TERMINADA-Atada por Navidad. [Joe y Tu] Hot

Aii dios me encanta esta novela!TE AMOOO JOEEEEE!
Siguela porfavor <3

Novia De.. Cantidad de envíos : 658 Fecha de inscripción : 27/11/2011

Siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa

síguela

nueva lectoraaaa siguelaaaa (:

Holaaaa(: nueva lectora son las tantas dela madrugada
y yo leyendo tu novela hahaha xDD siguela plisss
sii te lo rruegooo Very Happy

síguela

Esta novela es geniaaaal <3 ojala la sigas porque me encantaa!
Besos(:

síguela

¡Síguela! <3

síguela

siguelaaa por faaaaaa

Siiiguela porfavor,esta novela esta bueniiisima <3

síguela

Forista! Cantidad de envíos : 143 Fecha de inscripción : 29/06/2012

Había algo muy excitante en estar casi completamente desnuda abrazada a un hombre totalmente vestido. El algodón de la camisa de Joe frotaba suavemente contra sus pechos cubiertos de seda. Los vaqueros presionaban contra sus caderas y piernas. La fricción de sus cuerpos hacía que sus terminaciones nerviosas hormiguearan. Añadiendo el hechizo perverso que él estaba tejiendo con su beso, ella estaba perdida.
_______ no quería pasar la Navidad sola. Quería estar con Joe.

Joe condujo su Hummer hasta el estacionamiento del apartamento de lujo de _______. Exuberante paisaje verde rodeaba la estructura de estuco. Ella había estado callada todo el viaje, sólo había hablado para indicarle el camino. Antes de salir habían peleado, Insistiendo en conducir ella y él negándose, sabiendo que había un cincuenta por ciento de posibilidades de que no volviera, y eso era inaceptable. Por alguna razón, quedaban cosas pendientes con esta mujer. Había mucho más que quería explorar con ella.
—Justo aquí. Puedes aparcar al lado de ese árbol. —Él dejó el Hummer en la plaza de aparcamiento. Después de salir, dio la vuelta y abrió la puerta a _______, que bajó del coche y caminó hasta llegar a una puerta que tenía colgando una brillante y alegre corona.
Cuando giró la llave y abrió la puerta, el olor a pino les dio la bienvenida. Al entrar en el salón le pareció entrar en el País de las Maravillas. Su pequeña sala de estar era un homenaje a la navidad. En la repisa de la chimenea había acomodado un pesebre. Su árbol de Navidad era pequeño, tal vez de metro y medio, pero el cuidado con que cada hebra de oropel lo cubría y el diseño simétrico de bombillas blancas y rojas lo hacían parecer un bastón de caramelo.
Aparentemente ella cuidaba hasta el mínimo detalle todos los aspectos de su vida. A él le gustaba esa cualidad. Su madre también era así.
Ella colgó su bolso en un perchero junto a la puerta.
―Dame un minuto. El bar está ahí. —Él siguió la dirección indicada, donde estaba un pintoresco e improvisado pequeño bar, decorado con guirnaldas y luces que brillaban tenuemente.
Abrió la puerta del refrigerador y sacó una cerveza. Con un giro de muñeca, quitó el tapón. Acercó la botella a su boca. El líquido de color ámbar era frío, enviando lejos la sequedad de su garganta mientras bebía.
Dio una vuelta por la habitación, curioseando. Fotos de su familia colgaban en la pared. Una foto le llamó la atención. _______ con dos hombres jóvenes que la rodeaban con abrazos de oso. Un matiz de celos salió a la superficie. Cuando los mismos hombres también aparecieron en lo que parecía ser una foto familiar, entendió que debían ser sus hermanos.
Joe se rió entre dientes por su comportamiento ilógico. Aún así no podía dejar de admirar lo felices que parecían, sobre todo en la foto en que ella reía, luchando en el suelo con sus hermanos.
Obviamente, la familia era importante para ella. Le gustaba esa cualidad, también. De hecho, le era tan difícil como a él pasar la Navidad sin su familia alrededor.
Oyó los pasos de _______ antes de verla aparecer. Había retocado su maquillaje. Llevaba unos ajustados vaqueros, un top blanco de tirantes que mostraba su ombligo, y unas zapatillas de lona. También llevaba una chaqueta de algodón tapándole los brazos. Él se acercó y tomando su rostro apretó sus labios con los suyos.
Le emocionaba notar su reacción cada vez que la tocaba. Ella era masilla en sus manos, mientras su cuerpo se doblaba hacia el suyo. Lentamente, deslizó la chaqueta de sus hombros, que cayó al suelo y metió la mano bajo la camiseta. Al no entrar en contacto con un sujetador, sonrió.
Los ojos de _______ parecían soñolientos, inocentemente sensuales.
—Joe. —Su voz se quebró mientras él la desnudaba poco a poco.
El se puso de rodillas para poder acariciar su vientre con los labios. Lo hizo con la camiseta alzada, ascendiendo con besos hasta llegar al pezón que chupó con firmeza, succionando con la lengua contra el duro nudo, incitándolo a endurecerse con golpecitos, rodeando la hinchada carne.
—¿Qué quieres, encanto? ―Él acunó el peso de su pecho con la mano, amasándolo, mientras paseaba la lengua por el pezón. Tiró de la camiseta sobre su cabeza y la arrojó a un lado. Luego metió la mano en la cinturilla de sus vaqueros y la acercó a él. No fue tarea fácil, pero avanzó con la mano hasta llegar a su coño.
Ella se quedó sin aliento.
—Te necesito.
Su tacto era suave bajo él, frotó la mejilla con la suya y luego deslizó un dedo dentro de ella.
—¿Me necesitas?
—Maldita sea, Joe, —se quejó, y buscó la cremallera de sus pantalones—. Cállate y jódeme.
—Pensé que nunca lo dirías.
En cuestión de minutos estaban desnudos y uno en brazos del otro. Ella arqueó el cuello y lo bañó de besos ligeros como plumas. Sólo se detuvo para respirar.
—Condón. Dormitorio. Ya.
Ella lo condujo… él la siguió.
La pequeña habitación de madera era de mujer, de color rosa con encajes, con visillos colgando de la ventana, y una alfombra de un bonito color malva. La colcha de la cama de tamaño extra grande estaba confeccionada con parches en diferentes tonos de rosa. Las grandes puertas de los armarios eran correderas y tenían espejos.
Mientras retiraba la ropa de cama le dijo, —Hay un condón en el cajón de arriba de la mesilla.
Eso no fue lo único que Joe descubrió. Del cajón extrajo un vibrador con estimulador de clítoris que parecía tener orejas de conejo, y también un flogger.
—Oh, Dios mío. —Una risa nerviosa salió de ella, cuando los puso frente a él—. Esos fueron regalos de la fiesta de Navidad a la que fui hace unos días.
—¿Nunca los has probado? —le preguntó acercándose. Imaginarla sobre la cama con las piernas abiertas, dándose placer, lo puso duro como una roca.
El rubor coloreaba su cara. —Bueno, tal vez el vibrador.
—¿Tal vez? ―Él sonrió empuñando el blando látigo. Sus ojos se iluminaron mientras observaba el movimiento de las correas a través del aire—. No mientas o te castigaré.
¡Crack! El súbito, brusco movimiento del látigo junto a su cuerpo, la sobresaltó.
—De acuerdo. —Arrastró su caliente mirada lejos de él—. Sí. He usado el vibrador.
Otro paso lo acercó más a ella. Pero no hizo contacto, permitiendo que el calor de sus cuerpos los quemara a fuego lento. —Nena. —Su voz se hizo más profunda, mientras dejaba que las correas del látigo se mecieran sobre su pecho entre ellos.
Suavemente, puso su boca cerca de su oído.
—¿Te gustó usarlo?
No había duda en su respuesta.
—Sí.
Con un empujón, colocó el vibrador en su mano. —Complácete para mí. —Él no la tocó, sólo deslizó la lengua a lo largo de la oreja. Sus cuerpos se juntaron. Los brazos de él la rodearon.
—Pero…
Con un beso Joe silenció su objeción.
Con el vibrador en una mano, _______ deslizó su mano libre por el culo de él, amando la sensación de sus músculos bajo su palma. La excitación de él se sentía firme contra su vientre. El calor del deseo quemaba a través de su cuerpo, poniendo sus pezones tensos. Cuando finalmente él rompió el beso, estaba dispuesta a hacer lo que le pidiera.
De hecho, si un show era lo que quería, haría a un lado sus inhibiciones para complacerle. Dejó caer la mano de su erección y se alejó de él, hacia la cama.
Con el corazón palpitante, ella dejó el vibrador sobre la cama, para después apilar varias almohadas una detrás de otra en el cabezal. La cama crujió mientras se deslizaba sobre ella. Con movimientos exagerados, estiró su cuerpo, apoyando la espalda en el montón de almohadas. En posición sentada, dobló las rodillas contra el pecho dejándolas caer poco a poco a cada lado, para revelarse completamente ante él.
Su lasciva exhibición provocó un gruñido. Con una mano él sostenía el condón y el látigo, y con la otra rodeaba su erección. Una vena temblaba en su cuello mientras comenzaba a acariciarse.
La visión de su fuerte mano alrededor de su pene era tan caliente que liberó humedad entre sus muslos.
Recuperando el vibrador se lo acercó a la boca, su lengua lamió su longitud, antes de dar vueltas alrededor de la corona.
—Joder. —La voz de él era baja y gruesa.
El caucho se sentía frío contra su raja mientras lo introducía en su interior, hasta que lo tuvo enterrado en ella. Las orejas del estimulador se ajustaron apretadamente contra su clítoris. Al apretar un botón, el juguete sexual cobró vida y ella se llenó con multitud de sensaciones. Su boca se abrió en un suspiro.
—Eso es, nena. Jódete. —Él movía las caderas siguiéndole el ritmo mientras empujaba el vibrador dentro y fuera de su cueva. Sus ojos estaban dilatados. Su mirada caliente clavada en su coño.
Todo lo que ella quería era la cosa real golpeando entre sus piernas… a Joe. La idea le hizo apretar el vientre, los primeros signos de su orgasmo acercándose.
—Juega con tus pechos —rugió él sonando más como una orden que como una petición.
Sabiendo cómo darse placer, giró y pellizcó sus sensibles pezones. El hormigueo desató una serie de explosiones más profundas en su vientre mientras el orgasmo la golpeaba. Su cabeza se inclinó hacia atrás, el ritmo incrementándose mientras levantaba las caderas para llegar al final de cada embestida. Una contracción repentina se abalanzó sobre ella y gritó.
—No pares de joderte nena, o tendré que castigarte —advirtió él.
Pero no pudo continuar. El estimulador de clítoris la estaba volviendo loca, su cuerpo atrapado en algún lugar entre el placer y el dolor. El vibrador cayó de sus manos. Aspiró profundamente, necesitando respirar para calmar su excitado pulso. Cuando bajó de su nube él estaba parado al lado de la cama, la polla enfundada y el látigo en la mano.
Él golpeó el látigo contra la palma de su mano.
—Te has ganado tu primer castigo.

Increíble. Observar a _______ darse placer fue más que caliente, fue explosivo. La forma de temblar de su cuerpo, el grito desesperado en sus labios cuando el clímax arrolló su cuerpo hizo a la polla de Joe hincharse y latir. La sangre corrió a sus bolas, acumulándose en ellas hasta causarle un delicioso dolor.
Extendida en la cama, desnuda y expuesta, se veía calor a fuego lento en las profundidades de sus ojos. Tenía las piernas extendidas, y una expresión saciada en su suave rostro. Incluso cuando amenazó con castigarla, en vez de la ansiedad que esperaba, había obtenido a cambio una sensual sonrisa de anticipación.
Maldición. Esta mujer era especial. Agarró apretadamente el látigo que sostenía. Ella era su igual en todos los sentidos. Personal, negocios y necesidades sexuales. La clase de mujer con la que podía imaginarse establecido.
—Has sido una niña mala. —Él se alejó. El juego de músculos de sus muslos llamó su atención. Su mirada subió lentamente. Su erección creció aún más bajo su mirada—. Ponte de pie.
Como un gato, se arrastró saliendo de la cama hasta ponerse delante él. Llegó a él, pero él volvió a alejarse.
La excitación de Joe se agitó ante la imagen que se reflejó en el espejo de la habitación.
—Quiero que te quedes quieta delante del espejo. —Sin dudarlo ella caminó hacia él, lanzándole una mirada caliente por encima del hombro diciéndole que haría lo que él quisiera. Cuando estuvo frente el espejo, a un metro más o menos, él dijo, —Abre las piernas. —Ella las separó—. Ábrelas más. —Le encantaba como respondía a sus órdenes—. Inclínate hacia adelante, las palmas contra el cristal.
Con los ojos muy abiertos, ella se detuvo por sólo un segundo antes de doblarse por la cintura y apoyar las palmas en el cristal. Su boca se abrió sorprendida al contemplar su imagen.
Llamas de fuego subieron por su piel. No era sólo su sexo completamente expuesto, la posición sumisa le daba ventaja. Ella era suya para hacer lo que quisiera, y él quería más de ella a cada tic-tac del reloj.
La ilusión de poder hizo estragos en sus venas, caliente y salvaje. Primitiva.
Mía. Esa única palabra se susurraba en su mente.
Se colocó justo detrás de ella. Su mirada acarició su culo mientras con un dedo acariciaba sus pliegues. Sintió cómo liberaba humedad entre sus muslos y los temblores que la sacudían.
—Niña mala ―murmuró, escondiendo una sonrisa.
Las frías correas del flogger se deslizaron por su culo, por su espalda, mientras él lo pasaba rozando sobre su piel. Su ligero toque le hacía cosquillas, y le puso la piel de gallina.
—Joe.
—No hables. ―El continuó la exploración de su cuerpo gentilmente, deteniéndose a prestar atención especialmente a sus pechos. Los tocó con ternura, el látigo colgando en su mano—. ¿Sabes por qué vas a ser castigada?
La lengua se paseó por sus labios.
—Porque te he desobedecido.
—Correcto. Por eso debes ser castigada. —Sus manos se detuvieron—. ¿Deseas que te castigue? —Quería que fuera un placer compartido. Excitación, no miedo, era lo que buscaba.
—Sí. ―Su respuesta fue rápida, sin dejar ninguna duda de que ella quería jugar. Esta vez se permitió sonreír.
Hombre, ella se veía sexy mirándole a través del espejo. —¿Recuerdas tus palabras seguras?
—Rojo, parar. Amarillo, disminuir ―susurró pero antes de que acabara de hablar él sujetó su muñeca y el látigo golpeó un cachete de su culo.
Sabía que ella lo esperaba, pero de todas maneras se estremeció. Su boca abierta en un grito asombrado.
—Eres hermosa abierta para mi placer. —Le golpeó con el látigo por segunda vez, esta vez en el muslo envolviéndose alrededor de la pierna, dejando débiles líneas de color rosa—. Y pienso tomar mi placer de cada centímetro de tu cuerpo. —De cualquier manera, se prometió, deslizando perversamente un dedo por su raja húmeda.
—¿Joe?
Pensó recordarle que no podía hablar, pero amaba la mirada salvaje que se reflejaba en sus ojos a través del espejo. Quería saber lo que sentía y necesitaba.
—¿Qué quieres, cariño? ―Mientras hablaba, agitó el látigo perversamente en el aire y observó como mordía en su culo, y el color de su piel se enrojecía—. ¿Ser azotada te excita?
Ella gimió. El sonido hizo que sus bolas se hincharan, acercándose a su cuerpo. Su latido le hizo apretar los dientes. El tomó un más que necesitado respiro.
La espalda de _______ se arqueó.
―Sí. Oh Dios, sí. Pero…
Su voz calló cuando el látigo la golpeó una vez más. Restallaba al golpear su tierna piel. Estaba preciosa con el color rosa marcando su culo y muslos. No pudo resistirse a tocarla, a sentir su calor con la mano.
—¿Qué quieres, cariño? Dime qué necesitas. —Era tan suave y cálida.
Con ojos brumosos ella susurró:
—A ti. Te necesito dentro de mí. Ahora.
La pasión de su voz quebró su voluntad. Con un movimiento de muñeca, tiró el látigo a un lado y se colocó detrás de ella. Los dedos rodeando su polla la colocaron entre sus pliegues hinchados.
Empujando, bombardeado de sensaciones, la sujetó por las caderas para mantener el equilibrio. Ella era caliente, apretada y sexy, con sus preciosos labios formando una "o" y sus párpados cayendo, sus ojos cerrándose. Nunca había tenido una mujer tan abierta, tan dispuesta a complacerlo.
Y eso sin hablar de la escena reflejada en el espejo, que estaba a punto de acabar con él. Sus dedos agarraban el cristal, mientras se tensaba empujando hacia atrás contra sus caderas, introduciéndole más profundamente. Sus pechos rebotaban cada vez que se unían. Pero fue su expresión carnal, cruda y sensual, lo que acabó con su control.
—Más duro —exclamó ella echando atrás la cabeza enviando mechones de pelo rubio sobre sus hombros. El cuerpo de _______ se apretó sobre él, apretaba y aflojaba una y otra vez. Rápidas y superficiales respiraciones anunciaron la proximidad de su clímax, un clímax que hizo saltar sus lágrimas.

O: Dios mío que hot el cap..
Siguela..!!! c:

OMG que intensooo siguelaaaa

Oh dios joe como te doy,hago todo lo que quieras!
Siguela que me encanta:)

síguela

Siguela siguela que me encanta Smile

Forista! Cantidad de envíos : 143 Fecha de inscripción : 29/06/2012

Violentamente, su cuerpo explotó, liberando una tormenta de fuego por su eje. La intensidad del orgasmo le sacudió y cayó contra ella. Los brazos apoyados en el cristal se doblaron, dejándoles sin equilibrio. Mientras caían, él la colocó encima para evitarle el impacto.
Encerrada entre sus brazos, _______ estalló en un torrente de risas.
—Oh, cielos. —Suspiró ella a través de su risa—. Eso realmente hizo que la tierra se moviera. —Con la palma retiró el pelo de él de su rostro—. Gracias. —Los ojos azules brillaban con sinceridad e inocencia. Fue refrescante, casi hipnótico. El sintió un tirón justo antes de capturar sus labios.
Las risitas sacudieron su cuerpo, mezclándose con la respiración que se normalizaba. Se abrazo a él, ablandándose bajo su toque. Sin ser coaccionada, la boca de ella se entreabrió, y él se sumergió en su interior para saborearla.
Gentilmente la puso por debajo de él. Su polla aún estaba dura en el condón usado. A pesar de empujar entre sus muslos abiertos, sabía que no iba a durar otra ronda.
Mirándola a los ojos, le dio besos suaves alrededor de la boca, unió su nariz con la suya y le susurró:
—¿Qué dices si nos saltamos la cena en mi casa con los chicos y nos quedamos aquí? Además ya son las siete. Puede que no quede comida para cuando lleguemos. —Por alguna razón no podía soportar la idea de compartir a_______ con Nick otra vez. Quería pasar la noche a solas con ella, descubriendo sus gustos y aversiones, conociendo a la mujer que lo había embrujado.
Una sonrisa iluminó su rostro.
—¿En serio? ―Después de un momento su sonrisa se desvaneció. —¿Y qué pasa con Nick?
Un pellizco de celos pinchó en su pecho. Lo esperaba. Un suspiro pesado expresó su decepción. Se separó de ella. ¿Qué mujer querría un hombre, pudiendo tener dos? —De acuerdo. Deja que me limpie y nos vamos.
—¡Espera! —Ella lo empujó hasta sentarlo, mirándolo aprensiva le dijo—. Yo… Maldita sea. —El rubor tiñó sus mejillas—. Si bien el trío había sido una fantasía hecha realidad. —Los músculos de la garganta se apretaron—. Yo… yo prefiero estar contigo a solas. —Su voz y sus pestañas bajaron al mismo tiempo. La mirada cautelosa fija en su rostro, preguntándole si sentía lo mismo.
Él sonrió.
—¿Sólo conmigo? ―Extendió la mano y sus dedos se cerraron acercándola a sus brazos. Juntando sus bocas hasta quedar sin aliento.
Un destello brilló en sus ojos.
—Vale, hasta que llegue Santa Claus. Vas a tener que apartarte por él.
—Ni lo sueñes. No voy a compartirte con nadie, ni esta noche ni ninguna.
¡Vaya mierda! Nada como poner las cartas sobre la mesa, pensó. ¿Dónde había quedado su diplomacia?
Para angustiarle aún más, la expresión de Angie se había quedado en blanco.
No era una buena señal.

Otra vez, _______ estaba teniendo problemas con su audición. Joe no había insinuado que fuera algo más que una relación de una noche, ¿verdad?
La emoción se apoderó de ella, pero luchó por ocultarlo. Era esperar demasiado. Desde el momento en que puso sus ojos en él, supo que estaban destinados a estar juntos. Podía llamarse intuición, karma o magnetismo animal, ella lo había sabido desde el primer momento.
Ahora, que se habían tocado, tenía un incontrolable deseo de complacerlo… de explorar su sensualidad, sus secretos más oscuros con él, y sólo con él.
Mantente tranquila,_______ . Fue un comentario en el calor del momento. Sin embargo su corazón se aceleró. No podía dejar de desearlo, y la expectación se apoderó de ella.
Un rugido sordo la hizo mirar a su estómago. La agitación le recordó que ninguno de ellos había comido hoy.
—No hemos comido.
El dorso de su mano toco suavemente su mejilla.
—¿Tienes hambre? ¿Quieres ir a mi casa?
¡Ni en sueños!
Su pulso se aceleró. Con un poco de demasiado entusiasmo en la voz, le dijo:
—Tengo de todo para hacer una cena de Navidad aquí. De hecho, casi todo está preparado. Tengamos la cena de Navidad en Nochebuena. ¿Por qué no te sientas y comienzo?
El deslizó las palmas de las manos por sus brazos y la soltó.
—¿Y por qué no puedo ayudarte? ―Alejándose de ella se quitó el condón y lo tiró en un contenedor de basura junto a la cama.
Mientras se acercaba, ella se dirigió a su cómoda.
—Trato hecho. —Abrió un cajón, cogió una camiseta, y él la agarró por la muñeca.
—¿Qué estás haciendo? ―le preguntó.
Ella frunció el ceño.
—Vestirme.
Una sonrisa diabólica la acogió mientras él sacudía la cabeza.
_______ se rió entre dientes, dejando caer la camiseta en el cajón, cerrándolo.
—Nunca he cocinado desnuda.
—Siempre hay una primera vez para todo. ―Y le dio una fuerte palmada en el culo. Ella se sobresaltó, luego se echó a reír y lo esquivó. Pero cuando abrió los brazos ella se dirigió directamente a ellos. Él la mordisqueó suavemente en el lóbulo de la oreja—. Aliméntame, para que podamos volver a jugar.
Cuando _______ dejó sus brazos, se sintió perdida. ¿Cómo podría volver a ver a Joe como su jefe, verle pasar por los pasillos sin robarle un beso? Un estado de ánimo solemne se apoderó de ella.
Mientras ella se dirigía a la cocina, él se dirigió al baño.
—Necesito limpiarme. Tardo un segundo.
Mientras _______ batía el aderezo para el pavo, Joe hizo una llamada rápida a Nick para avisarles a él y los chicos que no volvía a la casa.
Murmuró algo que ella no pudo entender en el móvil, lo cerró y lo dejó sobre la mesa, antes de reunirse con ella.
—¿Qué puedo hacer para ayudar?
—Pon las patatas en el microondas. —Metió la preparación en un molde alrededor del pequeño pavo—. Hay mantequilla, queso y cebolleta en el refrigerador. Sal, pimienta y ajo en la mesa.
Cuando él pulsó un botón en el microondas, la puerta se abrió y puso las dos patatas en su interior.
—Patatas al horno, ¿no puré?
—Patatas dos veces horneadas. ―Le entregó un cuchillo y una cuchara—. Córtalas por la mitad. Mete lo de dentro en un bol. Agrega los demás ingredientes y vuelve a colocarlo en la piel de las patatas. Luego las horneamos de nuevo.
—Vale. Ahora lo entiendo. ―Él pasaba las patatas calientes de una mano a otra, luego las soltó rápidamente sobre el mostrador.
Era una pequeña pero eficiente cocina. _______ no se había dado cuenta de lo limitado del espacio hasta que estuvo chocando constantemente con el cuerpo desnudo de Joe… un toque aquí, un toque allá, mientras él se movía a su alrededor buscando platos y moldes.
_______ podría haber jurado que a medida que el calor en el horno se elevaba, también lo hacía la temperatura en su cuerpo.
Una ráfaga de aire caliente la saludó mientras abría el horno y empujaba el pavo adentro.
—No debe tardar más de dos horas en cocinarse. —Cuando empezó con los espárragos, le preguntó, —Y, ¿cómo es que no estás pasando las Navidades con tu familia?
—Demasiadas cosas pendientes. —Y añadió un trozo de mantequilla en el recipiente—. Mis padres no están contentos, pero lo entienden. —Él dio un profundo suspiro que sonaba a decepción—. No voy a poder ver a mi nuevo sobrino.
—¿Un bebé? ―Ella no pudo evitar el sonido nostálgico en su voz. —¿Así que tienes hermanos?
Joe puso la mezcla de patata de nuevo en su cáscara y la ubicó en un plato. —Una hermana mayor y un hermano. Esta era una Navidad especial con el recién llegado. Janie, mi hermana mayor, no puede tener hijos. Mi padres han tenido que esperar a Kelvin, mi hermano menor, para hacerles abuelos. ―Su expresión se hizo grave.
—¿La familia significa mucho para ti? ―Preguntó ella ajustando el fuego bajo las verduras.
—¿Cómo podría no importarme? Si no tuviera temas pendientes en la oficina la próxima semana y a Wade aquí, estaría con ellos. ―Él se apartó del mostrador y mantuvo abierto sus brazos—. Ven aquí.
Ella se limpió las manos en una toalla y se enredó en su abrazo. No habló ni trató de besarla, simplemente la abrazó.
Ese momento sereno se rompió cuando la soltó. Su expresión que había sido suave era casi severa.
—¿Dónde están los platos? Voy a poner la mesa.

El olor del pavo se mezclaba con el de pastel de nueces mientras Joe llevaba el último bocado a la boca. El pastel era dulce y aún tibio, se deshacía en la boca. Masticó lentamente, tratando de dejar de pensar en Angie, en su familia, y en lo agradable que sería si todos estuvieran juntos durante las vacaciones. Los vasos sonaron cuando ella los puso en el lavavajillas, mientras él miraba fijamente al espacio preguntándose qué le estaba pasando.
¿Que había hecho esta mujer con él? Apenas se conocían. Pensar en sus pies calentándose en su cuerpo todas las noches, era un poco demasiado, y demasiado pronto.
Tal vez era debido a las fiestas o al hecho de que extrañaba a su familia. No era como si estuviera solo… no con el culo desnudo de _______ desfilando ante él mientras limpiaba el mostrador. Y ya que estaba siendo honesto, tenía que admitir que no quería estar en ningún otro lugar, preferiría estar aquí… con_______ .
Toalla en mano, ella se dio la vuelta, sonriendo.
—¿Qué?
—Eres hermosa. —Era más que hermosa. Ella era todo lo que quería en una mujer.
Con un giro de muñeca, juguetonamente, le arrojó el paño.
—Deja de mirarme así.
El cogió el trapo en una mano y lo puso sobre la mesa, luego se puso de pie.
—¿Mirarte cómo?
Ella dio un paso hacia atrás mientras él se acercaba.
—Como si fuera el postre.
El la encerró.
—¿Pero es que no lo eres? —Ella gritó cuando su culo golpeó el frío mostrador a su espalda. La agarró por la cintura y la colocó sobre el mostrador—. He tomado una decisión. —Poco a poco le separó las rodillas, dejando al descubierto su carne rosada ante sus ojos.
Ella se echó hacia atrás apoyada en las palmas de las manos.
—¿Una decisión? —Sus pezones eran picos. Él se inclinó y lamió uno y luego el otro. Conscientemente o no, ella se arqueó hacia él.
Los nudillos de sus manos suavemente se desplazaron al interior de sus muslos, hasta llegar a su núcleo. Un dedo se deslizó a través de sus pliegues húmedos. —He decidido que eres mi regalo de Navidad.
—¿Ah, sí? ―Ella inclinó la frente. Su pecho subía y bajaba con cada respiración—. ¿Eres el tipo de chico que abre un regalo sólo para dejarlo a un lado por otro mejor y más grande?
No. Él no era así, ni con los regalos, ni con las relaciones, y una relación era justo lo que quería tener con esta mujer.
—No. Cuando encuentro algo que me gusta me quedo con ello. —No quería que lo que fuera que había entre ellos terminara ahora, tal vez nunca. Sólo el tiempo determinaría su continuación.
Un temblor la sacudió y lanzó un gran suspiro.
—¿De qué estamos hablando realmente, Joe? ―Sus dedos se volvieron blancos mientras ella se tensaba en la encimera.
—_______, no sé dónde nos llevará esto, pero te deseo. —Ella tragó saliva y abrió la boca para hablar, pero él puso un dedo sobre sus labios—. No sólo el fin de semana, por el tiempo que ambos queramos.
Cuando él quitó el dedo ella entreabrió los labios.
—Yo…

Wow! Esto va cada vez mejor Smile

Sigue pronto!
Joe quiere estar con la rayis, no hay nada mejor, jaja Smile

me encantooo
siguelaaa
la nove es tan intensa

síguela

Siguelaaaaaaaa

Siguelaaaaaaaa

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