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 Al Borde Del Riesgo(Joe&Tu)[HOT]

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Emerlyn D' Jonas
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MensajeTema: Al Borde Del Riesgo(Joe&Tu)[HOT]   Al Borde Del Riesgo(Joe&Tu)[HOT] Icon_minitimeJulio 14th 2011, 11:30

__________ Beaumont estaba locamente enamorada de Joe Jonas, inspector de homicidios. Llevaban un año juntos y acababan de comprometerse. Joe no lo sabía aún, pero __(tn) estaba esperando un hijo suyo.
En esos momentos, Joe estaba inmerso dentro de un posible caso de corrupción policial y uno de sus compañeros lo descubrió.
Entonces, la bomba estalló en la barca de Joe. Se suponía que él estaba a bordo.
O tal vez no…...

Otra vez yo ^^
Aquie les traigo Otra nove
Espero les Guste y comenten mucho (:
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MensajeTema: Re: Al Borde Del Riesgo(Joe&Tu)[HOT]   Al Borde Del Riesgo(Joe&Tu)[HOT] Icon_minitimeJulio 14th 2011, 11:32

primis lectora ejejejeje sigueLa!!!!
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MensajeTema: Re: Al Borde Del Riesgo(Joe&Tu)[HOT]   Al Borde Del Riesgo(Joe&Tu)[HOT] Icon_minitimeJulio 14th 2011, 11:34

K2Mrpresidentedanger escribió:
primis lectora ejejejeje sigueLa!!!!

Amoreee♥
Bienvenida Very Happy
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MensajeTema: Re: Al Borde Del Riesgo(Joe&Tu)[HOT]   Al Borde Del Riesgo(Joe&Tu)[HOT] Icon_minitimeJulio 16th 2011, 18:27

Aquiii tiienes una nueva lectora Yero♥
Suiguela está super interesante... ^^
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MensajeTema: Re: Al Borde Del Riesgo(Joe&Tu)[HOT]   Al Borde Del Riesgo(Joe&Tu)[HOT] Icon_minitimeJulio 16th 2011, 18:30

Emerlyn D' Jonas escribió:
Aquiii tiienes una nueva lectora Yero♥
Suiguela está super interesante... ^^

Bienvenida mi vida!
gracias por pasarte(:
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MensajeTema: Re: Al Borde Del Riesgo(Joe&Tu)[HOT]   Al Borde Del Riesgo(Joe&Tu)[HOT] Icon_minitimeJulio 17th 2011, 17:50

Capítulo 1


El teléfono sonó con estridencia. __(tn) Beaumont gimió al verse arrancada de sus agradables sueños y esperó a que Joe contestara.
Sin abrir los ojos, sintió en la espalda el pecho de Joe. Le puso una mano en el hombro y tomó el auricular con la otra.
—¿Diga? Sí, Nick, claro que estaba dormido. ¿Qué esperabas? Aún no son las seis de la mañana… ¿En el puerto? Oh, no… ¿Seguro que es Feeney? ¿Qué demonios hacía allí…? No, no dejes que el forense lo mueva. Voy para allá. Dame un cuarto de hora… Sí ya lo sé… De acuerdo.
__(tn) oyó el gruñido de Joe mientras colgaba el teléfono. Después, le apartó el pelo de la cara y la besó en la mejilla.
—¿Estás despierta, cariño? —susurró.
Debió ver su sonrisa, porque volvió a besarla y se apretó contra las curvas de su cuerpo.
—Era Nick —le dijo—. Tengo que salir.
La abrazó con más fuerza, como si así pudiera olvidar la llamada y quedarse en la cama con ella.
A __(tn) le gustaría que las cosas fueran así de sencillas, pero desde que habían asesinado al acaudalado hombre de negocios Anthony Morelli, tres semanas atrás, el teléfono había estado sonando continuamente. Con un caso tan importante, en el que se jugaban la reputación del departamento de policía, Joe y su nuevo compañero, Nick da Costa, estaban buscando desesperados cualquier cosa que pareciera una pista. Últimamente, el timbre del teléfono significaba que Joe tenía que irse corriendo. Su vida se había convertido en un frenesí, arrastrando a __(tn) en el caos.
—Han encontrado el cadáver de Frank Feeney en el puerto —explicó mientras se levantaba—. Parece que le han pegado un tiro. Nick ya ha llegado.
__(tn) abrió los ojos. El cielo que se veía entre las lamas de la persiana aún tenía un tono muy oscuro de azul.
—¿Quién es Frank Feeney?
Se incorporó un poco, tapándose con el edredón. Joe estaba buscando sus vaqueros en el suelo. La farola que había al lado de la ventana iluminaba su musculoso y esbelto cuerpo. __(tn) sonrió al recordar sus movimientos la noche anterior, cuando hacían el amor.
Joe encontró los vaqueros y se los puso.
—Feeney trabajaba para Morelli —explicó mientras se abrochaba el cinturón.
__(tn) se apoyó en un codo y se quedó mirándolo, mientras se ponía una camiseta arrugada de la policía de Fairfield.
—¿Creéis que hay alguna relación? —preguntó.
—Es más que probable —contestó, agachado—. Supongo que Feeney sabía algo que no debía saber. ¿Están mis zapatillas a tu lado de la cama?
__(tn) sonrió. Hacía poco tiempo que Joe vivía con ella en el ático que tenía sobre la tienda de ropa, pero ya empezaban a comportarse como si llevaran varios años casados.
Encontró las zapatillas de cuero en el suelo y se las dio. Mientras él se las ataba, sentado a los pies de la cama, __(tn) no pudo resistir la tentación de abrazarlo por detrás.
—Me gustaría que no tuvieras que irte —murmuró, rodeándolo con los brazos y besándolo en el hombro.
—A mí también.
Se volvió para besarla. __(tn) lo sujetó por la barbilla y lo besó más a fondo, como si pudiera convencerlo para que se quedara un rato más.
Al parecer, lo consiguió.
Con un gemido, Joe la abrazó con igual fuerza. Cuando se tumbó sobre ella en la cama, la áspera tela de sus vaqueros le rozó los musios desnudos. Su barba sin afeitar le hacía cosquillas en la cara y después en el cuello, a medida que bajaba, besándola. __(tn) le acarició con una mano el suave pelo negro, aún revuelto, mientras introducía la otra por debajo de su camiseta.
—Tengo que irme —murmuró—. Sabes que me gustaría quedarme, pero…
La miró a los ojos. El pesar de su mirada era inconfundible.
—Ya lo sé —se incorporó para besarlo una vez más antes de que se levantara—. No te olvides de lo de esta noche —añadió, levantándose y poniéndose la bata.
—¿Qué pasa esta noche?
—Hemos quedado para cenar, ¿recuerdas? Va a venir Aidan. Kate sigue de viaje y le prometimos que cuidaríamos a su novio.
—Ah, sí. Llegaré a casa sobre las seis. ¿Quieres que traiga algo?
__(tn) sabía que Joe había olvidado por completo la cita con su antiguo compañero. Negó con la cabeza, divertida y se acercó a él.
—Tú eres lo único que necesito —contestó, abrazándolo y apoyando la cabeza en su pecho—. Prométeme que volverás a casa a tiempo.
—Estaré en casa a tiempo.
Lo observó mientras se ponía la pistolera y se ataba las correas. Su expresión era dura, concentrada en el revólver. Pero cuando volvió a mirar a __(tn) sus labios se arquearon por los lados. Ella conocía muy bien aquella sonrisa; sabía que Joe la ponía cuando estaba inquieto.
Le gustaba bromear con su trabajo, diciendo que al ser inspector de homicidios, no corría ningún riesgo, porque la gente con la que trataba estaba muerta normalmente. Pero __(tn), sabía que en realidad, corría tanto peligro como cualquier otro policía.
—Ten cuidado —le dijo.
—Lo tendré —contestó, besándola de nuevo—. ¿Por qué no seguimos con esto esta noche? —susurró—. Después de la cena. Cuando se vaya Aidan.
—¿Recordarás dónde lo dejaste?
—Sí, creo que sí.
__(tn) sintió su sonrisa en los labios mientras se daban un último beso. Después, Joe se marchó.
Escuchó sus pasos, que bajaban a la tienda de la planta baja. Se apretó el cinturón de la bata y miró a su alrededor. A pesar de la penumbra, era evidente que necesitaba una buena limpieza. Tanto Joe como ella habían estado demasiado ocupados las dos últimas semanas para ordenar la casa. Cuando empezó a recoger las prendas que había por todo el suelo, se dio cuenta de que casi todas eran suyas. Joe era bastante más organizado que ella.
Antes de que él se mudara, __(tn) vivía sola en aquella casa y no tenía necesidad de delimitar la zona de trabajo. Sus dibujos y sus diseños, junto con las muestras de tela, emigraban libremente por todo el piso. Los esbozos se acumulaban en la mesita del salón, en la encimera de la cocina, en el vestidor y hasta en el cuarto de baño. Tenía papeles adhesivos en todas las superficies posibles, para recordar las reuniones con los clientes, las presentaciones, los plazos de entrega y los desfiles de modas.
La vida con Joe la había obligado a cambiar, pero nunca se arrepentiría de haber perdido su espacio personal, si a cambio podía estar con él.
En realidad, al principio había tenido sus dudas. Antes de que Joe fuera a vivir con ella, valoraba mucho su intimidad. Había invertido mucho dinero, tiempo y esfuerzo en el antiguo edificio, que había remodelado para convertirlo a la vez en tienda de ropa, estudio y vivienda. Aquello le permitía fijarse su propio horario. A menudo trabajaba hasta bien entrada la noche y se levantaba tarde, sin seguir más planes fijos que los que le dictaba el cuerpo.
Pero entonces conoció a Joe. En pocos meses, empezó a pasar más tiempo en casa de __(tn) que en su propio piso y al final se mudó con ella. Además, para entonces ya tenía allí casi todas sus cosas.
Hacía un año que eran pareja y seis meses que vivían juntos. Pero a ninguno de los dos le apetecía dar el siguiente paso lógico: el matrimonio.
El matrimonio implicaba continuidad y compromiso. Pero sobre todo implicaba la renuncia a muchos de sus sueños.
Cuando dos años y medio atrás se marchó de Manhattan para volver a Fairfield, su ciudad natal, al norte del estado de Nueva York, sólo tenía una maleta. Había dejado la mayor parte de sus pertenencias en el pequeño piso de dos dormitorios que compartía con Cora, su hermana pequeña, que estudiaba en la Universidad de Nueva York.
En principio, había vuelto a Fairfield para pasar unos pocos meses, que eran el tiempo que calculaban los médicos que su madre tardaría en recuperarse de una enfermedad.
Sin embargo, el estado de su madre empeoraba continuamente. __(tn) buscó consuelo en el trabajo, aunque no le resultaba muy fácil, tan lejos de Nueva York, capital de la moda. Desde el principio había tenido intención de volver; sabía que nunca llegaría muy lejos en el mundo del diseño si se quedaba allí. Pero cuando murió su madre, un año después, su vida ya estaba inmersa de nuevo en la comunidad de Fairfield. Tenía la tienda de ropa y tenía a Joe. No había planeado ni lo uno ni lo otro.
—¿Has visto mis llaves? —grito Joe desde el pie de la escalera.
—Están encima del mostrador.
—Ah, sí ya las tengo. Nos vemos esta noche.
__(tn) oyó que abría la puerta y después la cerraba. Dejó un montón de ropa encima de la cama y se acercó a la ventana para mirarlo.
Faltaba una semana para que retrasaran una hora los relojes. Las mañanas serían un poco más claras, pero por el momento, reinaba la penumbra. Observó a Joe que caminaba entre las farolas que alumbraban la calle desierta, en dirección a su coche. El vaho de su aliento formó una especie de halo alrededor de su cabeza mientras abría la puerta. __(Tn) oyó el sonido del motor y un momento después, el coche se apartó de la acera y se dirigió al sur por la calle Jefferson.
Cuando perdió de vista los faros, se apartó de la ventana y se apretó la bata. Aún podía aspirar el aroma de Joe combinado con su loción de afeitado. Cerró los ojos durante un momento, recordando cómo habían hecho el amor la noche anterior. Cuando volvió a abrirlos, vio los números rojos luminosos del despertador eléctrico. Eran las seis en punto de la mañana.
No tenía sentido que volviera a la cama, por tentadora que le pareciera la perspectiva. En algo más de tres horas, Doreen Nash, su ayudante, entraría corriendo en la tienda, sin aliento como de costumbre y como de costumbre se disculparía por llegar tarde. __(tn) decidió, que si empezaba a trabajar inmediatamente, podría dedicar un par de horas ininterrumpidas al diseño.
Salió descalza del dormitorio y se dirigió a la cocina. Encendió la cafetera. Después caminó hasta su estudio, mirando por la barandilla del pasillo la tienda que ocupaba el piso inferior. Las figuras inmóviles, entre las sombras, flanqueaban su mesa de dibujo como un pequeño ejército. Sonrió al recordar la primera reacción que había tenido Joe al ver los maniquíes a medio vestir. Decía que le ponían la carne de gallina. La verdad era que no le extrañaba; con la tenue luz del amanecer, tenían un aspecto sobrecogedor.
Encendió la lámpara de la mesa. Los maniquíes concentraron en ella su mirada congelada. Se acercó a la mesa y se puso a buscar un lápiz entre los papeles.
Tuvo un día muy atareado. Pasó un par de horas dibujando y varias más encargándose de la tienda con Doreen. Después se fue a una comida de negocios y por fin, a la cita con el médico para la que tanto tiempo había esperado.

La campana de la iglesia que había entre las calles Young y Charles estaba tocando las cuatro cuando Joe aparcó delante de O'Neill Investigations y subió las escaleras que conducían a la oficina. Pasó junto a la recepcionista, saludándola apenas con un gesto y fue directamente al despacho de Aidan.
Aidan O'Neill estaba recostado en su silla, con los pies apoyados en el borde de la mesa. Se dedicaba a introducir un bolígrafo en la espiral del cable del teléfono mientras hablaba, con el auricular sujeto entre el hombro y la barbilla. Saludó a Joe con la mano y se echó hacia atrás el pelo rojizo.
—Sí, muy bien. ¿Y a qué hora sale el avión…? Ah, vale… Pero Kate, por favor, ¿sólo un día? ¿No podrías quedarte en casa un poco más de tiempo esta vez? De acuerdo, habla con tu jefe, a ver si lo consigues. Te llamaré esta noche… Sí yo también a ti. Hasta luego.
Aidan bajó los pies al suelo, suspiró frustrado y colgó el teléfono.
—¿Problemas en el paraíso? —preguntó Joe.
Aidan negó con la cabeza.
—No tenemos ningún problema, pero nunca está aquí. Si llamas paraíso a esto…
—¿Qué pasa esta vez?
—Tiene un juicio en Newburgh. Y cuando no está encerrada en los juzgados, se dedica a ir de un lado a otro, investigando a los testigos de cargo. Esto es ridículo. Entre su trabajo y el mío, últimamente nos vemos como mucho un fin de semana al mes. Pero sé que no has venido a oír mis penas, ¿qué pasa? No creo que hayas subido a saludar porque pasabas por aquí. Se dice que tu nuevo compañero y tú os estáis volviendo locos con el caso Morelli. Déjame adivinar, has venido a pedir opinión sobre el caso a un profesional, ¿es eso? ¿O es que me quieres contratar personalmente?
Joe dedicó una sonrisa cansada a su mejor amigo. Desde que había dejado la policía, un año atrás, Aidan había tenido mucho éxito con su agencia de detectives privados. También se volvía loco con muchos casos, pero aquello no impedía que restregara a Joe por las narices, siempre que podía, que por lo menos él tenía su propio horario y no el que le imponían en la comisaría.
—¿Avanzas algo? —preguntó Aidan.
—Si te refieres al caso Morelli, no.
—¿Y qué hay de Feeney? He oído que lo habéis encontrado muerto esta mañana, en el puerto.
—Obra de un asesino profesional. Sin duda, tiene algo que ver con lo de Morelli, pero no tenemos ninguna prueba que lo demuestre. Feeney sabía a quiénes tenía su jefe en nómina y es posible que el asesino de Morelli supusiera que más tarde o más temprano acabaría por hablar. Es una lástima que no se decidiera a hablar antes.
—¿Y qué pasa con tus contactos? No irás a decirme que no tienes a nadie dentro, ¿verdad?
—Feeney era mi contacto —le confesó Joe—. Habíamos quedado esta tarde.
Se puso a vagar por el despacho de Aidan, nervioso. Se detuvo en la ventana para contemplar un remolino de hojas caídas que recorría la acera.
Si no compartía con Aidan los detalles de la investigación, no era por falta de confianza. De hecho, habría preferido explicar todo a su antiguo compañero. Siempre trabajaban mejor cuando unían las dotes deductivas; formaban un buen equipo.
—Es posible que pueda hablar con otra persona —continuó Joe mientras miraba por la ventana—. Pero no lo sabré hasta mañana.
—Estás jugando con fuego, Joe —dijo Aidan, con una nota de advertencia en la voz.
Joe oyó que su amigo se levantaba, pero no se volvió hacia él.
—No tengo más remedio.
—¿Qué hay de Nick? ¿También había quedado con Feeney?
—No.
—¿No sabía nada de esto?
Joe volvió a negar con la cabeza, antes de volverse para mirar a Aidan.
—Vamos, John, no puedes hacer esto solo. Sé que es así como lo prefieres, pero tienes un compañero nuevo. Lo necesitas.
—En este caso pasa algo muy raro.
—¿Qué?
—No lo sé aún. Sólo sé que pasa algo.
Pero no se lo podía explicar a Aidan. Por mucho que le apeteciera, por mucho que deseara tener una segunda opinión, no se atrevía a explicar sus sospechas a su mejor amigo. Así sólo conseguiría poner en peligro su vida.
Frank Feeney sabía demasiado. Por eso había muerto.
—Probablemente no es nada —añadió al cabo de un rato—. Además, con un poco de suerte, es posible que mañana por la tarde lo haya resuelto todo.
Hacía cinco años que se conocían. El tiempo suficiente para que Aidan supiera cuándo llegaba el momento de dejar de presionar. Joe se alegró de que no insistiera.
Aun así, tenía razón. Estaba jugando con fuego. Pero no podía hacer otra cosa. Por lo poco que había conseguido sonsacar a Feeney era probable que un policía corrupto estuviera dificultando la investigación. Pero ahora ya no podría saber qué quería decirle Feeney ni sobre quién.
Hasta que no supiera nada más, no podía confiar en nadie; la experiencia se lo había demostrado. Antes de trasladarse de Nueva York a Fairfield, cinco años atrás, estaba seguro de tener un brillante futuro en la policía neoyorquina. Había pasado un par de años patrullando las mismas calles en las que se había criado y después, tres años más en la brigada de estupefacientes, hasta que por fin lo ascendieron a Homicidios. Fue entonces cuando empezaron todos los problemas.
Antes de que pasara dos años en la brigada, Joe había detectado la corrupción reinante entre sus compañeros y había cometido la estupidez de poner los hechos en conocimiento de Asuntos Internos. Al cabo de unos días le pidieron ayuda para la operación de limpieza general, pero al principio, fue él quien acabó con la reputación más emponzoñada que los inspectores a los que se había propuesto desenmascarar.
Las cosas se le habían salido de las manos. Cuando Joe intentó advertir a los compañeros que no tenían nada que ver, de que estaban a punto de falsear pruebas en su contra, Asuntos Internos le retiró el apoyo. Nadie volvería a confiar en él y los investigadores internos lo consideraban poco fiables. No tuvo más remedio que marcharse, de la policía y de Nueva York. Y no había vuelta atrás.
No quería que volviera a ocurrirle lo mismo. Había tardado cinco años en forjarse la impecable fama que tenía en Fairfield y no estaba a punto de perderla como le había ocurrido en Nueva York. No se precipitaría tanto como la primera vez; se aseguraría de tener pruebas irrefutables antes de acusar de corrupción a ningún policía. No se jugaba sólo la reputación; también se trataba de su trabajo. Y de su vida.
Atravesó el despacho y se apoyó en una esquina de la mesa de Aidan. No había ido a verlo para hablar del caso Morelli, ni de Feeney ni de sus sospechas de corrupción. Era algo mucho más personal.
Se llevó la mano a la cazadora de cuero y sacó la caja que se había guardado una hora atrás. Sus dedos temblaron ligeramente al tocar la superficie de terciopelo. Había tenido aquel anillo reservado en la joyería durante cuatro meses y durante cuatro meses había librado una terrible batalla con sus dudas. Ni siquiera sabía qué lo había impulsado, por fin, a pagar el resto del importe y llevarse el anillo.
Aquél era el motivo por el que había ido a ver a Aidan. Se sentía obligado a comentárselo antes. A fin de cuentas, había sido Aidan quien le había presentado a __(tn) un año atrás. Y había sido también él quien le había dado su número de teléfono, que no figuraba en la guía.
—¿Qué es eso? —preguntó Aidan al ver la caja.
Joe no dijo nada; abrió la tapa y le mostró el anillo de brillantes.
—¡No me lo puedo creer! ¡Joe Jonas ha comprado un anillo! Jamás pensé que llegaría este momento. ¿De verdad vas a proponérselo?
—Esta noche —contestó.
No pudo contener una sonrisa cuando imaginó la reacción de __(tn). Pero bajó la mirada al anillo y su expresión se tornó sombría.
—No pareces muy convencido.
Joe se encogió de hombros y miró a Aidan.
—Supongo que no lo estoy.
—Entonces, ¿cuál es el problema?
—Sigo preocupado por __(tn) ¿sabes?
—¿Por lo de ser la esposa de un policía?
—Sí, en parte. Cuando estudié en la academia nunca pensé que me vería obligado a elegir entre el matrimonio y la policía; sencillamente, la idea de casarme no se me pasaba por la cabeza. Cuando se es soltero y no hay que pensar en nadie… Recuerdo que veía a mis compañeros, que volvían a casa con sus maridos y mujeres al final del turno y…
—¿Y no has estado haciendo exactamente lo mismo desde que conociste a __(tn)?
Joe miró el anillo. Durante el año pasado, había corrido a la casa de __(tn) cuando terminaba su turno y había perdido la cuenta de la cantidad de veces que se escapaba un rato para verla.
—Supongo que sí. Pero el matrimonio es… demasiado. Quiero decir, cuando una persona se casa tiene que pensar en los demás.
—Te refieres a lo que sufriría ___(tn) si te mataran, ¿verdad? ¿Por qué no lo dices a las claras?
—Vi lo que pasó con mi madre. Una mañana, abrió la puerta y se encontró al compañero de mi padre en el porche. Después de aquello, nunca volvió a ser la misma.
Aún recordaba la expresión de su madre cuando le comunicaron la noticia del tiroteo en el que perdió la vida su marido. La vio palidecer y derrumbarse entre los brazos del agente. Él tenía catorce años y ya había decidido que quería ser policía como su padre. Aquello no lo hizo cambiar de opinión, sino que la reforzó. Quería continuar con el trabajo que había desempeñado su padre antes de que se lo arrebataran de forma tan prematura. Pero también se había propuesto no casarse nunca. No quería hacer pasar a nadie por lo que su madre había pasado.
—Sé lo duro que será para __(tn) —continuó Joe—. Se preocupa mucho. Continuamente. No lo dice, pero sé que siempre que llego tarde o ve algo en las noticias espera lo peor. Sé que eso la intranquiliza.
—Siempre puedes abandonar el cuerpo.
Joe empezó a negar con la cabeza, pero Aidan siguió hablando.
—El trabajo de detective privado no está tan mal y me vendría muy bien una persona con tu experiencia. Podríamos ser socios, si quieres. Lo único que tienes que hacer es decirme que sí y tu nombre estará en la placa de la fachada en cuanto puedan ponerlo.
—Lo siento, amigo, pero eso no va a pasar.
No era sólo por su padre; su abuelo también había sido policía y muy bueno. Por mucho que insistiera Aidan, el trabajo de detective privado no era lo mismo.
Esperaba que no llegase el día en el que tuviera que elegir entre __(tn) y la policía.
—Bueno, ¿cuál es la otra parte? —preguntó Aidan.
—¿Qué otra parte?
—Has dicho que la idea del matrimonio te preocupaba, en parte, porque significaría convertir a __(tn) en la esposa de un policía. ¿Qué más hay?
Joe pasó un dedo por el diamante, incapaz de apartar la mirada del objeto que podía señalar el principio de tanta felicidad y sin embargo representaba tantas dudas.
—Es el trabajo de __(tn) —contestó al fin.
—¿Qué pasa con su trabajo?
—Podría llegar a ser muy importante.
—Ya lo es.
—Quiero decir, verdaderamente importante. Como los grandes diseñadores. Desde luego, tiene el talento necesario.
—¿Qué tiene eso que ver con vuestro matrimonio?
—Nueva York.
—No te entiendo.
—Cuando nos conocimos me dijo que para llegar a ser alguien en el negocio de la moda tendría que volver a Manhattan. De hecho, era lo que estaba a punto de hacer. Ya tenía las cajas preparadas.
—Y tú no puedes volver a Nueva York por lo que te pasó con la policía de allí. ¿Es eso?
Joe asintió.
—Ya sabes lo que pasó allí, Aidan. Sabes que no puedo volver si quiero ser policía. En esa ciudad no me queda nada que buscar. Ni siquiera podría trabajar allí de detective privado, con mi fama.
—Entonces, ¿qué quieres decir? ¿Que __(tn) tendrá que elegir entre su trabajo y tú?
—Sí, más o menos. Incluso ahora la estoy reteniendo. Y si se casa conmigo, será como si firmara la sentencia de muerte de su futuro profesional.
—Creo que exageras.
—Pues yo creo que no.
—Bueno, en mi opinión, no puedes elegir.
—¿Cómo?
—Es el futuro de __(tn). Que sea ella quien decida.
Joe cerró la caja y se la volvió a guardar en el bolsillo. No debería haber comprado el anillo aquel día, ni nunca. Debería haber hecho caso a su cabeza y no a su corazón. Probablemente, __(tn) no le diría que no y tendrían que vivir con el hecho de que había renunciado al potencial de su trabajo por él.
—Entonces, ¿qué pasa con Kate y contigo?
—No sé, ¿qué pasa? ¿Quieres decir, si vamos a casarnos?
—En efecto. ¿Os vais a casar o no?
Aidan sonrió con amargura y sacudió la cabeza.
—¿Quién sabe? Si pudiéramos pasar juntos más de un fin de semana al mes, tal vez podría contestarte, pero francamente, no tengo ni idea. Lo que te aseguro es que nuestra relación no es tan especial como la de __(tn) y la tuya. De hecho, hay pocas relaciones tan especiales como la vuestra.

—__(tn) me vas a volver loco si no te sientas y te estás quieta. Ya llegará.
Aidan estaba sentado en el sofá, tomando una copa de vino.
—¿Por qué no tomas algo? —continuó—. Eso te ayudaría a tranquilizarte.
—Estoy muy tranquila. De verdad.
Sin embargo, Aidan se daba cuenta de que estaba muy nerviosa, aunque intentara disimularlo. Iba frenética de un lado a otro, con un mono marrón, probablemente uno de sus diseños, que realzaba su cuerpo alto y esbelto. Cuando se sentó al otro lado del sofá, dedicó a Aidan otra sonrisa inquieta. Él se sorprendió, como siempre, por su belleza.
Llevaba el pelo, negro y largo, recogido a un lado. Cuando inclinaba la cabeza mostraba la curva perfecta de su cuello. Una curva que cualquier hombre se volvería loco por besar.
__(tn) observó su mirada de admiración y volvió a sonreír, con una sonrisa que iluminaba sus grandes ojos marrones. Aidan sabía que nunca podría cansarse de mirarla.
Se preguntó si __(tn) se habría dado cuenta alguna vez de la fascinación que sentía por ella. Aunque era imposible que no lo hubiera notado. Prácticamente se habían criado juntos, porque era la mejor amiga de la hermana pequeña de Aidan. Desde que vio por primera vez a __(tn) Beaumont se enamoró de ella perdidamente. Supuso que ya se le pasaría, que era un capricho de juventud. Sin embargo, sólo habían pasado los años y la oportunidad.
Ahora eran adultos y nada menos que su antiguo compañero estaba a punto de pedir a aquella mujer que se casara con él. Hacía un año que se conocían. Y Aidan, que la conocía prácticamente de toda la vida, no se había atrevido nunca a pedirle que saliera con él.
Sin embargo, se alegraba por Joe y __(tn). A fin de cuentas, eran dos de las personas que mejor le caían, de modo que estaba bien que fueran felices juntos.
—No tardará en llegar —repitió, observando el nerviosismo creciente de __(tn).
Apuró su copa de vino y se arrepintió inmediatamente de haberlo hecho. La mujer se levantó de un salto, dispuesta a buscar la botella.
—¿Se sabe algo de ese robo? —preguntó, intentando distraerla.
__(tn) negó con la cabeza.
—Joe habló con los agentes que fueron a inspeccionar la tienda. Suponían que sólo eran un par de críos. Desde entonces, no ha vuelto a pasar nada.
Aidan asintió, mientras __(tN) volvía a llenarle la copa. Una semana atrás habían destrozado el escaparate de un comercio cercano, para robar. Cuando Joe se lo contó, Aidan se preguntó si sería el principio de otra oleada de robos en aquella zona.
Por lo menos ya no tendría que preocuparse tanto por __(tn). Ahora tenía a Joe. Un año atrás, cuando se dio la última oleada de robos, vivía sola, en el piso que ocupaba la parte superior, cuando entraron en su tienda. Al verla, los ladrones huyeron, pero cuando Aidan recibió la llamada y acudió, encontró a __(tn) muy impresionada.
Aquélla fue la primera vez que Joe y ella se vieron, de noche, rodeados de coches patrulla, mientras Aidan intentaba tranquilizarla. Más tarde, cuando ya se iban, Joe le preguntó por ella. Al principio, Aidan había intentado quitarle la idea de la cabeza, no tanto por celos como por proteger a __(tn).
A lo largo del tiempo que había compartido un coche de incógnito con Joe Jonas, Aidan había visto una larga sucesión de mujeres que pasaban por su vida. De modo que, al ver que se interesaba por __(tn) se propuso evitar que acabara con el corazón destrozado, como las demás.
Jamás habría imaginado que Johnny sería capaz de sentar la cabeza. Sin embargo, él mismo había visto el anillo, por la tarde.
Mientras miraba a __(tn) sentada en el sofá, esforzándose por aparentar calma, decidió que no debería haberse sorprendido. Si existía una mujer capaz de hacer que un hombre como Johnny pensara en el compromiso, era ella.
__(tn) observó que Aidan miraba de reojo el reloj de pared. Siguió su mirada. Eran las siete de la tarde.
—Normalmente llama por teléfono cuando se retrasa. Lo siento.
—No tienes por qué disculparte y mucho menos conmigo. Sé cómo es ese trabajo. Probablemente lo han entretenido en algún sitio, eso es todo. Si no llega pronto, llamará. No te preocupes.
—No estoy preocupada —mintió.
Se preguntó si su sonrisa revelaría la ansiedad que sentía en realidad. Bebió otro trago de soda, deseando que fuera vino. Pero no podía beber. No después del reconocimiento médico anual al que se había sometido aquella tarde.
Había comentado al médico que se le había retrasado la menstruación. Sólo unos días y lo atribuía a la tensión del desfile que preparaba. Pero cuando el doctor Williams etiquetó la sangre para el análisis, puso «Prueba de embarazo».
Cada vez que pensaba que pronto tendría los resultados sentía una punzada de aprensión. Joe y ella no habían hablado nunca del matrimonio y mucho menos, de los hijos. Era uno de aquellos temas que ninguno de los dos tocaba por miedo a que el otro tuviera deseos opuestos.
Además, aunque los dos quisieran tener hijos en el futuro, ella, desde luego, no se había planteado la posibilidad de tenerlos ahora, cuando los dos estaban volcados en el trabajo y cuando empezaba a despuntar en el mundo de la moda. Sobre todo, no quería tener hijos mientras Joe siguiera en la policía.
Se levantó de nuevo. No podía estar quieta, hasta que oyera a Joe atravesar la puerta y llamarla. Se puso de nuevo a pasear de un lado a otro. Podía ver por la ventana que el cielo se iba oscureciendo. En cualquier momento, el coche de Joe aparecería en la calle y lo vería atravesar la acera mojada. Oiría sus pasos por la escalera y con su sonrisa contagiosa, se disculparía por haber vuelto a retrasarse.
Cuando el sonido del teléfono rompió el silencio, __(tn) dio un salto. Se apartó de la ventana y corrió a contestar.
—Hola, soy yo.
Se tranquilizó al oír la voz de Joe. De fondo se oía el sonido de los coches, otras voces y sirenas de policía.
—Lo siento —continuó—. Quería llamarte antes, pero teníamos mucho lío.
—¿Dónde estás?
—En la esquina de First y Carnegie —dijo, levantando la voz para hacerse oír sobre el bullicio—. Hemos tenido un atraco a mano armada.
Aidan estaba junto a ella. La miró, con una sonrisa en el rostro ligeramente pecoso. Sus ojos azules parecían interrogarla.
—Está en la esquina de First y Carnegie —le susurró, tapando el auricular.
—Escucha, __(tn) —decía Joe—. Estoy muy cerca de casa y ya estamos terminando. Iré directamente. ¿Sigue Aidan ahí?
—Sí, aquí está. Te esperamos.
—Muy bien. No tardaré mucho, te lo prometo.
Alguien gritó y se oyó el sonido de unos neumáticos que chirriaban contra el asfalto mojado.
—Te amo, __(tn) —añadió.
—Y yo a ti —susurró, rozando el teléfono con los labios, como si pudiera sentir su boca—. Te esperamos.
Pero un tiroteo interrumpió sus palabras. A continuación se oyeron varias voces, frenéticas y un golpe seco. __(tn) supuso que era el sonido del teléfono móvil que golpeaba el asfalto.
Después se oyó otro tiro.


Aca les dejo el primer capitulo.... espero que les guste.... besos y muchisimas gracias por comentar

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MensajeTema: Re: Al Borde Del Riesgo(Joe&Tu)[HOT]   Al Borde Del Riesgo(Joe&Tu)[HOT] Icon_minitimeJulio 17th 2011, 20:39

nueva lectora Smile
uuuuff demasiado bueno .____. waaaa qe intriga hahahaha o.o se ve qe va a estar demasiado buena!
siguela pronto Very Happy
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MensajeTema: Re: Al Borde Del Riesgo(Joe&Tu)[HOT]   Al Borde Del Riesgo(Joe&Tu)[HOT] Icon_minitimeJulio 17th 2011, 20:48

nasgdangerJONAS escribió:
nueva lectora Smile
uuuuff demasiado bueno .____. waaaa qe intriga hahahaha o.o se ve qe va a estar demasiado buena!
siguela pronto Very Happy

Bienvenidaa♥
Me Alegra mucho que te guste
Mañana subo (:
gracias x comentar!
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MensajeTema: Re: Al Borde Del Riesgo(Joe&Tu)[HOT]   Al Borde Del Riesgo(Joe&Tu)[HOT] Icon_minitimeJulio 19th 2011, 19:49

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MensajeTema: Re: Al Borde Del Riesgo(Joe&Tu)[HOT]   Al Borde Del Riesgo(Joe&Tu)[HOT] Icon_minitimeJulio 19th 2011, 20:40

bienvenida mañana subo
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MensajeTema: Re: Al Borde Del Riesgo(Joe&Tu)[HOT]   Al Borde Del Riesgo(Joe&Tu)[HOT] Icon_minitimeJulio 20th 2011, 08:29

Lo prometido es Deuda aqui les traigo otro Cap♥ Espero les guste y comenten muxooo♥
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MensajeTema: Re: Al Borde Del Riesgo(Joe&Tu)[HOT]   Al Borde Del Riesgo(Joe&Tu)[HOT] Icon_minitimeJulio 20th 2011, 08:30

Aca les dejo un cap mas... espero que les guste y comenten... besossss

Capítulo 2

—¿Joe?
El corazón de __(tn) se detuvo cuando sonó el segundo disparo. Se sujetó al respaldo del sofá para no caerse; tenía la impresión de que todo daba vueltas.
Cerró los ojos, sólo durante un instante, pero fue suficiente para imaginar la escena al otro lado de la línea: el coche de Joe atravesado en la calle, junto con varios coches patrulla, con las luces de la sirena encendidas, mientras los agentes corrían de un lado a otro; el teléfono móvil en la calle mojada y por último, Joe en un charco de sangre, sin haber llegado a desenfundar la pistola.
—¿Joe? ¿Estás ahí? ¡Joe!
Sólo podía oír gritos frenéticos y el chirrido de las ruedas contra el asfalto.
—¿Qué pasa, __(tn)? —le preguntó Aidan, con calma.
—¡Joe! —gritó desesperada al auricular—. ¡Contéstame, Joe por favor!
—__(tn)… —Aidan le puso la mano en el hombro para tranquilizarla—. Pásame el teléfono, por favor.
—¡Joe! —volvió a gritar, cada vez más aterrorizada.
Aidan la tomó del hombro con fuerza y la obligó a volverse para mirarlo.
—Dame el teléfono —insistió.
Entonces, una voz se alzó sobre las demás, cerca del teléfono.
—Necesitamos ayuda —gritaba alguien—. Llamad a una ambulancia. Ha caído un agente. Ha caído un agente.
__(tn) sintió una punzada en el estómago y la casa se puso a dar vueltas. A Aidan le resultó muy fácil hacerse con el teléfono; prácticamente, se desprendió de los dedos inertes de __(tn) cuando fue a tomarlo.
—¿Hay alguien ahí? ¿Me oyen? —gritó—. Soy Aidan O'Neill. ¿Pueden oírme?
__(tn) captó el miedo de su voz y vio que sus nudillos se tensaban alrededor del auricular. Temblando, se dejó caer en el sofá y se abrazó fuertemente.
—¿Qué has oído, __(tn)? ¿Qué es lo que has oído?
—Que ha… Que ha caído un agente.
—¿Joe?
—No lo sé.
Cuando vio que iba a colgar el teléfono, __(tn) se levantó de un salto, intentando detenerlo. No podían colgar; no podían romper el único vínculo que los unía con Joe.
—Se ha cortado —explicó Aidan—. Lo siento.
__(tn) miró a su amigo, pero sólo podía ver a Joe tendido en el asfalto mojado.
—Escucha, __(tn) mantén la calma. No estamos seguros de nada.
—Estaba hablando conmigo por teléfono. Oí el disparo. Dos disparos. Después, estoy segura de que se le ha caído el teléfono. Y he oído que gritaban que ha caído un agente.
—Pero eso no significa que se trate de Joe. Escúchame —le dio una ligera sacudida, para que volviera en sí—. Tranquilízate. Voy a llamar a la comisaría, a ver si averiguo qué ha pasado.
__(tn) contempló a Aidan, mientras marcaba el número. Se dio cuenta de que le temblaban los dedos.
Estaba segura de que pasaría algo así. Lo había sabido desde el principio. Desde el momento en que conoció a Joe comprendió el peligro. Debería haber escuchado a la voz que le decía, cada vez que Joe se retrasaba, que había ocurrido algo horrible; debería haber prestado atención al miedo que la atenazaba cada vez que oía el teléfono o el timbre de la puerta.
Pero no; estaba convencida de que podía vivir con aquellos miedos, como si desaparecieran al hacerles caso omiso. En parte, estaba verdaderamente convencida de que aquello no ocurriría nunca, de que jamás le arrebatarían a Joe.
—Hola, ¿quién eres? —preguntaba Aidan, por teléfono—. Ah, hola, kevin soy Aidan O'Neill. ¿Ha caído un agente en la esquina de Carnegie y First? ¿Qué está pasando allí? ¿Sabes quién…? Ah… Bueno, ¿quién…? Sí… No… Lo entiendo, pero…
__(tn) estaba segura de que era Joe. Se apartó del sofá. Habían pegado un tiro a Joe. No podía quedarse allí.
El lugar de los hechos estaba a cinco minutos; diez como mucho.
Ahora se oían sirenas a lo lejos. Debía ser la ambulancia.
Cruzó el salón y tomó el abrigo, mientras Aidan seguía hablando por teléfono.
—Sí, Kevin lo entiendo. Es que Joe estaba allí… Sí, estaba hablando con __(tn) cuando sonaron los disparos y… Sí, exactamente… Bueno, escucha, llámanos en cuanto sepas algo, ¿de acuerdo…? Sí, estoy en casa de Joe.
__(tn) tomó de la mesita las llaves del coche y corrió hacia la escalera. Su corazón latía a toda velocidad, mientras intentaba idear el camino más corto. Imaginaba que cuando girase, vería los coches patrulla y la ambulancia.
A medida que bajaba por la escalera, el sonido de la sirena se hacía más fuerte. No había oído a Aidan colgar el teléfono ni bajar, pero cuando alcanzó la puerta, vio que iba tras ella.
—Espera, __(tn) —dijo, sujetándola—. ¡__(tn)! Nos llamarán en cuanto sepan algo.
—Tengo que ir con él —contestó, apretando las llaves con fuerza.
—Ni siquiera sabemos si ha sido él. Escúchame.
Pero __(tn) ya se había escabullido y estaba abriendo la cerradura. Volvió a sujetarla.
—¡Escúchame, __(tn) por favor! Te estás comportando de forma irracional.
—¿Irracional? —se volvió para mirarlo—. ¿Irracional? No has oído lo que yo. Le han pegado un tiro y no me voy a quedar cruzada de brazos mientras…
Se daba cuenta de que Aidan estaba tan asustado como ella. Estaba tan pálido que las pecas contrastaban enormemente contra su piel.
—No puedes salir, __(tn). No sabemos si ha sido él. No lo sabemos.
Fue soltándola lentamente, como si no supiera muy bien si debía confiar en que se quedaría donde estaba. Pero cuando por fin le apartó las manos de los brazos, lo único que hizo __(tn) fue dejar escapar todo el aire de los pulmones. Aidan estaba seguro de que si hubiera seguido sujetándola se habría echado a llorar.
—Tenemos que esperar —le dijo—. Nos van a llamar de la comisaría de un momento a otro.

Había un montón de sangre. Claro que, como el forense confirmaría más adelante, el disparo procedía de un arma de gran calibre. La herida era mortal.
No sabían de dónde había salido el disparo. Ya estaban preparándose para irse. En teoría ya estaban a salvo.
Nadie se había dado cuenta de que el hombre al que habían detenido cuando intentaba atracar una tienda de licores tenía un cómplice que había subido al tejado cuando oyó las primeras sirenas. En un último esfuerzo por rescatar a su amigo, había empezado a disparar.
Joe era la persona que estaba más cerca de Seth Cushing cuando el joven agente recibió el balazo en el pecho.
Mientras los policías perseguían al asesino, Joe dejó caer el teléfono y corrió junto a Cushing, para apretarle la herida. Sentía en las manos que su pulso era cada vez más débil.
—Vamos, Seth, puedes salir adelante —le rogó—. Tienes que quedarte conmigo, ¿me oyes?
El joven asintió débilmente, con el rostro contraído por el dolor.
—Tienes que salir adelante —insistió Joe—. Por Susan. Por las niñas. Te necesitan, Seth. ¡Aguanta!
Pero sabía que no iba a sobrevivir.
—No te preocupes —le dijo cuando se dio cuenta de que su siguiente respiración podía ser la última—. Capturaremos al canalla que ha hecho esto. Yo lo capturaré. Y cuidaremos de Susan.
El agente Seth Cushing murió antes de que llegara la ambulancia. A pesar de todo, los enfermeros se esforzaron por revivirlo antes de colocar su cadáver en una camilla e introducirlo en la ambulancia.
—Oh, no —dijo Nick da Costa, junto a Joe—. No es posible.
Un enfermero entregó a Joe una toalla para que se limpiara la sangre de las manos. Mientras, los celadores cerraban las puertas.
—¿Tenéis al tipo que ha disparado? —preguntó a su compañero.
Nick negó con la cabeza, mirando el tejado con los ojos entrecerrados.
—Nada. Van a venir más hombres para inspeccionar la zona, a ver si alguien ha visto algo.
Joe observó que Nick estaba más pálido que de costumbre. No le extrañaba, teniendo en cuenta lo que acababa de ocurrir. Pero en realidad ya había observado su tensión antes, sobre todo por la mañana, cuando llegó al puerto y lo encontró agotado, en la escena del asesinato de Feeney. Tal vez fuera por el exceso de trabajo.
—Sé lo que piensas, Joe —dijo Nick, rompiendo el silencio.
Joe bajó la vista a la toalla manchada de sangre y no dijo nada.
—Yo también quiero encontrar a ese tipo —continuó Nick—. Pero con los asesinatos de Morelli y Feeney yo no contaría con que el capitán nos deje trabajar en este caso. Ya tenemos demasiado entre manos.
Joe asintió. Nick tenía razón; con el caso Morelli tenían más que de sobra. No era probable que el capitán Barnes les permitiera investigar aquel tiroteo; sin embargo, lo intentaría. No era muy amigo de Seth Cushing. Había charlado a veces con él en la comisaría y lo había visto en un par de fiestas de la policía con Susan, su mujer y con sus dos hijas. Tres semanas atrás, Cushing había sido uno de los agentes que acudieron a la llamada cuando murió Morelli. Pero daba igual que no lo conociera muy bien; era un buen policía y su muerte representaba una gran pérdida para todos.
Danny Ogden, el compañero de Cushing, se acercó lentamente cuando partió la ambulancia. Tenía el uniforme mojado por la lluvia y su pelo rubio se le pegaba a la cabeza. Llevaba la gorra en la mano.
—Gracias, Joe —murmuró—. Sé que has hecho todo lo que has podido.
—¿Estás en condiciones de hablar con la mujer de Seth?
El compañero de Cushing no contestó; tenía la vista clavada en la toalla que llevaba Joe en la mano.
—¿Danny? —insistió—. ¿Quieres que hable yo con su mujer?
—No, no, muchas gracias —se aclaró la garganta—. Era mi compañero. En fin, tengo que irme para estar con Susan.
Los policías siempre cuidaban de la familia de sus compañeros. La mujer y las hijas de Seth Cushing iban a sufrir un duro golpe y Danny Ogden tenía la responsabilidad de estar a su lado, para hacer que el trago les resultara lo más llevadero posible. Joe vio en la expresión decidida del joven que iba a cumplir con su deber, por duro que le resultara.
—Lo siento mucho, Danny —dijo llevándole una mano al hombro.
Cuando vio sus ojos, llenos de dolor, se dio cuenta de que Ogden no olvidaría nunca aquel día. Nunca olvidaría a su primer compañero, ni olvidaría la expresión de Susan Cushing cuando se enterase de que su marido había muerto.
—Sí, yo también lo siento —contestó Danny al fin, volviéndose para marcharse.
Así sucedían las cosas normalmente. En un instante. Una bala de un ladrón de poca monta y todo había terminado. Una familia quedaba destrozada.
Joe sabía que él podía haber recibido el disparo. Estaba muy cerca de Cushing cuando ocurrió; la bala podría haber alcanzado su pecho y él sería quien estaría en la parte trasera de la ambulancia en aquel momento. Y entonces habría tenido que ser Nick y no Danny Ogden, quien fuera a anunciar la mala noticia. Sería __(tn) quien oyera que no había sufrido, que había muerto casi en el acto.
—¡Oh, Dios mío! ¡__(tn)!
Corrió hacia su coche y empezó a buscar el teléfono móvil por el suelo.
—¿Qué pasa? —le preguntó Nick—. ¿Qué buscas?
—Tengo que llamar a __(tn).
Cuando encontró el aparato, marcó el número, frenético.
Aidan contestó en el acto.
—Aidan…
—Por favor, Joe, ¿qué demonios pasa ahí? __(tn) estaba muerta de miedo.
—Estoy bien. Pásamela, por favor.
Se apoyó en el coche y observó a sus compañeros, que empezaban a retirarse. Mientras esperaba, sabía que Aidan intentaba convencer a ___(tn) para que se pusiera.
Casi podía verle la cara. Su frente, normalmente lisa, estaría marcada por surcos de preocupación y sus ojos brillarían más que de costumbre, a causa del miedo. Le había dado un susto de muerte. No le extrañaría que ni siquiera se pusiera al teléfono. Cuando por fin lo hizo, su saludo fue casi inaudible.
—¿__(tn)?
—Estoy aquí.
—Lo siento mucho, __(tn). No quería asustarte.
No hubo respuesta.
—¿__(tn)? Escucha, estoy bien. Hemos… perdido a un compañero esta noche. ¿Estás bien?
Seguía sin contestar.
—No me ha pasado nada —continuó Joe—. Siento no haberte llamado inmediatamente, pero no he podido. Siguen buscando al asesino. No sabíamos que fueran dos y…
—Creía que te habían pegado un tiro, Joe —interrumpió __(Tn).
Su voz sonaba temblorosa, como si hubiera estado llorando. Aunque, conociéndola y sabiendo lo mucho que se esforzaba por mantener su fachada invulnerable, estaba seguro de que había estado conteniendo las lágrimas durante demasiado tiempo.
Y lo había llamado Joe. No recordaba que se hubiera dirigido nunca a él por aquel nombre.
—Lo siento. Voy a casa. Estaré ahí en diez minutos.
Siguió sin recibir respuesta.
—Lo siento —añadió.
__(tn) no colgó el teléfono inmediatamente.
Durante la espera, Joe la imaginó escuchando su respiración, como si no acabara de creer que estaba sano y salvo. Al final oyó que colgaba. Cerró la tapa del móvil antes de tirarlo al asiento del acompañante de su coche y se pasó la mano por el pelo.
—¿Creía que eras tú? —preguntó Nick.
—Sí. Estaba hablando con ella cuando sonaron los disparos.
—Oh, no.
Pero Joe no esperaba que Nick comprendiera realmente lo que aquello había significado para __(tn). Era soltero y no había nadie en su vida; sólo tenía aventuras pasajeras, que a veces comentaba cuando iban en el coche. Él mismo era igual poco tiempo atrás, antes de conocer a __(tn) Beaumont.
—Lo superará. Es fuerte.
—Sí.
Sin embargo, Joe sabía que no era tan fuerte como se esforzaba por aparentar. Se metió la mano en el bolsillo y rozó la caja de la joyería. Había visto el miedo en la cara de __(tn) demasiadas veces, a pesar de su dura fachada. Y aquella noche lo había oído en su voz.
No era demasiado tarde. No le había pedido que se casara con él. Aún podía devolver el anillo y pedir a Aidan que guardara el secreto. __(tn) no tenía por qué llegar a saberlo.
Al principio le resultaría muy duro estar lejos de ella. Sería duro para los dos. Pero a la larga, era lo mejor. Con el tiempo, __(tn) conocería a otra persona. Era inevitable, dada su belleza, su encanto y su pasión. Encontraría un hombre que le pudiera ofrecer estabilidad, una vida segura e hijos.
Tal vez algún día comprendiera que había hecho bien en dejarla, que estaba mejor sin él, sin la preocupación y el riesgo que entrañaba el ser la esposa de un policía.

Aidan vio que las manos de __(tn) temblaban cuando colgó el teléfono. Se apartó de él inmediatamente; sin duda, no quería que se notara el miedo que había pasado.
Se sentó en el sofá, pero no le resultó fácil fingirse tranquila. Al cabo de un momento se había levantado de nuevo y volvía a caminar de un lado a otro, hasta que se detuvo frente a la barra que separaba la cocina del salón.
—Siento lo de la cena —dijo al fin, disculpándose con una sonrisa.
Era evidente que nadie iba a probar aquella noche el pollo que había preparado.
—No te preocupes. Ya me invitaréis otro día.
__(tn) asintió, se cruzó de brazos y se apoyó en la encimera. Volvió a suspirar.
—¿Puedo dejarte sola? —susurró Aidan.
Le habría gustado poder consolarla. No le gustaba verla tan frágil. Siempre pensaba que no merecía aquello.
—Estoy bien. De verdad —sonrió, incómoda—. Y siento haber tenido esa reacción. Tenías razón. No debería haberme apresurado a suponer que había ocurrido lo peor.
—Es comprensible.
Se hizo otro largo silencio. __(tn) bajó la vista y se puso a dar vueltas a un anillo de plata. Aidan pensó que Joe iba a pedirle aquella noche que se casara con él, e imaginó el anillo de oro con el brillante en el mismo dedo. No pudo olvidar preguntarse si la proposición, como la cena que se estaba preparando en el horno, también se pospondría.
—¿Crees que lo dejará alguna vez? —preguntó __(tn).
Aidan no sabía si lo que lo sorprendió más fue la pregunta directa o el tono neutro con que la planteó. Cuando __(tn) lo miró, sus ojos parecían estar rogándole, como si lo considerase la única persona capaz de convencer a Joe para que abandonara la policía.
Aidan suspiró y sacudió la cabeza.
—No lo sé.
No serviría de nada que le dijera que dudaba que Joe fuera a dejar aquel trabajo aquella vez, ni que le recordase que su padre y su abuelo se habían dedicado a lo mismo.
Le gustaría poder decirle algo más, poder aplacar sus temores. Pero aunque hubiera sabido qué decirle, no habría tenido la oportunidad. Porque en aquel momento oyeron que se abría la puerta.
__(tn) se quedó inmóvil.
Cuando oyó las pisadas de Joe en las escaleras y después en el suelo de madera del primer piso, no reaccionó. Ni siquiera hizo nada cuando Joe apareció en el salón, con el pelo y la ropa empapados.
No sólo no era capaz de acudir junto a Joe sino que, en cuanto él la miró, apartó la mirada. Le bastaba con mirarlo para sentir náuseas.
En su mente, le habían pegado un tiro. En cuanto oyó el primer disparo, sintió su pérdida. Aidan había intentado convencerla de que presuponía demasiado, e incluso le había dicho que su conducta era irracional. Tal vez fuera cierto, pero seguía sintiendo un aterrador vacío en su vida.
Tragó saliva, conteniendo las lágrimas de alivio y cólera.
—He venido en cuanto he podido —dijo Joe.
__(tn) hizo acopio de valor y lo miró. Tenía los vaqueros mojados, igual que la parte delantera del jersey. Las gotas de lluvia hacían brillar su cazadora de cuero. Una esquina de la chaqueta se había quedado enganchada a la cartuchera.
__(tn) miró la pistola y luego su cara. Sólo era capaz de asentir, como si se hubiera quedado sin habla.
Joe dio un paso hacia ella, con la esperanza de cruzar el abismo que se había abierto, pero ella negó con la cabeza y levantó una mano. Empezó a retirarse a la cocina, rodeando la barra.
No podía permitir que Joe la tocara. Sabía que se desmoronaría.
Él parecía entenderla. Apretó los labios y asintió levemente antes de volverse hacia su amigo.
—Siento todo esto.
—No pasa nada.
Se hizo el silencio entre los dos hombres y __(tn) entendió que Aidan quería preguntar a Joe por el tiroteo. Pero no se atrevía, con ella delante, después de ver lo alterada que estaba.
La tensión era palpable. Aidan miró primero a uno y después a otro.
—Bueno, me voy. Se está haciendo tarde.
Joe asintió y se volvió para acompañar a su amigo a la puerta. Cuando Aidan se marchó, __(tn) intentó despedirse de él con una sonrisa.
Oyó que bajaban las escaleras y atravesaban la tienda en dirección a la puerta. Oyó sus murmullos, aunque no podía distinguir las palabras. Estaba segura de que Aidan estaba preguntando por el agente muerto.
Se aferró a la esquina de la encimera. La habitación había empezado a girar de nuevo. Tenía que olvidar lo sucedido; a fin de cuentas, a Joe no le había pasado nada. Pero había estado muy cerca.
Debería sentirse feliz al haber comprobado que seguía vivo. Se debería haber sentido inmensamente aliviada en cuanto se enteró y debería haber corrido a sus brazos en cuanto lo vio aparecer. Pero lo único que sentía era el terrible vacío que se había apoderado de ella cuando oyó los disparos por teléfono. Incluso ahora que Joe estaba en casa y podía oír su voz, el vacío seguía allí, recordándole lo que podría haber pasado, lo que había estado a punto de pasar.


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MensajeTema: Re: Al Borde Del Riesgo(Joe&Tu)[HOT]   Al Borde Del Riesgo(Joe&Tu)[HOT] Icon_minitimeJulio 25th 2011, 17:26

hay diosito santo!
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por favor! dios me muero si le hubiera pasado
algo a Joe TT____TT
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MensajeTema: Re: Al Borde Del Riesgo(Joe&Tu)[HOT]   Al Borde Del Riesgo(Joe&Tu)[HOT] Icon_minitimeJulio 26th 2011, 11:17


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Capítulo 3


—¿Quién ha sido? —preguntó Aidan cuando se detuvieron en la puerta abierta de la tienda.
Joe se quedó mirando la lluvia que caía sobre la calle tranquila, iluminada por la farola.
—Seth Cushing.
—Creo que no lo conozco.
—Era un buen policía.
—¿Casado?
Joe asintió.
—Con dos hijas.
—Oh, no —dijo Aidan, cerrando los ojos.
—Yo estaba a su lado. A menos de un metro de él. Podrían haberme dado a mí.
—No pienses en ello.
Joe dejó escapar el aire de los pulmones.
—Sí, tienes razón. Gracias por haber estado aquí esta tarde y por haberte quedado con __(tn).
—Estaba muy asustada.
Joe asintió.
—Creo que nunca la había visto tan alterada —añadió Aidan.
—Ya lo sé.
Joe reconocía la preocupación de la voz de su amigo. Sabía que podía contar con que Aidan estuviera junto a __(tn) si él no podía.
Como aquel día.
—Gracias otra vez —añadió.
Pero no era necesario que expresara su gratitud. Su amigo lo entendía perfectamente.
—Habla con ella, Joe. Se le pasará, pero tienes que hablar con ella.
—Sí.
Se metió las manos en los bolsillos de la cazadora, pero volvió a sacarlas al tocar la caja de terciopelo.
—¿Estarás en tu oficina mañana por la tarde? —continuó.
—Sí, claro.
—Quiero decir a última hora. Sobre las cinco y media o las seis. Tengo que hablar contigo. Es posible que necesite tu ayuda.
—¿Qué pasa?
—Ya te lo diré mañana. Ahora no tengo tiempo. Tengo que volver con __(tn).
—Sí, claro. Hasta mañana.
—Gracias.
Joe cerró la puerta y miró a su alrededor. En la tienda, los maniquíes acechaban como fantasmas entre las sombras. Parecía que lo observaban. O que lo juzgaban, pensó.
Volvió a tocar la caja. Aidan tenía razón; __(tn) no había estado nunca tan asustada, por lo menos desde que él la conocía. Antes de que entrara en su vida, su mundo era estable y seguro. Además, sabía perfectamente qué era lo que quería y se había propuesto alcanzarlo.
Pero ahora, aunque su dedicación al trabajo no había disminuido, algunos de sus sueños habían quedado abandonados. Antes, cuando empezaban a conocerse, ella hablaba de volver a Nueva York. Sin embargo, hacía mucho tiempo que no lo mencionaba. No era que estuviera satisfecha en Fairfield; era que, por él, estaba dispuesta a renunciar a sus aspiraciones.
Volvió a pasar la mano por la caja. Después de lo que había pasado aquella noche, el sacrificio de __(tn) no parecía merecer la vida que él podía ofrecerle.
Respiró profundamente y se dirigió a la escalera.
La encontró en el extremo del salón, de espaldas, mirando por la ventana. Tenía los brazos cruzados y todo su cuerpo estaba muy recto.
Joe se quitó la chaqueta mojada y se acercó a ella. Cuando le puso las manos en los hombros, sintió que se tensaba.
—¿__(tn)?
No hubo respuesta.
Le apartó el pelo y bajó la boca a su nuca, para besarla. __(Tn) se estremeció y se relajó ligeramente. Volvió a besarla, inhalando su aroma embriagador. La rodeó con los brazos y la atrajo hacia sí.
—Lo siento mucho, amor mío.
__(tn) no contestó. Al cabo de un momento, subió la mano para tocar la de Joe. Le temblaban los dedos.
—Lo último que pretendía era asustarte —continuó él.
—Ya lo sé.
—Es que cuando oí los disparos… Fue instintivo. Un policía ha muerto esta noche.
—Ya lo sé —repitió __(tn).
Se abrazaron en silencio durante largo rato. Era maravilloso estar entre los brazos de la mujer amada, como si nada más tuviera importancia. Podría estar así con ella toda la vida y olvidar que existía el resto del mundo. Para él, sólo estaba __(tn).
En aquel momento no entendía cómo podía no pedirle que se casara con él, cómo podía pensar en abandonar a la única persona a la que amaba tanto que casi sentía dolor físico cuando estaba apartado de ella. No soportaba la idea de volverle la espalda y desaparecer de su vida, de no volver nunca a oír su risa ni a ver si sonrisa, ni a aspirar su dulce aroma y sentir la electricidad que recorría su cuerpo cuando la tocaba. Sin ella estaría perdido.
No podía abandonarla.

Sabía que era un egoísta. Debería tener la fuerza necesaria para apartarse. Sabía que __(tn) estaría mejor sin él. Pero no era tan fácil. Sin __(tn) su vida no tendría sentido.
Además, no era una decisión que pudiera tomar por los dos. No era suficientemente fuerte. Aidan tenía razón; tendría que ser ella quien decidiera si podía vivir o no en la incertidumbre constante.

No podía abandonarla.
Sabía que era un egoísta. Debería tener la fuerza necesaria para apartarse. Sabía que __(Tn) estaría mejor sin él. Pero no era tan fácil. Sin ___(tn) su vida no tendría sentido.
Además, no era una decisión que pudiera tomar por los dos. No era suficientemente fuerte. Aidan tenía razón; tendría que ser ella quien decidiera si podía vivir o no en la incertidumbre constante.
—Creía que eras tú, Joe —dijo al fin—. Creía que te habían matado.
—Ya lo sé.
—Podrías haber sido tú.
—Pero no he sido yo.
Volvió a llevarle las manos a los hombros y la volvió para mirarla. Sus ojos estaban más oscuros que de costumbre, brillantes por las lágrimas que no habían derramado. Joe se dio cuenta de que nunca la había visto llorar.
—No he sido yo —repitió, levantándole la barbilla—. Estoy aquí. Contigo.
—Prométeme que tendrás cuidado. Que no permitirás que nada…
—Te lo prometo —contestó, acariciándole la cara—. Te prometo que pase lo que pase, siempre estaré aquí. Contigo.
Necesitaba estar con ella aquella noche.
Cuando bajó la cabeza para besarla, __(Tn) le llevó una mano a la mejilla. Estaba temblando. Al principio la besó con suavidad, dejándole tiempo para absorber la carga emocional. Pero cuando el beso se hizo más intenso, oyó su leve gemido.
___(tn) seguía conteniendo las lágrimas.
Joe notaba el temblor de todo su cuerpo. Era como su primer beso.
Jamás olvidaría aquel beso, con la piel de __(Tn) iluminada por el tenue resplandor de una farola. Habían estado cenando en un restaurante italiano. Charlaron sobre sus respectivos trabajos y __(Tn) estuvo comentando que un día volvería a Nueva York y conseguiría labrarse un nombre en la industria de la moda.
No hizo falta que le dijera que no tenía intención de iniciar una relación en aquel momento, ni que no se consideraba capaz de hacer sitio en su vida para nadie; Joe se había dado cuenta al instante. __(Tn) vivía para su trabajo. Sin embargo, cuando se besaron por primera vez, sólo dudó durante un instante antes de dejarse llevar por el deseo.
Aquella noche durmieron juntos por primera vez. Los dos se dieron cuenta de que estaban destinados a estar juntos; no tenía sentido prolongar lo inevitable. La pasión que los unía era demasiado fuerte para intentar resistirse.
Ahora, mientras los dedos de __(tn) se entrelazaban en su pelo, la pasión era la acostumbrada. Lo devoraba con avidez casi desesperada. Lo atrajo hacia sí, como si necesitara tocar todas las partes de su cuerpo, consumirse en su amor, para creer que estaba vivo y junto a ella.
Seguía temblando. Mientras seguían besándose enfebrecidos, Joe oyó que gemía. Se preguntó si estaría llorando.
Se apartó de ella lo suficiente para verle la cara y le quitó un mechón de pelo de la frente. Después la sujetó por la barbilla, para mirarla.
—¿__(tn)?
—Estoy bien —contestó con voz temblorosa.
Siguió mirándola a los ojos, sin apartarle la mano de la barbilla, mientras sacaba de la chaqueta la caja de terciopelo.
—Sé que éste es el peor momento posible —le dijo—, pero he estado planeando esto durante todo el día. Bueno, en realidad, durante todo el año.
No entendía por qué le resultaba tan difícil. Había ensayado mil veces lo que pensaba decirle. Tal vez fuera por lo que había ocurrido por la tarde, porque por fin entendía qué clase de vida era la que podía ofrecerle.
—Joe…
—Te amo. Más que a nada en el mundo. Tanto que no puedo encontrar las palabras para expresarlo. Después de lo que ha pasado, no debería pedirte esto.
Abrió la caja y contempló la mirada de estupefacción de __(Tn) cuando la luz se reflejó en el diamante.
—Ahora me gustaría haber tenido valor para proponértelo mucho antes —continuó—. Es que… es un gran paso, ¿sabes?
—No sé qué decir, Joe. La verdad es que…
Le puso un dedo en la boca.
—No digas nada, __(Tn). Por favor. Aún no.
—Joe…
—Tranquila —la besó en los labios—. No contestes ahora. Quiero que lo pienses. Sé que ser la esposa de un policía no era lo que habías planeado. Y sé que no es fácil. Lo veo continuamente. Sé lo que es preocuparse, sin saber qué ha pasado. Como esta tarde. Quiero que pienses a fondo lo que significaría. Si te casas conmigo, te estarás casando con un policía. No quiero que te precipites para hacer algo así.
Le acarició el pelo mientras ella asentía.
—Te amo —continuó—. Te amo y quiero estar contigo para siempre, pero quiero que estés segura.
__(Tn) lo abrazó apasionadamente.
—Hazme el amor —dijo en voz muy baja—. Te necesito.

Más tarde, Joe no recordaba cómo habían llegado al dormitorio, ni cómo habían corrido las persianas. Lo único que sabía era que estaba con ___(Tn). Los dos se necesitaban con desesperación.
En unos segundos le había desabrochado el mono y se lo había quitado. Cayó al suelo, junto a la cama. Después se colocó junto a ella.
__(Tn) le quitó la camisa. Sus manos seguían temblando mientras le desabrochaba el cinturón. Cuando por fin lo consiguió y empezó a bajarle los pantalones, Joe no podía recordar si alguna vez la había deseado más que entonces.
Se detuvo. __(Tn) también contuvo la respiración. La miró, con la luz que entraba entre las lamas de la persiana.
Parte de él quería ir despacio, quitarle lentamente el sujetador de encaje blanco que contrastaba con su piel bronceada, cubrirle los senos de besos y probar cada delicioso centímetro de aquella mujer a la que amaba más que a nada en el mundo. Pero otra parte de él estaba deseando deshacerse cuanto antes en su interior, para disipar el miedo que ambos sentían.
Cuando la volvió a besar, ella lo acogió con idéntica ansia. Terminó de bajarle los pantalones y se colocó debajo de él. En un movimiento frenético, cuando ninguno de los dos podía seguir conteniéndose, la penetró.
___(Tn) levantó las caderas y Joe la sujetó por ellas. Los dos se movían al mismo ritmo, cada vez más rápido. Era como si sus vidas dependieran de aquello, como si fuera la última vez que estarían juntos.
Entre gemidos, murmuraban palabras de amor y cariño. Joe captó levemente el estremecimiento que recorrió el cuerpo de __(Tn) y cuando la miró a los ojos, unos segundos antes de que alcanzaran juntos el éxtasis en un momento desesperado, vio lágrimas en sus mejillas.

—¡Oh, Dios mío! Era Lauren Dametto —exclamó Doreen, colgando el teléfono y volviéndose para mirar a ___(Tn)—. Quiere adelantar la fecha de tu presentación.
Detrás de un maniquí muy ligero de ropa, ___(Tn) murmuró una maldición entre los alfileres que tenía en la boca. De todas formas, siguió ajustando con calma el vestido negro de cóctel.
—¿Para cuándo la quiere?
—Para dentro de tres semanas.
__(Tn) se detuvo en seco. Su ayudante y ella intercambiaron una mirada de exasperación. Lauren Dametto era la representante de los diseñadores más famosos. Le habría dado igual que quisiera ver sus diseños al día siguiente; tendría que tenerlos preparados. Sabía que con Lauren Dametto era imposible conseguir una segunda oportunidad.
Se levantó y se quitó los alfileres de la boca, con calma. Respiró profundamente.
—Pues tendremos que darnos más prisa, ¿no crees?
—¿De verdad crees que lo conseguiremos? —preguntó Doreen—. Aún tenemos mucho trabajo, con esos diseños para la Maison de Couture y sólo tres semanas…
—Nunca he incumplido un plazo.
—Ya lo sé, pero…
—Lo conseguiremos. No te preocupes.
Lanzó a su ayudante una sonrisa que ocultaba su propia incertidumbre y se puso la cinta métrica al cuello.
—De acuerdo —contestó Doreen, sin mucha convicción—. Tú eres la jefa. Preocúpate tú por las dos.
—Mientras tanto, tengo unos cuantos diseños nuevos. Necesito que se los lleves a Peter, para que haga los vestidos. Si todo tiene que estar listo en tres semanas, será mejor que empecemos cuanto antes. Voy a buscar los dibujos.
Subió a su casa y se dirigió al estudio. Vio inmediatamente la camiseta de Joe entre un montón de papeles. Sonrió mientras la recogía.
Aquella mañana, cuando ella se levantó, Joe seguía dormido. Parecía tan relajado que no había tenido valor para despertarlo, de modo que se fue al estudio y se concentró en el trabajo. Una hora después, él entró y la rodeó con los brazos.
Giró el taburete de dibujo de __(Tn) hasta dejarla frente a sí y le abrió la bata para revelar su cuerpo desnudo. Después tomó su rostro entre las manos y la miró durante largo rato, acariciándole las mejillas con los pulgares, antes de besarla. Pronto, la camiseta que llevaba puesta estaba entre los dibujos de la mesa.
Volvieron al dormitorio e hicieron el amor lentamente, con ternura, sin el deseo frenético alimentado por el miedo que los había consumido la noche anterior. Por la mañana, __(Tn) había vuelto a llorar, pero no eran lágrimas de alivio, sino de desconcierto ante la inmensidad del amor que sentía por él. También lloró por lo desconocido y por la incertidumbre de su futuro, a pesar de la proposición que Joe le había hecho.
En aquel momento sonó el teléfono. ___(Tn) volvió a la realidad y volvió a dejar en la mesa la camiseta de Joe.
—¿Diga?
—Hola, ___(Tn). Soy el doctor Williams.
—Hola.
Estaba casi segura del motivo por el que la llamaba. Aunque había sido paciente de Evan Williams desde la niñez y había celebrado en su casa un par de nocheviejas, el médico nunca la llamaba personalmente. Aquello debía ser muy importante.
—Espero que estés sentada —le dijo con voz demasiado alegre.
___(Tn) tragó saliva.
—Acabo de recibir el resultado del análisis de sangre —continuó—, y…
—Estoy embarazada.
—Felicidades.
__(Tn) se sentó en el taburete. Todo lo que la rodeaba pareció difuminarse; sólo podía ver la fotografía de Joe que tenía en una esquina de la mesa. Contempló la alegre sonrisa que mostraba en el retrato y se preguntó si sonreiría de la misma forma cuando se enterase de la noticia.
—¿__(Tn)? ¿Estás ahí? —preguntó el doctor Williams, preocupado.
—Sí, aquí estoy.
—A juzgar por tu reacción, parece que Joe y tú no lo teníais planeado.
—No. No exactamente.
—¡Oh! Lo entiendo. ¿Quieres que te dé otra cita? Podemos considerar otras opciones.
—No, no hace falta —le aseguró—. Es una buena noticia. Lo que pasa es que no lo esperaba.
—Bueno, ven de todas formas, para que hablemos de tu embarazo.
—De acuerdo.
—¿Te viene bien el jueves que viene, por la tarde?
___(Tn) respiró profundamente e intentó tranquilizarse.
—Ahora mismo no tengo la agenda delante. ¿Puedo llamarte más tarde?
—Desde luego. Pídele a Marsha que te dé hora.
—De acuerdo.
—Y felicidades otra vez.
—Gracias.
Mientras colgaba el teléfono, la mente de __(Tn) era un torbellino. No entendía cómo podía haberse quedado embarazada, pero tampoco era tan raro: últimamente, un par de veces no había usado el diafragma porque pensó que no estaba en época fértil. Debería haber recordado que el calendario era el anticonceptivo menos fiable del mundo.
Lo que la ponía más nerviosa, era que a pesar de que conocía muy bien a Joe y lo amaba con locura, nunca habían hablado de la posibilidad de tener hijos. Antes de conocerlo, ni siquiera se había planteado la posibilidad de mantener una relación y mucho menos, la de tener descendencia. Sólo existía su trabajo.
Sin embargo, estaba contenta. Primero la proposición de Joe y después el embarazo. Tal vez no siempre mereciera la pena seguir los planes cuidadosamente trazados. A lo mejor era conveniente improvisar de vez en cuando, dejarse llevar por los acontecimientos.
—¿Era Peter? —preguntó Doreen desde el piso inferior.
—No —acertó a contestar ___(Tn) con la mano aún sobre el teléfono.
—¿Quién era?
—Nadie. Nada importante.
Se quitó la cinta métrica del cuello y la dejó en la mesa. Cuando tomó la caja de terciopelo, que se había quedado en el estudio, le temblaban los dedos.

Joe apoyó un pie en la esquina de la mesa, apoyándose en la silla. El despacho que utilizaban los inspectores solía estar vacío. De hecho, si Joe no estuviera impaciente por hablar con el capitán, tampoco estaría allí; estaría por las calles, como todos los demás, en busca de alguna pista sobre el asesino de Seth Cushing.
El sol del final de la tarde iluminaba la estancia y se reflejaba en el marco de bronce que tenía en la mesa.
Sin pensar, tomó una pelota de goma negra y se puso a pasársela entre los dedos mientras observaba la fotografía de ___(Tn). Su preciosa boca estaba arqueada en una sonrisa misteriosa, muy típica en ella. Le gustaba pensar que cuando se fotografió estaba pensando en él. Era la misma sonrisa con que lo saludaba todas las mañanas cuando se despertaban juntos, la sonrisa que siempre le aceleraba el corazón cuando la tomaba entre sus brazos. La sonrisa de la que jamás podría llegar a cansarse.
Si un año atrás alguien le hubiera dicho que pediría a una mujer que se casara con él, se habría reído. Y si le hubieran dicho que propondría el matrimonio nada menos que a __(Tn) Beaumont, habría arrestado a quien se lo dijera. Ni siquiera ahora acababa de creérselo. No entendía qué hacía con una mujer que pertenecía a un mundo completamente distinto al suyo. Cada día, cada vez que se perdía en su sonrisa, Joe se preguntaba cómo había sido tan afortunado.
Era posible que nunca hubiera conseguido llegar a desechar sus dudas. Aunque sabía que __(Tn) lo amaba, a veces le parecía increíble. Tal vez por ello la noche anterior había entregado a ___(Tn) el anillo, aunque se había negado a permitirle que contestara.
Aquella mañana, cuando la encontró en el estudio, después de que hicieran el amor de nuevo, quería volver a pedírselo. Quería proponerle que pasaran el viaje de novios en su barca, que se tomaran unas semanas libres y vagaran cerca de la costa sin destino fijo.
Pero no se había atrevido a decirlo. A pesar de lo mucho que deseaba oír a __(Tn) contestar que sí, había guardado silencio. Incluso cuando se despidió de ella con un beso y se dirigió a la puerta, se volvió para mirarla. Estaba pensativa, con expresión casi melancólica. Quiso otra vez pedírselo, pero no lo hizo.
Esperaría todo el tiempo necesario la respuesta de __(Tn). Quería que estuviera segura. Y si ocurría lo peor, si le decía que no, la entendería. Respetaría su decisión, por mucho que le doliera. Era posible que, a pesar de todo, siguieran juntos, aunque lo más probable era que la dejara seguir con su vida.
—Hola.
La voz de Nick lo devolvió al presente. Levantó la mirada para ver a su compañero, que se dejaba caer en una silla.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Nick—. Creía que esta tarde ibas a trabajar en tu barca.
—Así es —miró el reloj—, pero antes tengo que hablar con el capitán. ¿Lo has visto?
—Creo que va a subir ahora. Estaba abajo —sacudió la cabeza, riendo—, ayudando a Dabrowski y Reynolds a pelearse con un tipo que han arrestado por asalto. Esos inútiles no sabrían esposar a un delincuente aunque juntara las manos y se lo pidiera por favor. Por cierto, por si te interesa, han creado un fondo de ayuda para la familia de Cushing.
Mientras Nick se ponía a repasar unos expedientes, Joe se quedó mirándolo. Su compañero era más joven que él; no demasiado, pero aún conservaba la típica actitud prepotente del novato que necesita demostrar su valía, con la que sólo conseguía granjearse la antipatía de los demás. Diez meses atrás había aceptado el traslado desde Nueva York y debía estar convencido de que con sus mañas de gran ciudad podría hacerse el rey de la comisaría de Fairfield. Sin embargo, lo habían recibido con indiferencia.
No parecía importar que su compañero fuera Joe; por mucho que lo respetaran los demás policías, no ampliaban su afecto a quien fuera con él. Claro que Nick tampoco se había esforzado demasiado para hacerse miembro del equipo. Pocas veces asistía a las fiestas de la policía y sólo en un par de ocasiones había ido al bar de la esquina a tomar una cerveza al final de su turno, como hacían los demás. De hecho, la mención de la colecta para la familia de Seth Cushing fue el primer signo que observó Joe que pudiera indicar que Nick intentaba integrarse en Fairfield.
Tal vez esperaba demasiado de su nuevo compañero, creyendo que podría revivir con él los lazos que lo unían a Aidan. O tal vez era sólo una cuestión de tiempo. Sin embargo, a pesar de los años que habían pasado juntos, Nick da Costa seguía siendo un desconocido para él. Al principio pensaba simplemente que era una persona reservada, tal vez incluso tímida.
Pero desde que habían asesinado a Morelli y a Feeney Johnny empezaba a preguntarse si la reticencia de su compañero a la hora de entablar amistades con los demás policías no obedecería a otros motivos.
Johnny miró el reloj.
—Creía que decías que Barnes estaba a punto de subir.
Nick asintió y en aquel momento, el capitán Barnes atravesó la puerta que separaba el despacho de los inspectores del resto de la comisaría.
Dan Barnes cruzó la habitación, con la chaqueta colgada a un hombro. Tenía la camisa arrugada y la corbata descolocada. A pesar de su agotamiento, no tenía mal aspecto para ser un hombre de más de sesenta años que llevaba cuarenta trabajando para el departamento de policía de Fairfield y que se negaba sistemáticamente a hablar de la jubilación.
Joe pensó, que cuando él se retirase, echaría de menos a Dan Barnes. Llevaba más de quince años al frente de la comisaría y siempre estaba a disposición de cualquier agente que lo necesitara. Joe esperaba que aquel día estuviera dispuesto a ayudarlo a él.


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MensajeTema: Re: Al Borde Del Riesgo(Joe&Tu)[HOT]   Al Borde Del Riesgo(Joe&Tu)[HOT] Icon_minitimeJulio 26th 2011, 11:18

GisలL×Jß escribió:
hay diosito santo!
nueva lectora Very Happy
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MensajeTema: Re: Al Borde Del Riesgo(Joe&Tu)[HOT]   Al Borde Del Riesgo(Joe&Tu)[HOT] Icon_minitimeJulio 27th 2011, 13:54

Gracias por la bienvenida cielo
ame el capitulo!
Dios que hermoso Joe al ser tan comprensivo *_*
me encaaaanta, & mas cuando hicieron el amor *_*
awwwww nnonononono.
ahhhhhhhhh! rayita va a tener un bebe de Joe!
cuando se lo va a decir?? tienes que seguirla!!!

por cierto ame el cap
espero con ansias el otro.
besos
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MensajeTema: Re: Al Borde Del Riesgo(Joe&Tu)[HOT]   Al Borde Del Riesgo(Joe&Tu)[HOT] Icon_minitimeJulio 27th 2011, 22:00

Esta HERMOSA TU NOVEE!
quiero q ____ le diga la noticia a JOEE!
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MensajeTema: Re: Al Borde Del Riesgo(Joe&Tu)[HOT]   Al Borde Del Riesgo(Joe&Tu)[HOT] Icon_minitimeJulio 30th 2011, 19:38

omg

siguela

me encanta

nueva lectora

siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa


aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
aaaaaaaaaaaaa
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MensajeTema: Re: Al Borde Del Riesgo(Joe&Tu)[HOT]   Al Borde Del Riesgo(Joe&Tu)[HOT] Icon_minitimeAgosto 19th 2011, 00:41

Aaaaahhhh meee perdiiiii!!!
Ok ya regresé!!!
siiguelaa está super buena!!
Joe es tan lindo *-* Lo AMO!!
siiguuelaa!! Very Happy y perdón por no comentar antes.
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MensajeTema: Re: Al Borde Del Riesgo(Joe&Tu)[HOT]   Al Borde Del Riesgo(Joe&Tu)[HOT] Icon_minitimeSeptiembre 8th 2011, 16:38

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