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 La Boda Imprevista - Joe&Tu Adaptada

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Wenn
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MensajeTema: La Boda Imprevista - Joe&Tu Adaptada   La Boda Imprevista - Joe&Tu Adaptada Icon_minitimeAgosto 25th 2012, 08:52

Hola chicas... Yo aqui otra vez, de casualidad encontre este libro y no dude en adaptarla y compartirla con ustedes... Ya he subido varias adaptadas, como tambien mias... Esta se llama Boda Imprevista... Se que les encantaran... Avisenme si les gusta y subire el primer cap... Bye besos!

Pd: cambie el nombre de la prota... Es April... Asi que Joseph y April, son los protas...


Prólogo

Madrid, España. Un año atrás.

Quería cubrirla de joyas. Joseph Jonas deslizó los dedos por el brazo desnudo de la mujer que dormía a su lado e imaginó que joyas de la familia quedarían mejor con su pelo negro. ¿Los rubíes? ¿Las esmeraldas? ¿O tal vez las perlas?Normalmente no solía echar mano del tesoro familiar. Prefería vivir del dinero que ganaba con sus propias inversiones. Pero estaba dispuesto a hacer una excepción por April. La luz del amanecer entraba por los ventanales de la casa del siglo diecisiete que había alquilado para el verano. Una ligera brisa agitó las cortinas. April había parecido tan cómoda caminando entre las ruinas del castillo español que al principio no se había dado cuenta de que era de los Estados Unidos. Y muy exótica. Y ardiente. Mientras ella caminaba tomando notas por entre los andamios, él había perdido el hilo de su conversación con los inversores. La mayoría lo consideraban el impulsivo de la familia, aunque le daba igual lo que pensaran. No había duda de que corría riesgos en los negocios y en su vida privada, pero siempre tenía algún plan. Y siempre le funcionaba. Al menos hasta ahora. La noche anterior, por primera vez, no había planeado nada. Simplemente se había lanzado de lleno a por aquella intrigante mujer. No sabía qué sucedería a la larga, pero estaba seguro de que iban a disfrutar de un fantástico verano.

—Umm —April giró en la cama y apoyó una mano en la cadera de Joseph—. ¿He dormido demasiado?— Aún tenía los ojos cerrados, pero Joseph recordaba a la perfección su intenso tono oscuro, que encubría la altivez de una emperatriz otomana. Miró el reloj de la mesilla de noche.
—Son sólo las seis de la mañana. Aún tenemos un par de horas antes del desayuno.— April enterró el rostro en la almohada.
—Aún estoy tan dormida…— No era de extrañar. Habían estado despiertos casi toda la noche, disfrutando del sexo, dando cabezaditas, duchándose… y acabando nuevamente uno en brazos del otro. No ayudó que hubieran bebido un poco.

Joseph se había limitado a un par de copas, como April, aunque parecían haberle afectado más a ella. Acarició su largo pelo negro, tan suave que se deslizó por sus dedos como lo había hecho cuando la había tenido encima, debajo… Joseph salió de la cama.

—Voy a llamar a la cocina para que nos suban aquí el desayuno. Si te apetece algo en especial, dilo.— April se tumbó de espaldas en la cama con los ojos aún cerrados y se estiró. Sus redondeados y perfectos pechos llamaron de inmediato la atención de Joseph.
—Umm… me da igual —murmuró ella, adormecida—. Estoy teniendo un sueño maravilloso… —hizo una pausa, frunció el ceño y entreabrió ligeramente los ojos—, ¿Joseph?
—Sí, ese soy yo —dijo Joseph mientras se ponía los calzoncillos y tomaba su teléfono.

April miró rápidamente a su alrededor, tratando de orientarse. Tomó el edredón y tiró de él hacia arriba para cubrirse. De pronto se quedó paralizada.

—¿Qué sucede? —preguntó Joseph, extrañado. No era posible que April fuera a mostrarse repentinamente tímida después de lo de aquella noche.
—¿Joseph…? —repitió ella, claramente aturdida. Joseph se sentó en el borde de la cama y esperó, pensando en varias formas de entretenerla a lo largo del verano. April extendió el brazo y abrió los dedos de las manos. La luz que entraba por la ventana destelló en el anillo de casada que Joseph había puesto en su dedo anular la noche anterior. Parpadeó de prisa, obviamente horrorizada. —¡Cielo santo! —exclamó—. ¿Qué hemos hecho?


-QUE ME DICEN? LA SIGO?!
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PinguinitaJonas
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MensajeTema: Re: La Boda Imprevista - Joe&Tu Adaptada   La Boda Imprevista - Joe&Tu Adaptada Icon_minitimeAgosto 25th 2012, 12:09

Obvio que la tienes que seguir!! Se ve que va
a estar buena! Primera lectora, Siguela plis!
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Wenn
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MensajeTema: Re: La Boda Imprevista - Joe&Tu Adaptada   La Boda Imprevista - Joe&Tu Adaptada Icon_minitimeAgosto 26th 2012, 11:41

GRACIAS PINGUI!!!! AQUI TE DJEO EL PRIEMR CAP!!!!



Capítulo 1


Pensacola, Florida. En la actualidad.

—¡Felicidades a la futura esposa, a mi pequeña princesa!

El brindis del padre de la novia llegó desde la cubierta del barco hasta el muelle en que se encontraba April Taylor. Estaba sentada en el borde, mojándose los pies en las aguas del golfo de Florida, cansada después de haber ayudado a su media hermana a organizar su fiesta de compromiso. Su padrastro había tirado la casa por la ventana por Audrey, excediendo las posibilidades que podía permitirse un recaudador de impuestos, pero nada bastaba para su «pequeña princesa». A pesar de todo, había tenido que conformarse con una reserva el lunes por la noche para poder permitírselo. El sonido de las copas se mezcló con el del agua que acariciaba los pies de April.
La comida había terminado y todo el mundo había quedado tan satisfecho que nadie la echaría de menos. Se le daba bien ayudar a la gente y mantenerse en segundo plano. Organizar aquella fiesta de compromiso había resultado una actividad agridulce, pues le había hecho pensar en su propia boda. Boda de la que su familia no sabía nada. Afortunadamente, un efectivo divorcio la había librado rápidamente de su impulsivo matrimonio, celebrado de forma totalmente improvisada a media noche. Normalmente lograba apartar los recuerdos, pero la organización de la fiesta de compromiso de Audrey le había hecho revivirlos con especial intensidad. Por no mencionar el críptico mensaje telefónico que había recibido aquella mañana de Joseph.
Ya había pasado un año, pero aún podía reconocer su profunda y sensual voz.

«April, soy yo. Tenemos que hablar».

April apartó la coleta que la brisa se empeñaba en llevar hacía su rostro. Un año atrás decidió ir a conocer la herencia cultural de su verdadero padre. Aquello la había conducido hacia el hombre equivocado, un hombre con un intenso perfil vital que suponía una amenaza para su cuidadosamente protegido mundo, y también para los secretos que tan celosamente guardaba. Parpadeó para alejar los recuerdos de Joseph, demasiados, teniendo encuenta el poco tiempo que pasaron juntos.
Debería ignorar su llamada y bloquear su número. O al menos esperar a que su hermana estuviera casada antes de ponerse en contacto con él. El relajante sonido del agua que acariciaba los costados del muelle se vio interrumpido por el del motor de un vehículo que se acercaba. April miró por encima del hombro. Se acercaba una limusina.
¿Se trataría de algún invitado rezagado? Si era así, llegaba realmente tarde. Tomó sus sandalias mientras contemplaba el elegante y exclusivo RollsRoyce de ventanillas tintadas. La zona privada en que se encontraban era totalmente segura… ¿pero había realmente algún sitio seguro, especialmente en la oscuridad?
April sintió que se le ponía la piel de gallina y se le secaba la boca. Se puso las sandalias reprendiéndose por ser tan tonta. Pero lo cierto era que el prometido de Audrey era conocido por tener algunos contactos turbios. Su padrastro sólo era capaz de ver el dinero y el poder, y no parecía preocuparle el retorcido camino por el que solían circular éstos. Aunque ninguno de aquellos cuestionables contactos tenía motivos para querer hacerle daño a ella. En cualquier caso, le convenía volver a la fiesta. Se puso en pie.
La limusina aceleró la marcha. April tragó saliva, lamentando no haber tomado unas clases de autodefensa a la vez que terminaba sus estudios de bibliotecaria. Pero no tenía por qué ponerse paranoica. Empezó a caminar. En cuanto avanzara treinta metros podría avisar al hombre que vigilaba el acceso a la pasarela. El sonido del motor de la limusina aumentó a sus espaldas. Caminó más deprisa.
El tacón bajo de sus zapatos se enganchó entre las tablas del muelle. Acababa de liberarlo cuando el vehículo se detuvo ante ella. Se abrió una de las puertas traseras, bloqueándole el paso. April sólo podía rodear el coche o lanzarse al agua. Frenética, miró a su alrededor en busca de ayuda, pero ninguno de los setenta y cinco invitados que había en el yate parecía haberse dado cuenta de su situación. Una pierna vestida de negro se asomó por la puerta del coche. El zapato Ferragano que April reconoció al instante hizo que los latidos de su corazón se desbocaran. Sólo conocía a un hombre que los usara. Dio un paso atrás mientras el hombre salía del coche.
Contuvo el aliento, con la esperanza de ver asomarse un pelo canoso o una buena barriga… Cualquier cosa… ¡menos a Joseph! Pero no hubo suerte. El hombre alto y fuerte que salió del coche vestía de negro y llevaba suelto el botón superior de la camisa. Su pelo oscuro le llegaba casi hasta los hombros y lo llevaba apartado del rostro, lo que realzaba la fuerza de su mandíbula. Unas gafas de sol ocultaban sus ojos.
April sintió que los nervios atenazaban su estómago. Obviamente, su ex marido no se había conformado con hacer una llamada y dejar un mensaje. El poderoso empresario internacional del que se había divorciado hacía un año había regresado. Joseph Jonas se quitó las gafas, miró la hora en su reloj y sonrió.

—Siento haber llegado tarde. ¿Nos hemos perdido la fiesta?

* * *
Pero a Joseph no le interesaba nada la fiesta. Lo que quería averiguar era por qué April no le dijo toda la verdad cuando le pidió el divorcio. También quería saber por qué su apasionada amante se había alejado tan desapasionadamente de él. Habría disfrutado contemplando la anonada expresión de April al verlo de no ser por lo enfadado que estaba a causa del secreto que le había ocultado, secreto que estaba estropeándolo todo en su sentencia de divorcio. Un año atrás, cuando la conoció en Madrid, la asombrosa e instantánea química que surgió entre ellos le impidió pensar en otra cosa. Y viéndola ahora de nuevo, no le extrañó que se le hubieran pasado por alto algunos detalles… como, por ejemplo, lo bien adaptada que parecía al entorno español en que se hallaba. April era una distracción andante. La brisa moldeó en torno a su cuerpo el vestido de seda que llevaba. La semipenumbra reinante hizo que Joseph la viera casi desnuda. ¿Habría sido consciente de ello cuando eligió el vestido?
Lo más probable era que no. April no parecía ser consciente de su atractivo, lo que hacía que resultara aún más tentadora. Llevaba el pelo sujeto en una cola de caballo que realzaba sus exóticos ojos marrones. Apenas maquillada, habría podido relegar a la sombra a muchas modelos famosas. Pero en cuanto tuviera su nombre en los papeles del divorcio, papeles oficiales en esta ocasión, no pensaba volver a tener nada que ver con ella. Al menos, ése era el plan. No necesitaba pasar dos veces por lo mismo. En su momento malinterpretó las señales, no se dio cuenta de que April estaba bebida cuando dijo el «sí, acepto». Pero ya había superado aquel episodio de su vida. O eso pensaba.
Porque al verla de nuevo había experimentado el mismo impacto que la primera vez que la vio. Trató de dejar a un lado su atracción. Necesitaba su firma y, por algún motivo, no había querido dejar aquello en manos de sus abogados. April apoyó las manos en las caderas y ladeó la cabeza.

—¿Qué haces aquí?
—He venido a acompañarte a la fiesta de compromiso de tu hermana—Joseph apoyó una mano en la puerta abierta de la limusina—. No puedo permitir que mi esposa vaya sola.
—¡Shhh! —April agitó la mano ante su rostro—. No soy tu esposa.— Joseph la tomó de la mano y miró su dedo anular.
—Vaya, la ceremonia de nuestra boda en Madrid debió ser una alucinación.— April liberó su mano de un tirón.
—No digas tonterías.
—Si lo prefieres, podemos saltarnos la fiesta, ir a tomar un bocado y hablar de esas «tonterías».— April miró a Joseph con cautela.
—Estás bromeando, ¿no?
—Sube al coche y compruébalo.— April volvió la mirada hacia el yate y luego miró de nuevo a Joseph.
—No creo que sea buena idea.
—¿Temes que te secuestre?— April rió nerviosamente, como si hubiera pensado precisamente aquello.
—No digas tonterías.
—Entonces, ¿por qué no entras? A menos que quieras que sigamos con esta conversación en medio del muelle…— April volvió de nuevo la cabeza hacia el barco. Finalmente asintió.
—De acuerdo —dijo a regañadientes mientras entraba en la limusina. Joseph entró a continuación, dio un toque con los nudillos al cristal que los separaba del conductor y le indicó que condujera sin mencionar un destino determinado.
—¿Adónde vamos? — preguntó April.
—¿Adónde quieres ir? Tengo una suite en Pensacola Beach.
—Cómo no —dijo April con ironía mientras contemplaba el elegante y equipado interior de la limusina, que incluía un mini bar, un televisor de plasma y un completo equipo informático.—Veo que no has cambiado —Joseph había olvidado lo quisquillosa que podía ser con el tema del dinero.

Pero había sido una experiencia refrescante conocerla. Ya había conocido demasiadas mujeres que sólo iban tras él por la cartera de acciones Jonas y su influencia política. Nunca había conocido a otra mujer que lo hubiera dejado por ello. Pero entonces no sabía que April tenía acceso a más influencia y dinero del que él podía ofrecerle. Aquello lo había impresionado, pero también lo había confundido, ya que April no se molestó en comentárselo ni siquiera después de casarse. Reprimió su enfado, una emoción peligrosa dada la punzada de deseo que estaba experimentando. Para demostrarse a sí mismo que podía mantener el control, tomó entre dos dedos un mechón del pelo de April. Ella apartó de inmediato la cabeza

—Para. Déjate de jueguecitos y explícame por qué has venido.
—¿Qué tiene de malo que quiera ver a mi esposa?
—Ex esposa. Nos emborrachamos y acabamos casados —April se encogió despreocupadamente de hombros—. Le sucede a mucha gente. Sólo tienes que ver los registros matrimoniales de Las Vegas. Cometimos un error, pero dimos los pasos necesarios para corregirlo al día siguiente.
—¿Consideras que todo fue un error? ¿Incluso lo sucedido entre el «sí acepto» y la resaca de la mañana siguiente? —preguntó Joseph sin poder contenerse. Un destello de atracción iluminó por un instante los oscuros ojos de April.
—No lo recuerdo.
—Te estás ruborizando —comentó Joseph con evidente satisfacción—.Seguro que recuerdas la mejor parte.
—El sexo es irrelevante —dijo April remilgadamente.
—¿Sexo? Yo estaba hablando de la comida. La mariscada estaba deliciosa.— La boca de April se contrajo en un gesto de desagrado.
—Eres un asno, Joseph.
—Pero soy todo tuyo…
—Ya no. ¿Recuerdas la mañana después? Eres mi ex asno.

Si fuera tan fácil dejar a aquella mujer atrás… Joseph tenía al cielo portestigo de lo mucho que se había empeñado en olvidar a April Taylor Jonas a lo largo de aquel último año. ¿O más bien a April Medina Jonas? Había descubierto el problema en el registro de una iglesia, un pequeño «detalle» que April olvidó mencionar, pero que había puesto freno al papeleo de su divorcio. Joseph no pudo evitar una vez más la sensación de haber sido traicionado. Quería dejar a aquella mujer en su pasado, pero en aquella ocasión sería él quien la dejara.

—En eso te equivocas. El papeleo no siguió adelante.— Joseph volvió a tomar un mechón de pelo de April y tiró ligeramente de él para hacer notar su presencia.

El destello de conciencia que iluminó momentáneamente los ojos de April alimentó el fuego que latía en elinterior de Joseph. Contempló la sencilla cadena de oro que rodeaba su cuello y recordó las joyas con que una vez imaginó cubrirla mientras dormía. Pero entonces despertó y dejó bien claro que no iban a pasar el verano juntos. Tenía mucha prisa por alejarse de él. Joseph recordó que había acudido allí para aclarar las cosas y marcharse, pero empezaba a pensar que sería más satisfactorio disfrutar una vez más de April para asegurarse de que recordara todo lo que habrían podido tener si ella hubiera sido tan franca con él, como él lo fuecon ella. Deslizó los nudillos hasta su mejilla y le hizo volver el rostro para que lo mirara.

—El procedimiento no siguió adelante porque mentiste respecto a tu nombre.— April apartó la mirada.
—No mentí sobre mi nombre —dijo a la vez que se erguía en el asiento—. ¿A qué te refieres con que el procedimiento no siguió adelante?— Parecía sinceramente sorprendida, pero Joseph ya había aprendido a no fiarse de ella. Pero estaba dispuesto a seguirle la corriente para lograr su meta; una última noche en la cama de April antes de dejarla para siempre.
—El papeleo del divorcio no concluyó. Sigues siendo la señora de Joseph Jonas, querida.

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Tatu d'Jonas
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MensajeTema: Re: La Boda Imprevista - Joe&Tu Adaptada   La Boda Imprevista - Joe&Tu Adaptada Icon_minitimeAgosto 26th 2012, 22:22

o_O
me encanto esta novela!!!
amoo todas, TODAS las noves q subes
tienes q seguirla porfaaa

PD: nueva lectora xD
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Wenn
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MensajeTema: Re: La Boda Imprevista - Joe&Tu Adaptada   La Boda Imprevista - Joe&Tu Adaptada Icon_minitimeAgosto 27th 2012, 13:36

Capítulo 2

Joseph tenía que estar bromeando, se dijo April, tensa. Se había esforzado realmente por no dejar rastro. Su madre le había advertido de lo importante que era que tuviese cuidado, que se mantuviera por encima de todo reproche, que nunca atrajera en exceso la atención. Miró distraídamente por la ventanilla. Realmente parecía que el conductor estaba conduciendo sin destino, que no se dirigía a ningún sitio concreto… como el hotel de Joseph.

—Firmamos los papeles del divorcio —dijo. Joseph entrecerró sus intensos ojos avellana.
—Al parecer olvidaste decirme algo, un secreto que has mantenido celosamente guardado todo este tiempo.— April se mordió el labio para reprimir las impulsivas palabras que tenía en la punta de la lengua mientras se recordaba que debía estar agradecida por el hecho de que Joseph no hubiera descubierto su más reciente secreto. El estómago se le encogió a causa de los nervios. Trató de calmarse respirando profundamente, pero debía enfrentarse a una verdad que había aprendido hacía tiempo. Sólo podía relajarse trabajando en la biblioteca.
—¿Qué secreto?—preguntó, siguiendo la arraigada costumbre de la negación. Hasta entonces nadie había sacado aquel tema, de manera que su estrategia había funcionado—. No sé de qué estás hablando.— Joseph no ocultó su irritación.
—¿Es así como piensas llevar el asunto? De acuerdo —se inclinó hacia April, a la que no se le pasó por alto el aroma de su loción para el afeitado,aroma que aún no había olvidado—. Olvidaste mencionar a tu padre.
—Mi padre es un recaudador de impuestos en Pensacola, Florida, y hablando de Florida, ¿por qué no estás en tu casa de Hilton Head, en Carolina del Sur?
—No hablo de tu padrastro, sino de tu padre biológico.— April trató de disimular el estremecimiento que recorrió su cuerpo.
—Ya te hablé de mi padre biológico. Mi madre estaba sola cuando nací. Mi verdadero padre era un vagabundo que no quería formar parte de su vida.— Su padre, poco más que un donante de esperma por lo que a ella se refería, rompió el corazón de su madre cuando la dejó para que criara sola asu hija. Era posible que su padrastro no fuera precisamente un príncipe azul, pero al menos se había ocupado de ellas.
—¿Un vagabundo? Un vagabundo perteneciente a la realeza —dijo Joseph—. Una interesante dicotomía.

April cerró los ojos y deseó con todas sus fuerzas que fuera igual de fácil librarse de las repercusiones de lo que había descubierto Joseph. Su padre biológico aún tenía enemigos en San Rinaldo. Había sido una tontería tentar al destino acudiendo a España con la esperanza de averiguar algo sobre sus orígenes en la pequeña isla cercana. El miedo era algo bueno cuando mantenía a una persona a salvo. Hizo un esfuerzo por contener los latidos de su corazón.

—¿Te importaría no mencionar eso?
—¿A qué te refieres?
—A lo de la realeza —a pesar de que su padrastro llamaba frecuentemente a Audrey su «pequeña princesa», ni él ni el resto del mundo sabían que April era la que tenía verdadera sangre real circulando por sus venas gracias a su padre biológico. Nadie lo sabía, excepto ella misma, su madre, ya muerta, y un abogado que se ocupaba de cualquier posible comunicación con el rey de puesto. El padre de April. Un hombre aún perseguido por la facción rebelde que había tomado el poder en San Rinaldo.
—Puede que hayas logrado engañar al mundo todos estos años, pero yo he descubierto tu secreto —dijo Joseph—. Eres la hija ilegítima del depuesto rey Enrique Medina.— April hizo un esfuerzo por mostrarse despreocupadamente relajada.
—Eso es ridículo —dijo, aunque era cierto. Si Joseph había logrado descubrir su secreto, ¿cuánto tardarían en averiguarlo otros? Debía persuadirlo como fuera de que estaba equivocado. Luego decidiría qué hacer si lo que le había contado Joseph sobre su divorcio era cierto—. ¿Qué te ha hecho llegar a una conclusión tan absurda?
—Descubrí la verdad cuando volví a Europa recientemente. Mi hermano y su esposa decidieron renovar sus votos matrimoniales y aprovechando que estaba por la zona pasé por la capilla en la que nos casamos.— April se sorprendió al escuchar aquello y no pudo evitar recordar la noche en que se casaron.

Ella estaba emocionalmente hundida tras la muerte de su madre y acababa de llegar a Europa para terminar sus estudios. Compartió unas bebidas con el hombre por el que estaba secretamente chiflada y lo siguiente que supo fue que estaban buscando un cura o un secretario de juzgado que aún estuviera levantado. Visitar el lugar en el que hicieron sus votos sonaba sentimental. Como si aquel día significara más para Joseph que el mero recuerdo de un error cometido a causa del alcohol.

—¿Volviste allí? —preguntó sin poder evitarlo.
—Estaba por la zona —repitió Joseph, pero su mandíbula se tensó visiblemente, primer indicio de que lo sucedido debió afectarle tanto como a ella.

April recordó que la dejó ir fácilmente, que, en lugar de pedirle que se metiera de nuevo en la cama y decirle que ya lo hablarían más tarde, aceptó que habían cometido un error. Su parte más irracional habría querido que no le hiciera caso. Pero no fue así. Joseph la dejó ir, como hizo su padre con su madre. Y con ella. Apartó la mirada de la tentadora curva de la boca de Joseph, una boca que le produjo un intenso placer explorando cada centímetro de su piel aquella noche…

—Todo el mundo sabe que el rey Enrique ya no vive en San Rinaldo. Nadie sabe con exactitud a donde fue con sus hijos. Sólo existen rumores.
—Rumores de que está en Argentina —Joseph se apoyó contra el cómodo respaldo del asiento, aparentemente relajado.

April recordó el día que lo conoció. Acababa de unirse a un grupo de restauración con el que tenía que hacer unas prácticas para una asignatura. Joseph estaba examinando unos planos con otro hombre en la obra. Al principio pensó que trabajaba con el grupo, lo que llamó su atención. Pero ya era tarde cuando descubrió quien era realmente. Un Jonas, un miembro de toda una dinastía financiera y política. April apartó la mirada.

—No sé nada de eso.— Después de tanto tiempo, mentirle resultaba fácil.
—También parece que ni tú ni tu madre habéis estado en Argentina, pero no es eso lo que me preocupa —Joseph miró a April hasta que ésta sevio obligada a devolverle la mirada—. Me da igual dónde vivan tus padres auténticos. Lo único que me preocupa es que me mentiste y eso ha frenado en seco el proceso de nuestro divorcio.— April lo miró con gesto desafiante.
—No sé por qué te preocupas tanto. Si lo que dices es cierto, nuestro matrimonio sería nulo y por tanto no necesitamos el divorcio.
—Me temo que no es así. Me he informado. Puedes estar segura de que somos legalmente marido y mujer —Joseph deslizó los dedos por el pelo de April hasta dejar la mano apoyada en su cadera. Ella se esforzó para no apartarse… y para no acercarse. Tomó a Joseph por la muñeca y le retiró la mano con firmeza.
—Acúsame de abandono. O si quieres te acuso yo. Me da igual, mientras las cosas se resuelvan rápidamente y con discreción. Nadie de mi familia está al tanto de mi… impetuosa boda.
—¿No quieres discutir quién se queda con la porcelana y quién con las toallas?— Aquello ya era demasiado. April golpeó la ventanilla que los separaba del conductor hasta que se abrió.
—Lléveme de vuelta al muelle, por favor.— El conductor miró a Joseph, que asintió secamente. Su autocrática actitud hizo que April quisiera gritar de frustración, pero no quería montar una escena. ¿Cómo era posible que aquel hombre tuviera el poder de hacerle hervir la sangre? Ella era una maestra de la calma. Todo el mundo lo decía, desde los miembros de la junta administrativa de la biblioteca hasta su profesor de atletismo en el colegio, que nunca logró convencerla para que fuera demasiado deprisa. Esperó a que la ventanilla se cerrara para volverse hacia Joseph.— Puedes quedarte con todo lo poco que poseo si detienes esta locura ahora. Discutir no nos va a llevar a nada. Haré que mi abogado revise los papeles del divorcio.

Aquello era lo más que pensaba acercarse a admitir que Joseph había dado con la verdad. Desde luego, no podía confirmarlo sin que su abogado viera las pruebas que pudiera tener. Había demasiadas personas en juego. Aún había por ahí gente perteneciente al grupo que trató de asesinar a Enrique Medina y que asesinó a su mujer, la madre de sus tres hijos legítimos. Enrique ya era viudo cuando conoció a la madre de April en Florida, pero no se casaron. Esta le dijo muchas veces a su hija que fue ella la que no quiso adaptarse a la forma de vida de la realeza, pero los labios le temblaban siempre que lo decía. En aquellos momentos, April comprendió a su madre más de lo que nunca podría haber imaginado. La relaciones eran muy complicadas… y dolorosas. Afortunadamente, la limusina se estaba acercando de nuevo al muelle, pues April no sabía cuánto tiempo más iba a poder aguantar aquella noche. El vehículo se detuvo junto a la entrada.

—Si eso es todo lo que tienes que decirme, Joseph, tengo que volver a la fiesta. Mi abogado se pondrá en contacto contigo a comienzos de la semana que viene —dijo April, y a continuación alargó la mano hacia la manija dela puerta para, salir. Joseph apoyó una mano en la de ella.
—Un momento. ¿De verdad crees que voy a perderte de vista tan fácilmente? La última vez que lo hice me dejaste plantado antes de comer. No pienso perder otro año buscándote si decidieras desaparecer de nuevo.
—No desaparecí. Vine a Pensacola —April trató de liberar sus manos,pero Joseph no se lo permitió—.Aquí puedes encontrarme.— De hecho, podría haberla encontrado a lo largo de los últimos meses si hubiera querido. Las primeras semanas tuvo esperanzas, pero el pánico se adueñó de ella mientras luchaba contra su deseo de ponerse en contactocon él. Ahora ya no tenían motivo para hablar.
—Ahora estoy aquí —dijo Joseph a la vez que le acariciaba la mano—. Y vamos a arreglar este asunto cara a cara.
—¡No!
—Sí —dijo Joseph a la vez que abría la puerta del coche.

April se quedó momentáneamente sorprendida. ¿Le estaba dejando ir? ¿Pero no acababa de decir que iban a aclarar las cosas cara a cara? Pero no podía perder el tiempo preguntándose por qué había cambiado de opinión. Salió de la limusina y se volvió en el último segundo para decir adiós a Joseph. ¿Por qué se le encogía el estómago ante la idea de no volvera verlo? Pero al girar sobre sus talones chocó de lleno contra el pecho de Joseph. Al parecer, él también había salido de la limusina.
El viento llevó hasta ellos las voces de la fiesta de compromiso, pero April apenas registró ese hecho mientras Joseph inclinaba su moreno rostro hacia ella. Antes de que pudiera respirar o protestar, la boca de Joseph cubrió la suya. April trató de mantener los ojos abiertos, pero acabó cerrándolos. Sintió el contacto de los labios de Joseph en los suyos, de su lengua. Alzó instintivamente las manos y las apoyó en su pecho. Había algo muy especial en los besos de Joseph Jonas, pero trató de pensar racionalmente en lugar de dejarse llevar por las sensaciones que evocaba en ella. Totalmente en control de la situación, Joseph deslizó una mano hasta su cintura… donde todo el mundo podía verla.
April comprendió que estaba montando aquella escena para los asistentes a la fiesta. La indignación y la rabia que sintió aplacaron el deseo que estaba experimentando. Empezó a apartarse, pero reconsideró la situación. El daño ya estaba hecho. Todos los asistentes a la fiesta habían sido testigos del beso… y seguro que asumirían lo peor. Ya puestos, más le valía aprovecharse de la oportunidad para sorprender a Joseph… y para vengarse un poco por haber escenificado aquel encuentro en lugar de haberse limitado a ponerse en contacto con ella a través de sus abogados. Deslizó los brazos en torno a su cintura, aunque nadie podía verlo por detrás. Pero lo que estaba a punto de hacer no era para que lo viera todo el mundo.
Era sólo para Joseph. April apoyó ambas manos en sus glúteos. Joseph parpadeó, sorprendido. Estuvo a punto de apartarse, pero sus sensaciones se adueñaron de él. Aquel beso no estaba yendo como lo había planeado. Desde luego, no esperaba que April tomara el control del juego que había iniciado él. Había llegado el momento de volver de nuevo las tornas. El viento llevó hasta ellos las voces de sorpresa procedentes del barco. Joseph apoyó una mano tras la nuca de April y deslizó la lengua por el contorno de sus labios. Lo hizo una sola vez, pero al parecer bastó para que la respiración de April se agitara y su cuerpo se ciñera al de él como si se hubiera vuelto gaseoso.
Quería llevar aquel encuentro más allá, pero no allí. No en público. Y sabía que si sugería que volvieran a la limusina, April volvería a razonar y se negaría. De manera que, a pesar de sí mismo, dio por terminado el beso. Se apartó de ella sin retirar las manos de su cintura, por si decidía escapar… o abofetearlo.

—Terminaremos esto más tarde, princesa, cuando no haya público.— Cuando pudiera llevar aquello a la conclusión natural que su cuerpo exigía.

Y cuando April consintiera realmente y no estuviera limitándose aseguir un impulso. Era posible que hubiera planeado aquel beso para que la familia de April fuera consciente de su relación, pero lo cierto era que sus instintos casi se habían adueñado de su voluntad. No podía irse sin pasar una noche más en la cama con ella. April frunció los labios, como conteniendo una respuesta, pero sus manos temblaban cuando las retiró de la cintura de Joseph para apoyarlas en su pecho. Joseph vio por encima de su hombro que un pequeño grupo bajaba del barco y se acercaba hacia ellos por el muelle. Gracias a las fotos que le había facilitado el investigador que había contratado, reconoció a Harry Taylor, el padrastro de April, a su hermana Audrey y a Luis, el prometido de ésta. April se inclinó hacia él y susurró:

—Vas a pagar por esto.
—Shhh —Joseph la besó rápidamente en la frente—. No queremos que tu familia nos vea peleando, ¿no? —dijo a la vez que la ceñía contra su costado. April se puso tensa.
—No estarás planeando hablarles…
—¿Sobre tu padre?— Los ojos de April brillaron con una mezcla de enfado y temor.
—Sobre tus teorías. Respecto a ti y a mí.
—Mis labios están sellados, princesa.
—Deja de llamarme así —murmuró April entre dientes mientras sus familiares se acercaban.
—Ambos sabemos que es cierto. No tiene sentido seguir negándolo. Lo único que falta por saber es hasta qué punto estás dispuesta a llegar para mantenerme en silencio.— April se quedó boquiabierta.
—No puedo creer que…
—Ya es tarde para hablar, April —dijo Joseph mientras volvía a estrecharla contra su costado—. Puedes fiarte de mí, o no hacerlo.— Un instante después, el grupo que se acercaba se detuvo ante ellos. Joseph ofreció su mano al padrastro de April.—Siento haber llegado tarde, señor. Soy la cita de April para la fiesta de esta noche. Me Lamo Joseph Jonas— .Harry Taylor redobló su atención al escuchar aquello.
—¿Jonas? ¿Cómo los Jonas de Hilton Head, en Carolina del Sur?
—Sí, señor. Esa es mi familia.
—Yo soy Harry Taylor, el padre de April.— Joseph contuvo su irritación ante el evidente interés que había despertado su apellido. Apreciaba las ventajas que había supuesto para él el contar con el dinero de su familia, pero prefería labrarse su propio camino en la vida. Pero hacía tiempo que había aprendido a tratar con tipos interesados en el dinero como aquél. Un fotógrafo que había bajado del barco siguiendo al padre de la novia empezó a sacar fotos. April hizo lo posible por ocultarse tras Joseph. Sonriendo de oreja a oreja, Harry se apartó a un lado para que el fotógrafo tuviera mejor perspectiva. Audrey tomó a su prometido del brazo y se acercó a Joseph y a April.
—¿Cuándo conoció a April, señor Jonas? Estoy segura de que la encargada de la sección de noticias locales de nuestro ilustre periódico querrá todos los detalles al respecto.
—Llámame Joseph, por favor —dijo éste con una sonrisa—. Conocí a April el año pasado, mientras estaba haciendo sus estudios en el extranjero. Me resultó imposible olvidarla… y aquí estoy.— Cada palabra era cierta, y Joseph sintió el discreto suspiro de alivio que April dio a su lado. Audrey soltó el brazo de su prometido y se situó junto a su hermana para la siguiente ronda de fotos.
—Eres una caja de sorpresas, cariño —murmuró junto al oído de April. April sonrió, tensa.
—No por elección. Además, ésta es tu noche. No quería hacer nada que te quitara el protagonismo. Audrey le guiñó un ojo y luego miró a Joseph de arriba abajo.
—Si fuera mi cita, yo estaría disfrutando con tanta atención por parte de la prensa.

¿Qué clase de familia era aquélla?, se preguntó Joseph mientras ceñía una vez más a April contra su costado para hacer ver a Audrey que no le agradaban sus comentarios. Esta se limitó a sonreír y a agitar juguetonamente su pelo rubio en torno a sus hombros. Su ingenuo novio no pareció darse cuenta de nada. April ocultó el rostro en el hombro de Joseph, que se dispuso de inmediato a consolarla… hasta que se dio cuenta de que no estaba disgustada. Sólo se estaba ocultando de la cámara y los flashes del fotógrafo, que no hacía más que sacar fotos. Audrey alargó una mano hacia su hermana.

—Vamos, sonríe a la cámara. Llevas, toda la noche ocultándote aquí fuera y no me vendría mal un poco de diversión y algunas fotos interesantes que añadir al álbum de mi boda.— April se quitó la goma que sujetaba su cola de caballo y la sedosa capa de su melena negra cubrió sus hombros y espalda.

A Joseph nunca le había parecido que fuera especialmente coqueta o presumida, pero la mayoría de las mujeres que conocía se arreglaban para las fotos. Incluso sus tres cuñadas solían pintarse los labios antes de una conferencia de prensa. Pero al fijarse más detenidamente comprendió que April estaba utilizando el pelo como cortina. Era posible que el fotógrafo estuviera haciendo sus fotos, pero no iba a obtener una imagen clara del rostro de April. Joseph fue consciente en aquel momento de que el problema que había entre ellos era más complicado de lo que imaginaba. Sabía que April quería mantener en secreto su parentesco con la realeza. Eso era lógico y respetaba su derecho a vivir como quisiera. Pero hasta ese momento no había comprendido hasta dónde estaba dispuesta a llegar para proteger su anonimato… lo que suponía un molesto inconveniente. Porque, como miembro de la familia Jonas, él siempre podía contar con llamar la atención de la prensa. Quería vengarse, pero no necesitaba desvelar el secreto de April para hacerlo. Tenía formas mucho más tentadoras de apartarla definitivamente de su cabeza.
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MensajeTema: Re: La Boda Imprevista - Joe&Tu Adaptada   La Boda Imprevista - Joe&Tu Adaptada Icon_minitimeAgosto 27th 2012, 13:37

Capítulo 3

April habría querido que el fotógrafo dejara de una vez de hacer destellar su flash. Si seguía así, su dolor de cabeza se iba a acabar conviniendo en una auténtica migraña. Afortunadamente, la fiesta estaba a punto de terminar. Solo quedaban algunos rezagados que querían aparecer en las fotos. Joseph, la principal causa de su dolor de cabeza, estaba charlando con su padrastro. Decidida a mantener la calma, April se ocupó de apilar unos platos en la mesa de los postres.

—Deberías dejar que se ocuparan de eso los miembros del catering— dijo Audrey—. Para eso les paga.
—No me importa. Además, cobran por horas —April siguió amontonando platos, más que nada para quemar los nervios que había despertado en ella el beso de Joseph.
—Eso no significa que tengas que deslomarte trabajando. Vete a casa.— April no estaba lista para quedarse a solas con Joseph. Todavía no. Pero, a juzgar por la firmeza de su expresión, no parecía dispuesto a desaparecer de su vida así como así.
—Me quedó aquí contigo —dijo—. Sin discusiones.
—Al menos toma un poco de tarta. Está tan buena que me da igual que tengan que ajustarme el traje de novia —Audrey dio ejemplo tomando un trozo de tarta. Se relamió y luego miró a Joseph—. Estás llena de sorpresas, hermanita.
—Ya lo has dicho antes —replicó Aprol. Era raro que alguien la acusara de estar llena de sorpresas. Ella siempre había sido la sensata, la firme, la que suavizaba las cosas cuando su hermana pequeña se ponía a llorar.
—Pero es cierto. ¿Qué te traes entre manos con tu novio Jonas? —Audrey señaló con su plato a Joseph que parecía cómodo y relajado con su traje de chaqueta, a pesar del calor que reinaba en Florida en mayo.

Antes, April encontraba fascinante su actitud constantemente despreocupada, pero ahora le resultaba un tanto irritante… sobre todo teniendo en cuenta que no lograba olvidar el beso que le había dado. Se obligó a dejar las manos quietas apoyándolas en la mesa junto a Audrey, que le sacaba por lo menos diez centímetros. Su curvilínea hermana se parecía más a su rubio padre que a su madre. Pero ambas tenían los largos dedos de su madre. April lamentó no tenerla a su lado en aquellos momentos, e imaginó cuánto debía dolerle a Audrey no contar con ella para organizar los preparativos del día más importante de su vida. La repentina muerte de su madre a causa de una reacción alérgica fue un mazazo para todos. April estuvo aturdida todo el funeral, y permaneció en un estado parecido mientras estuvo en España estudiando… hasta que acabó en la cama de Joseph. Al despertar la mañana después con aquel anillo en el dedo sintió que empezaba a resquebrajarse por primera vez el muro que había alzado entorno a su pena y apenas pudo esperar a estar fuera de la casa de Joseph para romper a llorar. Aquello le hizo pensar de nuevo en el dilema de Joseph. ¿Qué se traía entre manos? ¿Por qué se había presentado allí cuando podría haberse limitado a enviar a un abogado?

—Su aparición esta noche ha supuesto una completa sorpresa para mí.
—Nunca me habías hablado de él —dijo Audrey. April ni siquiera había mencionado su relación laboral con Joseph Jonas porque había temido que pudieran captar en su voz lo que apenas admitió ante sí entonces, y mucho menos ahora.
—Como he dicho antes, tú y tu boda sois las protagonistas en estos momentos. No querría hacer nada que pudiera distraerte de eso.— Audrey chocó juguetonamente un hombro contra el de su hermana.
—¿Te importa dejar a un lado durante un rato tu personalidad altruista para que podamos cotillear sobre esto como auténticas hermanas? A fin de cuentas estamos hablando de un Jonas. ¡Te estás relacionando con la realeza norteamericana!
—¿Y quién no querría cotillear sobre eso? —dijo April en tono irónico.
—Al parecer, tú —replicó Audrey—. El cielo sabe que yo ya habría convocado una rueda de prensa.— April no pudo contener la risa. Audrey tenía sus defectos, pero nunca pretendía ser alguien que no era. Lo que le hizo sentirse como una hipócrita, ya que ella se dedicaba a ocultarse de sí misma a diario. Dejó de reír.
—Olvídate de Joseph Jonas y de que ha venido. He hablado en serio cuando he dicho que las próximas dos semanas son para ti. Llevas planeando esta boda desde pequeña. ¿Recuerdas cómo solíamos practicar en el jardín?
—Siempre fuiste la mejor dama de honor —Audrey apoyó una mano en el brazo de April—. Pero yo no siempre fui una novia agradable.
—Eras tres años más pequeña. Te frustrabas. ¿Recuerdas la ocasión en que cortamos todas las rosas del rosal? Tú te llevaste la regañina. Audrey puso los ojos en blanco.
—Lo cierto es que siempre se me dio mejor llorar que a ti. Tú siempre fuiste la estoica de la familia.
—No soy del tipo llorón —dijo April. Al menos en público.
—Las lágrimas valen su peso en oro. Puede que yo sea la más joven, pero deberías aceptar mi consejo en este terreno —Audrey fijó la mirada sucesivamente en su padre, su prometido y Joseph—. En lo referente a los hombres, debes utilizar todas las armas que tengas.
—Gracias por el consejo —dijo April, aunque no se veía siguiéndolo ni en un millón de años—. Y ahora, podemos volver a centrarnos en tu boda. Tenemos mucho que hacer las próximas dos semanas.— April trató de no manifestar sus reservas por el hecho de que Audrey fuera a casarse con un tipo de contactos dudosos. Su hermana pequeña había ignorado todas sus advertencias e incluso había amenazado con fugarse con su amante si April no se guardaba sus opiniones al respecto. Audrey tomó una flor del centro de la mesa, y aspiró su aroma.
—¿Y qué me cuentas de Joseph Jonas?— April se encogió de hombros.
—Al parecer, es mi cita para esta noche. Tan sencillo como eso.
—Supongo que no necesitarás que te lleven a casa —bromeó Audrey.
—Tengo el coche aquí.—Puede llevártelo a casa uno de los hermanos de Luis —Audrey se volvió hacia los hombres—. Hey, Jonas. Mi hermana está lista para irse. ¿Por qué no haces que tu chófer acerque hasta aquí ese elegante RollsRoyce?

April lleva nodo el día de pie. Joseph miró a April y entrecerró los ojos. April ya había visto aquella mirada depredadora otra vez… justo antes de quitarse el vestido y meterse en la cama con él. Por hacer algo, tomó una pasta de la mesa y se la comió, tratando de decirse que bastaría para aplacar la sensación de otra clase de hambre que sin duda la acuciaría durante la noche. April se movió incómoda en el asiento de la limusina. Volver a subir al coche de Joseph le había parecido más fácil que ponerse a discutir ante los reporteros. Pero, una vez a solas con Joseph, empezó a dudar de su decisión. Buscando algo de que hablar que no fuera sobre ellos, tocó distraídamente la pequeña impresora y el portátil que había en una mesitaa su lado en la limusina. Al hacerlo sus dedos toparon con una hoja impresa. La miró más de cerca antes de poder contenerse. Parecía un pequeño plano… Joseph sacó la hoja de la impresora y la guardó en una carpeta.

—¿Por qué huías de los periodistas durante la fiesta?
—Prefiero la discreción. No todo el mundo quiere salir en primera plana— replicó April en un tono no exento de ironía.
—¿Evitas a la prensa por tu padre? No puedes esperar estar bajo el radar para siempre.— ¿Sería consciente Joseph de lo íntimamente que se estaban rozando sus muslos en la penumbra del coche? April apartó la mano de la impresora yse separó un poco de Joseph.
—Mi madre y yo lo hemos logrado a lo largo de los años. ¿Tienes intención de cambiar eso?— April contuvo inconscientemente el aliento tras hacer la pregunta que no había dejado de rondar su cabeza desde la inesperada reaparición de Joseph. Era posible que su madre lo hubiera logrado, pero ella metió la pata poco después del funeral.
—Respira —dijo Joseph, y esperó a comprobar que efectivamente lo hacía—. Claro que pienso mantener vuestro secreto. Si alguien lo averigua,no será a través de mí.— April suspiró, aliviada, y se abanicó el rostro con la mano, relajándose por primera vez desde su reencuentro. Había solucionado el problema de uno de sus secretos, y no había motivos para creer que Joseph fuera a descubrir el otro.
—Podrías haberme ahorrado mucha ansiedad esta noche si me hubieras dicho eso desde el principio.
—¿Qué clase de hombre crees que soy?— April permaneció un momento en silencio.
—En realidad no sé bien hasta qué punto te conozco.
—Cuentas con las dos siguientes semanas para conocerme.— April se tensó en el asiento.
—¿Dos semanas? Creía que querías el divorcio.
—Y lo quiero —Joseph alzó una mano y acarició con los nudillos la mejilla de April—. Pero antes quiero disfrutar de la luna de miel que no llegamos a tener.— April se quedó boquiabierta.
—Sólo tratas de escandalizarme.
—¿Cómo sabes que no hablo en serio? —la mirada de Jonah ardió con un inconfundible… e irresistible deseo. Eloisa apenas había sobrevivido a su primer encuentro con el corazón intacto y no pensaba meterse de nuevo en aquellas peligrosas aguas.
—No esperarás que me meta así como así en tu cama, ¿no?
—¿Por qué no? —Joseph se inclinó hacia April hasta que sus mejillas casi se tocaron—. A fin de cuentas, ya hemos dormido juntos.— Aunque lo que menos hicieron fue dormir.
—Aquella noche fue un error que no pienso repetir, así que vuelve a tula do del coche.
—De acuerdo —dijo Joseph a la vez que se apartaba lentamente—.Serás tú quien decida si tenemos o no relaciones sexuales.
—Gracias —April enlazó los dedos sobre su regazo para evitar agarrar a Joseph por la solapa para volver a atraerlo hacia sí. ¿Por qué no había comido más pastas?
—Sólo concédeme dos semanas.
—¿Para qué diablos quieres dos semanas? —espetó April, sorprendiéndose a sí misma tanto como al parecer había sorprendido a Joseph—. No puedo ocuparme de ti ahora mismo. Mi hermana necesita mi ayuda para planificar su boda.
—¿No hay empresas que se ocupan de esas cosas? Podría contratar una.
—No todo el mundo tiene fondos ilimitados.
—¿Tu padre no te envía dinero?
—Eso no es asunto tuyo. Además, no habría sido de Audrey.
—Puede que no, pero estoy seguro de que sí tuvieras guardado el rescate de un rey lo habrías compartido con tu querida hermana. ¿Me equivoco?— April permaneció en silencio, aunque Joseph tenía razón. Si ella hubiera tenido dinero habría extendido un generoso cheque para cubrir los gastos de la boda de su hermana. Pero no quería el dinero de Enrique Medina. Su madre insistió en que tampoco lo quería, y sin embargo acabó casándose con otro hombre buscando aparentemente la seguridad financiera.
—No soy una menor. Soy una mujer independiente —dijo April con firmeza—. He buscado mi propio camino en el mundo. Mi padre ya no forma parte de mi vida, y además no estoy en venta.— April no tenía intención de depender nunca de un hombre. Incluso meses después de lo sucedido, aún le asustaba pensar lo cerca que había estado de repetir el pasado de su madre… sola, sin nadie que la amara. Y embarazada
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MensajeTema: Re: La Boda Imprevista - Joe&Tu Adaptada   La Boda Imprevista - Joe&Tu Adaptada Icon_minitimeAgosto 27th 2012, 13:38

AHI LES DEJO DOS CAPS CHICAS!!! ESPERO LES GUSTE!!! BIENVENIDA TATTI!!! ME DA GUSTO QUE TE GUSTEN LAS NOVES QUE BAJO, LAS MIAS, Y LAS QUE ENCUENTRO ^^ BYE BESOS!!!!
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Tatu d'Jonas
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MensajeTema: Re: La Boda Imprevista - Joe&Tu Adaptada   La Boda Imprevista - Joe&Tu Adaptada Icon_minitimeAgosto 27th 2012, 21:47

obvio q me encantan!!! Very Happy
como esta q yaaa me tiene kvshjfakhgals
quiero leer maaas
SIGUELA porfaaa
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PinguinitaJonas
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MensajeTema: Re: La Boda Imprevista - Joe&Tu Adaptada   La Boda Imprevista - Joe&Tu Adaptada Icon_minitimeAgosto 28th 2012, 21:26

Oh Dios! Oh Dios!! Esta novela esta buenisima!!
Perdon por no pasar antes pero tengo mucho trabajo de la escuela D: pero jamas me olvido de la nove (:
Siguela pronto, por favor!
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MensajeTema: Re: La Boda Imprevista - Joe&Tu Adaptada   La Boda Imprevista - Joe&Tu Adaptada Icon_minitimeAgosto 29th 2012, 10:11

Capítulo 4

Joseph dijo al conductor que esperara y luego siguió a April, que avanzaba hacia su casa. Aquella noche no esperaba llegar más allá de las palabras. Necesitaba tomarse las cosas con calma con April, no como sucedió en España. El problema era que sólo podía tomarse aquellas dos semanas libres. Luego tenía que volver a trabajar en su siguiente proyecto de restauración. Trabajar en diseños arquitectónicos alrededor del mundo alimentaba su espíritu aventurero. Su siguiente destino era Perú. ¿Y si no había concluido sus asuntos con April para entonces? ¿Podría irse así como así? Se negaba a considerar la posibilidad de un fracaso. Volverían a acostarse. Y exorcizarían el lío del año anterior. Siguió a April por la acera con las manos en los bolsillos. El mar sonaba en la distancia. Vivía en una casa unifamiliar, la cuarta de una hilera de casas similares pero de distintos colores. La suya era amarilla. Se detuvo ante la puerta y miró por encima del hombro:

—Gracias por acompañarme hasta la puerta, pero ya puedes irte.
—No tan rápido, mi querida esposa.— April sacó las llaves de su bolso, pero Joseph no hizo intención de tomarlas. Quería que April lo invitara a pasar voluntariamente… lo que no excluía la persuasión. April se volvió hacia él con un suspiro.
—Has logrado pasar un año entero sin hablarme. Estoy segura de que te las arreglarás perfectamente sin mí una noche más.
—El hecho de que no me pusiera en contacto contigo antes no significa que hubiera dejado de pensar en ti —aquello era totalmente cierto—.Dejamos muchas cosas sin decir. ¿Tan mal te parece que quiera emplear estas dos semanas para airear las cosas entre nosotros antes de que nos despidamos?— April contempló el llavero que sostenía en la mano, un conglomerado de silbatos y un recuerdo turístico.
—¿Por qué un par de semanas?— Joseph pensó que no habría sido muy persuasivo argumentar que ése era todo el tiempo del que disponía para encajarla en su agenda de trabajo. El matrimonio de su hermano Kevin se desmoronó debido al exceso de horas que dedicaba a su bufete.
—Según mi abogado, eso es lo que tardará el asunto en ponerse a rodar —Joseph había pedido consejo a Kevin en esta ocasión, como debería haber hecho un año atrás—. No puedes culparme por temer que vuelvas a desaparecer.

Pero lo cierto era que la mañana después de su improvisada boda ambos estuvieron de acuerdo en que había sido un error. En realidad Joseph lo asumió después de que April le diera una bofetada. Luego, ella tomó sus ropas y se alejó hacía la puerta. Joseph esperaba poder hablar con ella tranquilamente del asunto después de que se calmara. Pero, tras irse de su casa en España, April ignoró cualquier intento de comunicación de Joseph y se limitó a enviarle los papeles necesarios. Joseph tomó las llaves que April aún sostenía en la mano. El recuerdo turístico que usaba de llavero llamó su atención de inmediato. Tras mirarlo atentamente comprobó que se trataba de una reproducción en metal de la casa que había estado restaurando el verano en Madrid cuando se conocieron. Interesante. Y alentador.

—Bonito llavero.
—Lo conservo para recordar los riesgos de la impulsividad —dijo April a la vez que recuperaba las llaves.
—¿Riesgos? —Joseph tuvo que hacer un esfuerzo para contener su enfado. A fin de cuentas fue ella la que se marchó, no él—. A mí me pareció que te fuiste con gran facilidad. De no ser por los problemas de papeleo que han surgido, habrías salido totalmente ilesa de la experiencia.— April se puso pálida al escuchar aquello.
—¿Ilesa? ¿De verdad crees que lo sucedido no me afectó? No tienes idea de cuánto he pensado en lo que hicimos, en el error que cometimos.— Joseph no pudo evitar sentirse confundido. Fue ella la que se fue, la que nunca llamó. ¿Por qué se había estado escondiendo si su brevísimo matrimonio le había afectado tanto?
—¿Qué te parece si nos esforzamos por dejar atrás de una vez este asunto? Durante las dos próximas semanas puedes considerarme simplemente tu compañero de piso.— April se quedó boquiabierta.
—¿De verdad esperas alojarte en mi casa?
—Claro que no —Joseph se fijó de nuevo en el colgante del llavero, un indicio de que April se había visto afectada por lo sucedido más de lo que quería admitir. Dejó que se relajara un momento antes de contestar—:Podría llamar al conductor para que nos lleve a mi
Suite junto a la playa.
—No sé cómo puedes tener tanto descaro —dijo April mientras metía la llave en la cerradura.
—Eso ha dolido. Prefiero pensar que estoy siendo considerado con las necesidades de mi esposa.
—Me muero por saber cómo has llegado a esa conclusión —April abrió la puerta y pasó al interior. Joseph asumió que el hecho de que no dijera nada era una invitación a pasar. Victorioso, miró a su alrededor al entrar. Cuanto más conociera a April, más oportunidades tendría con ella. No pensaba quedarse por segunda vez en plena oscuridad. La casa era espaciosa, de techos altos, suelo de madera, paredes blancas y un mobiliario esencialmente cómodo y practico. Y, por supuesto, había libros por todas partes. Recordó que, en España, April siempre llevaba un libro en su bolso, y que s olía dedicarse a leer durante los descansos. Joseph se quitó la chaqueta y la colgó en un perchero que había en la entrada.
—Bonita casa.
—Estoy segura de que no tiene el nivel de lujo al que estás acostumbrado, pero a mi me gusta.
—Es encantadora y lo sabes. No trates de retratarme como el «tipo malo» sólo para que te resulte más fácil librarte de mí.— Eloisa lo miró un momento mientras dejaba las llaves en el aparador.
—Me parece justo.— Joseph solía pasar bastantes temporadas durmiendo en tiendas de campaña y caravanas durante los comienzos de sus proyectos de restauración, pero no pensaba dedicarse a dar excusas.
—¿Te gustaría contar con más lujos en tu vida?—preguntó mientras se fijaba en una foto en la que aparecían Audrey y su prometido—. Antes has dicho que estás muy ocupada con los planes de la boda. Si nos alojamos en mi suite no tendrás que cocinar ni limpiar y podrás disfrutar del balneario. No hay nada mejor que un buen masaje para librarse del estrés. Tu hermana, tú y las damas de honor podríais disponer del salón el día de la boda. Sería mi regalo a la novia, por supuesto.— April se quitó los zapatos de tacón y los dejó junto a la puerta que daba al jardín de la casa.
—No puedes comprarme más de lo que podría hacerlo mi padre.— Joseph también se quitó los zapatos y los dejó junto al perchero.
—Me educaron para creer que lo importante no es lo que cueste el regalo, sino lo que significa y lo necesario que sea.
—Eso está muy bien —April apoyó la cadera contra un taburete.
—En ese caso, haz el equipaje y ven a mi suite
—No pienso irme.
—En ese caso, supongo que tendré que dormir en tu sofá.
—No iras a decirme ahora que en realidad habrías querido que siguiéramos juntos, ¿no? —dijo April, conmocionada—. Todas las mujeres de la obra estaban al tanto de que eras un playboy.
—Pero ahora soy un hombre casado —Joseph aún conservaba sus anillos en una cajita que tenía en el hotel, aunque no estaba seguro de por qué los había llevado consigo. April movió la cabeza lentamente y suspiró.
—Estoy demasiado cansada, Joseph. Vuelve a tu hotel. Hablaremos mañana, después de una buena noche de sueño.
—¿En serio? No me fío de ti.
—¿Disculpa? —dijo April, indignada. Pero algo oscureció de inmediato su mirada. ¿Culpabilidad, tal vez?
—No me hablaste de tu padre, una parte importante de tu pasado. Puede que hicieras un buen trabajo ocultando la verdad a lo largo de los años, pero mi abogado y un detective privado también hicieron un buen trabajo desentrañándola.
—No tenías derecho a hacer que un detective investigara mis asuntos privados.
—Soy tu marido. Creo que eso me da algún derecho. ¿Y si hubiera querido casarme otra vez creyendo que estábamos divorciados?
—¿Estás viendo a alguna otra? —preguntó April en su tono más remilgado de bibliotecaria.
—No, no estoy viendo a ninguna otra. Pero la cuestión es que, efectivamente, no me fío de ti. Huiste una vez y no pienso volver a perderte de vista hasta que esto quede resuelto.
—Tengo que ocuparme de la boda de mi hermana. No pienso ir a ningún sitio.
—Hay muchas formas de mantener a una persona alejada de tu vida — Joseph había visto el creciente abismo que se había creado entre su hermano Kevin y la esposa de éste mientras vivían en la misma ciudad.
—No puedes pretender quedarte aquí, en mi casa.— Joseph habría preferido que se quedaran en su
suite, donde podría haber seducido a April con todas las ofertas del centro, pero le bastaba con dormir bajo el mismo techo. Tomó las llaves que había dejado April y las sostuvo para mirar de nuevo el recuerdo de Madrid.
—Ambos tenemos muchos asuntos que resolver en dos semanas. Deberíamos aprovechar cada minuto.— April se quedó mirando las llaves tanto rato que Joseph llegó a pensar que estaba hipnotizada. Finalmente, se llevó la mano a la frente.
—De acuerdo. Estoy demasiado cansada como para discutir. Puedes quedarte, pero… —alzó un dedo admonitorio—… dormirás en el sofá— Joseph no pudo resistir burlarse de ella para comprobar si su sonrisa seguía siendo tan radiante como la recordaba.
—¿No habrá besitos de bienvenida?April frunció el ceño.
—No tientes tu suerte.
—Lo último que se pierde es la esperanza —Joseph encendió una lámpara y se fijó en un pisapapeles de cristal que contenía en su interior una caracola y una rosa seca. Lo tomó, lo lanzó al aire, volvió a tomarlo…
—¿Te importaría dejar eso?—espetó April, irritada. Joseph miró el pisapapeles que sostenía en la mano. ¿Sería un recuerdo sentimental? ¿El regalo de algún hombre? No le gustó la punzada de celos que sintió al pensar en aquella posibilidad, pero, a fin de cuentas, April seguía siendo su esposa… al menos de momento.
—¿Debería preocuparme que pudiera aparecer de pronto un novio tuyo dispuesto a darme una patada en el trasero?
—Prefiero que hablemos de ti. ¿A qué te has dedicado durante el año pasado pensando que eras soltero?
—¿Celosa? —Joseph lo estaba porque April no había respondido a su pregunta. Pero sí hubiera habido otro hombre, sin duda habría estado con ella en la fiesta. April le quitó el pisapapeles de las manos.
—Estoy cansada, no celosa.— Joseph se preguntó si quería que estuviera celosa. No. Lo que quería era sinceridad, de manera que se dispuso a ser sincero.
—He pasado los doce últimos meses tratando de descubrir quién era realmente mi esposa.— April lo miró con evidente confusión.
—Tal y como has dicho eso, casi podría creerte. Pero sé que no es así, por supuesto.
—Pensé que habías dicho que apenas nos conocemos. Sólo pasamos un mes juntos. Y pasamos casi todo el tiempo en la cama —Joseph se sentó en el sofá y extendió un brazo por el respaldo.
—Hablemos ahora.
—Tú primero —April se sentó en el borde de una silla junto al sofá.
—Ya sabes mucho de mí. Mi familia aparece en las noticias y lo que nose ve ahí está en Wikipedia.
—Toda esa información no revela nada fiable sobre quién eres —mientras hablaba. April fue llevando la cuenta con los dedos—. Recuerdo que siempre eras puntual llegando al trabajo. Nunca utilizabas el móvil mientras hablabas con el capataz de la obra. Me gustaba que prestaras a la gente toda tu atención. Recuerdo que ocultabas tan bien tu conexión conlos Jonas que tardé tres semanas en enterarme que eras parte de la familia— April suspiró y dejó de contar—. Pero todo eso no es motivo suficiente para casarse. Deberíamos saber algo más el uno del otro que nuestros hábitos de trabajo.
—Sé que te gusta el café con dos cucharadas de azúcar —bromeó Joseph con una semi sonrisa. Aquél no parecía el momento adecuado para mencionar que sabía que el corazón de April latía más rápido cuando soplaba con delicadeza en la curva de su cuello. La parte sobre el sexo tendría que esperar.
—¿Quieres saber más sobre mi? De acuerdo. Mi hermano Nick se ha casado recientemente.
—Ya lo has mencionado cuando has hablado de la renovación de sus votos.
—Fueron a Portugal, y ése fue el motivo por el que volví a España —la nostalgia lo había llevado de vuelta a Madrid. Esperaba que el hecho de volver a ver los lugares en que había estado con April le permitiera cerrar definitivamente aquel capítulo de su vida.—La prensa desconoce el motivo por el que renovaron sus votos tan pronto después de la boda. Se casaron para asegurarse la custodia de mi sobrina, la hija de mi hermano Nick. Su madre biológica se desentendió de ella dejándola en manos de Phoebe y luego desapareció. Todo ese asunto alteró mucho a nuestra familia. Afortunadamente, la pequeña Nina está asalvo.
—¿Quieres a tu sobrina? —preguntó April con expresión inescrutable.
—Tengo que confesar que me encantan los niños… y que me enorgullece ser el tío favonio de mis sobrinos. ¿Quieres ver algunas fotos?
—¿Llevas fotos de ellos contigo? —dijo April, incrédula.
—Tengo todo un álbum en mi teléfono —Joseph sacó su móvil y tocó la pantalla hasta que salieron las fotos. Luego se inclinó hacia April—. Mi hermano Kevin y su esposa volvieron a casarse tras divorciarse. Tienen un hijo —mostró una foto de su sobrino dando sus primeros pasos—. Este es mi hermano Frankie…
—El senador de Carolina del Sur.
—Sí. Este es él con su esposa y su hija en la playa —Joseph pasó a la siguiente foto—. Y este es un retrato de la familia tomado en Portugal. Esa es mamá con su marido, el General, y los tres hijos de éste con sus esposas e hijos.
—Tienes una familia muy numerosa.
—Las Navidades pueden llegar a resultar bastante ruidosas cuando nos reunimos todos en la casa familiar de Hilton Head.
—Dada la variedad de vuestras ocupaciones, es asombroso que podáis reuniros todos.
—Nos gusta dedicar tiempo a lo que de verdad importa.— April se apoyó contra el respaldo de su asiento a la vez que cruzaba los brazos a la defensiva.—Tus hermanos están felizmente casados, lo que supongo que significa que tu madre llevará tiempo dándote la lata para que sigas sus pasos, busques una esposa y tengas unos cuantos querubines… y por eso me buscaste.— No era aquello lo que buscaba Joseph. Dejó su teléfono en la mesa, junto al pisapapeles de cristal.
—Me parece que extraes conclusiones muy precipitadas de un simple comentario sobre mis hermanos y sus familias.
—No lo estás negando.— Joseph sintió que estaba perdiendo terreno, y ni siquiera estaba seguro de porqué.
—Puede que mi madre sea una política de voluntad férrea, pero yo soy su hijo y heredado sus cualidades. No permito que nadie me influya o coaccione para hacer nada.
—A menos que esa influencia venga del fondo de una botella.
—Yo no estaba bebido la noche que nos casamos —Joseph tan solo había tomado un par de cervezas—. Tú, si.
—¿Estás diciendo que realmente querías casarte conmigo?
—Eso pensaba en aquel momento.— April miró a Joseph con expresión horrorizada.—¿Estabas enamorado de mí?
—La magnitud de tu horror ante esa perspectiva no resulta especialmente alentadora para mi ego.— April se puso en pie.
—Estás jugando conmigo —fue hasta un extremo de la habitación yabrió un armario lleno de ropa de cama—. No me hace gracia que te burlesde mí.— La facilidad y la forma con que April desestimaba lo sucedido entre ellos un año antes irritó a Joseph. Estaba de acuerdo en que su boda fue unerror impulsivo. Todos sus hermanos se estaban casando y él había llegado a creer que lo que sentía por April se parecía a lo que sus hermanos describían como «encontrar a su media naranja». Tal vez, se equivocó en eso. Era posible que April hubiera bebido más de la cuenta, pero fue muy clara respecto a cuánto lo deseaba, a cuánto lo necesitaba. La necesidad y el deseo no eran amor… pero era evidente que sintieron algo él uno por el otro, algo fuerte e innegable.
—Yo nunca me burlaría de ti —dijo, frustrado—. Preferiría hacer cosas mucho más interesantes contigo esta noche. Volvamos a la parte del sexo.— April rió.
—En ningún momento hemos hablado de sexo.
—Has mencionado lo de tener querubines —replicó Joseph. Sabía que estaban bromeando, pero encontraba excitante la conversación y además era una buena manera de suavizar su irritación—. Siento que tu madre nunca llegara a contártelo, pero sólo a partir del sexo surgen los querubines.— La expresión de April se volvió nuevamente hermética.
—No eres ni la mitad de gracioso de lo que crees.
—¿Entonces soy medio gracioso? No esta mal.— Sin miramientos, April dejó la ropa de cama sobre el regazo de Joseph.
—Prepárate la cama en el sofá. Yo me voy adormir.

Joseph la observó mientras subía las escaleras hacia su cuarto y no pudo evitar una pequeña sensación de triunfo por el hecho de que le hubiera dejado quedarse. Un instante después oyó el sonido de una puerta al cerrarse… seguido del inconfundible «clic» del pestillo. Estaba claro que en algún momento había vuelto a meter la pata…pero seguía sin saber cómo.

(chivas, el siguiente parrafo es el mas sentimental, el cual hizo que mis ojos se llenaran de lagrimas. Lose, soy demasido sentimental, nose ustedes pero casi rompo en llanto... Ahi se las dejo)

Arriba, en su dormitorio, April se sentó en el borde de la cama y se deslizó hasta el suelo. Se rodeó las piernas con los brazos mientras sus ojos se llenaban de lágrimas. Ver a Joseph tocando ese pisapapeles casi hace que se desmorone. Tras perder al bebé cuatro meses después de quedarse embarazada hizo una pequeña ceremonia privada a modo de funeral de su bebé. Llevó un ramillete de rosas blancas a la playa y dejó que las olas se las llevaran mientras rezaba. Conservó una rosa que se secó más rápido que sus lágrimas. Luego hizo que la envolvieran en cristal junto con un par de caracolas y un poco de arena. Los médicos le dijeron que había sufrido un aborto espontáneo, y que no había motivo para que no pudiera tener más hijos, pero April no tenía nada claro que pudiera llegar a tener una relación profunda y duradera con algún hombre, y menos aún iniciar una familia.

Entre el temor a las amenazas de los enemigos de su padre y el temor aún más profundo a revelar el secreto de su madre… se frotó los ojos con el antebrazo. Estaba hecha un lío. ¿Qué diría Jseph si llegara a averiguar que le había ocultado su embarazo? Aún no entendía por qué retrasó tanto ponerse en contacto con él para decirle que estaba embarazada. Se dijo que se lo comunicaría antes de que el bebé naciera. Pero cuando perdió al bebé se quedó tan desolada que ponerse en contacto con Joseph le pareció una tarea abrumadora. Cada día que pasaba parecía más fácil permanecer callada. Decírselo ahora no serviría para nada. Un sonido de aviso de su móvil la sorprendió en medio de un sollozo. No se sentía con ganas de hablar con nadie a aquellas horas. Afortunadamente, comprobó que era un mensaje de su hermana. Pulsó el botón para verlo.

«¿Ya estás en casa? Estoy preocupada por ti.»

April se llevó el teléfono al pecho. Nunca había compartido sus cargas con nadie. Sus secretos eran demasiado grandes, demasiado profundos. Desahogarse habría sido egoísta por su parte.

«Estoy en casa y bien. No te preocupes»

Contestó. Envió el mensaje de vuelta y se puso en pie. Tenía que acostarse y dormir. ¿Pero sería posible hacerlo con Joseph abajo, en el sofá? El teléfono volvió a sonar. Era un nuevo mensaje de Audrey.

«¿Qué tal tu macizo? ¿Está ahí?»

April dejó el móvil en la encimera del baño, indecisa. ¿Qué debía responder a su hermana? No había duda de que Joseph la estaba afectando con su mera presencia mucho más de lo que habría esperado. Pero si quería tiempo para decidir qué hacer sobre él, sobre su padre, sobre su biología, necesitaba seguirle la corriente un poco más. Pero, más allá de eso, ¿qué era lo que quería? Se miró en el espejo. Tomó un mechón de pelo que había escapado de su austera coleta. No llevaba ningún maquillaje, pero tenía las mejillas ruborizadas como nunca antes… excepto durante aquel mes en España. La verdad floreció de pronto en su interior. No era la clase de persona capaz de bajar al salón, retirar las mantas de Joseph y mandar al diablo las posibles consecuencias para aprovecharse al máximo de su condición de casada. Ya había caminado en una ocasión por aquella senda y sólo había servido para llevarla a su actual situación. De pronto se le ocurrió una tentadora alternativa. ¿Y si volvía a acostarse con él, pero en esta ocasión por mera diversión, sin anillos de bodas de por medio? La vez anterior dejó que las cosas se volvieran demasiado serias.
Obviamente, hacerlo fue un error en muchos aspectos. ¿Podría olvidar el pasado y tener una aventura con su ex marido?
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Tatu d'Jonas
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MensajeTema: Re: La Boda Imprevista - Joe&Tu Adaptada   La Boda Imprevista - Joe&Tu Adaptada Icon_minitimeAgosto 30th 2012, 20:50

OMGGG!!!
me encantaaa
tienes q seguirla pronto porfaaa
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Wenn
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MensajeTema: Re: La Boda Imprevista - Joe&Tu Adaptada   La Boda Imprevista - Joe&Tu Adaptada Icon_minitimeSeptiembre 1st 2012, 08:27

Capítulo 5

April logró pasar la noche sin bajar al cuarto de estar… aunque le costó contenerse cuando despertó alrededor de las cuatro. Finalmente, cuando amaneció, sintió que ya podía bajar sin sentir que había cedido. Ya que eran sólo las seis y media, lo más probable era que sólo fuera a ver a Joseph durmiendo, algo que se perdió la noche que pasaron juntos. Se puso una bata blanca y se ciñó el cinturón antes de salir del dormitorio. A medio camino de las escaleras comprobó que el sofá estaba vacío. Terminó de bajar las escaleras y apoyó sus pies descalzos en la gruesa alfombra que había a los pies. ¿Dónde estaba Joseph? El baño de abajo estaba en silencio, con la puerta abierta, el espejo aún cubierto con un poco de vaho y una toalla azul colgada de la rejilla. ¿Se habría ido tan bruscamente como había aparecido, incluso después de haber bromeado con lo de pasar una última noche juntos? La mera idea de volver a estar con él hizo que un agradable cosquilleo recorriera su cuerpo… aunque se le pasó en seguida ante la perspectiva de que ya se hubiera ido. Fue a la cocina y comprobó que también estaba vacía.

—Sí, claro… —la voz de Joseph llegó desde el patio. April giró sobre sí misma. Las puertas correderas de la cocina estaban entreabiertas. Se apoyó contra el borde de la encimera y miró hacia el jardín. Joseph estaba sentado en su tumbona, hablando por teléfono. La curiosidad hizo que April permaneciera donde estaba, a pesar de que probablemente debería haber hecho algo para anunciar su presencia, como abrir y cerrar un par de armarios en la cocina. Vestido con unos vaqueros, Joseph tenía sus largas y fuertes piernas extendidas ante sí, iluminadas por el sol de la mañana. Había algo cálido e íntimo en la contemplación de sus pies desnudos y, aunque April no podía ver su pecho, sus brazos también estaban desnudos. Los recuerdos de la noche que hicieron el amor afloraron a la superficie. Era posible que April hubiera tomado un par de copas y que hubiera perdido algunas inhibiciones, pero recordaba muy bien el sexo. El buen sexo. El asombroso sexo del que disfrutó. Deseaba intensamente a Joseph y prácticamente le arrancó la camisa. Su pecho desnudo captó por completo su atención. Sabía que sería musculoso. Había sido imposible pasar por alto las ondas que había bajo su camisa, pero no estaba preparada para la intensa definición e inconfundible fuerza que revelaba al desnudo. Siempre se había considerado del tipo cerebral y hasta entonces sólo le habían atraído hombres de tipo académico. De manera que fue una sorpresa comprobar que se le debilitaban las rodillas sólo con mirar los pectorales de Joseph.

—De acuerdo —dijo él a la persona que estaba al otro lado de la línea. Pasó una mano por su brillante pelo negro—. Eso hará que nos retrasemos una semana. Ponte en marcha y envíame las especificaciones. Volveré a ponerme en contacto contigo para darte una respuesta por la tarde —escuchó y asintió—. Puedes localizarme en este número. Entre tanto, memantendré a la espera de tu fax.

Desconectó y no dio indicios de tener intención de marcar de nuevo. April pensó que en cualquier momento se levantaría y la vería, de manera que buscó alguna excusa para parecer ocupada y tomó rápidamente la cafetera de la encimera. Joseph se levantó y estiró los brazos por encima de la cabeza. April sintió que se le secaba la boca. El pecho de Joseph era todo lo que recordaba y más. Había olvidado su intenso moreno, el brillo de su piel… Deslizó la mirada hacia abajo, aun más abajo y… oh, oh… se había dejado el bolón del pantalón desabrochado. No llevaba calzoncillos. April se agarró a la encimera para mantener el equilibrio. Apartó la mirada del torso desnudo de Joseph y la llevó hasta su rostro. Él también la estaba mirando.

—Lo… lo siento, Joseph —balbuceó April a la vez que se volvía para llenar la cafetera de agua—. No pretendía interrumpir tu llamada.
—No pasa nada. Ya he acabado —Joseph guardó el móvil en el bolsillo de su pantalón y observó a April tan atentamente como ella lo había observado a él—. ¿Vas a preparar té o café?
—Café —April se volvió y trató de centrarse en los preparativos del café—. ¿Estabas hablando con tu abogado sobre el procedimiento de nuestro divorcio?
—No. Era una llamada de trabajo.— April sintió el aliento de Joseph en el cuello, pero no le había oído acercarse.
—¿Tienes un trabajo? —preguntó distraídamente. Él apartó su cola de caballo y la colocó sobre uno de sus hombros.—Creo que me siento insultado por el hecho de que lo preguntes.— April se apartó de él y abrió el armario en el que tenía el café.
—¿No estabas trabajando en tus estudios de graduación como los demás cuando nos conocimos? —se volvió a mirarlo—. Había asumido que…— Joseph alzó una ceja.
—¿Asumiste que era un estudiante perpetuo satisfecho con vivir del dinero de mamá y papá? Veo que te hiciste toda una imagen de mí con muy poca información.— April terminó de preparar la cafetera.
—Tú también hiciste suposiciones sobre mí.
—¿Por ejemplo? —dijo Joseph mientras se apoyaba de espaldas contra la encimera.
—Durante esas semanas en Madrid di la impresión de ser alguien diferente a quien soy —April se cruzó de brazos—. Esa época de mi vida nose corresponde con mi carácter.
—Ah, ¿no?
—Soy una persona casera, no aventurera. Me gustan mis libros, mi sillón de lectura y una taza de café. Esa clase de aventura exótica no es lo mío. Tuve la suerte de obtener una beca que me garantizaba los créditos que necesitaba. En el fondo soy una bibliotecaria, no una chica lanzada que se emborracha y se casa impulsivamente con un tío bueno.
—¿Piensas que soy un tío bueno? —los intensos ojos azules de Joseph brillaron traviesamente.
—Ya sabes que te encuentro físicamente atractivo —April utilizó su tono más profesional de «bibliotecaria», que solía servirle para mantener bajo control a los alborotadores más bulliciosos—. Pero estamos hablando de cosas más importantes.
—Por supuesto —Joseph tomó una manzana del frutero—.Tengo una teoría.
—¿Qué teoría? —estaban casi desnudos. Joseph tenía una manzana…¿Dónde estaba la serpiente?, se preguntó April.
—Creo que eres la clase de mujer que viaja por el mundo y corre riesgos impulsivamente, aun sabiendo que a veces las cosas pueden salir mal. En el fondo quieres correr más riesgos de ésos porque sabes que, aveces, las cosas salen bien.
—Pareces tener las cosas muy claras sobre mí.— Sin contestar, Jonah tomó un bocado de la manzana. ¿Por qué no habría elegido una naranja, o un inocente melocotón? April observó cómo trabajaba su boca. Había hecho eso antes, en España, durante un picnic
con todo el equipo. Entonces le gustaba fantasear sobre él, pues jamás se le ocurrió pensar que algún día se dejaría llevar por esas fantasías. Y allí estaba, soñando despierta sobre las sensaciones que despertarían los labios de Joseph en su piel…—¿Disculpa? —dijo al darse cuenta de que Joseph había dicho algo que no había entendido. Joseph dejó a un lado su manzana.
—La época que pasamos juntos fue muy intensa. Se puede aprender mucho sobre una persona en poco tiempo.
—Pero al día siguiente estuviste de acuerdo en que habíamos cometido un error.
—¿En serio?— April miró a Joseph a los ojos y trató de comprenderlo, de comprender aquel extraño reencuentro. Pero su expresión no revelaba nada. Tocó con delicadeza su mano.— No juegues conmigo, por favor. Sé lo que escuché. Y no puede decirse precisamente que vinieras tras de mí.
—Ahora estoy aquí.—¿Y si hubiera ido tras ella de inmediato?, se preguntó April. Le habría contado que estaba embarazada. No habría sido capaz de ocultarle la verdad. Las cosas habrían sido muy distintas…O tal vez no. Su madre no vivió precisamente un cuento de hadas cuando se quedó embarazada. Movió la cabeza para alejar aquellos pensamientos. No le gustaba regodearse en lo que hubiera podido ser.
—Has venido en busca de tú última noche de sexo conmigo… y enbusca de tu divorcio.
—¿Y quién dice que no podamos cambiar de opinión? —sin dar tiempo a Apil a responder, Joseph tiró la manzana al cubo de la basura—. Tengo que ir en busca de ese fax.— April parpadeó desconcertada mientras él salía de la casa sin camisa.

Oyó que abría la puerta y vio por la ventana que se dirigía hacia la limusina. Entonces recordó que el vehículo contaba con una pequeña oficina móvil que incluía ordenador, impresora y fax. También se dio cuenta de que Joseph no había respondido a su pregunta sobre la llamada telefónica ni sobre su trabajo. Al parecer, sabía mucho más sobre ella que ella sobre él. Si quería seguir adelante con su vida, había llegado el momento de dejar de babear por su cuerpo y de empezar a mirar seriamente al hombre que había debajo.
Joseph había captado el brillo del deseo en los ojos de April bajo su aparente barniz de calma. Se puso un polo negro mientras esperaba a que April terminara de ducharse arriba. El trabajo no lo distraía de imaginarla desnuda bajo la ducha. En realidad creía recordar cada detalle de su cuerpo. Aquella noche aún ardía en su memoria. ¿Dejaría de obsesionarse por ella si pasaran más tiempo juntos? Eso esperaba, porque no quería pasar otro año como el que acababa de soportar. Al escuchar que el agua dejaba de correr arriba, fue a la cocina a servir dos tazas de café. Cuando terminó y se volvió, April acababa de bajar.

Entró en la cocina, descalza, con un sencillo vestido azul de tirantes. Seceñía sutilmente a sus curvas y su piel relucía tras la ducha. Llevaba el pelo húmedo y sujeto en su característica coleta, dejando expuesto el cuello. Joseph había notado cómo se había excitado antes, cuando había colgado el teléfono, y probablemente podría persuadirla ahora… Pero no quería ganar la vieja batalla de la seducción. Quería que April acudiera a él. April tomó la laza que le ofreció, cuidando de que no se rozaran sus dedos.

—¿Has recibido tu fax?
—Sí —Joseph estaba a punto de hablarle de su siguiente trabajo de restauración de una hacienda peruana del siglo diecinueve cuando comprendió que April sólo le había hecho aquella pregunta porque pensaba que se estaba poniendo en contacto con su abogado para hablar del divorcio.
—Yo apenas suelo desayunar, pero si quieres hay algo de fruta y pan tostado. Puedes comer lo que encuentres.
—No te preocupes. Ya comeré algo si tengo hambre.
—Bien —April asintió—. Y ahora, háblame de tu trabajo.
—No tengo trabajo, ¿recuerdas? —dijo Joseph en tono irónico—. Sólo soy un playboy perezoso.— April lo miró con expresión arrepentida.
—Me equivoqué al asumir eso. Pero ahora quiero que me hables de tu trabajo.— Joseph no estaba seguro de querer verse sometido a un interrogatorio, y no sabía por qué había pasado April de querer echarlo a entablar una conversación.
—¿No tienes que ir a trabajar, o a ayudar a tu hermana con sus planes de boda?
—Audrey está ocupada hoy, y a mí me queda aún media hora antes de salir para la biblioteca.
—Avisaré al chófer.
—No hace falta —April se volvió y fue a sentarse al sofá—. El prometido de mi hermana se ocupó de traerme el coche. Audrey me ha enviado un mensaje diciéndome que está en el aparcamiento.
—En ese caso, ya está resuelto —Joseph observó a April, que dejó sutaza en la mesa que había junto al sofá. Luego tomó la colcha que había utilizado Joseph y empezó a doblarla.
—Háblame de tu trabajo.— Joseph dejó su taza en la mesa y tomó un extremo de la colcha.
—¿Qué quieres saber?
—¿Por qué te dedicas a reconstruir edificios históricos en lugar de hacerlos nuevos? —April se inclinó hacia Joseph para recoger la colcha. Él la miró a los ojos y se planteó la posibilidad de besarla allí mismo, pero quería que fuera ella la que diera el paso. Se agachó para tomar el nuevo extremo de la colcha y volvió a erguirse.
—Soy aficionado a la historia desde pequeño, y he viajado mucho con mi familia.—April terminó de doblar la colcha y permaneció con ella sobre el regazo.
—Cuéntame más —dijo a Joseph a la vez que apartaba un par de cojines del sofá para sentarse junto a él, aunque manteniendo las distancias. De momento.
—Soy arquitecto y estoy especializado en monumentos históricos.
—Por eso estabas en España el año pasado —April se apoyó contra el respaldo del sofá y sonrió por primera vez aquella mañana—. Pero también estabas estudiando, ¿no?— Joseph se movió incómodo en el asiento. ¿No se conformaría April con que le diera un curriculum?
—Terminé mi tesis doctoral.
—Estoy impresionada.— Joseph se encogió de hombros. Prefería no hablar de sí mismo.
—Me gusta el tema y mientras estudiaba no tuve que preocuparme por si me concedían o no me concedían becas.
—Pero también estabas en España por asuntos más oficiales.
—Así es.
—¿Y por qué lo mantuviste en secreto?— Joseph empezaba a preguntarse si aquello sería alguna especie de trampa.
—No lo mantuve en secreto, simplemente sentía que no tenía por quécontar todo a todo el mundo.
—Estás jugando con las palabras. No puedes culparme por hacer suposiciones cuando no compartes la información. Así que cuéntamelo ahora. ¿Qué estabas haciendo en España?— Joseph suspiró y asintio.
—Cuando cumplí dieciocho años decidí que no quería vivir del dinero de mi familia. Mientras estaba en la universidad comencé a reparar casas.
—¿Te dedicaste a la construcción mientras estudiabas?
—¿Hay algo malo en eso?
—Claro que no. Pero… supongo que saqué conclusiones precipitadas sobre tus años de estudiante.
—No tenía tiempo que perder dedicándome a las fraternidades y tonterías semejantes, princesa. Me dediqué a hacer reparaciones, invertí y acabé dedicándome a la restauración de edificios históricos. Seguí invirtiendo… y aquí estoy.
—¿Y la influencia de tu familia en el mundo de la política? ¿Y tu herencia?—Algunas de las mujeres que habían pasado por la vida de Joseph se habían sentido muy decepcionadas al enterarse de su falta de interés en formar parte del mundo político en que habitaba su familia.
—¿Qué sucede con eso?
—¿Te limitas a dejar el dinero quieto?
—No, claro que no. Lo invierto. Espero dejar más a mis hijos.— April apartó la mirada y dejó su taza en la mesa.
—¿Quieres tener hijos?
—Claro que sí. Por lo menos media docena.— April se puso en pie bruscamente, dio un paso atrás y estuvo a punto de tropezar. Se sujetó al respaldo de una silla para mantener el equilibrio.
—Tengo que terminar de prepararme para ir al trabajo.

¿Qué había hecho que reaccionara así? Joseph creía estar dando pasos adelante y de repente April estaba mirando su reloj y recogiendo su bolso. ¿Estaría yendo demasiado deprisa? Pero no era de los que admitía fácilmente la derrota. Sólo tenía que ser paciente y seguir poco a poco, ladrillo a ladrillo. Observó a April mientras se encaminaba hacia la puerta. Y cuando se volvió para despedirse se dio cuenta. Se había puesto vaselina en los labios. Pensó en la tarde anterior. Estaba preciosa en el muelle junto al agua, con aquel vestido y el pelo suelto. Llevara lo que llevase, poseía un estilo y una elegancia naturales que proclamaban su belleza intemporal. Y estaba seguro de que no llevaba maquillaje, como tampoco lo llevaba en Madrid. Sin embargo, por algún motivo, aquella mañana había decidido que sus labios brillaran. Era un detalle intrascendente, sin duda, pero sentía curiosidad por cada detalle que rodeaba a la mujer con la que se había casado. Ese día habían hecho un buen comienzo para llegar a conocerse mejor. Aunque sobre todo habían hablado de él. Al pensar en ello, Joseph llegó a laconclusión de que apenas sabía nada sobre el trabajo de April. Si quería acercarse a ella, tal vez debería averiguar algo más sobre el lugar en que trabajaba.
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MensajeTema: Re: La Boda Imprevista - Joe&Tu Adaptada   La Boda Imprevista - Joe&Tu Adaptada Icon_minitimeSeptiembre 1st 2012, 12:05

aaaa me encanta esta novela!!
SIGUELAAa
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MensajeTema: Re: La Boda Imprevista - Joe&Tu Adaptada   La Boda Imprevista - Joe&Tu Adaptada Icon_minitimeSeptiembre 5th 2012, 15:32

Síguela es la primera vez que leo una nove, enserio tienes que seguirla!!!!
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MensajeTema: Re: La Boda Imprevista - Joe&Tu Adaptada   La Boda Imprevista - Joe&Tu Adaptada Icon_minitimeSeptiembre 5th 2012, 22:54

siguela porfa Wenn Very Happy
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MensajeTema: Re: La Boda Imprevista - Joe&Tu Adaptada   La Boda Imprevista - Joe&Tu Adaptada Icon_minitime

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