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 Dama de Tréboles (Nick y Tú) - Adaptación

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Lau_ilovejonas
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MensajeTema: Re: Dama de Tréboles (Nick y Tú) - Adaptación   Dama de Tréboles (Nick y Tú) - Adaptación - Página 16 Icon_minitimeAgosto 25th 2014, 15:53

Seguilaaa ya quiero ver como se las can a arreglar con todos los chicos jajaja
Y Emma y matt!! Tenes que contar algo de eso tambieeeen
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MensajeTema: Re: Dama de Tréboles (Nick y Tú) - Adaptación   Dama de Tréboles (Nick y Tú) - Adaptación - Página 16 Icon_minitimeAgosto 26th 2014, 11:38

SORRY POR NO HABER PUESTO CAP EL DOMINGO, PERO NO TENÍA INTER
Y EL LUNES ESTABA TAN MAL QUE NI PODÍA LEVANTARME DE LA CAMA.

AHORITA LES PONGO EL CAP DEL DOMINGO Smile

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MensajeTema: Re: Dama de Tréboles (Nick y Tú) - Adaptación   Dama de Tréboles (Nick y Tú) - Adaptación - Página 16 Icon_minitimeAgosto 26th 2014, 12:08

Capítulo 60



—¡Oh, Dios mío! —exclamó Hanna.

Los chicos contemplaron boquiabiertos la llegada del tren, hecho que sin duda supuso el acontecimiento más extraordinario de sus cortas vidas. Engalanado con banderas y escarapelas tricolores, hizo su entrada triunfal en la nueva estación. Del primer vagón empezaron a descender autoridades y asociados de la Union Pacific que, desde Kansas, se habían desplazado para la inauguración del nuevo edificio. Pero lo que arrancó aplausos fue la irrupción de la banda de música, todos ataviados con uniformes claros rayados y canotiers de paja a la moda de París. Con pulcritud marcial, se agruparon atentos a las instrucciones del director que pronto dio la señal. Y la alegría que trajo la música hizo más llevadera una celebración con exceso de discursos.

Transcurrida una hora, que a Nick se le hizo demasiado larga bajo el sol de agosto, decidió buscar el sitio adecuado para comer. Junto a la estación divisó un grupo de robles y apremió a _______ para agrupar a la familia. Al llegar, comprobaron con satisfacción que se trataba de un parque.

—Allí mismo —acordó Nick señalando una zona sombreada de césped.

Los chicos corrieron con la cesta en la mano para coger sitio, ya que bastantes familias habían tenido la misma idea.

_______ dejó a Tommy en el suelo y extendió una manta fina a modo de mantel.

—Por fin —suspiró sentándose con la espalda en un árbol—. ¿Tenéis hambre ya? ¡Qué pregunta!

Sus caras hambrientas se lo dijeron todo. Con un gesto indicó a Hanna que hiciese los honores y la chica comenzó a sacar de la cesta huevos cocidos, pollo, emparedados, queso, manzanas y un plato con dulces. Amontonó las servilletas y todos esperaron a que Nick diese la señal. En cuanto su tío tomó el primer emparedado, los chicos se dedicaron a devorar con apetito voraz.

—Dejadme alguno, que éste era para vuestra tía —protestó.

—¡Eh! Al menos que quede uno para vuestro hermano, que con tan pocos dientes no puede comer otra cosa —advirtió ________.

Por suerte habían previsto comida de sobra. Hanna le tendió un emparedado y _______ se dedicó a cortar pellizquitos que iba metiendo en la boca de Tommy.

—Es como alimentar a un gorrión —comentó a Nick.

Él la veía tan encantada con el pequeño que la rodeó por los hombros y la besó en el pelo. Pero mientras se ocupaba del niño, no comía; así que le ofreció su emparedado y ella mordió con ganas. Se miraron sin pestañear, pero ocho ojos curiosos los obligaron a desestimar los impulsos románticos.

Cuando estuvieron satisfechos, Joseph y Patty se tumbaron en el césped.

—Me comería otra manzana —comentó Nick—. Bien, ¿qué os ha parecido la fiesta?

Hanna le lanzó una manzana y él la atrapó al vuelo.

—Ha sido fantástico. ______, ¿te has fijado en los vestidos? No había visto nunca tantos sombreros juntos —comentó la chica encantada.

—El tren es tan rápido... ¡Parece que puede volar! —comentó Patty entusiasmada.

—Pero si iba muy lento, tonta. ¿No ves que estaba frenando para entrar en la estación? —aclaró Joseph burlón.

—No le hagas caso —dijo Nick—. ¿Qué sabrá tu hermano? El tren viaja muy rápido, dicen que se puede ir de Nueva York hasta San Francisco en menos de siete días.

—Tío Nick, ¿algún día viajaremos en tren? —preguntó la niña emocionada.

—Algún día. Estoy pensando —comentó mirando a ______— que más adelante podríamos tomar el tren aquí en Kiowa y viajar hasta Denver.

_________ le sonrió al ver en qué fangal se acababa de meter él solo, porque los chicos comenzaron a aplaudir y a hacer planes sobre el futuro viaje, como si fuese una realidad a la vuelta de la esquina.

—¿Con los cuatro? —le susurró al oído.

—No era ésa la idea —reconoció por lo bajo—. Ya veremos. De momento, aún queda muy lejos.

Tommy empezó a corretear a gatas, pero las niñas protestaron cuando vieron que tenían que salir tras él en su afán exploratorio.

—Nick, ¿tardaremos mucho en volver a casa? —preguntó ______.

—En cuanto descanse. El carro no es un tren —bromeó—, nos quedan un par de horas de camino.

—Mientras tanto voy a dar una vuelta con el niño, a ver si consigo distraerlo.

—Voy contigo —se ofreció Joseph.

______ entretuvo al pequeño con una galleta de soda y, con él en brazos, atravesaron el parque en dirección a la ciudad. Joseph comentaba con admiración la elegancia de las pequeñas mansiones que se alineaban en la calle más cercana. Continuaron calle arriba y ______ apreció una ciudad desconocida. En aquel momento, fue consciente de que durante su vida en Kiowa se limitó a pisar apenas medio acre de terreno. Pronto llegaron a una zona bastante concurrida, pues los comercios permanecían abiertos a fin de aprovechar la afluencia de visitantes. Joseph curioseaba a través del escaparate de un restaurante cuando una exclamación los sorprendió a ambos.

—¡Marion!

________ giró la cabeza y se quedó impresionada al ver que la desconocida que salía del restaurante se refería a ella. Hizo ademán de continuar con el paseo, pero la mujer la retuvo del brazo.

—¡Oh, Señor! ¡No puede ser!

—Disculpe —sonrió incómoda—, me confunde con otra persona.

—Es usted quien debe disculparme. Por un momento he creído... Clifford...

La mujer, de cierta edad, se dirigió con la cara demudada hacia su marido que, desde la puerta, contemplaba la escena quieto como una estatua de sal. El hombre reaccionó. La cara de _______ reflejaba que la situación le resultaba muy embarazosa.

—Señorita, le ruego que nos disculpe.

—Señora —aclaró.

El hombre pensó que era una obviedad, a la vista del bebé que portaba al brazo.

—Claro, ¡qué torpeza! Por un momento a mi esposa y a mí nos ha recordado a mi difunta cuñada. El parecido es asombroso y... permita que me presente, soy Clifford Watts y ésta es mi esposa Rachel. Hemos venido desde Denver a la inauguración, invitados por la compañía —comentó tratando de evitar que se alejase—. Precisamente, mi hermano trabajó como ingeniero antes de..., en fin, antes de morir. Y, por ese motivo, me invitaron a mí. ¿No le dice nada el apellido Watts?

—Lo cierto es que no —se disculpó sin entender—. No he conocido a nadie con ese apellido.

—Verá, llevamos años buscando a la hija de mi hermano, mi sobrina. Desapareció siendo una niña y... ¡se parece usted tanto a su madre! Al verla, hemos pensado que tal vez pudiera tratarse de usted.

Joseph decidió intervenir, la mujer no quitaba ojo de la mano izquierda de ______, oculta en ese momento porque con ese brazo sostenía a Tommy. El chico advirtió que ella también había reparado en el escrutinio de la mujer, porque hacía lo posible por no mostrar la palma de la mano.

—¿Vamos, tía ________? —apremió tomándola del brazo.

—Tendrán que disculparme —balbució—, pero llevamos bastante prisa. Tenemos que regresar a casa y se nos hace tarde.

—Le ruego...

—Estoy segura de que se confunden de persona —concluyó nerviosa.

______ necesitaba alejarse de aquel matrimonio cuanto antes. Por alguna extraña razón, se le había formado un nudo en el estómago. ¿A qué venía aquel encuentro? Y el descaro con que aquella mujer le miraba la mano. No, otra vez no. Nada iba a cambiar ahora.

Sonrió a Joseph, que caminaba a su lado sin atreverse a pronunciar palabra. Aquel incidente no había sido más que una tonta confusión.



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MensajeTema: Re: Dama de Tréboles (Nick y Tú) - Adaptación   Dama de Tréboles (Nick y Tú) - Adaptación - Página 16 Icon_minitimeAgosto 26th 2014, 12:09

COMENTEN!!!!!!

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MensajeTema: Re: Dama de Tréboles (Nick y Tú) - Adaptación   Dama de Tréboles (Nick y Tú) - Adaptación - Página 16 Icon_minitimeAgosto 27th 2014, 17:27

es una broma...
___ debio enseñarles la mano
dios...
que pasara si harriet llega antes de que ella se de cuenta?
siguela
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MensajeTema: Re: Dama de Tréboles (Nick y Tú) - Adaptación   Dama de Tréboles (Nick y Tú) - Adaptación - Página 16 Icon_minitimeAgosto 30th 2014, 14:36

Voy a subir dos caps ahorita Smile

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MensajeTema: Re: Dama de Tréboles (Nick y Tú) - Adaptación   Dama de Tréboles (Nick y Tú) - Adaptación - Página 16 Icon_minitimeAgosto 31st 2014, 12:24

SORRY POR NO HABER PUESTO LOS DOS CAPS AYER..
ALGO LE PASÓ A MI INTERNET.

AHORITA PONGO LOS DOS CAPS DE AYER Y EL CAP DE HOY Smile

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MensajeTema: Re: Dama de Tréboles (Nick y Tú) - Adaptación   Dama de Tréboles (Nick y Tú) - Adaptación - Página 16 Icon_minitimeAgosto 31st 2014, 12:45

Capítulo 61



El paseo dominical por el City Park se había convertido en una costumbre sagrada. De regreso, John acompañó a Elisabeth a casa.

—¿No quieres pasar? —preguntó abriendo la cancela.

—No sé si debo, en ausencia de tus padres.

—Está la señora Mimm, y no creo que mis padres tarden en regresar de Kiowa Crossing.

John aceptó de buena gana al ver cómo le rogaba con los ojos. También él necesitaba estar junto a Elisabeth cada minuto del día.

Al primer golpe de aldaba, los recibió la señora Mimm.

—¿Tan pronto en casa?

—Estaba cansada de caminar y estos zapatos me molestan —se excusó.

—Anda, sube a cambiarte mientras preparo un poco de té para el señor Collins.

—Preferiría café, si no es molestia.

—Claro que no es una molestia, pase al salón. No tardaré nada.

Elisabeth lo acompañó hasta la puerta del saloncito y se excusó para cambiarse de calzado.

John se acomodó en el sofá y, mientras esperaba, ojeó los retratos familiares.

—Tengo una familia muy pequeña —explicó Elisabeth sentándose a su lado—. Mi madre es hija única, como yo. Y el único hermano de mi padre murió..., ya conoces la historia.

La señora Mimm apareció con una bandeja provista de dos servicios de café, que dejó sobre una mesilla.

—Gracias, señora Mimm.

—Elisabeth, hoy estoy muy ocupada. He aprovechado que no está tu madre para hacer inventario de la despensa, así que si necesitas algo, allí me encontrarás —informó con una mirada cómplice—. Pero me temo que tendrás que entrar a avisarme, porque ya sabes que desde allí no se oye nada.

A John le entraron ganas de estamparle un beso en cada mejilla. Esa mujer era una joya. Y Elisabeth le agradeció con los ojos el detalle, tenía un gran valor dada la escasez de sus momentos de intimidad.

Cuando se encontraron a solas, John retomó la conversación.

—Supongo que algún día te gustaría tener una gran familia.

—Así es —sonrió mientras servía el café.

Bajó la vista porque empezó a ruborizarse, temía que se le notase en la cara que soñaba con esa familia. Y, en ese sueño, siempre aparecía él.

—A mí me pasa lo mismo.

John no dejaba de mirarla, mientras ella se concentraba en no derramar ni una gota. Le tomó la taza de las manos al ver que le temblaban y la devolvió a la bandeja.

—¿Estás nerviosa? —preguntó acariciándole la sien con la nariz.

Elisabeth negó y lo miró a los ojos. La atrajo hacia él y la besó despacio. Pero cuando ella se abrazó a su cuello, profundizó el beso con la intensidad que ambos deseaban.

La tumbó en el sofá y colocó las manos a ambos lados de su cabeza. Elisabeth le acarició los labios. Los ojos de John chispeaban de deseo. Cuando se inclinó de nuevo sobre ella, sintió todo su peso y se entregó a sus besos. John la atrajo por las caderas, levantó la falda y la acarició por encima de las medias. La mano le temblaba cuando la deslizó bajo el calzón y por fin se apoderó de su muslo. Con la boca recorrió el cuello de Elisabeth y se recreó en su escote. Ella le acarició la espalda por debajo de la chaqueta y arañó su camisa cuando él le moldeó los pechos por encima del vestido.

John creyó que estaba en el Cielo cuando ella lo acercó de nuevo a su boca. Al incorporarse en un intento por controlar la respiración, Elisabeth alzó el rostro buscando sus labios.

—John, no dejes de besarme —jadeó.

—Elisabeth —comentó desde el vestíbulo la señora Mimm en voz muy alta—, parece que tus padres ya llegan. Desde la cocina los he visto abrir la cancela. A ver qué nos cuentan sobre la inauguración.

El comentario pretendidamente desenfadado de la señora Mimm provocó que John se levantara como un resorte. Cogió a Elisabeth de las manos y de un tirón la puso de pie a su lado.

Ella se llevó la mano al pecho: el corazón le latía como si acabase de correr diez millas. Miró a John, él se peinaba con las manos y a toda velocidad se enderezaba la corbata y estiraba la chaqueta. Ella, con cara de susto, se alisó el vuelo de la falda con cuatro manotazos y se recolocó los bucles.

Se sentaron como dos autómatas, pero se incorporaron de un salto al oír que se abría la puerta de la calle. Elisabeth carraspeó y se dirigió al vestíbulo para recibir a sus padres con su mejor sonrisa.

—¿Cómo lo habéis pasado? —preguntó besando a uno y a otro.

—Ah, Collins, está usted aquí —lo saludó Clifford tendiéndole la mano.

—¿Qué tal el viaje? —preguntó besando la mano de Rachel—. Elisabeth ha tenido la amabilidad de invitarme a café.

—Me molestaban los zapatos —explicó apresurada—. Hemos vuelto muy pronto del paseo. Y, en la fiesta, ¿había mucha gente?

—Muchísima —comentó su padre—. Aún estamos medio aturdidos, porque hemos visto a una mujer...

—En fin, yo ya me marchaba —interrumpió John—. Mañana debo presentar unos presupuestos... Celebro que se hayan divertido. Elisabeth —le besó la mano a toda prisa y salió por la puerta.

Elisabeth lo miró marchar con ojos anhelantes, no podían despedirse sin una palabra. Cuando la puerta se cerró, su mirada se cruzó con la de su madre y bajó la vista.

—Durante la cena tenéis que contármelo todo. Ahora tengo que ayudar a la señora Mimm, he prometido que le echaría una mano con el inventario.

Su padre ni reparó en su rubor ni en la prisa que se dio en escabullirse hacia la cocina. Pero Rachel, al entrar en el salón, sonrió al ver intactas las dos tazas de café.



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MensajeTema: Re: Dama de Tréboles (Nick y Tú) - Adaptación   Dama de Tréboles (Nick y Tú) - Adaptación - Página 16 Icon_minitimeAgosto 31st 2014, 13:01

Capítulo 62



En cuanto llegaron a tierras de los Jonas, los muchachos empezaron a impacientarse, ansiosos por contar a sus padres todo lo que habían visto. Subiendo la colina, ya vieron que Matt y Emma los esperaban.

Una vez frenó el carro, los chicos bajaron en tropel y Matt, antes de hacer otra cosa, se dirigió al asiento de ________.

—Buena chica —dijo en tono agradecido pellizcándole la mejilla.

De inmediato se giró y, abriendo los brazos, se dispuso a recibir a sus dos hijas que corrían dispuestas a colgarse de su cuello. Emma besaba a Joseph a la vez que le revolvía el pelo y tomaba de sus brazos al pequeñín, que se lanzó hacia ella como si no viera a su madre desde hacía un mes.

—¿A qué ha venido eso? —preguntó Nick que había presenciado en silencio el recibimiento de Matt.

—Les hice un regalo.

—¿Qué tipo de regalo?

—No te gustará saberlo —concluyó ______ dando por zanjado el tema.

Nick se fijó en Matt. Luego en Emma. Ambos tenían el pelo húmedo. Sospechó la naturaleza lujuriosa del regalo y con un estremecimiento hizo un gesto con ambas manos para que _______ no continuara.

—Joseph, ve por los caballos —le indicó su padre.

Nick dirigió el carro al establo. Desenganchó los animales y esperó a un lado a que Joseph sacase los suyos.

Estaba apilando heno en una de las cuadras, cuando el chico entró. Se quedó contemplándolo en silencio con un pie apoyado en el esparcidor de estiércol.

—Tu padre debe de estar esperándote —comentó Nick a la vez que amontonaba heno en el pesebre.

—Quería comentarte algo —se encogió de hombros—, aunque puede que sea una tontería.

—¿Quieres que hable con tus padres de tu interés por la Medicina?

—No se trata de eso. Es algo que ha pasado hoy, en Kiowa.

—Suéltalo.

El chico le contó con todo detalle el encuentro con aquel matrimonio. Nick lo escuchaba muy serio, no entendía por qué _______ no le había mencionado nada sobre el incidente.

—He pensado que era mi obligación decírtelo —dijo incómodo—. No creo que tenga ninguna importancia, pero no imaginas cómo se puso ______. No quería ni oír ni hablar del asunto, insistió mucho en que me olvidara de ello.

—No te preocupes. ¿Watts has dicho que se llamaban?

—Sí, Clifford y Rachel Watts.

—Fuera te esperan hace rato —concluyó revolviéndole el pelo—. Y, Joseph..., de esto, ni una palabra a nadie.

—Descuida —aseguró el muchacho saliendo por la puerta.

Durante el resto de la tarde, Nick estuvo inquieto. No hacía más que pensar en las palabras de Joseph. Si el parecido era tal que incluso pensaron que podía ser sobrina suya, puede que hubiese alguna relación de parentesco. Podía darse esa coincidencia, ya que ______ desconocía su verdadero origen. Y estaba el reloj; tal vez las iniciales... No, de ningún modo podía olvidar el asunto como si nada hubiese sucedido. ______ era muy intuitiva, si el encuentro con aquellas personas la había inquietado era por algún motivo. Tenía que hacer algo al respecto. Una buena ocasión sería aprovechar el viaje a Kiowa para la venta de reses.

Horas después, en la cama, continuaba absorto ideando la manera de averiguar más cosas sobre el matrimonio Watts de Denver.

________, abrazada a él, guardaba silencio. Trató de apartar de su mente el encuentro con aquella pareja. Era feliz al lado de Nick y no iba a permitir que nada interfiriese en su vida.

—¿En qué piensas? —preguntó acariciándole vello del pecho.

—Pensaba que la felicidad consiste en estar tumbado boca arriba, con los brazos bajo la cabeza —aseguró en voz baja—, y tenerte enroscada a mí como una serpiente.

_____ emitió una risa dulce y se aferró aún más a él.

Nick la besó en la cabeza y cerró los ojos. De todos modos, no había de qué preocuparse. Quizá no fuese más que una simple coincidencia.

________ se levantó a apagar el farol y volvió a la cama. Nick la atrajo con fuerza. No había tardado ni medio minuto y ya echaba de menos sentirla pegada a él. Por nada del mundo pensaba renunciar a la felicidad que la vida le había regalado, porque su felicidad era _________.

Esa noche, a los dos les costó conciliar el sueño.


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MensajeTema: Re: Dama de Tréboles (Nick y Tú) - Adaptación   Dama de Tréboles (Nick y Tú) - Adaptación - Página 16 Icon_minitimeAgosto 31st 2014, 13:26

Capítulo 63



—Hemos repasado lo que tienes que decir cientos de veces —advirtió Jason Smith—. ¿Seguro que lo recuerdas todo?

—Palabra por palabra —afirmó Harriet muy seria.

Al cerrar la mano, tuvo que disimular una mueca de dolor. La quemadura era superficial y casi estaba curada. Aun así, no olvidaría nunca el trato que le estaba deparando Jason Smith. Sus caricias no compensaban el daño que era capaz de causarle.

Él le tomó la barbilla y, ante su resistencia, la sujetó con fuerza.

—Ya ni se nota —confirmó observando su pómulo—. Tienes que perdonarme, preciosa, pero el golpe fue inevitable. Gritabas mucho.

Cuando doblaron la esquina de la calle Quince, aminoraron el paso antes de llegar a la mansión de los Watts.

—Ese hombre está deseando abrazarte. Cuando me presenté en su despacho el otro día, faltó muy poco para que se echase a llorar como una damisela —rio con sorna.

—¿Te habló del dinero?

—Al saber que estabas sola en el mundo, aseguró que no tenías de qué preocuparte porque hace años que custodia un dinero que es tuyo. Debemos seguir la historia de McNabb tal como él me la contó. No olvides que pueden indagar en tu pasado.

—McNabb está muerto y la hermana también.

—Pueden hacer averiguaciones. Si nos ceñimos a la vida de esa _______, no habrá problemas. Si preguntan, la gente les hablará de la hija adoptiva. Y ésa, ahora eres tú.

A las puertas de la casa, Jason empujó la cancela.

—Recuerda todo lo que hemos hablado. Yo desaparezco, pero no olvides que te estaré vigilando, ¿está claro?

—En cuanto me haga con el dinero, volveré a buscarte al hotel —repasó el plan.

—Nos casaremos en cuanto salgamos de aquí —murmuró con deseo.

—Ya podríamos estar casados —argumentó suspicaz.

—Cariño —sonrió acariciándole la garganta con el pulgar—, muéstrate feliz. Tu familia te espera.

Jason Smith respiró hondo antes de golpear la puerta. Si mantenían la calma, todo iría bien.

La familia Watts los recibió con sincera alegría. El señor Watts las había puesto al corriente de la visita del señor Smith, y los tres esperaban impacientes el momento desde hacía una semana.

El más emocionado era sin duda Clifford, que se abrazó a Harriet en cuanto la vio. Rachel y Elisabeth se mostraron encantadas de tenerla con ellos. La señora Mimm, por su parte, se secaba el rabillo del ojo al verlos tan emocionados.

Durante más de una hora, conversaron sobre todas las etapas de su vida. Clifford y Rachel preguntaban preocupados por saber si había llevado una vida dichosa. Y Elisabeth se conmovió al conocer los tumbos que había dado, de una tribu sioux hasta que fue acogida por aquella viuda caritativa. Por fin ya no estaba sola, al menos los tenía a ellos. Harriet incluso derramó unas lágrimas sin soltar la mano de su supuesto prometido, que presenciaba admirado su excelente actuación.

—Es terrible, querida. Permite que te llame Arabella, no me acostumbro a tu nuevo nombre —confesó Rachel tomándole la mano entre las suyas.

—Ese nombre me lo puso mi querida madre adoptiva, ¡fue un ángel conmigo! Ella se encargó de hacerme olvidar las costumbres de aquellos salvajes. Pero es hora de que asuma mi verdadera identidad ahora que por fin sé que soy Arabella Watts.

—Gracias al Cielo que llegó a mis manos aquel anuncio —aseguró muy serio Smith.

Harriet dejó escapar una lágrima con la mirada perdida. Los Watts no se atrevieron a romper el silencio en un momento tan conmovedor.

—Y ¿esas heridas? Precisamente en la mano izquierda —preguntó Clifford preocupado.

—Sufrió un percance muy aparatoso —se apresuró a responder Smith—. Sin duda culpa mía, debí suponer que no montabas a caballo.

La miró con pesar y Harriet le sonrió con ternura.

—Resbalé de la silla y me golpeé en la cara. En la mano no sufrí más que una escoriación que reabrió la cicatriz —explicó—. No es nada grave. En Colorado Springs me atendió un doctor. Pronto podré quitarme el vendaje.

Harriet exhibió la palma de la mano dejando a la vista parte de la quemadura enrojecida que sobresalía del vendaje.

—En la cara apenas se aprecia el golpe, pero quiero que te vean esa mano en el hospital —insistió Clifford solícito.

—En mi equipaje llevo un antiséptico. Eres muy amable por preocuparte, tío Clifford, pero no será necesario. Y ahora —lo miró con un suspiro, a fin de desviar la conversación—, háblame de mis padres.

Clifford le contó con lágrimas en los ojos la violenta muerte de su madre y el tesón con que la buscó su padre durante el resto de su vida. Harriet escuchó la historia entre sollozos abrazada a Rachel. Cuando Elisabeth le mostró el daguerrotipo en el que aparecía con sus padres, cerró los ojos y lo apretó contra su pecho con ambas manos.

—¿Qué harás ahora, querida? Ha sido todo tan repentino —dijo Clifford—. ¿Piensas instalarte definitivamente en Colorado Springs?

—La decisión la tiene mi futuro esposo —confesó bajando la vista.

Jason Smith tuvo que morderse la lengua para no reír a carcajadas ante tal demostración de candor.

—¿Hace mucho que estáis prometidos?

—Tres meses —confesó feliz—. Tras el entierro, tío Rice se instaló conmigo. Yo no podía vivir con un hombre sin estar casada. Por tanto, le cedí la casa a mi tío. Acepté la invitación de unas primas lejanas de mi madre y me mudé con ellas a Colorado Springs.

—En realidad, yo estaba de paso en esa ciudad, camino de San Francisco. Aún no he decidido dónde invertir mi fortuna —intervino Smith, dirigiéndose al señor Watts.

Para tranquilidad de la familia, explicó que era veterano de guerra y que, al morir su madre, había decidido vender la casa familiar y trasladarse desde Maryland a Colorado. Sus argumentos resultaron tan convincentes que incluso el señor Watts se ofreció como consejero, si decidía invertir en minas.

—California es un territorio rico en oro. Aunque no descarto invertir en minas de plata —aclaró demostrando estar al corriente en asuntos financieros—, y la plata ya se sabe que está en estas montañas.

—Ya hablaremos con más calma —concluyó Clifford Watts.

—Fue una suerte que me acogiesen las primas O'Gradie —comentó Harriet—. De no ser por ellas, no te habría conocido.

—El destino, amor mío —aseguró besándole los nudillos.


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MensajeTema: Re: Dama de Tréboles (Nick y Tú) - Adaptación   Dama de Tréboles (Nick y Tú) - Adaptación - Página 16 Icon_minitimeAgosto 31st 2014, 13:28

COMENTEN!!!!!!!!!!!!

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MensajeTema: Re: Dama de Tréboles (Nick y Tú) - Adaptación   Dama de Tréboles (Nick y Tú) - Adaptación - Página 16 Icon_minitimeSeptiembre 1st 2014, 20:33

ufff... 
por fin termine de leerlos...
lo escuela me tienen corta
y sin tiempo para leerte esta hermosa novela
pero ya termine...
me encanta
espero que descubran a harriet
siguela
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MensajeTema: Re: Dama de Tréboles (Nick y Tú) - Adaptación   Dama de Tréboles (Nick y Tú) - Adaptación - Página 16 Icon_minitimeSeptiembre 5th 2014, 12:12

CHICAS, ME DI UN TIEMPO PARA PASAR A COMENTARLES ALGO.

DAMA DE TRÉBOLES ASÍ COMO EL DEMONIO DE LA OSCURIDAD ESTÁN POR TERMINAR.
YA FALTAN POCOS CAPÍTULOS ASÍ QUE ESTABA PENSANDO EN HACER OTRA ADAPTACIÓN.
PERO QUISIERA SABER QUE OPINAN USTEDES.

ESTABA PENSANDO EN ESTOS LIBROS PARA ADAPTAR:

1. BAJO LA MISMA ESTRELLA.
2. MARAVILLOSO DESASTRE.
3. DIVERGENTE (LA TRILOGÍA COMPLETA)
4. HUSH HUSH (LA SAGA COMPLETA)
5. LA SELECCIÓN (LA TRILOGÍA COMPLETA)
6. LOS JUEGOS DEL HAMBRE.

ELIGÓ ESOS PORQUE SON DE LOS LIBROS QUE MÁS AMO.

USTEDES DECIDAN CUÁL ADAPTO EN UNA NOVELA DE NICK Y TÚ (PUEDO ADAPTAR DOS O TRES LIBROS DEPENDE QUE LIBROS ELIGAN USTEDES -PORQUE NO CREO QUE PUEDA CON TODOS xD-) O SI TIENEN ALGUNA SUGERENCIA DE ALGÚN LIBRO QUE LES GUSTARÍA QUE ADAPTARÁ, COMENTENLO.

ESPERO SUS RESPUESTAS Very Happy



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MensajeTema: Re: Dama de Tréboles (Nick y Tú) - Adaptación   Dama de Tréboles (Nick y Tú) - Adaptación - Página 16 Icon_minitimeSeptiembre 5th 2014, 15:29

TE LO IMPLORO!!!
HAZLO DE LA SELECCION!!!
POR FAVOR
ME ENCANTA ESA TRILOGIA!!!
QUIERO VER A NICK COMO MAXON 
EL HERMOSO HEREDERO DE ILEA (AUNQUE SERIA GENIAL HEREDERO DE JONAS) OK NO...
POR FAVOR!!!
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MensajeTema: Re: Dama de Tréboles (Nick y Tú) - Adaptación   Dama de Tréboles (Nick y Tú) - Adaptación - Página 16 Icon_minitimeSeptiembre 6th 2014, 20:54

Ok!!

GRACIAS POR ELEGIR LA SELECCIÓN... DE VERDAD QUERÍA ADAPTAR ESA TRILOGÍA Smile

SIGAN ELIGIENDO, PUEDO ADAPTAR OTRO LIBRO APARTE DE LA SELECCIÓN.

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MensajeTema: Re: Dama de Tréboles (Nick y Tú) - Adaptación   Dama de Tréboles (Nick y Tú) - Adaptación - Página 16 Icon_minitimeSeptiembre 6th 2014, 20:59

AHORITA SUBO DOS CAPS HOY...

Y MAÑANA SUBO OTRO CAP Smile

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MensajeTema: Re: Dama de Tréboles (Nick y Tú) - Adaptación   Dama de Tréboles (Nick y Tú) - Adaptación - Página 16 Icon_minitimeSeptiembre 6th 2014, 21:18

Capítulo 64



Una semana después de su llegada, Harriet Keller ejercía su reinado en casa de los Watts. Aún se sorprendía al comprobar cómo aquel trío de incautos se desvivía en atenciones hacia su recién recobrada «sobrina».

No había vuelto a ver a Jason desde que se esfumó con la excusa de no dejar ningún asunto pendiente en Colorado Springs. Lo imaginó nervioso al ver que los días pasaban, pero no convenía mostrar excesivo interés a fin de no levantar sospechas.

Abrió el armario del dormitorio de invitados y suspiró gozosa. Aquello sí era el vestuario de una dama. «Tía Rachel» se había empeñado en costearle todos aquellos vestidos y sombreros.

Vivir en Denver era una delicia. Tal vez pudieran quedarse allí, porque la posibilidad de que se descubriese el engaño resultaba remota, por no decir imposible.

Abrió el cajón del comodín y acarició encantada su nueva ropa interior. Lástima que el señor Collins se mostrara tan frío. Rio con malicia imaginando la cara de la «primita» si al final John entrase por la puerta convertido en sobrino político. No le duraría mucho el disgusto. A fin de cuentas, no era más que una chiquilla y por suerte hombres había en abundancia en la ciudad.

Miró hacia la calle apartando los visillos y se preguntó dónde estaría Jason en ese momento. Seguro que conocía cada uno de sus movimientos. Lo más sensato era obedecer sus instrucciones, pero en lo tocante a la boda, lo pensaría con más calma.

A cuatro calles de allí, Rachel Watts salía de la sombrerería acompañada de Elisabeth.

—Hija, ¿piensas contarme qué te preocupa? —preguntó tomándola del brazo—. Estabas tan distraída que no has prestado atención ni a la mitad de los modelos que nos han enseñado.

—Ayer me disgusté con papá, eso es todo. Cree que estoy celosa de Arabella y no es cierto.

Rachel recordó que Clifford le había comentado algo de pasada.

—Sabes que no vamos a dejar de quererte.

—¡Mamá! —protestó—, ¿tú también vas a empezar con eso? Es sólo que no me gusta la actitud de Arabella. Si le pregunto algo, se muestra esquiva; y sólo piensa en compras y más compras.

—Tenemos que ser pacientes, seguro que actúa así a causa de la vida que ha llevado.

—¿Y qué hay de la señora Mimm? Se pasa el día dándole órdenes como si fuera su doncella.

—De eso me he dado cuenta y no me gusta nada. Hablaré con ella.

—Creo que papá se precipitó al meterla en casa.

—Cariño, cuando tu padre recibió la visita del señor Smith hace un par de semanas, le encargó a Tom Coleman que hiciese algunas averiguaciones.

—¿El nuevo empleado de su despacho?

—Sí, ese joven. Y en Kiowa Crossing confirmaron palabra por palabra todo lo que nos contó tu prima. Cierto es que algunas personas le comentaron que la creían casada, pero su partida fue tan repentina que no se atrevieron a asegurarlo.

Rachel decidió callar sus propias dudas. Aquella recién llegada a la que Clifford adoraba, no hacía más que levantar sospechas. Era imposible que una quemadura mostrase ese aspecto después de dieciocho años. En cuanto a su carácter, ya empezaba a estar un poco harta de tanto capricho, por no hablar de su actitud con John Collins.

—Hay algo más —comentó Elisabeth con visible enojo.

—Haremos una cosa. Ya casi hemos llegado a la calle Lawrence. Nos detendremos un rato en el restaurante Cook's a tomar una crema helada de esas que tanto te gustan.

—No me estás escuchando.

Su madre sólo quería distraerla porque sospechaba el verdadero motivo de preocupación de Elisabeth.

—Dime, te escucho —dijo apretándole el brazo.

—No me gusta como se comporta con John.

—No estarás celosa...

—¿Es que no se puede hablar con vosotros? —se quejó exasperada—. Cada vez que abro la boca me echáis en cara que todos mis problemas son celos infundados.

—¿Te ha dado algún motivo para que te preocupes?

—¡Claro que me ha dado motivos!

—¿Y él?

—¡Por supuesto que no! John es todo un caballero. Parece mentira que me preguntes eso —dijo al borde de las lágrimas.

—Lo sé, cariño —aseguró con intención de arreglarlo—. No debería ni haberlo sugerido. Anda, no te enfades conmigo y cuéntamelo todo.

—Anteayer, John nos llevó a presenciar el espectáculo de Mademoiselle Carolista.

—Ah, ya sé, esa acróbata que anda sobre la cuerda floja. Tu padre me comentó que la exhibición tuvo lugar cerca de su oficina.

—Arabella aprovechaba cualquier excusa para colgarse del brazo de John. Hasta a él se le veía incómodo por su proximidad. Estoy harta de tener que llevarla conmigo a todas partes.

Su madre la entendió. Para la pareja resultaba un fastidio tener que soportar una compañía impuesta.

—Y en cuanto John entra en casa —continuó—, no hace más que acribillarlo con miraditas y mohines provocativos.

—Lo siento por tu padre, pero no pienso callar más —se dijo a sí misma en voz alta—. Elisabeth, tengo que darte la razón. Yo también he notado el descaro con que se muestra ante el señor Collins y no me gusta nada.

—Me alegro de que reconozcas que no son imaginaciones mías —confesó aliviada.

—No quería decirte nada para no preocuparte. Sólo espero que su prometido vuelva pronto por ella. No me gusta su actitud, ni cómo trata a la señora Mimm, ni cómo derrocha nuestro dinero, ni sus continuas quejas, ni cómo con cuatro arrumacos es capaz de hacer lo que quiere con tu padre. Ya está dicho —concluyó respirando hondo—. Y ahora, vamos por esa crema helada.


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MensajeTema: Re: Dama de Tréboles (Nick y Tú) - Adaptación   Dama de Tréboles (Nick y Tú) - Adaptación - Página 16 Icon_minitimeSeptiembre 6th 2014, 21:33

Capítulo 65



Nick, aún medio despierto, se frotó los ojos con la mano derecha porque el brazo izquierdo lo tenía atrapado debajo de ______. Miró hacia ese lado y la vio dormida, tan serena que infundía paz. Con la cabeza apoyada en su hombro, el cabello se le desparramaba por la espalda y una de sus hermosas piernas descansaba sobre la suya.

La primera luz del día se filtraba entre los encajes, iluminando su cuerpo con arabescos de luces y sombras que resaltaban la belleza de su piel satinada. Nick recorrió la longitud del brazo de _______ con la mirada. Al comprobar qué parte de su anatomía agarraba con tanta firmeza la mano de ella, entendió a qué se debía esa conocida sensación que empezaba a subirle hasta la boca del estómago. Rio entre dientes ante tan primaria muestra de posesión; la fiera marcaba su territorio.

La visión de su cuerpo desnudo con los pechos presionando su costado y la firme opresión de su mano en lo más íntimo, le excitaron de inmediato. Le apartó la mano, con cuidado de no despertarla, y ella se removió sobre las sábanas elevando los brazos por encima de la cabeza.

Nick se mordió el labio de satisfacción al ver cómo se erguían sus pechos con ese movimiento. Se inclinó y con la boca recorrió delicadamente su pubis, su estómago, sus senos. Con la lengua jugó a rodear su ombligo y, cuando internó apenas las yemas de los dedos en ella, se excitó aún más al comprobar que estaba preparada para acogerlo. El deseo pudo con él y se colocó entre sus muslos. Apoyado en los antebrazos la miró y ella, aún medio dormida, esbozó una sonrisa mimosa. Resultaba tan seductora que cerró los ojos y respiró hondo.

Entró en ella con cuidado. ________ entreabrió los ojos y los labios al tiempo que se colgaba de su cuello y sus piernas lo rodeaban en una silenciosa aceptación. No hubo palabras, sólo miles de besos. Y los jadeos de ambos con cada lenta y profunda embestida acompañaron el balanceo acompasado de las caderas de ella. Juntos se adueñaron del placer entre gemidos, y sus cuerpos exhaustos quedaron laxos sobre las sábanas.

Pasados unos deliciosos minutos, Nick se incorporó todavía dentro de ella. Odiaba tener que abandonar tan cálido refugio.

—Buenos días —susurró besándola con dulzura.

—Buenos días —sonrió—. ¿Qué ha pasado...?

—¿Qué parte de lo que acaba de pasar es la que no has entendido? Lo digo porque... ¡Ay!

El pellizco que recibió de ______ en la nalga le recordó que las bromas de buena mañana no siempre son bien recibidas. Ella intentó adoptar una actitud de seriedad con escaso resultado.

—Debemos levantarnos —dijo con un beso rápido, al tiempo que lo apartaba.

Nick se tumbó boca arriba con los brazos bajo la cabeza para observar cómo se colocaba el camisón y se anudaba la bata mientras hablaba sobre el desayuno y las provisiones para el viaje.

Sonrió sorprendido al comprobar que con un gesto tan cotidiano, la dulce y sensual ______ se acababa de convertir en la práctica y activa señora Jonas.

Mientras se vestía, oyó las voces de Grace y Aaron en la cocina. No había acabado de asearse cuando fueron llegando los cinco peones, preparados para el transporte del ganado hasta Kiowa Crossing.

Tras el desayuno, ______ no dejó ni un momento los preparativos del viaje. Seria y enfrascada en el trabajo, no paraba de moverse por la cocina. Nick la notó demasiado silenciosa. Se puso frente a ella y con un dedo le alzó la barbilla para que lo mirara a los ojos.

—Me gustaría tanto acompañarte —encogió los hombros—. Cabalgar junto a ti, dormir a tu lado bajo las estrellas, solos los dos en la misma manta.

—Solos los dos —señaló hacia la puerta con media sonrisa—, y todos los peones.

—Tardarás mucho —protestó con ojos tristes.

—Tardaré lo justo. Las largas travesías pasaron a la historia, _______. Ahora tenemos el ferrocarril en Kiowa. —Impidió que lo interrumpiera con un gesto de la mano—. Sé que te parecen muchos días, pero las reses no pueden avanzar más de diez millas diarias.

—No veo por qué.

—Porque pierden peso —explicó con paciencia apoyando la frente en la suya—. No pienso hacerles recorrer más de seis millas al día. Cuanto más robustas las venda, más me pagarán por ellas, ¿lo entiendes?

—Eso supone menos de cuatro días —añadió muy seria—. Sí, lo sé. Tienes asuntos que resolver en Denver y ahora soy la esposa de un ranchero.

—No. Ahora eres una ranchera —la corrigió con una mirada cariñosa—. Tienes que cuidar de todo, incluso me temo que tendrás que salir con Aaron a vigilar el ganado que queda. Lo dejo todo en tus manos.

_______ se abrazó a él con fuerza. Con semblante animoso lo miró a los ojos, dispuesta a asumir su responsabilidad. Nick sonrió, al verla tan en su papel de ganadera y le dio un beso largo y apasionado. ¡Dios, cómo iba a echarla de menos!

—Vamos, vamos —interrumpió Aaron con una carcajada—. Que no se va a la guerra.

_______ escondió la cara en el pecho de Nick, él la estrechó entre sus brazos y miró a Aaron alzando los hombros con impotencia. Éste bufó y les dio la espalda. «Recién casados», pensó encogiéndose de hombros.

Pronto la cocina se convirtió en un revuelo de gente que entraba y salía; de alforjas cargadas, de voces y protestas de Grace ante las chanzas de los peones, y de carcajadas y chillidos de éstos al esquivar sus manotazos. Cuando al fin todo estuvo a punto, Aaron, Grace y _______ salieron al patio a despedir a los vaqueros.

_________, a los pies del appaloosa, se resistía a soltar la mano de Nick.

—Súbeme —rogó alzando los brazos.

—No, cariño —musitó inclinándose hacia ella—. Si te subo, no te voy a dejar bajar.

—Pues baja tú —exigió de brazos cruzados—. Tengo que contarte algo importante antes de que te vayas.

Nick suspiró con impotencia y accedió a sus deseos bajando de un salto.

—¿Qué es eso tan importante? —preguntó rodeándola por la cintura.

—Anoche soñé que teníamos una niña.

—¿Una niña? —preguntó con extrañeza—. No había pensado en esa posibilidad.

—Pues es una posibilidad muy real —replicó—. ¿O crees que vas a poder elegir?

Nick alzó las cejas y ________ negó con la cabeza.

—De momento no, todavía no puedo saberlo. —El chasqueó la lengua y ______ rio por lo bajo—. Soñé que teníamos una niñita de siete años que leía sentada a la sombra de un roble. La vi con sus bucles castaños, tenía los mismos ojos que tú y usaba unos pequeños lentes.

—________, no lo estropees —protestó frunciendo el ceño.

—No lo entiendes. La vi levantar la vista ante un desconocido y con la barbilla muy alta le explicó que sólo necesitaba los lentes para leer. —Sonrió soñadora—. Si la hubieses visto, tan pequeña y tan arrogante. Era igualita a ti.

—De todos modos, no es más que un sueño —argüyó.

La idea de ver a su niña con lentes no le seducía en absoluto. ______ se colgó de su cuello y a Nick se le erizó el vello al oírla reír muy bajo.

—Sé que te morirías en cuanto esa niña te echase los brazos al cuello —susurró besándole el lóbulo de la oreja—. Nick, nuestra hijita llevaba un pequeño cuchillo en la bota.

Nick se estremeció al pensar en aquella niña valiente y decidida, mitad él y mitad _______. La apretó con fuerza y le dio un beso rápido. Montó de nuevo y la acarició con la mirada desde lo alto del caballo.

Miró hacia su derecha, los peones ya se mostraban impacientes.

—Aaron —ordenó con tono bajo y autoritario—, cuida de ella.

Giró grupa y los peones al verlo iniciaron el trote camino de los pastos del Oeste. En el último momento, Nick se giró hacia ________.

—Una pequeña Jonas, ¿eh? —preguntó con ojos entornados—. Me gusta la idea.

Ambos sonrieron y ______ le lanzó un beso en el aire antes de que emprendiera el trote. Ella lo contempló mientras se alejaba. Casi se sobresaltó cuando Aaron le pasó un brazo por los hombros.

—Los días pasan rápido, hija.

—Es la primera vez —argumentó—. Supongo que acabaré acostumbrándome.

—Eso seguro —añadió Grace acercándose a ellos—. Y llegará el día en que te alegres de perderlo de vista por unos días.

—Alégrate, mujer, porque vas a perderme de vista durante un buen rato —le espetó él con insolencia a la vez que le daba una palmada en el trasero—. Vamos, _________, te contaré cómo celebrábamos cada San Patricio mientras vivió el viejo patrón. ¡Ésas sí que eran fiestas!

Con ella del brazo, caminó hacia la casa sin hacer ningún caso de las protestas de Grace.


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MensajeTema: Re: Dama de Tréboles (Nick y Tú) - Adaptación   Dama de Tréboles (Nick y Tú) - Adaptación - Página 16 Icon_minitimeSeptiembre 7th 2014, 12:17

Ahorita subo el cap de hoy Smile


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MensajeTema: Re: Dama de Tréboles (Nick y Tú) - Adaptación   Dama de Tréboles (Nick y Tú) - Adaptación - Página 16 Icon_minitimeSeptiembre 7th 2014, 12:30

Capítulo 66



Cinco días después de su partida, Nick se encontraba cómodamente sentado en el salón de los Watts. No le costó dar con la familia, eran bien conocidos en los ambientes acomodados de la ciudad. Miró a su alrededor y se sintió como un extraño. Sus ropas polvorientas tras días de viaje desentonaban en aquel entorno.

—Me temo, señor Watts, que la mujer que dice ser su sobrina no es más que una impostora —aseguró Nick tomando un sorbo de café.

—Es absurdo, no pensará usted que no me he tomado la molestia de realizar averiguaciones —cabeceó Clifford Watts.

Nick lo estudió en silencio. Dejó la taza sobre la mesilla y se acercó hasta la chimenea.

—Estoy absolutamente seguro —afirmó tomando un daguerrotipo—. No sé quién es esta mujer, pero estaría dispuesto a jurar que es mi esposa.

Clifford Watts se removió en el sillón. La situación resultaba delirante: años y años buscando a su sobrina y en menos de dos semanas se encontraba con dos mujeres que afirmaban ser Arabella.

—Lamento desilusionarle —respiró intranquilo—, pero no albergo ninguna duda respecto a mi sobrina Arabella.

Tuvo que sacar un pañuelo del bolsillo para secarse la frente al recordar que esa misma mañana la había acompañado a las oficinas del Banco Nacional de Denver. Consideró que era su obligación poner a nombre de Arabella el dinero en metálico que le legó su difunto padre y ahora se arrepentía de haber actuado con tanta premura. Tal vez fuese más prudente posponer la visita al notario para la entrega de las escrituras sobre sus posesiones en Boston.

—Creo que comete un error —zanjó Nick—, pero si mis argumentos no le convencen, no tengo nada más que decir.

—Admito que las coincidencias son extraordinarias. Esa misma historia me la ha contado Arabella con todo detalle. Y coincide con lo que averigüé en Kiowa Crossing; pero no demuestra de ningún modo que su esposa sea mi sobrina.

—Fue usted quién la llamó Marion en Kiowa, no lo olvide —dijo dándole la espalda.

El señor Watts creyó estar viviendo una pesadilla. No podía haber cometido el error de abrir sus brazos a una impostora, no ahora que acababa de hacerle entrega de parte de la herencia. De ser así no sabía cómo iba a explicárselo a Rachel y Elisabeth. Además, si llegara a saberse, se convertiría en el hazme reír de todo Denver.

Cuando se estrechaban la mano, se oyó el aldabón de la entrada.

—Debe de ser mi sobrina, ha salido de compras. Ahora tendrá la oportunidad de conocerla —explicó.

Nick abrió la puerta de la sala y se sorprendió al encontrarse con un hombre tan alto como él.

—Ah, John —exclamó Clifford Watts a su espalda—. Permita que les presente. John, el señor Jonas venía convencido de que su esposa podía ser nuestra Arabella, pero lamentablemente estaba en un error. John Collins, un amigo de la familia —aclaró dirigiéndose a Nick.

Se estrecharon la mano, a Nick le sorprendió la mirada de aquel hombre, que lo estudiaba con mucho interés. Le calculó unos veinticinco años y la fuerza de su mano no era la de un caballero ocioso.

—Señor Jonas, olvida su sombrero —advirtió Clifford Watts.

Acompañó a Watts al salón y vio correr a una joven hacia la casa a través del ventanal. Nick se irguió de golpe.

—¿Señor Jonas? —inquirió Watts al verlo absorto.

Y entonces se escuchó una risa coqueta en el recibidor. Nick apretó el sombrero hasta doblar el ala. Aquella voz… aquella risita falsa era inconfundible. Olvidando todas las normas de cortesía, él mismo abrió de par en par la puerta de la sala.
No podía ser otra. Harriet Keller, de espaldas a él, desplegaba todos sus encantos ante un cariacontecido John Collins.

—¿Qué haces tú aquí? —preguntó con tono amenazador.

John se quedó impresionado por la transformación que sufrió el rostro de Harriet, pero ella mantuvo la compostura y se giró muy despacio.

—La pregunta es ¿qué hace usted aquí, señor Jonas? Recuerdo haberle dejado muy claro que no aceptaba su propuesta matrimonial.

—Déjate de tonterías. Ahora vas a explicar a estos caballeros quién eres en realidad.

—Arabella Watts, ya se lo habrán dicho. Por fin he encontrado a mi familia.

—¿Tu familia? Da gracias que no vaya hasta San Luis y traiga aquí a tu madre para que vea en qué te has convertido. —Harriet trató de replicar pero él se lo impidió—. ¿No lo sabías? Ha abandonado Indian Creek a causa del escándalo. Señor Watts —se dirigió al aturdido—, esta mujer es Harriet Keller, nacida en Indian Creek, hija de Amanda y Klaus Keller. Por cierto, tiene veintiocho años, no los veintitrés que tiene su sobrina, es decir mi esposa. Porque es ésa la edad que debe tener si desapareció con cinco años en 1866. ¿O me equivoco?

John Collins presenciaba la discusión sin perder detalle. A Harriet empezó a temblarle la barbilla y roja de ira se dirigió exaltada hacia su supuesto tío.

—No creas una palabra. Este hombre actúa por despecho por que me negué a casarme con él cuando vino a Kiowa. Y no conozco a esos Keller.

—Ahora renuncias a tu sangre alemana. —Cabeceó chasqueando la lengua—. ¿Y esa mano? ¿Has sido capaz de herirte a propósito? —Ella escondió la mano instintivamente—. Imagino que la habrá examinado algún medico. Señor Watts, cualquier doctor podrá atestiguar la antigüedad de esa herida.

—Caballeros, tal vez si hablaran con más calma, podría aclarar se este malentendido —intervino John Collins.

Harriet decidió acabar con la conversación y se lanzó sobre su tío deshecha en llanto.

—No lo permitas, tío Clifford. No permitas que me insulte —suplicó entre hipidos—. En cuanto venga Jason por mí, juro que le dará su merecido.

—¿Jason Smith? —Nick miró hacia el techo y apretó los labios—. Entonces eran ciertos todos los rumores. No me extraña que tu madre haya huido muerta de vergüenza.

—¡Basta ya, señor Jonas! —ordenó Watts—. Le abro las puertas de mi casa y tiene la desfachatez de insultar a mi sobrina. No le conozco de nada, ¿quién dice que no viene usted en busca de dinero? Durante estos años he tenido que aguantar a un centenar de bribones que solo querían enriquecerse a costa mía.

Los sorprendió a los tres la vehemencia con que abrió la puerta, mientras Harriet continuaba el berrinche aferrada a los hombros de su tío.

Nick se giró desde el último escalón.

—Mi esposa fue rescatada por un regimiento que la llevó a Fort Laramie. Si es necesario, iré hasta allí y, no lo dude, volveré —aseguró—. Algún día le enseñaré también el reloj de plata de su hermano.

—¡Usted me lo quito! —gritó Harriet sin mirarlo.

—Una mentira más —dijo torciendo el gesto—. Señor Watts, pregúntele a su sobrina qué iniciales hay grabadas en ese reloj.

Harriet se giró con una mirada de odio.

—«E. W.», maldito embustero —escupió las palabras—. Edward Watts. ¿Qué pretende?

Nick no había apartado la mirada de Clifford Watts, que en ese momento palideció como un moribundo. Giró en redondo y cruzó el jardín satisfecho. Harriet acababa de cometer su primer error.

John Collins aprovechó para quitarse de en medio.

—Señor Watts, tendrá que disculparme. Elisabeth ya habrá salido del hospital. Iré a ver si la alcanzo de camino.

El hombre asintió todavía impresionado, sin dejar de palmear la espalda de la desconsolada Harriet.

—John, le ruego que no…

—Cuente con mi discreción.

Casi a la carrera salió de la casa, su intuición le decía que aquel hombre era sincero. Lo alcanzó a unas cincuenta yardas.

—¡Señor Jonas! —Nick volvió la cabeza con el pie en el estribo—. Suerte que no se ha marchado usted —respiró aliviado.

—Tengo prisa, Collins.

—Es necesario que hablemos. —Le tomó del brazo—. Jonas, no me pregunte por qué, pero le creo. Y sé cómo ayudarle. Desde aquí a Fort Laramie hay más de doscientas millas, tardaría usted una eternidad en ir y volver. Hace un par de años construí una casa para un veterano de ese puesto: el teniente Fetterman, vive a siete millas hacia el forte, en Welby.

—Puede que ese hombre haya oído hablar de mi esposa, o incluso recuerde su paso por el Fuerte.

—No pierde nada intentándolo.

—¿Por qué hace esto, Collins?

—Tengo motivos para desconfiar de esa mujer.

Se entendieron con una mirada y entre los dos se estableció una repentina camaradería.

—¿Puedo preguntarle qué relación le une a los Watts?

—Elisabeth y yo nos vamos a casar. —Se rascó la nuca—. En realidad, ella aún no lo sabe…

Nick sonrió a pesar de todo. Cada vez sentía más simpatía por aquel Collins.

—No me cabe duda de que lo conseguirá —dijo mientras montaba—. Tengo que dejarle. Teniente Fetterman, en Welby —recordó.

—Siguiendo la calle Franklin hasta el final verá el camino hacia el forte, no tiene pérdida.

—Gracias, Collins —se despidió.

—Suerte.



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MensajeTema: Re: Dama de Tréboles (Nick y Tú) - Adaptación   Dama de Tréboles (Nick y Tú) - Adaptación - Página 16 Icon_minitimeSeptiembre 7th 2014, 12:32

COMENTEN!!!!!!!

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MensajeTema: Re: Dama de Tréboles (Nick y Tú) - Adaptación   Dama de Tréboles (Nick y Tú) - Adaptación - Página 16 Icon_minitimeSeptiembre 8th 2014, 12:53

Holaaa perdón por no haberme pasado antes pero la facu me esta matando.... Odio a harriet!! Y me cayo re bien John porque lo va a ayudar a nick... No puedo esperar a ver que pasa ahora!!! Espero que la sigas pronto, besos!
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MensajeTema: Re: Dama de Tréboles (Nick y Tú) - Adaptación   Dama de Tréboles (Nick y Tú) - Adaptación - Página 16 Icon_minitimeSeptiembre 8th 2014, 20:37

siguela
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odio a harriett
pero espero que prodesenmascaren
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MensajeTema: Re: Dama de Tréboles (Nick y Tú) - Adaptación   Dama de Tréboles (Nick y Tú) - Adaptación - Página 16 Icon_minitimeSeptiembre 13th 2014, 13:14

VOY A SUBIR DOS CAPS!!!

PORQUE MAÑANA NO VOY A PODER SUBIR CAP YA QUE VOY A ESTAR TODO EL DÍA EN LA GINKANA DE MI EX COLEGIO CON MI PROMO...

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MensajeTema: Re: Dama de Tréboles (Nick y Tú) - Adaptación   Dama de Tréboles (Nick y Tú) - Adaptación - Página 16 Icon_minitimeSeptiembre 13th 2014, 13:34

Capítulo 67



Elisabeth llevaba ya una tormentosa semana sin noticias de John Collins. A primera hora de la tarde, salió por la puerta lateral del St. Joseph y, no había hecho más que acomodarse en su coche de paseo, cuando lo vio aproximarse a grandes zancadas. Azuzó al caballo y con gesto altivo emprendió un rápido trote para desaparecer cuanto antes de allí, pero John la alcanzó en una carrera y engancho las riendas con una mano.

—¡Para y baja de ahí! Tenemos que hablar —ordenó.

Elisabeth forcejeó con él para hacerse con el mando, pero sus esfuerzos fueron infructuosos.

—¿Por qué habría de hacerlo? —protestó sin mirarlo, muy furiosa.

—Porque apenas me caben las piernas en ese carrito de juguete que conduces —replicó enfadado ante su obstinación—. ¿No bajas? Como prefieras.

Al ver que ella no pensaba ceder, detuvo aquel pequeño Buggie de los que llamaban «de doctor», y se sentó comprimiendo a Elisabeth contra el lateral. El vehículo estaba pensado para dos pasajeros a lo sumo, siempre que uno de ellos no tuviese la envergadura de John Collins.

—Usted y yo no tenemos nada de que hablar, señor Collins —afirmó alzando la barbilla.

—¿Ahora ya no soy John? ¿Vuelvo a ser el señor Collins? —preguntó irónico—. Me da igual, vas a escucharme te guste o no.

—No pienso hablar con usted. Su comportamiento me ha demostrado qué clase de hombre es.

John, con aparente calma, dirigió el coche hacia las afueras de Denver: necesitaba un lugar en el que pudieran hablar tranquilos, sin la presencia de curiosos. Cuando Elisabeth comprobó que se dirigían hacia el norte por la calle Franklin e iban dejando atrás la zona más poblada, se impacientó al verse sometida a su voluntad.

—Quizá pretende usted llevarme a un sitio aislado para abusar de mí. La culpa fue mía por permitirle excederse de aquella manera y ahora me cree una mujer carente de moral —atacó con ira.

—¡Deja de decir tonterías! ¿Qué clase de hombre crees que soy? Me he propuesto respetarte hasta que nos casemos.

Aquella afirmación encolerizó a Elisabeth de tal modo que empezó a golpearlo con furia y a propinarle empujones a la vez que intentaba arrebatarle las riendas.

—Maldito presuntuoso, ¡fuera de mi coche ahora mismo! —mascullaba con los dientes apretados.

John paró en una zona apartada, estupefacto ante la nueva faceta que acababa de descubrir en Elisabeth.

—Así que sabes maldecir —comentó divertido.

—Diga lo que tenga que decir y rápido —exigió ella con los brazos cruzados y mirando hacia otro lado.

Él le tomó la barbilla y le volvió la cabeza con suavidad. Al principio, Elisabeth se resistió pero no pudo evitar sucumbir al tacto de su mano. Lo miró con los ojos llenos de ira, aunque su corazón latía por él.

—Cariño, si cuando te muestras angelical me vuelves loco, tengo que reconocer que furiosa aún me gustas más. Elisabeth… —susurró.

La besó apenas rozándola, pero ella lo separó con cuidado. No pensaba caer rendida en sus brazos sin una explicación.

—John, te lo ruego. No juegues con mis sentimientos —suplicó más calmada—. Desde que nos conocemos, pasas a verme casi a diario, salvo cuando estás de viaje. Incluso hay días que más de una vez. Y ahora, ¿qué he hecho para no saber nada de ti de pronto?

—Vengo de tu casa.

—¿Después de una semana sin aparecer? Si pretendes que te crea…

—Si me dejas que te explique.

—Eres distinto desde aquella tarde en casa. Se que no me comporté como corresponde a una dama…

—No, cariño. Nada de eso. Tú eres una mujer de verdad —aseguró mirándola con adoración—. Te entregas a mí de una manera tan apasionada que me haces perder el control.

—Por eso desapareciste con tanta prisa en cuanto viste a mis padres, sin una palabra cariñosa hacia mí —le reprochó dolida—. Desde entonces, no has vuelto siquiera a tomarme la mano.

—Qué pronto olvidas —adujo enojado.

—No he olvidado ni una sola de tus caricias —murmuró entrelazando sus dedos con los de él—, pero cada vez que me besas a escondidas, con miedo a que nos descubran, ¿cómo crees que me siento?

—¿Y qué quieres que haga si siempre que nos vemos estamos rodeados de gente?

—Pensé que te avergonzabas de mi conducta y que por eso te acercabas a mí de manera furtiva.

—No sé cómo has llegado a pensar eso. Aquella tarde tuve que salir de tu casa… no lo entenderías. Mi estado era muy evidente. —No sabía cómo explicárselo—. En fin, tus padres habrían sospechado. Yo solo pretendía defender tu reputación ante ellos, y la mía, claro está. Tú no sabes a qué me refiero.

—Se de qué hablas. Cuando empezaron a venir pretendientes a mi casa —bajó la vista—, mi madre me explicó todo lo que tengo que saber con respecto a los hombres.

Cuando se atrevió a volver a mirarlo, comprobó que él la estudiaba con el ceño fruncido.

—¿Has tenido muchos pretendientes? —preguntó celoso.

—Por supuesto —aseguró.

John sonrió ante su actitud presumida. Su vida iba a ser muy divertida junto a aquella fierecilla morena.

—Elisabeth, desde aquella tarde no duermo ni como —confesó en tono íntimo jugando con un rizo junto a su oreja—. Al ver que respondías a mis caricias con tanta pasión, supe que no podré vivir sin ti.

—¿Y por qué hace una semana que no sé nada de ti?

—La última semana sin verte ha sido un infierno y no he podido aguantarlo. Por eso he pasado por tu casa hace un rato. Pero mientras viva allí tu prima, me verás muy poco. Siento que tengas que oír esto —confesó con semblante serio—, pero se me insinúa de un modo tan provocativo que temo causar una idea equivocada en tu familia. La creo muy capaz de urdir alguna mentira para buscarme problemas. Y comprende que no puedo citarme contigo a espaldas de tus padres.

De llegar a oídos suyos no me permitirán volver a verte jamás.

—Temí que pensaras que yo era una libertina como ella.

Al ver confirmadas sus sospechas, Elisabeth detestó mucho más a aquella prima recién encontrada.

—¿Qué nos está pasando? Hace unos años esta ciudad no era más que un poblacho de mineros y ahora nos empeñamos en comportarnos con unos modales tan refinados como si esto fuera Filadelfia. No critico a tus padres —se excusó—, entiendo que hayan querido educarte como a una dama, pero es absurdo tener que guardar las apariencias de un modo tan ridículo. No puedo soportar tomarte a escondidas como si mostrarte mi amor fuese algo sucio. Estoy cansado de paseos castos en los que no puedo ni darte la mano, estoy harto de sesiones de ópera…

—Creí que te gustaba —comentó sorprendida.

—¡La odio! —masculló con gesto vehemente—. Solo asistía para poder disfrutar de tu compañía. Elisabeth, te quiero desde el día en que te vi por primera vez en el hospital.

—John… —susurró acariciándole la mejilla.

—Pero, desde que te tuve entre mis brazos, solo sueño con despertar cada mañana con tu cuerpo desnudo sobre el mío —confesó sin dejar de mirarla—. Quiero sentir tus bucles oscuros esparcidos sobre mi pecho, quiero llevarte de la mano junto a mí hasta el día que muera, quiero que tengas a mis hijos, o muchas hijas que se parezcan a ti. Elisabeth, dime que te casarás conmigo.

—John, ¡te quiero! —exclamó sonriéndole feliz—. Solo con mirarme a los ojos, haces que me estremezca. Lo único que deseo es estar a tu lado y poder decirte cuánto te amo todos los días de mi vida.

John se acercó de nuevo a su boca y la besó con ternura. Elisabeth notó que el pulso se le aceleraba y cerró los ojos gozando de aquel placer que tan bien recordaba. Él la atrajo hacia sí y la estrechó entre sus brazos profundizando el beso. La sentó en su regazo y ella le acarició la nuca a la vez que respondía a su pasión con idéntica entrega.

Elisabeth no supo cuánto duró aquel momento mágico. Cuando al fin John se separó de su boca, lo contempló extasiada: tenía los labios húmedos y jadeaba levemente sin dejar de mirarla a los ojos. En ese momento, supo que jamás podría pertenecer a otro hombre que no fuera él. Recostó la cabeza en su hombro y se abrazó a su torso. Durante unos minutos, permanecieron en silencio disfrutando el uno del calor del otro.

—Te quiero así de atrevida —dijo acariciándole el pelo—. Pocas mujeres habrían desnudado sus sentimientos ante un hombre como lo acabas de hacer tú.

—La valentía está empezando a abandonarme —aseguró—, no sé que haría si nos viesen ahora.

Elisabeth agradeció que aquel coche que le había regalado su padre fuera cubierto. Se moría de miedo de pensar que alguien pudiera sorprenderlos en semejante actitud.

—Ahora estamos prometidos, aunque aún tengo que hablar con tu padre —recapacitó—. Espero que apruebe la boda.

—Seguro que sí, pero prefiero decírselo yo primero.

—Está bien que vayas preparando el terreno —comentó pensativo—. He dicho que te respetaré hasta que estemos casados. Pero, si se le ocurre oponerse, estoy dispuesto a raptarte.

Elisabeth se incorporó y le rodeo el cuello con los brazos con una sonrisa de sorpresa ante la idea del rapto. Cada vez le gustaba más el carácter osado de su futuro esposo, mucho más seductor que cuando se comportaba con ella con tanta caballerosidad.

—Algún día les contaré a nuestros nietos que su abuelo me pidió matrimonio hablando de cuerpos desnudos —comentó con una risita.

—No ha sido muy delicado por mi parte, pero es lo que siento.

—¡No quiero un hombre delicado! Conmigo quiero que seas siempre tan impetuoso como esta tarde. Y tienes que saber una cosa —añadió con picardía—. Respecto a mis bucles…, he de confesarte que no son naturales.

—¿Ah, no? —La miró divertido.

—Me los hago con unas tenacillas, mi pelo es de un ondulado ingobernable.

—Así quiero que seas conmigo —precisó besándola en el cuello—, a ratos dulce y a ratos indomable. No sabes lo seductora que estabas cuando intentabas echarme del coche.

—¿Puedo preguntarte algo? —añadió con una sonrisa traviesa—. Desde que te conocí, hay una duda que me quita el sueño. ¿Tienes el pecho cubierto de vello?

—Sí, ¿te molesta?

—¡Oh, no! ¿Y es igual de rubio que éste? —Entornó los ojos mesándole el cabello.

—Eso no lo sabrás hasta que te cases conmigo —respondió sensual.

—No pienso esperar hasta entonces para averiguarlo.

Y, sin darle tiempo a reaccionar, comenzó a desatarle la corbata de lazo y a desabotonarle la camisa. Él la dejó hacer, incrédulo ante semejante despliegue de osadía. Elisabeth le abrió un poco la camisa con ambas manos y pudo comprobar que, aunque de un tono más oscuro, John era tan rubio por dentro como por fuera.

—Mmm —gimió golosa.

Acercó la mejilla y se deleitó con su caricia. Cuando alzó la cabeza, el corazón le latió con fuerza al ver el deseo reflejado en los ojos azules de él. Prolongó ese instante de intimidad con un par de besos suaves en su pecho.
John la estrechó entre sus brazos y la besó con pasión. Se solazó explorándola y Elisabeth aceptó ha invitación deseosa de poseerlo. Él se dejó hacer mientras le acariciaba los pechos, ahogando un gemido al comprobar cómo se endurecían bajo la tela.

—Para, para, para —suplicó John obligándose a no proseguir—. Y a tu madre métele prisa con los preparativos de la boda, porque como tenga que esperar mucho más, una noche treparé hasta tu dormitorio y te haré mía tan rápido que no te dará tiempo ni a pestañear.

Elisabeth le dio un beso fugaz en los labios, encantada de despertar en él sentimientos tan lujuriosos, y volvió a su sitio con las mejillas sonrosadas y la respiración agitada pero más feliz que nunca.

—¿Me llevas a casa? —preguntó devorándolo con los ojos mientras se recomponía el vestido.

—Si quieres que continúe siendo un caballero, vas a tener que dejar de mirarme de esa manera —advirtió anudándose la corbata.

Ella se colgó de su brazo y apoyó la cabeza en él sonriendo. Se sentía dichosa de poder compartir su amor con tan íntima complicidad. De pronto, recordó el motivo del malentendido que los había llevado a aquella situación.

—Estuve hablando con mi madre, ¿sabes? —le explicó—. Por mi prima: no me gusta nada. Y mi madre también está disgustada con su forma de proceder.

—No me extraña —comentó azuzando las riendas.

—Ayer hablé con papá para que le entregue cuanto antes su herencia. Espero que entonces se instale por su cuenta, porque no soporto verla en mi casa.

John evitó comentar la visita de aquel Jonas, aunque en secreto aspiraba a que aquel hombre consiguiera regresar con pruebas que demostrasen sus palabras.

—Ese problema se acabará pronto —señaló convencido—. En cuanto disponga de dinero, esa mujer no creo que se quede bajo el control de tu padre. Y además, nos vamos a casar y vendrás a vivir conmigo.

—John —susurró apretándose contra él—, quiero que sea cuanto antes.

—Me robas el corazón cada vez que te oigo decir mi nombre —confesó rodeándola con un brazo.

—¿Y si digo «te quiero»?

—Me robas entero —murmuró besándola con dulzura.

Respiró con una paz que no había sentido en su vida y la soltó a fin de mantener la compostura.

Acelerando el paso, el Buggie de Elisabeth se perdió entre la multitud de carros y caballerías que abarrotaban la calle Franklin.



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