de mi recamara fue lo más parecido a un resplandor de esperanza que podía existir en una oscuridad como la que me empezaba a envolver en este momento –gracias yo puedo continuar sola– le dije a la empleada con una media sonrisa – ¿está segura?– preguntó con amabilidad –lo estoy, muchas gracias– tome la manilla fría entre mis dedos aun más fríos –si me necesita estaré a su disposición señora– dijo la empleada justo antes de que cerrara la puerta a mis espaldas, tomé un par de frascos de cada pastilla que me correspondía para tenerlas cerca en caso de que las necesitara y me abalance sobre la cama, su perfume embriagador me envolvía entre las sabanas que se sentían como lijas que desgarraban mi piel, podía recordar cada caricia y momento en esta cama, cada sentimiento encontrado, las esperanzas de una nueva vida, el amor, la pasión, todos esos sentimientos que nos envolvían el uno al otro y que sin dudarlo compartíamos, su fragancia estaba marcada en cada rincón de la recamara y aunque sonara masoquista quería tenerla presente, si Nick pretendía dejarme no renunciaría a su recuerdo, no permitiría que se desvaneciera nuevamente su imagen de mi cabeza, quería recordar cada lunar, cada peca, cada cabello, cada caricia, cada instante y cada beso, ya sabía lo que se sentía no recordarlo y en esta ocasión lo quería todo, quería tenerlo de por vida junto a mí, entonces sentí que no había luchado lo suficiente, que no podía permitir que sus palabras fueran las ultimas y más si se trataba de una vil mentira, yo más que nadie sabía cuánto me amaba y aunque me dijera lo contrario no podía creérselo, nuestras vidas estaban compenetradas, tomé el doble de la dosis recomendada de las pastillas para poder colocarme de pie, sin preocuparme por limpiar mi rostro abrí la puerta con determinación, la empleada estaba sentada a un lado de la puerta con el rostro lleno de sorpresa, no se atrevió a decir palabra alguna, pero por iniciativa propia tomó mi brazo para ayudarme a bajar las escaleras, al encontrarme en el último escalón noté que estaba sola en la casa o por lo menos lo que alcanzaba a ver, me liberé del agarre de la muchacha y continúe con mi búsqueda, el jardín trasero, la piscina, las habitaciones del primer piso, todo lo registre hasta llegar a la cochera, el lugar por donde debía haber comenzado, el coche que yo había utilizado no estaba, Nick había dejado la casa, un vacio amenazador me destruyó y entre sollozos me fui dejando caer sobre los pies de la muchacha que se mantenía a mi lado como una sombra, todo había sido mi culpa, un dolor incalculable cruzo mi cuerpo principalmente mi pecho –se fue sin nada señora– dijo la joven, y no se equivocaba, Nick se había ido sin una sola maleta o una de sus medicinas, lo que me dio esperanzas de que volvería aunque eso podría comprarse nuevamente prefería mantenerme unida a la esperanza de que volvería –ayúdame a levantarme y consígueme un teléfono– le dije a la chica, ágilmente me colocó de pie y salió corriendo hacia el interior de la casa, tuve que colocar una de mis manos sobre mi espalda para ayudarme a resistir los golpes que me daba la bebé con cada agitación, esta vez se trataban de corrientosos estruendos eléctricos, era como si se me durmieran los nervios continuamente y por pequeños lapsos de tiempo, bajé la mirada hacia mi ropa que ya estaba harapienta lo que jaló otro jadeo desde mi interior “también mi ropa” pensé sarcásticamente mientras intentaba limpiar las machas de sucio en mis rodillas, en respuesta a mi critica las lagrimas del cielo cayeron sobre mí, estaba empezando a llover, camine por el interior del garaje hasta la puerta que daba hacia la cocina, necesite apoyar una de mis manos de la pared para no irme de lado –aquí tiene el teléfono señora–
–muchas gracias, no te molestaría mas pero necesito que me traigas un abrigo– le dije con cierta vergüenza ante lo que había tenido que soportar y observar –no se preocupe señora– respondió con una sonrisa y luego desapareció, marqué como pude los números para comunicarme con Alicia quien no respondió mi llamada ni la primera ni la segunda incluso en la tercera oportunidad, debía habérsele extraviado el teléfono, coloqué el auricular sobre la mesa del comedor antes de sentarme, los movimientos que necesite hacer para colocarme sobre la silla fueron increíblemente dolorosos, en el momento en bajé el rostro hacia mis piernas entendí que debía llamar al doctor, por alguna razón no podía recordar su nombre y el pánico empezaba a inundarme –buenas noches doctor, le habla tn____ Jonas, creo que tengo una emergencia, las piernas se me están tornando color morado–
–sube lo pies y no te muevas en diez minutos estaré allá– la empleada me ayudo a subir las piernas mientras colocaba mi cuerpo lo más recto posible, ya los tranquilizantes nos servían y sentía como cada musculo de mi cuerpo se desgarraba, un fuego devastador recorría mis entrañas, era como si todo se estuviera consumiendo – ¿quiere que llame a alguien?–
–llama a mi madre y al último número que marqué, diles que tengo una crisis de circulación y que lo más seguro es que deban llevarme a la clínica– le dije aparentando calma y disimulando el temor que envolvía mi cuerpo, la joven echa un mar de nervios me obedeció, en esta oportunidad Alicia si había llegado a contestar, los minutos se sintieron como horas, incluso días, los dolores crecían y comenzaba a dejar de sentir la punta de mis pies, las sirenas de la ambulancia se escucharon a lo lejos mientras el desespero me invadía, las manos de Raúl se deslizaron por mis piernas adormecidas –te dolerá un poco– dijo con su particular toque de paciencia, y sin avisarme las manos de los paramédicos envolvieron mi cuerpo, y descubrí la cantidad de mentiras que envolvía su última frase, no se trataba solo de un poco de dolor.