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 Al este del sol y al Oeste de la luna

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SweetHeart(MarthaJonas14)
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MensajeTema: Al este del sol y al Oeste de la luna   Al este del sol y al Oeste de la luna Icon_minitimeJunio 5th 2012, 09:23





Pueden imaginarlo con el Jonas de su corazón Very Happy










Había una vez un hombre tan pobre que apenas podía dar de comer a su familia. Vivían en una cabaña destartalada en un pueblo remoto, sin posibilidades de un futuro mejor.Una noche, cuando el viento del norte silbaba entre los árboles sacudiendo la cabaña en la que vivían, un enorme oso blanco apareció de repente en la puerta.—Buenas noche —dijo el oso.—Buenas noches —replicó el hombre. Aunque nunca antes se había encontrado con un oso parlante, era bien conocido por todos en aquel lugar que los animales que hablaban eran personas encantadas. Y era, de hecho, un gran honor que una criatura como ésa se dirigiese a ti.La familia del hombre miraba al peculiar visitante con la boca abierta, ansiosos por saber qué asunto habría llevado al oso hasta su humilde morada.—He venido a buscar a tu hija primogénita —anunció el oso entonces, sin preámbulos—. Si viene conmigo, tendrá todo lo que desee y, además, tu familia será tan rica como ahora sois pobres.Animada por las palabras del oso blanco, la hija mayor rogó a su padre que la dejase ir. Pero sus padres se negaban, arguyendo que daba mala suerte entregar a una hija por dinero. Pero, al fin, cedieron, ya que la joven no quería perderse la aventura.Como la pobre chica apenas tenía posesiones, no tardó mucho en guardar sus cosas en un hatillo y, después, con valentía, besó a toda su familia y se subió a la espalda del enorme oso blanco. Apenas tuvo tiempo de mirar hacia atrás una vez antes de que el oso saliera corriendo con extraordinaria velocidad hacia un castillo tan blanco como él.Allí, los criados iban de un lado a otro para atenderlos. Todo ocurrió tan deprisa que apenas pudo fijarse en lo que la rodeaba y, de repente, empezó a sentir miedo. ¿Qué iba a ser de ella?Percibiendo su angustia, el oso le pidió a una sirvienta anciana que llevase a la chica a sus habitaciones. Pero antes de que se fuera le advirtió que no debía tener miedo, asegurándole que el castillo estaba encantado y que, durante el tiempo que estuviera allí, todos sus deseos le serían concedidos. Luego le entregó una campanita de oro diciendo que, si no conseguía algo, sólo tenía que tocar la campanita y le sería inmediatamente concedido. Después, con una galante reverencia, el oso la dejó con la sirvienta, que iba charlando animadamente mientras la llevaba a su habitación.Pero la joven no oía nada, tan preocupada estaba por aquella extraña situación.Lo primero que vio al entrar en la estancia fue una enorme cama con columnas de caoba, cubierta por un dosel de seda. A su lado, una cómoda de espléndida madera con peines y cepillos de oro.A un lado de la habitación había una serie de vestidores, cada uno más grande que el anterior. Los vestidores estaban llenos de maravillosos trajes de muchos estilos y colores… y todos parecían hechos expresamente para ella. La joven eligió un camisón hecho de la más fina seda y, preguntándose cómo estaría su familia, se metió en la cama, que la anciana sirvienta había abierto para ella.El miedo casi había desaparecido, pero cuando apoyó la cabeza en el almohadón de terciopelo se sintió extrañamente agitada. Todo era tan perfecto… y, sin embargo, sentía un extraño vacío, un anhelo imposible de controlar.¿Echaba de menos su casa? No, porque aunque quería mucho a su familia, había llegado a una edad en la que la intimidad de una habitación privada, algo que no tenía en la cabaña, era más que bienvenida. Además, recordaba haber sentido aquello mismo cuando vivía en su casa. Entonces pensaba que era simple descontento, el deseo de tener cosas bonitas. Pero allí estaba otra vez esa sensación, más fuerte que nunca, incluso en medio de aquel lujo. Seguía sintiendo el mismo anhelo sin saber exactamente qué era lo que quería.Pero, mientras estaba pensando en todo esto, la puerta de la habitación se abrió abruptamente para cerrarse después. La joven oyó que alguien entraba. Había apagado la vela y la luz de la luna no podía atravesar las espesas cortinas de terciopelo que cubrían las ventanas, de modo que no podía verlo.Pero no se sentía intimidada. Supuso que sería la amable sirvienta, que había vuelto para arroparla o, quizá, percibiendo que le faltaba algo había ido para llevárselo. ¿No le había prometido el oso que tendría inmediatamente todo lo que deseara?—¿Quién es? —preguntó por fin.En silencio, se sentó en la cama e instintivamente giró la cabeza hacia el intruso, intentando averiguar el significado de los sonidos que llegaban a sus oídos… como si alguien estuviera quitándose la ropa. Se le ocurrió entonces que el intruso se estaba desnudando.Pero ¿para qué?Luego oyó que el intruso se acercaba a la cama.—¿Quién es? —preguntó, casi sin respiración.Silencio.—¿Quién es? —repitió, frenética—. ¿Es usted, señor Oso?Pero mientras lo preguntaba supo que no era él porque el oso, naturalmente, no llevaba ropa ni zapatos.El extraño se sentó en la cama. Ahora estaba segura de que no podía ser el enorme oso porque el personaje que se había sentado a su lado era del tamaño de un hombre. No había visto ningún hombre en el castillo; todos los sirvientes eran mujeres, de modo que no tenía ni idea de quien podía ser.Cuando la joven estaba a punto de saltar de la cama, una mano la agarró del pelo.—¡Por favor, dígame quien es!El intruso tiró de su pelo, enredando los dedos en los largos mechones, hasta que la obligó a tumbarse de nuevo sobre la cama. Luego sujetó su cabeza mientras tomaba sus labios en un beso abrasador.—Soy yo —contestó con voz suave—. Tu amante, al que has llamado.Ella se quedó atónita. Pero la idea de que un completo extraño estuviera en su cama la llenaba de horror.—Debo saber quién eres. El oso…—Yo soy la razón por la que estás aquí —susurró él—. Y tú… eres la razón por la que yo estoy aquí.—Pero…Tenía muchas más preguntas que hacerle, pero él la silenció con otro beso, más ardiente que el anterior.En aquella posición, se dio cuenta de que era un hombre grande y musculoso. Olía a colonia y a jabón. Su pelo aún estaba mojado del baño. ¿Pero quién podía ser?El beso era tan intenso que la joven no se dio cuenta al principio de que se lo estaba devolviendo. Una sensación cálida se había instalado en su bajo vientre, pero intentó usar la lógica y la razón.—Por favor… enciende un candil para que pueda verte la cara.Pero él no le hizo caso. Siguió besándola sin piedad, devorando sus labios, mordiendo su cuello. Aunque estaba encima de ella, se sujetaba con un brazo para no aplastarla.Ella levantó una mano para tocar su cara, pensando que quizá podría adivinar sus facciones con los dedos, pero él la apartó y siguió besándola. Su aliento era cálido y muy agradable.El extraño había dicho que ella era la razón por la que estaba allí… y la joven no podía olvidar las palabras del oso, prometiéndole que el castillo encantado haría realidad todos sus sueños. Pero sólo vagamente recordaba el extraño anhelo que había sentido antes de que aquel hombre entrase en su habitación, porque había desaparecido tras su llegada.¿Era su propio deseo entonces? ¿No estaba haciendo el extraño todo lo que ella había anhelado? ¿Pero quién era? ¿Era real o un invento de su imaginación?Oh, pero era imposible seguir pensando mientras él la besaba, de modo que empezó a dejarse llevar por aquel extraño destino que, aunque inseguro, era infinitamente más agradable que cualquier cosa que hubiese tenido en la vida hasta el momento.Un nuevo anhelo empezaba a despertar en ella. Quería que siguiera besándola para siempre… pero entonces se percató de que él había metido una mano bajo su camisón. Despacio, el extraño empezó a mover la mano, explorando su cuerpo cuidadosamente y dejando que cada parte que abandonaba anhelase de nuevo el roce. La otra mano seguía sujetando su pelo para evitar que escapase, aunque ella no sentía ningún deseo de escapar. De hecho, sus brazos, como por deseo propio, se enredaron alrededor del cuello del extraño y sus labios empezaron a emitir gemidos ininteligibles para los dos.El extraño soltó entonces su pelo.De nuevo volvió a buscar sus labios mientras con una mano le quitaba el camisón, dejándola completamente desnuda. Entonces empezó a acariciarla con más pasión, tocándola de la cabeza a los pies, como si intentase verla con las manos. Ella temblaba mientras él, meticulosa y lentamente, seguía con su exploración, fascinado por cada curva, por cada abertura. La joven no se preguntaba ya qué quería el extraño porque podía sentir su miembro rígido sobre ella.Pero no parecía tener prisa y sus sabios dedos dieron paso a una más sabia lengua. Agarrándose al cabecero de la cama con las dos manos, la joven se sometió por completo a la seducción del misterioso amante.Cuando pensaba que algo dentro de ella estaba a punto de explotar, él se incorporó un poco y separó sus piernas, colocándose en medio.De repente asustada, intentó impedirlo. Desesperada, movió las manos para tocar su cara, pero en la oscuridad el extraño la interceptó, sujetando sus brazos con una sola mano y colocándolos sobre su cabeza.Inmovilizada de tal modo y con las piernas abiertas, sus miedos desaparecieron. Estaba claro lo que iba a pasar. Y sentía un deseo profundo por aquel extraño, fuera quien fuera. De modo que, sin pensarlo más, enredó las piernas en su cintura, dándole el permiso que él había estado esperando.El beso de su desconocido amante se volvió de repente más brusco y, abruptamente, sintió que la penetrabaEntregándose completamente a su invisible amante, la joven empezó a responder, moviendo las caderas para aumentar el increíble placer que él le daba. Anhelando tocarlo, pero incapaz de usar los brazos, lo agarró con las piernas. Siguieron así durante toda la noche hasta que, por fin, los dos quedaron saciados.A la mañana siguiente despertó sola y, aunque buscó, no fue capaz de encontrar un solo hombre en el castillo. En lugar de eso descubrió muchas habitaciones; habitaciones llenas de ricas telas de todos los materiales imaginables, habitaciones llenas de cestas, de flores, de libros… incluso había una habitación llena de botones.En resumen, tenía todo lo necesario para pasar el tiempo disfrutando de la actividad que más le interesase.De modo que cada día tenía algo en qué ocuparse y cada noche era visitada por el extraño, al que nunca podía ver ya que se marchaba siempre antes de que saliera el sol. Pasaron semanas de esa manera y, aunque disfrutaba de las noches, empezó a cansarse de pasar el día a solas.Un día, recordando las palabras del oso cuando llegaron al castillo, tocó la campanita de oro y deseó verlo. Él apareció inmediatamente, pero la joven no sabía qué decir.—¿Quién es el dueño de este castillo? —preguntó por fin.—Soy yo —contestó él.Pensó entonces hablarle de su visitante nocturno, pero quizá el oso no sabía nada y se pondría furioso…Entonces le preguntó si podía ir a visitar a su familia. Y el oso aceptó, con una condición:—En cuanto llegues a tu casa tu madre te llevará aparte e intentará decirte algo en secreto. Evítalo o traerás la mala suerte a este castillo.La chica aceptó la condición con desgana pues tenía muchos deseos de hablar con su madre. Pero al fin consintió.Los criados guardaron vestidos y joyas en baúles y, de nuevo, la joven hizo la jornada hasta la cabaña de su familia… que se había convertido en una mansión.—Aquí es donde vive tu familia ahora —le dijo el oso—. Pero recuerda mi consejo: no hables a solas con tu madre o los dos sufriremos por ello.Su llegada fue recibida con gritos y demostraciones de alegría, pero ella no olvidó la promesa que le había hecho al oso. Como él había predicho, su madre intentó llevarla aparte, pero la joven puso todas las excusas posibles.Sin embargo, su madre, como todas las madres, era muy insistente y, por fin, exigió saber cómo era su vida en el castillo con el oso blanco. Y pronto la joven se encontró confesándole las visitas del misterioso extraño.Su madre la miró, alarmada y, dándole una vela, le recomendó que la escondiese bajo la almohada.—Cuando esté dormido, enciéndela para verle la cara. Pero ten cuidado de que no le caiga cera de la vela o te descubrirá.Con ese consejo en mente, la joven volvió al castillo escondiendo la vela entre sus pertenencias.







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MensajeTema: Re: Al este del sol y al Oeste de la luna   Al este del sol y al Oeste de la luna Icon_minitimeJunio 5th 2012, 21:08

Oh por Dios!
Martha, eres taaaaaan mala, ¿Como eres capaz de dejarla ahi?
Debes seguirlaa, yaaaaaaaaaaa!
Sigue por faor.
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MensajeTema: Re: Al este del sol y al Oeste de la luna   Al este del sol y al Oeste de la luna Icon_minitimeJunio 7th 2012, 11:11

siguellaaaaaa
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MensajeTema: Re: Al este del sol y al Oeste de la luna   Al este del sol y al Oeste de la luna Icon_minitimeJunio 16th 2012, 12:17

siguelaa no la dejes asiii
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MensajeTema: Re: Al este del sol y al Oeste de la luna   Al este del sol y al Oeste de la luna Icon_minitimeJunio 17th 2012, 11:33









La noche llegó enseguida y, como siempre, la puerta de la habitación se abrió y su amante se reunió con ella. Lo había echado de menos y deseaba más que nunca que volviese a hacerle el amor. Como amante lo conocía bien, pero seguía preguntándose a quién pertenecerían esos labios y esa lengua. Qué dedos exploraban sus partes mas íntimas, qué cuerpo la llenaba tan completamente y con tal frenesí violento.Al fin, su amante se quedó dormido y ella metió la mano bajo la almohada para sacar la vela. Cuando la encendió, se encontró con el rostro de un bello príncipe e inmediatamente se enamoró de él. Tanto que se inclinó para besarlo. Pero, al hacerlo, una gota de cera cayó sobre el torso desnudo… y él despertó inmediatamente:—¿Qué has hecho?La pobre chica no entendía su enfado hasta que él le explicó que era un príncipe prometido con una princesa a la que no amaba. Cuando se negó a casarse con ella, su madrastra creó un hechizo por el que aparecería como un oso blanco de día y volvería a su forma humana sólo por las noches. La única forma de escapar de aquel indeseado matrimonio y del hechizo era permanecer sin ser visto por su verdadero amor durante un año.—Ahora debo ir al castillo que está al este del sol y al oeste de la luna y casarme con la horrible princesa —se lamentó el príncipe.Ella lloró amargamente, pero ni las lágrimas ni los ruegos podrían cambiar nada y pasaron el resto de la noche tristemente abrazados, sabiendo que sería la última vez.A la mañana siguiente despertó sola. El castillo y el príncipe habían desaparecido y lo único que tenía era el hatillo de trapos que había llevado con ella. La joven lloró hasta que no le quedó una sola lágrima.—Debo encontrarlo —murmuraba, desesperada.Pero ¿dónde estaba el castillo que está al este del sol y al oeste de la luna?Tomando el hatillo, se dirigió a la carretera. Después de viajar una corta distancia se encontró con una anciana y le preguntó si sabía cómo llegar al castillo al este del sol y al oeste de la luna.—¿Eres tú el verdadero amor del príncipe?—Sí —contestó la chica—. ¿Sabe cómo llegar allí?—No —contestó la anciana—. Pero toma esta manzana dorada, puede que te ayude en tu viaje.La chica tomó la manzana dorada que le ofrecía y siguió adelante. Poco después se encontró con otra anciana y volvió a preguntarle lo mismo.—Tú debes de ser el verdadero amor del príncipe.—Sí, lo soy. Por favor, ¿podría decirme cómo llegar al castillo?La anciana tampoco sabía indicarle, pero le dio una peineta encantada, diciendo que se la pusiera si encontraba al príncipe porque eso le daría suerte.La joven siguió caminando tristemente por la carretera y, por fin, se encontró con otra anciana. La mujer le aconsejó que hablase con el viento del Este para pedirle información y, entregándole una pluma mágica, le dijo que la lanzase al aire y la siguiera hasta llegar al viento del Este.La joven hizo lo que le pedía y la pluma fue levantada inmediatamente por un fuerte golpe de viento. Siguiéndola, se encontró enseguida a la puerta de la casa del viento del Este. Pero su jornada no había terminado porque el viento no sabía dónde estaba el castillo del príncipe encantado. Sin embargo, le dijo que quizá el viento del Norte sabría indicarle.Y así, muchos días y muchas noches después, subida en el viento del Norte, la joven llegó a la entrada del ansiado castillo. Pero sucia y despeinada como estaba, los guardias de la puerta no la dejaron entrar. Frustrada, se dejó caer bajo un ventanal para pensar qué podía hacer. Inconscientemente, empezó a jugar con la manzana dorada que le había dado la primera anciana, tirándola al aire para atraparla después.Sin que ella lo supiera, la madrastra del príncipe la vio desde la ventana de la torre. La avariciosa mujer decidió quedarse con tan extraño tesoro y le ofreció a la chica todo lo que quisiera por ella.—Quiero ver a mi verdadero amor, el príncipe —anuncio la joven.La madrastra se quedó sorprendida por tal audacia, pero permitió que entrase en el castillo mientras buscaba la manera de quitarle la preciada manzana.—Si eres el verdadero amor de mi hijastro, el príncipe, sin duda podrás decirme quién es.—Claro —replicó la chica.—En ese caso, te daré la oportunidad de elegir a tu verdadero amor entre cien hombres… a cambio de esa manzana dorada.—Muy bien. Pero antes necesito darme un baño… y un vestido nuevo.La madrastra aceptó esa condición con una risa perversa, quitándole la manzana y tocando luego una campanita para llamar a una criada. Dejándola al cuidado de la mujer, se alejó, feliz con su tesoro.El verdadero amor del príncipe recibió un baño de agua de rosas y, después del baño, le entregaron un precioso vestido dorado. Recordando entonces las palabras de la segunda anciana que había encontrado en la carretera, la joven se sujetó el pelo con la peineta encantada.Cuando las preparaciones terminaron, siguió a la criada hasta el comedor. Pero al llegar allí se encontró sola. Un guapo criado, aunque de aspecto lujurioso, apareció entonces con una bandeja.—¿No voy a cenar con el príncipe?—Después de la cena, señora, será llevada ante el príncipe y podrá elegirlo… o a cualquier otro hombre que usted desee.—He viajado durante mucho tiempo para encontrar a mi príncipe —replicó ella—. No entiendo por qué das a entender que podría elegir a otro hombre.—Quizá estaba expresando un deseo —sonrió el criado—. Verá, yo soy uno de los noventa y nueve hombres entre los que tendrá que elegir esta noche.—Ya veo —murmuró ella.«Serás castigado por tu impertinencia cuando me haya casado con el príncipe», pensó.Después de cenar, el criado la llevó a otra habitación. Pero allí sólo estaba la madrastra.—¿Dónde está mi príncipe?La mujer señaló una puerta.—Está ahí. Pero hay algunas cosas que debes saber antes de entrar. Hay cien hombres en esa habitación, pero no pueden decir una sola palabra. Si de verdad eres el amor de mi hijastro debes encontrarlo sin ayuda.—No necesito oírlo hablar para saber que es él —replicó la joven.—Además —siguió la madrastra como si no la hubiera oído— ya que has aumentado el hechizo original llevando luz a la oscuridad, debes olvidarte de la luz y de nuevo entrar en la oscuridad para encontrar y salvar a tu querido príncipe.La chica lanzó un gemido.—¿Quiere decir que debo distinguirlo entre cien hombres en la oscuridad?—Eso es. Si es tu verdadero amor, no te resultará difícil —sonrió la malvada madrastra—. Contén tus palabras cuando entres en la habitación porque tu elección será determinada por el primer hombre al que hables.Y después de decir esto, la madrastra desapareció.La joven se volvió hacia la criada que la había acompañado.—Te agradecería mucho que me dieras un consejo.—Quítate la ropa —dijo la anciana.—¿Qué?—Quítate la ropa. Así es como conoces a tu amante, ¿no?—¿Pero y si…?—Es la única manera —la interrumpió la anciana—. No tendrás otra oportunidad después de esto.La joven decidió aceptar el consejo y se quitó el vestido dorado, quedando completamente desnuda. Luego abrió la puerta y se introdujo en la oscura habitación. La puerta se cerró inmediatamente.Aunque todo estaba en silencio, podía sentir la presencia de los cien hombres. Lentamente, dio un paso adelante. Se le ocurrió pensar entonces que ni siquiera había tocado la cara de su príncipe porque él lo había evitado. Sólo lo había visto una vez a la luz de una vela… Lo conocía exclusivamente como amante. ¿Eso la ayudaría?De repente, notó que había alguien a su lado. Alargó una mano y descubrió que era uno de los hombres. La idea de que fuese el lascivo criado cruzó por su cabeza y se echó hacia atrás instintivamente. Pero el hombre la sujetó con firmeza.Con el corazón acelerado, la joven dejó que tirase de ella y deslizase una mano por su cuerpo, tocándola íntimamente. Se concentraba en las caricias, intentando recordar si eran las del príncipe…







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MensajeTema: Re: Al este del sol y al Oeste de la luna   Al este del sol y al Oeste de la luna Icon_minitimeJunio 17th 2012, 12:59

siguelaa me esta encantando (:
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MensajeTema: Re: Al este del sol y al Oeste de la luna   Al este del sol y al Oeste de la luna Icon_minitime

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